SIMPLIFICAR LA EDUCACIÓN

jueves, 30 de abril de 2015
En educación estamos acostumbrados a soportar una documentación farragosa en cualquier actividad dentro de nuestras funciones. Ya sea en la programación, evaluación, diseño de actividades docentes, procedimientos de calidad, formación continua, plataformas educativas, legislación, etc. 

principito educación
Nos hemos hecho insensibles al hecho de tener que bregar habitualmente con una serie de papeleos que están fuera de toda lógica y que roban nuestro tiempo y vitalidad en detrimento de nuestra función principal: la enseñanza. Cualquier ocurrencia que se traslada desde la administración educativa viene amparada por una serie de requisitos técnicos y documentales que coartan cualquier creatividad o motivación por llevar a cabo nuevos proyectos. Sólo por necesidad de supervivencia o por evitar acciones punibles nos enfrascamos en documentos interminables que tratan de justificar lo injustificable.

A nivel de aula, las actividades de enseñanza-aprendizaje con mayor calado se basan en el sentido común y en la sencillez de su propuesta, además de en la experiencia profesional y reflexión sobre la misma. No es operativo un sistema kafkiano que a través de un lenguaje jurídico y administrativo trata de normativizar cualquier acto educativo. Nos hemos dejado embaucar por un marketing maletendido, por un lenguaje superfluo y por un falso academicismo de supuestos expertos educativos que no pisan las aulas y de empresas con fines puramente comerciales.

En educación necesitamos mucho saber hacer, pero aún más, mucho hacer en el aula. Necesitamos tiempo para deliberar, planificar y actuar en consecuencia sin las trabas de unas normativas que suelen llegar tarde y además restringen nuestro tiempo y ejecución sosegada. En educación, apuesto por la simplificación de los procesos y de las programaciones, en favor de proyectos que conectan con la realidad y que permiten la creatividad más allá de un libro de texto que cumple con la legislación vigente. 

Nuestros alumnos merecen aprender y tener profesores memorables. Esta memorabilidad se alcanza más fácilmente a través de la pedagogía y de un conocimiento de la materia que nos permite plasmar de un modo simple nuestros objetivos. Por desgracia, parece que la tendencia es a añadir contenidos ad infinitum, evaluar con más y más pruebas, y todo bajo proyectos que cara la galería parecen brillar pero suelen nacer vacíos de sentimientos y sensatez. Necesitamos ser claros en el planteamiento y en la ejecución. 

Recordando de nuevo una cita de A. de Saint-Exupéry, vista en una presentación de @yoriento: "Se logra la perfección no cuando ya no se tiene nada que agregar sino cuando no se tiene nada que quitar". 


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ORIENTANDO LA FP

domingo, 26 de abril de 2015
Compartir y colaborar. Dos principios básicos para que nuestra formación profesional pueda avanzar hacia un modelo flexible y adaptado a la realidad social y económica. Como muestra de esta conexión necesaria entre docentes y entre centros educativos he podido disfrutar unas horas del 1er Congreso de FOL celebrado en Valencia el pasado 24 y 25 de abril.

fp fol orientaciónUn Congreso orientado a profesores de Formación y Orientación Laboral donde se pueden reconocer muchas experiencias extrapolables a otros módulos, ciclos o etapas educativas. La primera enseñanza, imprescindible hoy día, es la necesidad de hacer visible las prácticas educativas del aula. Compartir prácticas que funcionan en nuestros módulos a través de la red o de comunidades de aprendizaje es vital para seguir "compitiendo compartiendo", como escuché en algún momento del congreso. Tejer redes entre profesionales del mismo módulo o materia, o entre docentes de la misma familia profesional, es sano y básico para nuestra mejora. Redes con profesionales comprometidos como los organizadores y ponentes de este congreso. 

La suerte de los profesores de FOL es la transversalidad de un módulo que los convierten en una especie de profesor MacGyver (metáfora vista en una presentación del congreso) que es imprescindible para todos. El módulo de FOL es básico para cualquier alumno que se dirige al mercado laboral o a formar su propia empresa. Un módulo que merece un mayor prestigio, además de carga horaria, por su importancia en la inserción laboral de los alumnos. Un módulo que, al igual que el resto de módulos, debe basar su modelo de enseñanza-aprendizaje en casos prácticos y reales y no en cuestiones conceptuales o en libros de texto que acaban en el olvido. 

Para ello, como profesores, debemos seguir trabajando y evaluando todas las competencias del alumno (fantástico ejemplo el de Julia Contreras utilizando el cine), trabajar con el alumno mano a mano, no sólo el ordeno y mando; hacer lo que pedimos, ser congruentes, y experimentar en primera persona lo que pedimos en el aula. Y siempre que sea posible en un entorno real. 

Como bien dice Alfonso Alcántara, -@yoriento- menos dar consejos y más tratar de hacer que el alumno tenga motivos para seguir formándose. Los docentes somos responsables en en gran parte del (des)interés que provocamos en el alumno y en su cambio de actitud hacia la formación y hacia el mundo del trabajo. 

Motivos para ejercer la docencia con pasión nos sobran a los profesores de Formación Profesional; tan sólo nos falta activarlos. Eso sí, necesitamos del acompañamiento y reconocimiento de compañeros, equipos directivos y de la Administración. Qué mejor que el optimismo que transmite Jorge Arévalo (Viceconsejero de FP del País Vasco): "Trabajo con el pesimismo de la razón por lo que está pasando y con el optimismo de la voluntad por lo que veo que se necesita". 


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FLEXISEGURIDAD EDUCATIVA

jueves, 23 de abril de 2015
El sistema educativo debería estar evolucionando naturalmente hacia el concepto de flexiseguridad educativa. Un concepto, que aplicado a la educación, nos llevaría a ser flexibles en los contenidos y en la distribución horaria de las materias y del profesorado. Una flexibilidad que vendría a ser una consecuencia del necesario cambio metodológico y una actitud positiva de los docentes hacia dicha transformación buscada. 

Por otro lado, esa flexibilidad debiera ser reforzada con una seguridad del docente en cuanto a su formación pedagógica, un modelo educativo consensuado y a largo plazo, con espacios y tiempos donde los claustros, departamentos o equipos de profesores puedan reflexionar y trabajar coordinadamente en base a un proyecto educativo común.

La flexiseguridad se podría dar con docentes implicados, con capacidad de trabajo en equipo, sin cortapisas ni ansias por salvaguardar intereses propios. Una flexiseguridad con la que podríamos formar de modo competente a nuestros alumnos con vistas a un panorama laboral en constante cambio. 

La enseñanza exige ser congruente con aquello que buscamos transmitir; difícilmente aprenderemos a gestionar personas y trabajar colaborativamente sino lo hacemos de modo habitual entre docentes; precisamos cuidar las relaciones interpersonales desde el respeto muto; abundar en la autocrítica como práctica habitual o evitar juicios personales sobre compañeros. Sólo así podremos educar alumnos en esos valores que decimos transmitir pero que sólo calan desde la plena implicación y dedicación, sin esperar mucho a cambio, de los enseñantes. Seguir anclados en que los alumnos tienen la culpa de nuestros males o que somos inmejorables, y que las leyes o la dirección educativa son inadecuadas, aporta poco si deseamos y buscamos el cambio educativo. La flexibilidad personal también se contagia. 

Tener una visión realista, pero sin prejucios, es básico para el desempeño profesional docente. Pero aún lo es más, apreciar a tus alumnos y compañeros, siendo flexible en una profesión que nos exige hoy más que nunca una actualización en las formas de enseñar y aprender. Como se suele decir, nadie quiere ser operado por un médico sin una formación a la última, ¿por qué no estamos en constante actualización de nuestras prácticas o recursos didácticos, además de los conocimientos de cada materia? ¿es plausible actuar como docente de un modo conservador? ¿nos sigue valiendo sólo lo de siempre? ¿nos preocupamos por la mejora de nuestras capacidades y actitudes personales y profesionales? Eso sí, todos necesitamos dosis de seguridad, reconocimiento, dejar hacer y aprecio personal. Venga de donde venga...

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DEPARTAMENTO DE EXÁMENES

lunes, 13 de abril de 2015
Nos llenamos la boca con las bondades de la modernidad y la tecnología en la educación. Parece que todo va enfocado a formar futuros empleados o emprendedores con multitud de competencias técnicas. Nos encontramos cuantificando cualquier proceso y cualquier avance o retroceso del alumno. Seguimos realizando fotografías estáticas de un supuesto aprendizaje del alumno a través de una serie de exámenes, mayoritariamente escritos.

exámenes educación
Pero, ¿existe alguna empresa con un departamento que se dedique a examinar periódicamente a sus empleados? ¿la competencia o idoneidad de un trabajador se mide principalmente a través de pruebas escritas? ¿no busca la LOMCE o la OCDE una masa laboral preparada y adecuada a las necesidades del sistema productivo? ¿se consigue esta preparación y flexibilidad en el trabajo con estos ejercicios escritos?

Personalmente, mi parecer sobre la misión de la educación dista mucho de este propósito arriba mencionado; la educación NO sólo es un medio para la empleabilidad. Aún así, si estas leyes quieren ser congruentes, no podemos seguir dedicándonos a calificar superficialmente a los alumnos. Son necesarios otros sistemas de evaluación. Las pruebas de evaluación son un recurso que impiden valorar otros aspectos fundamentales en toda persona y profesional actual o futuro.

Dejar de medir todo a través de exámenes no significa disminuir el nivel de exigencia. Avanzar desde otras opciones donde se valoran más íntegramente al alumno es una necesidad bien razonable. De momento, hasta que veamos departamentos de Exámenes junto al departamento de Marketing o Financiero de una empresa -todo es posible- podríamos comenzar a sustituirlos. Exploremos las posibilidades.
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LA ACTITUD ES LO QUE IMPORTA

jueves, 2 de abril de 2015
Siento ser repetitivo al respecto, pero parece que no queremos abrir los ojos. Sí. La actitud del alumno es lo que realmente importa. Hoy en día, con la moda de tratar de medirlo todo, la actitud parece quedar relegada a un segundo plano.

Se habla mucho de rankings, pruebas evaluadoras, niveles de calidad, competencias básicas, etc. Pero a la hora de la verdad, cuando llegan las "deseadas" calificaciones, pocos se acuerdan de la actitud del alumno en clase. Una actitud, para bien o para mal, que necesita ser valorada para reforzar a los que se esmeran en el aula o tratar de motivar a aquellos que sólo están de cuerpo presente en clase.

Con actitud, pese a nuestras imperfecciones, se puede llegar a casi todas partes. Se necesita actitud para llevar a cabo cualquier trabajo profesional, para relacionarse con los demás o para superar contratiempos. La actitud, unida a la bondad, son casi garantía de éxito para el desarrollo personal y profesional de cualquier persona. Mucho más que esas deseadas competencias tecnológicas, matemáticas o lectoras. Mucho más que unos exámenes finales y unos deberes bordados.

Considerar la actitud de un modo formal es fundamental para la evaluación del alumno. Una actitud que no puede quedarse en unos negativos o positivos a lo largo del curso. Debemos reflejar y considerar la actitud del alumno tanto a través de entrevistas como mediante la calificación inevitable del alumno. La desconsideración de la actitud del alumno supone una dejación de nuestra función educadora. Dedicarnos sólo a la instrucción -¿sólo se educa en casa?- supone hacer un flaco favor a nuestro alumnado.

Hoy, como siempre, se necesitan personas consideradas, con ganas de aprender, reflexivas, solidarias y congruentes con lo que hacen y lo que dicen. Y eso no está en los libros de texto...

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