PROFESIONALES EN ACCIÓN

jueves, 4 de enero de 2018
No podía decir que no. Fue en aquella primera edición de Operación Triunfo en 2001 cuando me sensibilicé sobre la situación de muchos niños y apadrinamos a una niña con Ayuda en Acción. Desde entonces mi única aportación ha sido económica, pero ahora puedo colaborar con algo más y contaros el enorme trabajo que hacen desde hace más de tres décadas.

Ayuda en Acción trabaja en varias líneas (salud, educación, emergencias, derechos de las mujeres, infancia, desarrollo de las economías locales) invirtiendo el 84,5% de los fondos en cumplimiento de los fines de esta organización: la mejora real de la vida de las personas dándoles las herramientas y conocimientos necesarios para ello. La transparencia de la organización es absoluta.

Los perfiles profesionales de sus trabajadores y colaboradores son muy diversos. De hecho, en su sede central trabaja un Técnico en Gestión Administrativa, y en su sector -cooperación al desarrollo- encajarían muy bien ciertas titulaciones de Formación Profesional (datos aportados desde la organización):
  • Técnico en sistemas microinformáticos y redes
  • Técnico en atención a personas en situación de dependencia
  • Técnico superior en artes gráficas
  • Técnico superior en animación sociocultural y turística
  • Técnico superior en integración social
  • Técnico superior en mediación comunicativa
Actualmente están inmersos en la campaña #AguaParaFátima que os animo a descubrir y colaborar en ella en la medida de lo posible. Os dejo con la historia de Fátima que puedes también leer en el blog de Ayuda en Acción o en este vídeo que os animo a compartir. 

Fátima vive en una pequeña aldea de Mozambique y recorre cada día los cinco kilómetros que la separan de su fuente de agua más cercana. La falta de agua es una constante en su vida: conoce bien el camino que tiene que andar a diario, podría hacerlo incluso con los ojos cerrados. A pesar de los peligros que pueden asaltarla, tiene que caminar sola hasta llegar a su destino, donde llena el bidón de 25 litros para llevarlo de vuelta a su aldea y su familia.

Hace tres años que la pequeña Fátima dejó la escuela para ayudar a su madre con las tareas del hogar y con el cuidado de sus hermanos. Le gustaría ir a la escuela, pero no tiene tiempo para continuar sus estudios. Las necesidades más básicas apremian. Recoger agua es una tarea constante en su vida que le ocupa muchas horas, una labor que no puede dejar de hacer: de este trabajo dependen muchas cosas.


Es difícil imaginar la vida de Fátima y sus hermanos en su humilde hogar; apenas tienen nada, ni siquiera agua, por eso tiene que ir a recogerla todos los días, un cometido peligroso, pues está expuesta a asaltos y ataques de animales. A veces se ve obligada incluso a sortear cocodrilos, que ya se han cobrado alguna víctima entre los niños de su comunidad. En ocasiones también encuentra entre las aguas algún cadáver de un mono o alguna cobra al meterse para llenar su cubo.

La falta de agua para Fátima y su familia es un hecho; este recurso a veces se encuentra en malas condiciones y supone un peligro para la salud de todos, pero sobre todo para los más pequeños. La diarrea es la principal causa de muerte en niños menores de cinco años. Sobre Fátima recae la responsabilidad de que los suyos no mueran de sed por la falta de agua, de que haya agua para cocinar o de que la ropa de todos esté limpia, una tarea que le exige largas horas de caminata cargando un pesado bidón sobre su cabeza.


Uno de cada cinco niños en Mozambique muere antes de cumplir cinco años, algunos de ellos por causas derivadas de la falta de agua potable. Tener acceso a agua segura ayudaría a mejorar sus expectativas de vida. Abastecer de agua potable a la comunidad en la que vive Fátima y en comunidades con realidades similares significa muchas cosas, entre ellas, tener tiempo para volver a la escuela. La falta de agua para ella, como para miles de niños y niñas en Mozambique, se convierte en un problema vital. Necesitan ayuda para acceder a agua potable; muchas niñas dejarán la escuela para ir a buscar este escaso recurso.

Pero Fátima no pierde la esperanza, piensa que algún día en su aldea habrá agua potable para todos: para ella y también para sus vecinos.


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