EDUCAR PARA UNA NUEVA ÉPOCA

jueves, 13 de febrero de 2025

 

educar para una nueva época

 

La diversidad de opiniones puede ser una fuente de riqueza si contamos con personas con conocimientos y experiencia. Sin embargo, aún en estos casos, acostumbramos a caer en las manos de la ocurrencia o en esos dichosos brainstormings que supuestamente nos dirigen hacia la creatividad. Confiamos en exceso en nuestro sexto sentido o de ese ingenio del que creemos estar dotados. Los de verbo fácil llevan la iniciativa y los más observadores se aburren en un silencio voluntario por modestia, cansancio o falta de impulso ajeno. Y el reloj digital sigue corriendo.

 

Cuando te encuentras con un experto real en una materia concreta, te maravillas, no solo por su elocuencia, sino por la visión y sabiduría que transmite. En el mundo educativo, el ruido mediático, las percepciones personales, los intereses comerciales, la ideología, los likes o las paridas enlatadas en stories, cuentan mucho más que la otras razones basadas en el conocimiento. Pisar el aula nos puede dotar de argumentos, pero no siempre la experiencia nos hace competentes del todo. Desafortunadamente, la exigencia de las clases nos impide una formación pedagógica más completa o un conocimiento más preciso de las normas que regulan nuestra profesión. El tren hace tiempo que se marchó de la parada pero andamos oteando el horizonte en lugar de pedir un cabify y continuar el viaje hasta donde nos lleve la razón.

 

A menudo despotricamos de las leyes que afectan a la educación, ya sea con un nuevo sistema de formación profesional, o con un decreto que regula tardíamente la organización de los centros, entre otras cosas. No obstante, por distintos motivos, no siempre somos lo diligentes que debiéramos ser a la hora de estar (in)formados o aprovechar los recursos que tenemos. El pasado nos paraliza el futuro. El ser humano, además de buscar lógicamente su comodidad, tiene querencia hacia ese pasado donde la existencia era presuntamente admirable. No sé. Observo que damos demasiadas vueltas a lo mismo, buscamos culpables, o nos enredamos en lo no importante. Incluso optamos por el mejor no meneallo de Don Quijote, no sea que empeoremos o alguien se moleste. La coartada donde todo lo anterior era mejor dejará de servir cuando no haya un ayer diferente. 


Ahora que suspiramos por la inteligencia artificial, donde hay tantas opiniones como posibilidades tecnológicas, lo trascendente debiera seguir siendo qué y cómo debemos enseñar mejor a nuestros alumnos para que sean buenas personas y profesionales relevantes. La IA, queramos o no, se impondrá (esperemos que con una regulación exquisita); solo nos queda protestar y exigir a nuestros gobernantes que, si no pueden poner puertas al campo, al menos que defiendan los derechos de la fauna que lo habita. Puede que lleguen los nanobots antes de que nos dejen jubilarnos; así podremos pensar millones de veces más rápido de lo que ahora lo hacemos. ¿Qué enseñaremos en el aula? ¿Aprender a convivir, socializar, moralizar...? ¿Una escuela para crear lazos y relaciones tangibles en un mundo que se ha vuelto virtual? Tal vez la clave, ahora que se impone el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, sea dejar una marca de tolerancia y solidaridad en los que nos suceden; sin imposiciones ni esa suficiencia que marca y rebota a muchos jóvenes desencantados con un sistema que está defectuoso según su entender. Dicen que la felicidad propia se encuentra en los otros.


Es hora de exigir la expulsión de lo anodino de las aulas. Exigir esfuerzos, en un clima que destila agotamiento, es todavía más extenuante. Aún así, el ánimo, el conocimiento y la curiosidad, debieran ir de la mano de algún modo para hacer frente a la sinrazón, al lucro egoísta, y servir de contrapeso a los que despotrican del sistema sin mojarse. La culpa siempre la tienen los demás. Será difícil navegar y no caer al agua, en esa corriente que nos arrastra, sin el coraje, la generosidad y el conocimiento que merece un cambio de época que viene anunciándose desde hace lustros. Y ya está aquí. 

 

Foto de Quino Al en Unsplash

EN FP NO HAY PRÁCTICAS, ES FORMACIÓN EN EMPRESA

jueves, 6 de febrero de 2025

 

formación en empresa FP

 

El uso adecuado del lenguaje tiene su importancia. Al igual que debiéramos cuidar la utilización de contenidos sexistas (pese a la mala fama adquirida), sería conveniente adoptar aquellos términos que, con la nueva FP se adecúan más a lo que la normativa pretende. Es el caso de las mal llamadas "prácticas". Quizás sea una herencia de aquella, nada lejana, formación profesional donde el objetivo del período de prácticas era principalmente colaborar con la empresa con las competencias adquiridas en el centro educativo. Ahora debiéramos hablar solo de la formación en empresa.

 

Sin embargo, la mentalidad poco ha cambiado. Aún se entiende en gran medida la figura del alumno, no como un aprendiz, sino como una figura que viene a colaborar con su trabajo. Algo falla si seguimos entendiendo que el objetivo fundamental de este período es practicar aquellos conocimientos y destrezas adquiridos en la escuela. Pero la mentalidad no se transforma fácilmente. El pragmatismo nos seduce más que una nueva norma que incordia o parece poco realista en un mundo del trabajo donde, hasta hace bien poco, se entendían las becas o las prácticas solo como un favor al centro de formación y al alumnado. El tiempo todo lo puede. Al igual que nos parece un engorro tener que dar de alta a la Seguridad Social a un estudiante o al empleado del hogar que algún día querrá acceder a una jubilación digna, las empresas entenderán los beneficios de una colaboración más estrecha. 


La llamada Formación en Centros de Trabajo (FCT) a extinguir en la inmensa mayoría de los ciclos formativos (todavía quedan, inexplicablemente, ciclos LOGSE) se ha transformado en la actual "formación en empresas" que tanto en los grados C (Certificados Profesionales) como en los grados D (ciclos formativos) debe contemplarse como una fase obligatoria a realizar en una empresa u organismo equiparado. Y que, tal y como señala la nueva Ley Orgánica de Formación Profesional en su artículo 55.6, destaca su carácter formativo y no laboral:


Las administraciones competentes en el desarrollo de ofertas de formación profesional adoptarán las medidas necesarias para garantizar el carácter formativo de las actividades desarrolladas durante el o los periodos de formación en la empresa, y evitar su utilización inadecuada como actividad productiva y de carácter laboral, sin perjuicio de las competencias de la administración laboral en el ámbito de la inspección de trabajo.

 

La realidad es muy tozuda, y pese a la buena intención de la norma, donde se especifican las finalidades de esta fase formativa, las dificultades para encontrar una empresa colaboradora son actualmente un problema en muchas titulaciones o regiones del país. Más aún cuando las empresas no desean incorporar alumnos menores de edad o durante períodos cortos de formación. En teoría, según marca esta ley en su artículo 56, esta fase formativa conlleva unos objetivos ambiciosos:


La fase de formación en empresa u organismo equiparado tendrá las finalidades siguientes:

a) Participar en la adquisición de competencias profesionales propias de cada oferta formativa.

b) Conocer la realidad del entorno laboral del sector productivo o de servicios de referencia, que permita la adopción de decisiones sobre futuros itinerarios formativos y profesionales, prestando especial atención a las oportunidades de empleo y emprendimiento existentes o emergentes en los entornos rurales y las zonas en declive demográfico.

c) Participar en el desarrollo de una identidad profesional emprendedora y motivadora para el aprendizaje a lo largo de la vida y la adaptación a los cambios en los sectores productivos o de servicios.

d) Adquirir habilidades permanentes vinculadas a la profesión que requieren situaciones reales de trabajo.

e) Facilitar una experiencia de inserción y relacional en una plantilla real de personas trabajadoras respetando la normativa de prevención de riesgos laborales.

 

Seguramente muchos nos conformaríamos con cumplir solo alguno de los puntos. Aún así, entendiendo que estamos en un período inicial de implantación de un nuevo Sistema de Formación Profesional, creo que debemos ser conscientes de que estamos en una fase preliminar que, con el tiempo, normalizará este tipo de formación en la empresa como un win-win donde ganan tanto las empresas como los estudiantes. A pesar del sobreesfuerzo de las empresas que acogen alumnos, fundamentalmente en el caso de alumnado de primer curso, debiéramos insistir y vender las bondades de un período que además de permitir alcanzar ciertos resultados de aprendizaje y favorecer la madurez del alumno, facilitará la retención y crecimiento de un talento que comienza a escasear y que las empresas precisan para ser competitivas. 

 

Evidentemente, como para cualquier aplicación legislativa, se requieren medios e incentivos para su puesta en marcha. No es sensato dedicarnos solo a cumplimentar planes de formación individuales y tablas que no se corresponden a la realidad. Las empresas requieren incentivos al igual que los centros educativos necesitan recursos humanos para prospectar convenientemente de la mano de una formación y una normativa que nos facilite trasladar a las empresas este modelo. De nuevo, el sálvese quien pueda se está convirtiendo en el procedimiento más habitual en los centros de FP de las distintas comunidades autónomas que, además, interpretan las normas a su conveniencia o parecer (no siempre ajustado a derecho).

 

Efectivamente, la autonomía de los centros es un objetivo del nuevo Sistema de Formación Profesional, pero ello no debiera suponer que todos los centros públicos o sostenidos con fondos públicos no dispongan de los mismos recursos e información para gestionar este período de formación en empresa u organismo equiparado. Me refiero tanto a los recursos humanos antes mencionados como a los medios para comunicar adecuadamente el sentido de un nuevo sistema que viene a transformar sustancialmente la FP que hemos dado forma en los últimos veinte años. 

 

Si nos atenemos a lo que marca el RD 659/2023, de ordenación del Sistema de Formación Profesional, el compromiso que se solicita a las empresas colaboradoras no es una cosa menor. Según su artículo 153.2: 


La empresa u organismo equiparado se compromete a:

a) Garantizar el acceso a las dependencias de la misma al tutor o tutora dual del centro formativo para realizar las visitas y llevar a cabo las actuaciones de revisión de la programación, valoración y supervisión del proceso formativo de la persona en formación.

b) Cumplir la programación de las actividades formativas acordadas con el centro de formación profesional.

c) Supervisar y facilitar el seguimiento individualizado y la valoración del progreso de la persona en formación que debe realizar el tutor o tutora de la empresa u organismo equiparado.

d) Cumplir con todos los requisitos que, en materia de prevención de riesgos laborales, le sean exigibles y proporcionar a la persona en formación, cuando el puesto formativo lo requiera, los equipos de protección correspondientes.

e) Cumplir y hacer cumplir las normas de seguridad e higiene en el trabajo que están vigentes en cada momento.

f) Informar a la representación legal de las personas trabajadoras sobre los acuerdos suscritos, indicando al menos, las personas que se van a incorporar a la empresa u organismo equiparado, el puesto o puestos en los que desarrollaran la formación y el contenido de la actividad formativa.

Como decía al principio de esta entrada, el lenguaje tiene su importancia a la hora de denominar realidades nuevas o cambiantes, pero son las políticas adecuadas con los recursos suficientes, y no solo la cacareada flexibilidad, las que nos facilitarán a los centros educativos, estudiantes, tutores, docentes y empresas, el cambio hacia el sentido pretendido por este nuevo sistema de FP. 


Foto de Pete Wright en Unsplash

LA CARENCIA DE EDUCACIÓN EN LAS AULAS

martes, 4 de febrero de 2025

 

EDUCACIÓN AULAS

 

En la formación profesional no es nada nuevo la importancia que tiene el término educar en la acepción que implica enseñar urbanidad y cortesía al alumnado. Se hacen muchas referencias a la actitud y a los conocimientos técnicos, indispensables sin duda, pero sin esa educación el futuro personal y laboral del alumnado puede correr riesgo. ¿Se han perdido los buenos modales? ¿Percibimos más faltas de respeto que antaño? ¿Somos más permisivos?

 

Las percepciones personales pueden ser un tanto engañosas. Evidentemente, los conflictos y encontronazos con los jóvenes estudiantes han sido una norma desde tiempo inmemorial. Solemos olvidar las animaladas vividas en las aulas como alumnos o la desesperación que algunos causábamos al profesorado de turno. Aún así, muchas de las destemplanzas que ahora afrontamos parecen no tener respuesta. Hay cierto temor a confrontarse con el estudiante; ya sea porque no queremos que se soliviante en exceso, por la crítica que podamos recibir o por una política de centro donde no se dota de autoridad suficiente al profesorado o se prefiere tener al estudiante complacido. O incluso porque se está quemado con la profesión y se forma un círculo vicioso.

 

La cercanía y el afecto personal no deben confundirse con los excesos que a menudo se consienten. Nuestra salud mental también nos arrastra a evitar enfrentamientos que nos suben la tensión y que te llevas a casa. La línea de los límites suele estar desdibujada y nos corresponde ir marcándola, mejor al unísono con el resto del profesorado, para prevenir o mejorar los comportamientos inadecuados. A menudo creemos que la mala educación viene de serie, y, tal vez, no caemos en la cuenta de que toda esa descortesía provenga de una ausencia de reproches. Aprender a manejar estos conflictos puede llevar años en el aula; incluso hay quien no sabe salir del autoritarismo y se vuelve odioso para su alumnado. La mano izquierda y la franqueza con los más descarados suelen ser buenas herramientas. Sin embargo, no hay fórmula mágica ni todos somos psicólogos. Y todo ello, si le añadimos el resto de responsabilidades docentes, resulta agotador.


Pese a que estamos en FP, censurar las inconveniencias del alumnado es una de las mejores tareas que podemos hacer como docentes. Hay quien argumentará que su mayoría de edad nos inhabilita para estos menesteres; pero al igual que el alumnado nos trata con mayor cercanía, tenemos la oportunidad de aprovechar esa proximidad para reprender al estudiante descarado o ignorante de sus malos modales. Más de uno no ha sido apenas corregido en su vida y entiende adecuado vociferar, desperezarse, insultar, no saludar o despedirse, recostarse, no disculparse ni agradecer, no prestar atención al interlocutor, renegar, interrumpir, no pedir permiso, etc. Hay quien dirá que eso es una tarea de la parentela, pero no podemos obviar ni el ritmo de vida actual, donde los padres y madres se ausentan más que nunca, ni las dificultades que muchas casas sufren por distintos motivos. Todo pasa por aliarse con las familias, cuando sea necesario y en la medida de lo posible, y advertir siempre que sea necesario al alumno. Aunque no le guste, por supuesto.

 

Podemos y debemos ser comprensivos en el aula, pero no hacemos ningún favor a aquellos estudiantes que, por inmadurez o ineducación, mantienen un comportamiento reprobable. Como docentes debemos aconsejarles, escucharles y armarnos de paciencia para que entiendan de la importancia de unos buenos modales, corrección, amabilidad o cortesía en sus relaciones personales y profesionales. Y sin medias tintas. Hagámoslo por ellos y por el bien de una sociedad donde la autenticidad es un concepto mal entendido. Sus futuros compañeros de trabajo, jefes o subalternos, también agradecerán convivir con personas serviciales y consideradas. La formación y la educación deben ir de la mano junto a nuestro afecto, comprensión y firmeza.

LA DIMENSIÓN MORAL DE LA FP

martes, 28 de enero de 2025

 


 

En los tiempos que corren, ya no sabes si es mejor cerrar la boca para evitar ofendidos y conflictos destemplados o si conviene defender lo que consideras oportuno asumiendo la amplitud del verbo educar que nos ocupa. Hay quien olvida lo que significa educar; incluso hay quien reniega de una de las acepciones que incluye la RAE en su definición: Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.

 

La moralidad tiene pocos followers hoy en día. Ya ni te digo si hablamos de influencers que se presten a darnos esa ejemplaridad moral que todos requerimos durante nuestra escolarización y a lo largo de la vida. La libertad malentendida nos puede llevar a cerrar la boca cuando debiéramos, más que nunca, explayarnos para desarrollar esa facultad moral que nos permite convivir en sociedad, ya sea en un entorno laboral o en cualquier lugar público. Aunque, como bien sabemos, la moralidad es hoy muy líquida: lo que hoy es válido moralmente, mañana quizás no lo sea. Y en muchos campos parecemos estar desandando el camino. 

 

Tal vez, la ética es la respuesta a estos malos augurios donde la falta de empatía, la xenofobia, el racismo, la aporofobia (fundamental leer y escuchar a Adela Cortina), el edadismo, la homofobia o el machismo, entre otras muchas discriminaciones, hacen mella en una sociedad a quien culpar de los problemas o las imperfecciones del sistema. Entiendo que la mayoría de los educadores, maestros o profesores, estamos de acuerdo en la importancia que tiene mantener un buen clima social donde el respeto, que también pedimos como habitantes del aula, se traslade a cualquier otro segmento de la población. 

 

Ya sé que en la Formación Profesional se nos conoce por las enseñanzas técnicas que suministramos a los futuros técnicos y técnicas del país; sin embargo, y sin peligro de politizar las aulas, nos debemos también a ese ámbito donde la paz no es solo el recortable de una paloma. Cualquier profesional debiera tener como primera habilidad esa tolerancia al diferente; más aún en un planeta cada vez más diverso pero menos cercano; donde las redes desunen y buscamos solo soluciones personales mientras nos arrimamos a la tribu que nos acoge o nos ponemos el disfraz de ermitaño.

 

Esta líneas vienen a colación del reciente 80 aniversario de la liberación del campo de concentración y exterminio de Auschwitz Birkenau; donde las escasas voces de supervivientes que tenemos nos alertan de lo que conlleva el odio al diferente. Desde hace mucho me han conmovido las historias de las personas que lograron sobrevivir en una situación que, a pesar de parecernos de una maldad impensable e irrepetible, es posible que retorne con nuestra aquiescencia u omisión. Ensayos, novelas, cómics, cine, cuentas en redes sociales o recursos digitales de calidad al respecto están a nuestro alcance como educadores. El Holocausto, así como otras muchas tragedias que hoy se sufren en el mundo (Palestina, Ucrania, Haití, Yemén, Somalia, Sudán...), no debieran ser obviadas en las aulas o pasadas de refilón. 

 

Aunque signifique una discusión o un debate agrio, una de nuestras obligaciones es ofrecer un conocimiento que lleve a la reflexión personal y a la necesidad de esa ética universal que algunos quieren ver extinguir. Comprender la crudeza de la guerra, las migraciones forzosas u otras muchas injusticias que suelen sufrir los mismos de siempre, es el mejor resultado de aprendizaje que pueden adquirir nuestros jóvenes estudiantes. 

 

Foto de Robert Noreiko en Unsplash

CONSEJOS PARA LA GESTIÓN PROFESIONAL DEL E-MAIL

miércoles, 22 de enero de 2025

 


 

A nivel profesional el buzón de entrada del correo electrónico requiere una gestión óptima. Por mucha inteligencia artificial generativa que dispongamos al final es la voluntad de querer hacer bien las cosas lo que marca la diferencia. La IA facilita la respuesta a los correos, sugiriendo respuestas o resumiendo un correo recibido o buscando información en correos anteriores (Google ofrece estas opciones en Gmail con los planes de pago). Sin embargo, profesionalmente, en cuanto te diriges a un posible proveedor o cliente, es fácil encontrar correos sin respuesta ante una solicitud de información o una dejadez en la contestación requerida. 

 

Me parece importante, de cara al futuro laboral de nuestros estudiantes de FP, que consideren la conveniencia tanto de responder correctamente a un e-mail como hacerlo en el momento oportuno. En un artículo anterior enumeraba en una infografía algunos consejos sobre cómo enviar un correo electrónico a un profesor o alumno. Ahora, me interesa también que los estudiantes tengan en cuenta que este tipo de comunicaciones pueden ser muy relevantes para la imagen de una empresa y, en consecuencia, para ganar o mantener clientes. Personalmente, desestimo aquellas empresas que no se dignan a dar una respuesta o que lo hacen pasados varios días. 


Nosotros, como docentes, cada vez hacemos más uso del correo como una herramienta de comunicación con el resto del claustro o con las familias. La implantación de plataformas educativas o LMS (Learning Management System) ha reducido el número de comunicaciones directas a través del e-mail. Aunque, si los estudios son presenciales, también conviene educar en el no abuso de las correspondencia electrónica cuando sea posible el trato personal directo. Afortunadamente, la gestión del buzón de entrada es más sencilla y podemos enviar avisos personales o generales a través de estas plataformas (Moodle, Classroom, Teams, etc.). Sin embargo, a nivel profesional nuestro alumnado precisa tener en cuenta tanto la netiqueta en la redacción de correos electrónicos como la gestión eficiente y eficaz a la que antes me refería. 

 

Es fácil cometer errores con la gestión de correos electrónicos, más aún cuando el spam es una práctica habitual que todos sufrimos. Perder algún mensaje u olvidar dar respuesta a alguno recibido no quita que ofrezcamos disculpas o tratemos de solventar el malentendido. La IA seguro que nos ofrece fórmulas para responder cortésmente, pero no está de más personalizar y dar un carácter propio a las comunicaciones. Un exceso de asepsia digital puede ser contraproducente. En los tiempos que corren, la correspondencia suele ceñirse a unas pocas líneas donde nos piden ir al grano; a pesar de que se agradecen los mensajes personales redactados con atención y afecto, sin importar la extensión. ¡Qué tesoro recibir hoy día una carta por correo postal!

 

Espero resulte útil la siguiente infografía al respecto:

 

CONSEJOS EMAIL PROFESIONAL

 

SI NO FUERA DOCENTE

sábado, 18 de enero de 2025

 


 

Ahora que llevo casi media vida trabajando, con mis hijos orientándose profesionalmente, me pregunto si volvería a decidirme por la docencia y por los mismos estudios universitarios que cursé en aquel entonces. Ha llovido demasiado desde aquellos años noventa del siglo pasado y, sin embargo, no encuentro tantas diferencias con aquel panorama: muchas dudas y pocas certezas junto a una falta de orientación profesional que, a menudo, se reducía al consejo familiar. 

 

Los títulos de Formación Profesional no se contemplaban al igual que ahora, pese a que esta opción sigue sin ser reconocida socialmente en su justa medida frente a un título universitario que supuestamente te ofrece un prestigio aunque no te garantice siempre un sueldo mucho mayor. En mi caso, supongo que como otros muchos estudiantes, me decidí por la entonces denominada licenciatura en Ciencias Económicas y Empresariales, ahora ADE, que solía ser el refugio de aquellos sin una clara vocación (creo que no ha cambiado tampoco mucho la situación al respecto...).

 

El nivel educativo y la ocupación de los progenitores continúa siendo una variable fundamental en la elección de determinados estudios. Según señala el informe "El perfil socioeconómico del estudiantado universitario en España", el perfil familiar sí influye en la elección de ámbitos de estudio universitarios, pero sólo en algunos de ellos y de forma desigual. Asimismo, el último informe ministerial sobre Datos y cifras del Sistema Universitario Español 2023-2024, muestra un incremento en el número de titulaciones universitarias y un incremento de casi 100 000 alumnos (+55,9%) en las universidades privadas; fundamentalmente en las áreas de Negocios, administración y derecho, Ciencias sociales, periodismo y documentación. Tenemos más titulaciones universitarias que antaño, un mayor número de universidades privadas y un menor número de graduados que coincide con las menores matriculaciones en la universidad de los últimos años. Sin embargo, la oferta y la demanda de estudios, según sea la rama de enseñanza es muy dispar (más de cinco alumnos por cada plaza en Ciencias de la Salud en una universidad pública presencial), pese a que se adivina una tendencia a la baja de las notas de corte en las universidades públicas. Complejo panorama.

 

Cuestión aparte es revisar la empleabilidad de cada título universitario. Ser pragmático de cara a tu vida profesional futura no es tarea fácil. Si ya entonces la popular generación JASP (ahora con medio siglo a sus espaldas) aspirábamos a salarios poco menos que mileuristas, actualmente las perspectivas no parecen mucho mejores con una generación donde la vivienda se come esa mayor tasa de empleo que disfrutamos hoy en día. Preguntarse dónde se cobra más, si es esa tu principal motivación, no es difícil de saber según las estudios que ofrecen las universidades; o si el empleo se ajusta al nivel o área de estudios (muy recomendable para ello la herramienta U-Ranking) deseada. A eso hay que añadirle la incertidumbre que aporta el desarrollo de tecnologías disruptivas tanto al mundo educativo como el profesional.


Con los años, la cada vez más larga carrera laboral suele comenzar mediatizada por un sinfín de casualidades; gracias al conocido de turno o según sea la coyuntura del mercado de trabajo del momento. Los caprichos del destino nos marcan y la falta de paciencia imperante no ayuda tampoco a mejorar el porvenir. Sin embargo, volviendo al meollo de este artículo: ¿los jóvenes, a pesar de la ingente información disponible, están ahora mejor orientados? Si nos fijamos en los resultados del marco de calidad Xcelence, desarrollado por la Fundación Berteslmann, en su último informe "El estado de la orientación académico-profesional" señala que el alumnado de secundaria y bachillerato recibe poca información sobre el mercado laboral y tendencias profesionales; la mayoría de los centros no contemplan como responsabilidad de los docentes la interpretación de fuentes de información sobre el mercado laboral; y existe una dificultad real para acceder a fuentes de información actualizadas y entendibles tanto para los docentes como para el alumnado.

 

Con total seguridad habremos avanzado en muchos ámbitos de la orientación académica y profesional, pero, indudablemente los jóvenes siguen teniendo muchas dificultades para tomar decisiones propias que no se basen fundamentalmente en las opiniones de la familia o en las tendencias del momento. Volviendo al título que da nombre a esta publicación, seguramente nunca hubiera sido docente si no me hubieran dado la oportunidad de dar clase en un momento dado y experimentar la enseñanza; a pesar de mi temprana mala experiencia dando clases durante el servicio militar obligatorio. Si no fuera docente, quién sabe dónde andaría enfrascado ahora. De momento, mi saldo es bien positivo: esta profesión me permite, además de subsistir, encontrar un sentido al largo tiempo de vida que pasamos en un puesto de trabajo. A pesar de todos los inconvenientes, conflictos diarios, o el agotamiento mental que supone trabajar con jóvenes y adolescentes, hay muchas singularidades de la docencia que compensan. Y no solo las anheladas vacaciones escolares.

 

Supongo que la mayoría de los jóvenes, al igual que los más talluditos, buscamos combinar la vocación con las posibilidades de un empleo bien remunerado. El idealismo, con los años, suele pasar a una fase de pragmatismo y necesidad de seguridad económica. Conocer, valorar e interpretar las opciones académicas y profesionales de la oferta educativa sigue siendo una tarea abrumadora; mediatizada además por las cortapisas del sistema educativo (matrículas, notas de corte, presión social...). En mi opinión, no dedicamos el tiempo suficiente a conocer de primera mano las posibilidades académicas y profesionales existentes. Hemos avanzado mucho promoviendo los estudios de Formación Profesional, el emprendimiento o las carreras STEM; y, sin embargo, son todavía demasiados los jóvenes que toman decisiones desconcertados, sin referencias y con la falta de certidumbres propia de la edad y de un futuro por explorar. Seguimos apresurándonos demasiado para una carrera donde importa menos el tiempo cronometrado que el destino alcanzado.

Con la tecnología de Blogger.

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