CONTRATAR A UN FORMADOR/A DE DOCENTES DE FP

miércoles, 21 de junio de 2023

 

CONTRATAR UN FORMADOR DE DOCENTES DE FP

Acertar a la hora de elegir un formador/a de docentes, no es tarea fácil. Al igual que ocurre con la elección de un centro educativo, no suele ser oro todo lo que reluce. El marketing, las modas o una buena tarjeta de presentación pueden confundir nuestra decisión. Antes que nada, se sobreentiende, que tenemos claros los objetivos de la formación que necesitamos para mejorar nuestras competencias profesionales a nivel técnico, didáctico, digital... o en cualquier otra habilidad que sabemos puede ser útil para nuestro desempeño. Dejarse llevar solo por lo que está en boga es una pésima estrategia. 


Y, ¿qué formación podemos necesitar el profesorado de Formación Profesional? Evidentemente, una formación técnica actualizada debiera ser uno de los propósitos principales. A pesar de que este tipo de formación, adecuada a los módulos, no parece tener tanta demanda y suele ser difícil de encontrar por su especificidad o por el coste que supone. Incentiva las estancias formativas en empresas del sector también sería una acción relevante. Luego tenemos la formación didáctica. En este sentido, sería interesante saber diferenciar entre pedagogía, educación, enseñanza y didáctica. El saber cómo enseñar para que aprendan mejor los estudiantes no es poca cosa. Y revisar nuestra práctica, desde luego.También son importantes los recursos del profesorado para llevar mejor a cabo la labor tutorial, la orientación personal, la conflictividad en el aula, etc. Sin perder de vista que no somos especialistas en psicología, ni sanitarios, ni nos podemos responsabilizar de ciertas problemáticas que requieren profesionales adecuados.

 

En los últimos años, en mi opinión, hemos querido abarcar demasiadas áreas a nivel de formación docente. Nos hemos complicado la vida con formaciones efectistas pero poco realistas a la hora de aplicar en el aula. O, tal vez, hemos caído en acciones formativas demasiado puntuales con escaso recorrido y una implantación anecdótica o esporádica. Nos han dado gato por liebre en más de una ocasión. La escasa rigurosidad de la temática, o la capacidad de convicción del comercial, pueden hacernos perder unas valiosas horas de trabajo en los centros educativos. Poco nos paramos a pensar en el coste de tener bloqueados a más de veinte docentes durante unas horas. 

 

Y, ¿qué tipo formación contratar? Muchos cursos se anuncian sin saber quién es el formador/a responsable. Es imprescindible conocer su perfil profesional, su contacto con la etapa formativa en la que nosotros trabajamos, su experiencia profesional docente o sectorial, las referencias que tiene, etc. Un buen título de una acción formativa, una buena web de presentación o un vídeo más o menos atractivo, no pueden ser decisivos para llevar a cabo la formación. Desafortunadamente, mucha de la oferta formativa que se ofrecen a través de entidades públicas o privadas, centralizadas en algún responsable, profundizan poco en relación al perfil del formador contratado o colaborador; son necesarias las referencias y un estudio más exhaustivo de esos perfiles que van a suponer un esfuerzo del equipo docente que no es solo económico. 

 

En FP las inquietudes son muchas. Cada curso tenemos más frentes abiertos. No es difícil marearse ante la vorágine de demandas que requieren los nuevos títulos, nuevos módulos, nuevas competencias, nuevas metodologías, nuevas tecnologías... Centrar la mirada y la visión de lo que creemos que es realmente importante para mejorar la Formación Profesional que ofrecemos, es una tarea complicada. Enseñar mejor siempre debe ser una de las prioridades. Actualizar nuestros conocimientos técnicos, a menudo desfasados, también es trascendental. Tratar de adaptarse a los nuevos tiempos, sin perder el rumbo ni la experiencia acumulada, buscando soluciones sustentadas en evidencias y en un trabajo riguroso, sin experimentos, es además vital para no errar en la formación elegida. Los más de 57.000 profesores y profesoras de FP que hay en España, requieren indudablemente de mayores habilidades para un entorno digital y los cambios que provocan la transición energética y demográfica que vivimos. 


La innovación educativa ha pecado de superficialidad en demasiadas ocasiones; la buena pedagogía ha sufrido las consecuencias de esta innovación volátil. Nos preguntamos cada vez menos por el proyecto pedagógico, sobre el por qué y a quién educamos. Tratar de acompasar esta reflexión con el tipo de formación docente que buscamos, es algo fundamental para un proyecto educativo. Ciertamente, no siempre atinaremos con la formación seleccionada. Pero, al menos, debemos tener claro el enfoque, la profesionalidad y la trascendencia de una formación que no es fácil que encaje en cada uno de los docentes de un claustro o departamento. 

 

Aconsejo buscar formadores que nos hagan pensar y replantearnos nuestra labor; que nos provoquen y den motivos para embarcarnos en nuevas prácticas; que conozcan bien su área, comuniquen y conecten con un público que suele ser crítico; que, sin soberbia, aporten conocimientos, técnicas, lecturas y pasión por enseñar a los que enseñan. 

COMPARANDO LA FP

domingo, 18 de junio de 2023

 

comparando la FP


Compararse es algo consustancial del comportamiento humano. Si hablamos de docentes y alumnos también observamos habitualmente esa tendencia donde siempre terminamos comparándonos con otros compañeros; ya sea de modo positivo (modelos a seguir, retroalimentación, inspiración...) o de forma negativa (baja autoestima, competencia estresante, rechazo...). En la Formación Profesional podríamos realizar comparativas en muchos ámbitos: compararnos con la antigua FP, compararnos con la FP que se desarrolla en otras regiones, compararnos con otros docentes de FP, compararnos con el alumnado que elige FP en otros centros educativos, comparar centros de FP según su titularidad pública o privada, comparar nuestros recursos técnicos y humanos con los que disfrutan otros centros de FP, etc. 


Seguramente, todos caemos en esa trampa de la comparativa donde lo ajeno nos parece mejor que lo propio. O al menos solo nos fijamos en aquello que nos provoca envidia (sana e insana) en comparación con las circunstancias que vivimos y creemos peores de lo que son. Incluso añoramos e idealizamos pasados que no siempre fueron mejores; adornamos falsamente las vidas profesionales de terceros; anhelamos las competencias de los que más brillan sin reparar en sus sacrificios; o codiciamos otros lugares de trabajo sin apreciar justamente el que conservamos. Y el tiempo con reflexión, si valoramos de un modo aséptico, es el dictaminador más justo. No todo tiene que ser una persecución de sueños. 


En la Formación Profesional hemos deseado disfrutar de un modelo educativo parecido al que lleva años desarrollándose en el País Vasco. Aún seguimos mirando de reojo, como una quimera, esa visión y recursos con los que logran el éxito de un modelo con tasas bajas de abandono escolar temprano (por debajo del 9%), menor desempleo juvenil o donde la población de 25 a 64 años titulada con FP alcanza el 30%. En otras comunidades, pese a tratar de imitar el modelo, seguimos sufriendo un estancamiento tanto a nivel de inversiones en los ciclos formativos tradicionales como en los recursos disponibles según la titularidad del centro (a diferencia del modelo de la FP de Euskadi). Se comercia con nuevas leyes, normativas, premios, asesorías estériles y migajas para adornar una FP que hoy vende pero que no todos podemos ofrecer con la calidad que se merece (salvo a costa de mucho voluntarismo). 


Sin embargo, si nos comparamos con los modelos de FP de otros países, menos favorecidos que el nuestro, es fácil ser consciente de la fortuna que tenemos en España con la amplia oferta gratuita de ciclos formativos, la operatividad de las instalaciones y herramientas o los salarios dignos que cada mes nos abonan. La realidad de los centros de FP de otros países de Europa del Este o Latinoamérica, por no mencionar la casi totalidad de los países africanos y asiáticos, es meridianamente peor (salvando excepciones). Los materiales, recursos, derechos, la planificación o la gestión educativa española, son algo asombroso en otras latitudes. 

 

Luego vienen las comparaciones con otros centros de FP, con otros compañeros, con otras épocas. Los más antiguos podemos caer en la tentación de idealizar un pasado donde también había conflictividad laboral, la ratio era mucho mayor (con la LODE no había un máximo de alumnos por aula) y la FP era solo sinónimo de fracaso escolar y/o un entorno desfavorecido del alumno. Por aquellos años, según cuentan los ya jubilados, era habitual exigir mejoras en las condiciones laborales a través de huelgas y manifestaciones, así como no todos los claustros eran balsas de aceite. La distinción que ahora gustamos de usar, diferenciando entre generaciones según la edad, parece una excusa para echar la culpa al otro de todos los males; y, al fin y al cabo, todos terminamos mirando esa cifra de un sueldo garantizado (y del que no dudamos su recepción) a fin de mes.

 

También caemos en la comparación de la juventud actual con la de otros tiempos. Sin duda, cada generación tiene sus dificultades y fortalezas. Pero nos creemos capaces de diferenciar, a ojo de buen cubero, las limitaciones y deficiencias de los estudiantes del curso actual respecto a los del curso 2002-2003. Podemos incluso afirmar, sin miedo a equivocarnos, que anteriormente todos los jóvenes y adolescentes eran educados, leídos y dechados de virtudes. Tal vez hayamos olvidado una época donde eramos más temerarios, por no decir otra cosa... Por no recalcar que los que ahora enseñamos en clase son fruto de nuestra crianza.

 

En definitiva, sigamos comparándonos, pero para bien y para mal. No se trata de caer en el relativismo, donde no hay una FP con mayor o menor calidad, o no hay docentes más o menos profesionales, alumnos mejor o peor preparados, o centros con mayores o menores recursos. Realmente, tenemos datos objetivos para evaluar y comparar la calidad de enseñanza; podemos incluso mejorar el aprendizaje con distintas perspectivas y diversidad de planteamientos metodológicos, vengan de donde vengan. Todas las posturas aportan, siempre que se presenten desde la congruencia y añadamos esa pizca de autocrítica que suele faltar cuando examinamos al otro. 


Foto de Nathan Dumlao en Unsplash

LA UTILIDAD EN LA ESCUELA

miércoles, 14 de junio de 2023

 

LA UTILIDAD EN LA ESCUELA

 

Dándole la vuelta al mensaje que nuestro querido Nuccio Ordine nos dejó escrito en sus libros, me planteo dónde está la verdadera utilidad en la escuela. Ordine nos animaba a despertar la curiosidad, a leer a los clásicos, a comprender al otro, a dar sentido a nuestras vidas a través de la cultura y más allá de las competencias técnicas y esa competitividad en la que vivimos empadronados. Su mensaje, pese a la belleza y profundidad que despedía, no casa con el discurso educativo actual: una mal entendida innovación o un anhelo de la vieja escuela;  una digitalización desaforada y temprana; y un pragmatismo que impregna todas las etapas, donde ser competente y productivo parece la única meta. 

 

Su legado nos deja una visión utópica, pero no impracticable, que reclama un mundo más humano. Ahora que vende lo artificial, que retoñan los extremistas y el odio al diferente, que se subastan los títulos, que nos guiamos por rankings sin sustancia; ahora, más que nunca, debemos leer a Nuccio Ordine en la escuela. Y en casa. Y en las empresas. En cualquier lugar y momento. O escuchar su mensaje a través de su precioso acento en alguna de sus inspiradoras conferencias

 

Me atrevo, en consonancia a ese mensaje, a sugerir todo lo que es verdaderamente útil en la escuela: 

 

Es útil preocuparse por las bibliotecas escolares; deben ser el centro de una escuela donde el fomento a la lectura sea algo primordial por encima de cualquier otra tendencia. Sugerir lecturas, leer en el aula regularmente, promover leer en tiempos de ocio...


Es útil buscar el respeto al profesorado, pero aún es más útil buscar conectar con ellos, preocuparse verdaderamente por sus intereses, acompañarlos, tratarles con afecto, y sin displicencia alguna. 


Es útil tratar de conectar con los alumnos a través de contenidos o actividades culturales y científicas que habitualmente no tienen a su alcance o que desconocen pese a su mayor o menor proximidad: bibliotecas, museos, conciertos, naturaleza, etc.

 

Es útil enseñar a estudiar, leer con atención, escuchar, subrayar, sintetizar, esquematizar, comprender. Al igual que es útil conocer cómo se puede aprender mejor, prepararse un examen, rectificar, valorarse. 

 

Es útil buscar el debate y la conversación en el aula. La tecnología nos aporta otras competencias y cierta productividad personal, pero la escuela debe ser un lugar donde todos tengan la oportunidad de expresarse, dialogar, socializar, plantear preguntas, disentir, abordar temas conflictivos, mediar, etc. 

 

Es útil la conexión digital cuando enriquece el aprendizaje. Las nuevas tecnologías utilizadas solo como algo lúdico y superficial no debieran tener cabida durante el tiempo escolar, más que como algo puntual; los alumnos pasan ya demasiadas horas empantallados durante su tiempo libre. 

 

Es útil fomentar la curiosidad, conectar el conocimiento con el entorno, salirse de lo convencional, no apalancarse en la mesa, descubrir, embarcarse en proyectos e inventar en las aulas para no caer en la rutina de una jornada escolar que aburre a propios y extraños. 

 

Es útil no promover la competición académica desde bien pequeños, ni alimentar el ansia calificadora, ni amenazar con la repetición, ni señalar por las carencias (de todo tipo), ni etiquetar, ni ser despreciativo (ni delante ni detrás) con los alumnos. No infantilizar la educación y considerar, sin altivez, a cualquier alumno.

 

Es útil, pese a la edad que tengamos, dar una visión optimista del futuro que les depara. Animar y no hacer crecer los descreídos en una sociedad a la que tienen mucho que aportar, pese a las dificultades que cada generación sufre. Podemos ser realistas con ellos pero sin caer en el derrotismo y en ese fin de la historia que muchos proclaman. Animar a protestar pero sin caer en el lamento continuo. Fomentar la participación y no el aislamiento o ese individualismo al que tendemos. Conservar lo valioso pero progresar. Sonreír, en definitiva.


Hay muchas más cosas útiles que se suelen ver empañadas por esa confusión que provocan unas prioridades mal señaladas. Nos hartamos a perder tiempo en procedimientos, certificaciones, intereses personales, malas formaciones, mitos educativos, corporativismo, falta de autocrítica y de entendimiento. Busquemos, con generosidad y altura de miras, esa transformación educativa útil de verdad. Y para todos.

LOS NUEVOS MÓDULOS DE LA PRÓXIMA FP

miércoles, 7 de junio de 2023

NUEVOS MÓDULOS NUEVA FP

El borrador por el que se desarrolla la ordenación del Sistema de Formación Profesional, de modificación de determinados Reales Decretos por los que se establecen títulos de Formación Profesional de grado superior, apunta ya a un cambio significativo en las enseñanzas mínimas de los ciclos formativos de grado superior a implantar a partir del curso 2024-2025.

Los cambios principales implican la eliminación de los siguientes módulos profesionales:

Formación y orientación laboral (FOL)

Empresa e iniciativa emprendedora (EIE)

Formación en centros de trabajo (FCT)

Inglés


Además, el módulo de “Proyecto”, se pasará a denominar como “Proyecto intermodular”. Mientras que, por otro lado, aparecen nuevos módulos profesionales:

Inglés Profesional

Itinerario personal para la empleabilidad I

Itinerario personal para la empleabilidad II

Digitalización aplicada a los sectores productivos

Sostenibilidad aplicada al sistema productivo

Módulo profesional optativo (podrá cursarse durante uno o dos cursos)



A primera vista podemos prever ciertos inconvenientes con el nuevo módulo de Inglés Profesional; un módulo que choca con el esfuerzo (poco acertado a mi parecer) del multilingüismo en los ciclos formativos. Son muchos los centros educativos que ya imparten módulos profesionales en lengua inglesa, por lo que muchos resultados de aprendizaje y criterios de evaluación se ven solapados con ese nuevo módulo. Por no mencionar la poca carga horaria que significan las 50 horas estipuladas.

Respecto a los nuevos módulos de Itinerario personal para la empleabilidad, se ha querido sintetizar el módulo de FOL y EIE en dos módulos con también escasa carga lectiva.

En relación al módulo de Digitalización aplicada a los sectores productivos, con tan solo 30 horas de carga horaria, en mi opinión los resultados de aprendizaje deseados son demasiado genéricos (similar a las informáticas de antaño) y la mayor dificultad la encuentro en la obtención de materiales específicos sobre la digitalización de cada sector.

Con el módulo de Sostenibilidad aplicada al sistema productivo también, de nuevo, vemos que dispone de escasa carga horaria. Habitualmente, los módulos con pocas horas semanales tienen la dificultad de desarrollar los propios resultados de aprendizaje. La fragmentación del currículo en mayor número de módulos no ayuda a ese trabajo transversal o por proyectos que requieren los ciclos. A nivel pedagógico me parece una solución poco acertada. Además, se pierde la especialización del profesorado, siendo posible la docencia de los módulos de digitalización y sostenibilidad por cualquier especialidad docente. ¿Estamos todos preparados para dar esa formación digital o medioambiental?

 

Me parece bien la introducción de la digitalización, y que de paso se apueste por un inglés técnico o profesional en lugar de ese inglés con calzador que hemos metido en muchos módulos con la consecuente pérdida de competencias por el camino. Tampoco, ese café para todos, donde la sostenibilidad, la digitalización y el emprendimiento, aparecen fragmentados, creo que sea una buena idea por los inconvenientes que conlleva el desarrollo de la programación de módulos con escasa carga horaria semanal. 

 

También echo de menos ciertas competencias digitales, más allá de los consabidos big data, cloud o inteligencia artificial. El famoso pensamiento crítico, la desinformación, los derechos y valores universales, han sido de nuevo relegados. Lo de buenos ciudadanos, a la vez que excelentes profesionales, parece que se ha ignorado. 


Veremos cómo queda todo y qué ocurre también con los ciclos formativos de grado medio y la FP Básica.

 

Foto de Resource Database en Unsplash

RECETAS PARA LA FORMACIÓN DEL PROFESORADO

lunes, 5 de junio de 2023

 


 

La formación del profesorado es a menudo entendida como una píldora analgésica que deseamos que tenga un efecto inmediato para sobrellevar el trastorno momentáneo. Hay quien incluso no cree en sus propiedades calmantes, los negacionistas de siempre, o aquellos que prefieren el remedio natural de la inacción. Hasta hay quienes consideran que, gracias a sus excepcionales condiciones personales, no requieren de tratamiento alguno. 

 

Los docentes, adalides del estudio diario y de los exámenes finales, podemos pretender incluso que, con unas horas de formación presencial, online o a distancia, vamos a progresar de un modo relevante. Podemos pecar de ingenuidad o tal vez de hastío. Quizás nos hemos acostumbrados a pasar una jornada mal escuchando a un ponente al que fácilmente olvidamos cuando se despide. Las lecturas previas o posteriores suelen quedar para esos pocos frikis que se flagelan con la actualización que requiere su profesión. Eso de estudiar y debatir quedó para el pasado. Los factos, como dirían nuestros estudiantes, tienen poca relevancia frente a las creencias que arrastramos. 


Solo nos faltaba adicionar mitos educativos y ocurrencias para que algunos acabaran de aborrecer la formación. Con no poca razón. Hemos sufrido píldoras formativas de dudoso origen y con los efectos secundarios que ocasiona la pérdida de tiempo. La homeopatía educativa es otra de las razones de ese cuestionamiento permanente de la formación continua. Advenedizos, distractores de lo importante, que han hecho buenos a otros chamanes de la pseudoeducación. Títulos, certificados, badges o insignias, gomets... todo ha valido para captar nuestra atención y obtener un resguardo en entredicho. Y los remedios milagrosos no existen. Lo que cuenta es ese mismo interés y curiosidad que demandamos a los discentes.


Ahora, incluso, surgen voces contra la pedagogía en favor de una enseñanza tradicional como si los pedagogos fueran una invención de hace cuatro días. Y docentes, pedagogos y formadores, hay mejores y peores, como en cualquier ramo. Más elementos para digerir con aprensión cualquier oferta formativa destinada al profesorado. Solo cabe la zanahoria del sexenio o la imposición directiva. Paradójicamente, hace falta mucha pedagogía para inculcar una necesidad de formación de calidad que mejore nuestras competencias técnicas y aptitudes pedagógicas. No hay alcance sin cierta profundidad. 


La botica de la oferta formativa abunda en competencias digitales y emocionales; pero el poso de la prescripción suele resultar escaso si no hay un seguimiento o una profundización personal. No está mal ser un contestario educativo; pero sin horas de dedicación, estudio o reflexión, los argumentos te invalidan. La autocrítica del qué poco sé es la mejor receta para afrontar cualquier jornada formativa diseñada desde el conocimiento. Y mira que hacen falta buenos farmacólogos que acierten en la composición de la oferta formativa docente que nos formulan cada curso.


Foto de lilartsy en Unsplash

OJALÁ NO ME JUBILARA COMO DOCENTE

domingo, 4 de junio de 2023

 

OJALÁ NO ME JUBILARA COMO DOCENTE

Estamos acostumbramos a oír a compañeros ansiosos por llegar a esa fecha que calcula el INSS sujeta a los vaivenes de nuestros políticos. Colegas deseosos de llegar a ese día señalado tras el cual no volverán a pisar un aula. Docentes, con distinto grado de agotamiento o ánimo, que llevan mejor o peor el intenso trabajo que supone ocuparse de decenas de chavales a los que al menos triplicas la edad. 

 

Porque la docencia, aún siendo elegida por vocación, agota cuando curso tras curso, un año detrás de otro, supone lidiar con novedades de todo tipo, y con esos alumnos que merecen un trato singular con vistas a que su aprendizaje y sus oportunidades académicas y profesionales no se vean comprometidos. Y cuando se acerca la hora del júbilo, algunos tienden a ver el presente y futuro de los educandos cada vez más negro, mientras otros mantienen la esperanza en una juventud que siempre ha sido distinta a la de sus predecesores. Cuestión de carácter, supongo. 

 

Dejar alguna huella, en esos miles de alumnos que han pasado por tu pizarra, no es tarea fácil. Damos lecciones a largo plazo y solo en ocasiones sabemos de la repercusión de las mismas. Con los años te das cuenta de lo que realmente importa; de que detrás de cada chico o chica hay una persona con sus preocupaciones, desequilibrios, posibles y distintos grados de madurez. Que está muy bien eso de llegar a la excelencia, pero que muchos necesitan de ese impulso que les ayude a caer del árbol de las inseguridades. 

 

Y la docencia, pese a que no hay máster alguno ni marco de competencia que lo certifique, es una labor para optimistas. La enseñanza necesita entusiasmo y una mirada ilusionante. Bastante fatalismo y crispación supuran las redes sociales, los medios de comunicación o la política, para pisar el aula con esa misma amargura.  Como diría Karl Popper, es obligatorio ser un docente optimista. O como explica Juan Luis Arsuaga, sobre este mismo filósofo: "no tenemos derecho a decir a nuestros hijos que han nacido en un mundo horrible cuando hay tanta gente que merece y podría ser ayudada". Y los alumnos merecen de nuestro optimismo al menos hasta el día que nos toque ser pensionistas. 

 

Otro tema, no menos importante, es si tenemos las fuerzas suficientes para llevar a cabo esta profesión a una edad avanzada. Ocupar veinticinco horas lectivas semanales a cierta edad con la energía requerida no es una tarea siempre asequible. El retraso creciente de la edad de la jubilación debiera contemplarse con alternativas a lo que supone la intensidad del aula: labores de acompañamiento a docentes noveles, tutorización de alumnos, formación del profesorado, orientación, etc. La antigüedad puede aportar activos muy valiosos en los centros educativos.


En cualquier caso, y volviendo al tramposo título de esta entrada, ojalá no me jubile todavía. Esperamos con ansia un día lejano, que se acerca inexorablemente, pero no disfrutamos de lo que nos ofrece una profesión compleja a la par que rejuvenecedora. Tener cada año a un montón de jóvenes dispuestos a escucharte es también un privilegio. Mantener sus oídos abiertos es nuestra misión. Ahora mismo, solo pienso que, cuanto más lejos tenga la jubilación, supuestamente más años de vida y profesión me quedan por delante. Disfrutémoslos. Sigamos dando buenas lecciones. Ya llegará el merecido descanso.


Foto de Giorgio Trovato en Unsplash
Con la tecnología de Blogger.

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