REGALOS NAVIDEÑOS PARA DOCENTES

sábado, 25 de diciembre de 2021

Unas nuevas Navidades y el periodo vacacional que conllevan, demasiado largo para algunas almas ajenas a la profesión, significan nuevos deseos que no siempre son materiales. Muchos anhelamos una educación diferente pero con los motivos de siempre: dar oportunidades a nuestros alumnos. Mientras tanto, pese a las estériles batallas lingüísticas, las quejas con costra de unos pocos, los enfrentados derroteros de los dirigentes y el desaliento que provoca una pandemia que parece eterna; solo nos queda imaginar tiempos mejores y disfrutar de esas personas que nos acompañan en la vida (aulas inclusive). 


Todo ello no quita que suspiremos por algún que otro capricho que podemos solicitar formalmente a SS. MM. Aquí os dejo con algunas ideas con las que poder agasajar o camelar a tu docente favorito o favorita, ya seas alumna, pariente lejano o amigo íntimo. Dejemos ya de lado la típica caja roja de bombones o el bono regalo para masajear pies. Tomad nota, por favor. 


1. Un jamón de bellota. Atemporal y siempre acertado obsequio, con la condición de que no sea marca blanca de supermercado. Aciertas seguro (aceptado hasta por ciertos veganos) con un jamón ibérico de la localidad extremeña de Zahínos. Estírate, aunque siempre te quedará elegir uno de cebo en lugar del de bellota. 


2. Hartos de mascarillas parece que la película no llega a su fin. No llegaremos al exterminio pero, ya que nos toca costeárnoslas, al menos que los estudiantes nos vean dos tercios del careto. Las nuevas mascarillas higiénicas M.L. Inclusiva PROVEIL además de permitir la lectura de labios nos dejarán transmitir risas y disgustos por partes iguales. 


3. Bono almuerzo. Un ticket regalo con diez almuerzos en el bar más cercano al centro educativo es la mejor manera de seguir apoyando la hostelería a la par que empeoras la analítica del colesterol con un bocata diario de panceta, blanco y negro con habas o calamares a la romana. No te fíes de las reseñas de Google y pregunta a su colega más cercano. 


4. Deportes. Olvídate del Decathlon. Si queremos docentes innovadores no caigamos en las típicas mancuernas, batidos proteínicos o matrículas al gimnasio. La gimnasia cerebral (nada que ver con la neuroeducation and coaching) es el futuro para una profesión que promete alargarse hasta los setenta y tantos. Con un económico cubo antiestrés tal vez aguantes mejor tus clases, sudores menos e incluso recuerdes dónde te has dejado las gafas de lectura. 


5. Lecturas. Los lectores jóvenes hacen crecer las ventas de libros de este último año. Ahora nos toca a los más viejos dar ejemplo y llevar bajo el brazo alguno de esos títulos recomendables a nuestro público habitual. Regala una edición singular de Lavandera Blanca Editores para presumir entre los pupitres de un precioso ejemplar impreso. 


6. No puede faltar un buen álbum de música. En los tiempos donde las plataforma de streaming copan el mercado, no vuelvas al CD ni al vinilo, ahora toca el sonido cálido de una cinta de cassette a la que puedes incorporar un bolígrafo Bic para su posterior rebobinado. Puedes buscarlas por Wallapop, pero te recomiendo la tienda La Cassettería donde ofrecen cassettes originales de todo tipo. Eso sí, a lo mejor te toca regalar también un Walkman


7. La tecnología no puede faltar para ese hiperprofesor en su hiperaula ecológica y digitalizada. Mientras nos conformamos con la pizarra y el pupitre verde, vale la pena gastar unos cientos de euros en formación para afrontar con garantías el próximo Metaverso. Luego nos digas que no te habían avisado. Con suerte, te encontrarás a tus futuros alumnos más disruptivos en la virtualidad del aula...


8. Si no puedes con tu enemigo, únete a él. Mi batalla perdida contra el chándal en el aula solo tiene una solución: busca uno que se acople a tu estilo. Para rememorar los setenta siempre tienes un chándal Beckenbauer con el que contar batallitas de cuando hacías gimnasia en clase, con el plinto y el potro, antes de que C. Tangana popularizara una prenda que se ha vuelto omnipresente. 


9. Para docentes con hijos menores, hartos de bregar todo el día con el móvil en el aula y en casa, siempre nos quedara alguna de esas aplicaciones que obligan a la desconexión para hacer frente a la hartura de unas redes sociales diseñadas para su uso infinito. Inmejorable opción la de FamiSafe. Mejor que el antiguo candado con el que bloqueaban aquellos teléfonos antiguos con la rueda de números donde se introducía el dedo índice. 


10. Para el final, el mejor regalo: un kit de educación de Unicef. Pese a lo mucho que protestamos, no conviene olvidar la escasez y miseria que en muchas partes del mundo sufren los escolares y sus docentes. Sigamos protestando cuando toca, pero agradecidos también cuando corresponde, sin perder de vista aquellos que no tienen nada. 


Disfruten lo regalado.


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SUGERENCIAS PARA JÓVENES DOCENTES

martes, 21 de diciembre de 2021

Los años, profesionalmente hablando, pueden darte atrevimiento por un lado (en teoría la experiencia supone sensatez) pero, por otro, te conminan a morderte los labios ante algunas inercias que la ocupación docente parece asumir. En las siguientes líneas, me aventuro a ofrecer algunas sugerencias a los profesores recién llegados a las aulas; comentarios que me hubiera gustado recibir cuando, hace ya veinte años, comenzaba con ilusión a ejercer esta profesión. En cualquier caso, disculpad mi temeridad.

 

Las nuevas hornadas de profesores cambian, al igual que lo hace el contexto social y económico del país, las prioridades son otras y los valores mutan también ante unas supuestas, pero inciertas, mayores posiblidades de empleo que ahora disfrutamos en el sector. La desmemoria también afecta a los mayores del lugar; algunos parecen haber envejecido anticipadamente y esperan con ansia una jubilación a veinte años vista. Nos permitimos incluso criticar la desidia de los jóvenes estudiantes cuando algunos parecen estar en combustión permanente exigiendo sin medida hastiados del verde pizarra. 

 

Todos miramos con ansia la llegada de cada nueva nómina o un periodo vacacional; ello no quita que tengamos motivos igual de ilusionantes para hacer un buen trabajo y tratar de disfrutarlo del mejor modo posible a pesar de los limitados recursos o la inercia de una administración educativa que funciona a cámara lenta o en modo super slow motion (como dirían ahora). Buscar esos motivos y recordarlos continuamente es una buena receta para terminar esta larga carrera docente sufriendo algún que otro tirón, sudando la camiseta, pero con aire suficiente en los pulmones. 

 

La carrera docente, para aquellos más ambiciosos, no tiene grandes perspectivas. Alguna jefatura o dirección te puede caer (¿en suerte?) pero poco compensa si estás dispuesto a hacer un buen trabajo en jornadas interminables y en un periodo vacacional más reducido. Te queda la satisfacción de una labor bien hecha, pese a no llegar a todo, pensando en el bien de tu centro educativo y sus alumnos, a cambio de un exiguo complemento y un cartel en la puerta.


Lo que si vas a necesitar es mucha perseverancia. Con los años puedes caer en la tentación del desengaño; en esos momentos es donde es necesario que encuentres el sentido de una profesión que cambia vidas, donde cada año tienes en tus manos a personas que buscan una oportunidad y en las que puedes influir positivamente en mayor o menor medida. No son tus hijos, pero trátalos como te gustaría que trataran a los tuyos. Pese a sus impertinencias, salidas de tono e inmadurez natural.

 

El afecto es también indispensable en el aula. Además de la seriedad o la búsqueda de un ambiente de trabajo y estudio en el aula, es preciso mostrar una cercanía y una puerta siempre abierta a aquellos con más dificultades. No sabemos que hay detrás de la vida de cada chaval. No juzges con ligereza la actitud o el comportamiento de un estudiante problemático. Pregunta, escucha, investiga y luego toma las medidas que creas más adecuadas después de escuchar a tus compañeros. Nunca sabemos de todo. Fuimos estudiantes, no profesores.

 

Tampoco es necesario presumir de títulos, estudios o de supuestos éxitos profesionales. La humildad y la ausencia de postureo son valores escasos en una sociedad donde la imagen prima. Tal vez deslumbres a los más ingenuos y jóvenes, pero poco aportas en un entorno presidido por ególatras. Los mejores docentes se acercan desde el sosiego, sin estruendo, sin imponer, sin miedo a ser juzgados ni temerosos de perder el poder en el aula. Mantente firme pero accesible. La mayoría de alumnos no han madurado todavía y necesitan esa formación y consejo que no siempre encuentran en sus familias. No hace falta pontificar ni criticar a una juventud que tiene los problemas de su época al igual que cada uno de nosotros tuvo los suyos. 

 

Recuerda cuando eras estudiante. No todos han nacido para ser buenos escolares o tienen interés por aprender. Provocar la ilusión o dar motivos para que se formen, lean y se acerquen a la cultura, puede ser una labor muy valiosa en sus vidas. Inténtalo, aunque no sepas cómo. Acércales tus inquietudes, aficiones, lecturas, películas, música, experiencias vitales... Todo suma y puede suponer un enriquecimiento más allá de unos apuntes o de un libro de texto.

 

Observa y acércate a aquellos colegas que conectan con sus alumnos. Conversa sobre ello y empápate de sus prácticas. Hay quien tiene un trato innato magnífico que ayuda en esa conexión incluso con aquellos alumnos más complejos. Lo sencillo es disponer de un aula y alumnos con buen comportamiento, que no alteran la convivencia, siempre dispuestos a trabajar... pero lo normal es encontrarse con todo tipo de situaciones y personalidades, que varían cada curso, y que también forman parte de nuestras responsabilidades como docentes. Cualquier tiempo no fue mejor, ni mucho menos.

 

Tus ausencias o faltas pueden repercutir en los compañeros, pero sobre todo en tus alumnos. No te escaquees, ofrécete. La disposición y la iniciativa se valoran mucho. Aunque el trabajo en equipo no es un fuerte de este empleo, organiza tus clases (siempre que puedas) teniendo en cuenta la coordinación con otros profesores y el desajuste que se ocasiona. Evita las camarillas, no tienes por qué situarte en ningún bando. Aproxímate a todos y ten personalidad propia. Los desmotivados siempre buscan refuerzos o excusas para compensar la falta de autocrítica.

 

Lee. Sobre educación y sobre lo que te apetezca. Comparte esas lecturas con tus alumnos. Si lees sobre educación filtra muchos los títulos y no caigas en las modas del momento. Asesórate bien sobre qué leer. Hay libros magníficos para jóvenes docentes o sin experiencia, para aquellos que buscan mejorar sus métodos de enseñanza y aprendizaje, o, simplemente, para acercarse a la pedagogía. No te dejes cegar por cantos de sirenas, tecnologías vanguardistas o experimentos deslumbrantes que prometen solventar todas los dificultades del aula. Replantéate continuamente tu foma de enseñar y considera tu aptitud pedagógica como en mejora permamente. 

 

Y, sobre todo, sé consecuente. No prediques ni exijas si luego no cumples. Dedica tus esfuerzos en aquello que supone una mejora para el alumno; evita el artificio y busca lo sencillo. Embárcate en todo aquello que te ilusiona aunque luego no llegues siempre a buen puerto. No pierdas el ánimo del principiante aunque pasen los años. Recuerda que cada curso puedes volver a empezar de nuevo. Ser docente vale la pena. Suerte.

 

sugerencias para jóvenes docentes

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EDUCADOS PERO DESINFORMADOS

martes, 7 de diciembre de 2021

La batalla contra la desinformación parece que va resultar más larga y compleja de lo que podríamos pensar. A nivel educativo existen ya numerosas propuestas para que los jóvenes tengan ese pensamiento crítico que ahora exigimos como si fuera un menú de comida rápida que podemos servir a precio bajo a nuestros aprendices de consumidores. Sin embargo, no es raro que en nuestro entorno, personas con niveles de formación superior, se sumen también a campañas o mensajes donde la desconfianza es el elemento común.

 

Los miles de datos oficiales que tenemos a nuestra disposición son constantemente puestos en duda; dando mayor valor a foros en la redes o anécdotas del entorno. Las vacunas, la inmigración, la violencia de género, la homosexualidad, el cambio climático... parecen los nuevos pasatiempos o cebos envenenados para una población descreída (pese a estar más formada que en ninguna otra época). Los aprovechados de turno, por los humanos motivos de siempre, disfrutan de un perfecto caldo de cultivo para que esta adoración a la desinformación no tenga fin. 

 

"No hagas caso a todo lo que te dicen las autoridades", "Infórmate por tu cuenta", "Quieren ganar dinero a tu costa", "Eso no está demostrado, nos ocultan información." Son afirmaciones a las que es fácil sumarse si ves peligrar tu salud o estatus. Parece que parte de la sociedad actual, sin otras preocupaciones más urgentes, ha optado por opinar y sumarse a cualquier corriente que avale unas tesis adulteradas. Igual que nunca imaginamos que sufriríamos una pandemia, tampoco somos capaces de visionar una guerra civil o mundial en nuestras fronteras; o vivir sin libertad con temor a ser apresado por unas ideas, una orientación sexual o un origen étnico. Algunos parecen más cómodos con las conspiraciones de turno o ejerciciendo de illuminati como forma de vida. Es más fácil ver fantasmas ireales que amenazas ciertas a nuestro privilegiado modo de vida e integridad física. 


Al igual que pasa en el mundo educativo, que funciona a golpe de modas, los bandos se multiplican entre los educadores "de toda la vida", los supuestos idealistas, los pragmáticos forzosos o los advenedizos que pregonan teorías no exportables a todos los contextos. Medimos poco lo que se aprende o seguimos por comodidad con una cantinela docente que no altere el agotamiento de un profesorado cada día más desmotivado. Preocupa ver tanta nadería y escaparatismo en las redes al igual que inquieta el culto a la imagen o la búsqueda de soluciones exprés porque nos aburre leer textos de más de dos mil palabras. 


Desde el aula no disponemos de fórmulas mágicas que esquiven el sectarismo de jóvenes y futuros adultos. La fórmula de hay que leer no garantiza evitar ser pasto de las redes y sus mentiras; tampoco la cultura ni un título académico avalan un buen juicio. Para más inri, los docentes debemos ir con pies de plomo para no ser acusados de adoctrinar a los menores. Solo nos queda dar datos para justificar los hechos y exigirlos a aquellos que afirman memeces. 


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CONTROL DIGITAL ESCOLAR PERMANENTE

viernes, 19 de noviembre de 2021

Libertad, pensamiento crítico, cultura, competencias técnicas, habilidades blandas... y un largo etcétera de ideales son los que supuestamente la educación actual tiene entre sus objetivos o deseos para con los alumnos de este ya casi maduro siglo veintiuno. Todavía no nos hemos desengañado con el errático uso que hacemos de los dispositivos digitales en la escuela para lograr esos fines; incluso el futuro no es demasiado halagüeño y parece nos depara un bombardeo en el control de datos de los alumnos en forma de amenazas conductistas que modernizarían el paisaje de algunas escenas de la película ochentera "The wall" de Alan Parker.

Seguimos enfrentando la disciplina y el esfuerzo a la falta de curisosidad y ganas de aprender de los alumnos. Los hemos vuelto irreconciliables. Continuamos con discusiones estériles sobre la evaluación, no respetando lo que funciona y añadiendo experimentos que perpetúan un sistema de enseñanza árido y poco estimulante para los estudiantes. Buscamos dar clases lights y que los dispositivos y su software nos solvente la papeleta formativa para que motive a los más jóvenes por real decreto. Sin embargo, el alumno sigue igual de desafecto a las clases, los contenidos académicos y todo lo que rodea el entresijo escolar. Para colmo, el mundo absorbente de las pequeñas pantallas no hace más que distanciarlos de una dinámica de enseñanza-aprendizaje en beta permanente junto a un profesorado con desmotivación creciente. 

Ya estamos sufriendo las plataformas educativas digitales con un sinfín de avisos e incidencias que un profesorado inmerso en un proceso kafkiano tiene la obligación de anotar por motivos intrascendentes o para cubrirse las espaldas si alguna familia resulta manifiestamente incómoda o acusadora. ¿Acabaremos siendo los esbirros de un sistema de control permanente? Los móviles paternos y maternos reciben notificaciones, además de las simplezas en los grupos de wasap familiares, nuevas comunicaciones que les alertan de incumplimientos varios basados en un reglamento con un articulado para duchos letrados. Llegará un día, si no lo ha hecho ya, donde la geolocalización permanente no dejará a los adolescentes saltarse una clase por pura inconsciencia de la edad.

Mientras tanto, las familias se enconan o dimiten de sus obligaciones por puro disgusto o falta de tiempo vital ante tanto fuego amigo. Parece que estamos esperando a que inventen un bot que responda al sinfín de notificaciones para así simular preocupación y no perder la medalla de buenos padres. No sé si los chavales acabarán aprendiendo a base de estímulos y frenos; ignoro si el temor a un apercibimiento digital marcará unas conductas venideras donde el libre albedrío y la personalidad serán cosa del pasado en un futuro donde los algoritmos de Netflix, Amazon, Facebook o Google nos igualarán en mediocridad y egocentrismo.

Soñaremos, como alucina hoy Jeff Bezzos, en un futuro donde la educación obligatoria sea una de esas naves espaciales repletas de bibliotecas, saberes interesantes y actividades que estimulan la capacidad intelectual y artística de nuestros menores; que no sea necesario inventar un planeta Tierra en el que solo estemos de visita mientras unos estímulos electrónicos marcan nuestras aceleradas e inciertas vidas.

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FP EUSKADI: SUMA Y SIGUE

domingo, 14 de noviembre de 2021

Como no podía ser de otra manera, tras más de dos años sin el habitual congreso internacional de Formación Profesional del País Vasco, hemos vuelto a casa con una mezcla de envidia, asombro y algo de fastidio por la situación educativa y laboral que disfrutan los estudiantes y docentes de FP de esta comunidad. Además de las consabidas elevadas inversiones en recursos humanos, instalaciones y equipamiento técnico, siguen avanzado en la reorganización de los centros a nivel interno (equipos directivos, estructura de los ciclos y sus módulos...) así como en una parte metodológica (ETHAZI) donde el trabajo en equipo del profesorado y los alumnos es parte fundamental de su innovador sistema educativo. 

 

Centros de FP como el Miguel Altuna son el paradigma de un sistema formativo que integra, diría que perfectamente, la formación avanzada de sus alumnos junto a una actualización constante con el fin de mejorar también la formación continua de las empresas de su entorno.  Para ello, obviamente, los centros necesitamos unos recursos técnicos a la vanguardia así como docentes en contacto constante con las empresas de su sector profesional con el fin de ofertar formación en competencias valiosas para sus empleados. ¿Están preparados los docentes y los centros de FP para dar esa formación continua a los centros de trabajo? Pasear por este centro es caminar por un espacio que se nos antoja utópico y futurista para la mayoría de mortales de FP. 

 

Asimismo, como se mencionó a lo largo de varias de las ponencias, es indispensable tener en cuenta la transformación digital tanto de los centros educativos como de los empleos actuales y futuros a los que se enfrentarán los estudiantes y técnicos de FP. Una transformación que debe ir enfocada, no solo a la introducción de dispositivos o conectividad, sino también a plantear mejoras y acciones disruptivas en aras de una mayor eficiencia y competitividad gracias a la introducción de nuevas tecnologías.

 

congreso FP EUSKADI 2021

 

Interesante la ponencia de Enrique Fernández Macías, coordinador del equipo de empleo y competencias del Joint Research Center, que concluyó destacando la importancia de unas habilidades cognitivas básicas (flexiblidad, resolución, comunicación...) dentro de los entornos de trabajo, que pueden ser incluso más importantes que algunas competencias digitales o técnicas de carácter específico. Habilidades que también podemos trabajar en las aulas y que son útiles a lo largo de una vida laboral que, inevitablemente, nos lleva a estar en formación permanente. 

 

También clarificador el discurso de Andrés Arizcorreta, presidente de CAF, que insistió en la necesidad de adaptación a las distintas habilidades (comunicación, planificación, liderazgo, adaptación...) y conocimientos (machine learning, inteligencia artificial, análisis de datos, ciberseguridad...) que exige una recualificación y actualización constante del empleo y un sector productivo donde la sostenibilidad y la digitalización son ya una prioridad.


Durante el congreso, los distintos ponentes coincidieron también en la importancia de la humanidad como parte de la formación profesional de los estudiantes. Tenemos el reto de sumergirnos en la digitalización sin perder de vista los valores humanos que compartimos y los derechos laborales de los profesionales; todo ello con la vista puesta en ese futuro incierto donde conviviremos permanentemente con la inteligencia artificial. Un futuro, como expuso Jorge Arévalo, donde nos tenemos que enfrentar a la complejidad creciente de la mano de un talento competente preparado a todos los niveles: cultural, tecnológico, científico, técnico y personalmente.

 

Desde Tknika, con su director Jon Labaka, seguimos aprendiendo sobre la necesidad de trascender las estructuras clásicas de los centros educativos (dirección, jefatura de estudios o departamentos, administración) para incorporar figuras que gestionen y coordinen la innovación en equipos de trabajo y en los centros inteligentes de FP 5.0 que Arévalo nos adelantaba. Una flexibilidad que es hoy imprescindible si queremos avanzar e intentar ese cambio que el futuro de la sociedad nos está planteando. Es preciso permitir la adaptación de los ciclos a las realidad de cada centro, reorganizar los módulos, reprogramar los contenidos y competencias sin perder de vista los objetivos del ciclo y la motivación del profesorado a través de proyectos relevantes apoyados por una Administración donde todos participen.

 

Nos quedaron claras también las ventajas de la colaboración entre centros y con las empresas a nivel nacional e internacional. La cooperación y la internacionalización son claves para los centros educativos siempre que se contemplen los recursos para que se lleven a cabo. Los Centers of Vocational Excellence, que presentó Joao Santos, son un buen ejemplo de ello. 

 

Nos vamos a casa con ganas de seguir progresando en la Formación Profesional, pero teniendo claro que la flexibilidad que se nos demanda también debe respirarse por parte de una administración educativa donde todos los agentes que intervienen en la FP (centros públicos y privados, empresas y estudiantes) cuenten a la hora de tomar decisiones y se avance a través de medidas tanto presupuestarias como audaces.


Prestigiar el empleo para prestigiar la FP

lunes, 8 de noviembre de 2021

¿Se pueden prestigiar los estudios de Formación Profesional si los empleos para los que estamos preparando no son de calidad? ¿Qué debiera implicar esta calidad en el empleo de un futuro técnico o técnica superior de FP? 

 

A menudo centramos el debate en la promoción de la oferta de ciclos formativos de grado medio y superior y dejamos de lado el tipo de empleo adonde llevan estas titulaciones. Cuando un estudiante se orienta hacia un ciclo formativo, un factor relevante para decidirse, siendo pragmáticos, podrían ser las condiciones laborales existentes en ese sector profesional: salario, horarios, vacaciones, etc. La descompensación de la oferta y demanda formativa podría equilibrarse también si los alumnos fueran conscientes de las bondades de determinadas profesiones.


Por otro lado, desde el mundo de la empresa, al igual que se hace en la oferta pública de empleo, debieran empezar a valorarse en mayor medida las titulaciones para el acceso a puestos específicos. Como afirma Ricardo Fernández Guerra en un reciente debate acerca del presente y futuro de la FP, moderado por José María Puya, alias "El Alimentólogo": en ciertos puestos de trabajo sería necesario que se exigiera un título de técnico o técnica superior con el fin de prestigiar los estudios así como requerir unos conocimientos mínimos (además de valiosos) en los centros de trabajo. Títulos oficiales que son garantes de una formación específica junto a unas calificaciones (poco apreciadas a nivel laboral) que son la prueba de las competencias profesionales adquiridas.


Tal vez, de este modo, determinados sectores tendrían una mejor oferta de perfiles profesionales disponibles si ligamos la demanda de empleo a unos salarios competitivos y a unas condiciones atractivas para esos miles de jóvenes que optan por la FP. Las noticias, a menudo exageradamente, mencionan el déficit de personal en ciertas ocupaciones: hostelería, transporte, informática, mecánica.. o incluso en algunos puestos que no disponen de una titulación específica. A todo ello le añadimos una población activa joven que, a diferencia de otras generaciones, parece no estar dispuesto a emplearse sin unas condiciones mínimas que permitan la conciliación personal. 


No sé si es un mito lo de las diferencias generacionales en el trabajo, pero sí observo que las prioridades y el valor por el empleo varían en relación a cómo se apreciaba en los años 80 o 90 del siglo pasado; una época con también una elevadísima tasa de desempleo y unas expectativas poco halagüeñas que favorecían a la fuerza la movilidad geográfica y una inestabilidad como norma. Todo ello llevó a exigir unas regulaciones que, gracias a las reivindicaciones sociales, mejoraron esas condiciones laborales en muchos sectores profesionales (la docencia incluída) que otros lograron con sacrificios y que actualmente parecemos haber olvidado. Ahora, con un individualismo omnipresente, andamos anestesiados y con poca visión de futuro para con nuestros alumnos y nosotros mismos. Las quejas más oídas se refieren habitualmente a situaciones personales y poco a exigencias en aras del bien común. 

 

Así, cuando hablamos de soft skills y toda esa serie de competencias que tan bien quedan en los vídeos promocionales de los departamentos de recursos humanos, podríamos añadir el esfuerzo, la generosidad y la colaboración que nos han demostrado las generaciones que nos han precedido. Es hora de exigir esas mejoras laborales en beneficio de los más jóvenes educando desde la congruencia personal y profesional; con menos quejas estériles y más acción al respecto. Por suerte, tenemos unas generaciones venideras con ganas y formación sobrada que nos tienen como ejemplo (o contraejemplo) para mejorar esta sociedad tan compleja en la que vivimos. 


Los que tenemos un empleo medianamente estable debemos reivindicar esas condiciones mínimas para los jóvenes y próximos técnicos. Sin embargo, antes, debemos comenzar a valorar nuestras propias ventajas sin perder de vista que en cualquier momento podemos también empeorar la situación laboral que ahora disfrutamos y que no debe darse por sentada. La generosidad intergeneracional también se mide en el empeño que ponemos en que nuestros alumnos disfruten de unas condiciones dignas y se nutre con el modelo que reflejamos profesionalmente con la acción cotidiana. 

 

 

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MI BATALLA PROFESIONAL CONTRA EL CHÁNDAL

jueves, 4 de noviembre de 2021
Un tema que causa enorme controversia entre el estudiantado hace referencia a la vestimenta habitual con la que acuden a su centro educativo. En la época actual donde el sport style inunda nuestras calles y espacios públicos en aras de una mayor comodidad, parece que no cabe otro tipo de atuendo en muchos de nuestros jóvenes acostumbrados a priorizar el confort sobre todas las cosas. A ello hay que sumarle la necesiidad de ser políticamente correcto junto a una especial sensibilidad a la hora de mencionar que es posible otro vestuario.
 

Los boomers del presente solo hacíamos gala del chandal durante las clases de gimnasia o algún que otro domingo para recoger níscalos en el monte más cercano. Pero, a diferencia de esos tiempos (no siempre mejores), ahora los zapatos y las camisas han pasado a mejor vida y solo se utilizan en ocasiones muy especiales. El chandal gris con elasticos ajustados en los tobillos y mangas es ahora el paradigma de la moda retro y el uniforme escolar no oficial más deseado por una creciente multitud de estudiantes.


En mi particular batalla contra el chandal he llegado a amenazar con algún punto menos en las presentaciones orales (aunque nunca he cumplido la advertencia) o con el destierro indefinido al parque urbano más cercano a la clase. Todo sea para que, en clave de humor, reflexionen acerca de la idoneidad de su vestimenta en función de las circunstancias. Ahora que se llevan tanto las soft skills debiéramos añadir, quizás no la elegancia, pero al menos un cierto gusto adecuado al marco profesional donde se moverán los alumnos en el futuro una vez finalicen su titulación de FP. 


Por suerte, los docentes no tenemos que sufrir obligatoriamente un traje de chaqueta y corbata, pero, al paso que vamos, no será raro ver a algun joven teacher arremangado y con una reedición del chandal de Di Stefano dando una clase magistral o gamificando sin medida. Como parece ser que dijo Karl Lagerfeld: "Los pantalones de jogging son una señal de derrota, de que perdiste el control de tu vida". Ayudemos pues a que lo recuperen. 

 



INCONGRUENCIAS DE LA ESCUELA CON LAS REDES SOCIALES

martes, 26 de octubre de 2021

No es raro oír a padres y docentes despotricar acerca del abuso que hacen sus hijos y alumnos de las redes sociales. Parece que nuestros jovenes aborígenas digitales son culpables del salvajismo ilimitado que les lleva a marear por las redes más tiempo del que la civilización actual recomienda. Los adultos ilustrados somos expertos en dar recetas de buena educación mientras con el pulgar damos likes de reojo cual turistas digitales que somos mientras guardamos cola en las atracciones más visitadas.


Lo grave del asunto no es la actitud desdemedida de la chavalería con raíces digitales; tal vez el exceso venga sobrevenido o alimentado por unos adultos que, desde su propio domicilio o escuela, han caído también en las redes de unos algoritmos que nos idiotizan además de robarnos el tiempo. Sin embargo, pese a sancionar a los estudiantes y regañar a nuestros descendientes por esa adicción al móvil y sus embacuadoras aplicaciones, seguimos con rumbo firme en dar a conocer esas bondades ocultas que aportarán supuestamente motivación, felicidad y conocimiento a nuestros zagales. Pese a la nomofobia creciente y a ese más de un tercio de jóvenes que manifiestan signos de falta de control en el uso del móvil pocos son los que conocen cuánto tiempo pasan en su dispositivo y aplicaciones preferidas. Haz la prueba en el aula, tal vez te sorprendas.


Los responsables de marketing o los más innovadores nos descubren que si no estás en las redes sociales no comunicas; y que si no comunicas permaneces en el oscurantismo como asalvajados digitales. Eso sí, luego medita o mindfulnea con el móvil en la mano sin perder la fotogenia deseada. ¿Merece la pena seguir animando a los más jóvenes al uso de unas redes sociales donde permanecen sin límite alguno? ¿Tiene sentido no advertir a las familias de los más pequeños de los peligros y de la adicción que crean? ¿Es necesario que los menores estén expuestos desde casa y desde la escuela al escaparate de nuestra egolatría virtual? Imprescindible la información de profesionales como P. Duchement para prevenir los delitos cada vez más comunes que son perpetrados contra los menores en las redes sociales. Más recursos en su web: https://pduchement.org/

 


Puedo entender el uso de las redes sociales como medio de comunicación donde la escuela informe o busque trasladar los valores y la profesionalidad de sus participantes; pero discrepo del empleo superficial constante e idiotizador donde las formas o la figura sobreactuan para ganar asiduos. ¿Hace falta exhibirse en Tik-Tok ante los más pequeños? ¿Qué aprendemos con las stories o imágenes que reflejan un encanto natural impostado en el narcisita dominio de Instagram? Priorizar estos medios es la mejor excusa para los que añoran los idealizados años de la EGB donde vivíamos los extraditados digitales del pasado apilados en los mismos pupitres verdes del ahora.


En determinadas edades y a nivel profesional sí tiene sentido analizar y descubrir las oportunidades laborales que nos ofrecen las redes. En LinkedIn o Twitter, incluso desde Instagram, podemos establecer contactos interesantes para futuros empleos, así como trabajar esa llamada marca personal asociada a una identidad digital positiva y diferenciadora en procesos de selección. Ahora bien, esa enseñanza, como cualquier otra, debe ir acompañada de cierta congruencia con nuestros propios perfiles personales en las redes; no es raro encontrar diálogos virulentos o simplezas varias en adultos supuestamente domesticados a nivel digital. ¿Será necesaria una política de redes sociales a nivel profesional docente?


Hace falta una reflexión sosegada sobre lo que queremos trasladar desde las redes sociales de la escuela. Si damos importancia a la lectura, quizás debamos insistir y comunicar sobre ella en las redes; si queremos dar formación sobre medidas sanitarias de prevención pueden ser igualmente un buen medio para formar; y así con cualquier otro tema que consideremos educativamente valioso. Pero si lo que buscamos son seguidores, podemos seguir buscando el espectáculo y la inanidad permanente. Eso sí, no protestemos luego si culpan a la escuela de falta de congruencia.


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LA LECTURA Y LAS COMPETENCIAS PROFESIONALES

lunes, 18 de octubre de 2021

El fomento de la lectura en los centros educativos, más aún en los de Formación Profesional, no suele ser un punto en el que destaquen nuestras escuelas o que forme parte de su relato comercial. Las nuevas tecnologías, los idiomas, las instalaciones u otros valores añadidos a la oferta académica, son más fácilmente vendibles a los estudiantes y a unas familias que piensan de un modo pragmático.

Quizás, si hubiéramos invertido una décima parte de la formación del profesorado y del equipamiento tecnológico en unos buenos planes lectores dirigidos a los alumnos desde el inicio de su escolorazición obligatoria, otro gallo cantaría más dulcemente dentro y fuera de las aulas. Tal vez, multiplicaríamos así la demanda social de centros educativos con una biblioteca ejemplar y profesionales en este ámbito. Seguramente, la lectura tendría un valor funcional mucho más elevado en nuestro entorno social. 


Discutimos mucho sobre la conveniencia de los dispositivos móviles, el visionado de determinadas series televisivas, el uso de los videojuegos, la sostenibilidad, el bilingüismo, etc. Mientras, el debate sobre la necesidad de fomentar un hábito lector, destacando las bondades y disfrute que implica el verbo leer, permanece mudo; solo se despierta en esos días internacionales de... o semanas de... que tanto nos gusta celebrar. 

Para mi sorpresa, la semana pasada, en una charla organizada para nuestros alumnos de un ciclo de grado superior de FP, un directivo de una empresa multinacional valenciana aconsejaba vivamente la lectura a los estudiantes: "Leed todo lo que podáis". Afirmaba, para mi gozo, que gracias a la lectura su vocabulario aumentaría; serían capaces de expresarse mejor oralmente y por escrito; y tendrían más oportunidades de ser seleccionados en un proceso de reclutamiento si se muestran capaces de responder a la oferta de empleo de un modo adecuado y diferente al resto de candidatos. 

 

Muchos sabemos, aunque parece que no la mayoría de enseñantes, que el imperativo y la lectura casan mal a ciertas edades. El "hay que leer" soltado como precepto tiene poco recorrido entre los más jóvenes. Es preciso convencerles de que es posible encontrar lecturas adecuadas a sus gustos; que prueben y deshechen libros; que visiten librerías y bibliotecas (también con nuestra compañía); que la cultura y el placer que ofrece un buen libro está a su alcance y no tiene por qué rivalizar con otras formas de entretenimiento. 

Dejemos el discurso de lo importante que es leer y pongámonos manos a la obra. Llevemos libros a las aulas de Formación Profesional. Recomendemos títulos y acerquemos la lectura a través de las redes, de sus compañeros, de los módulos, de las series, del cine... Ahora que nos gusta tanto hablar de las "soft skills", mencionemos las habilidades que conlleva la lectura habitual. Sin duda, además de las competencias técnicas indispensables en cualquier puesto, en un entorno profesional se requieren técnicos con destrezas comunicativas más allá del simple lenguaje que empleamos en un whastsapp o en un comentario ingenioso en las redes.  

 

Por otro lado, el profesorado necesita formación didáctica y recursos para trabajar el fomento de la lectura. Precisamos conocer los mecanismos que motivan a coger un libro evitando ese aura de actividad forzosa que tanto rechazo ocasiona. En FP adolecemos de la visión y de las herramientas que ayudan a generar nuevos lectores, escasean los útiles para acrecentar ese hábito lector buscado. Pongamos empeño en ello y persigamos los medios para un fin que no debiera tener oponentes; aunque solo sea por el bien de sus competencias profesionales. 

Nos seguimos leyendo. 

 


 

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¿CÓMO DIGITALIZAMOS LA FP?

jueves, 14 de octubre de 2021

Sorprendentemente para mi, debe ser un tema de deformación profesional, la mayor preocupación de muchos docentes de FP está en las nuevas tecnologías y la digitalización que compete a sus módulos y ciclos formativos. La didáctica o la mayor carga de trabajo docente que va in crescendo desde hace algún tiempo merced a la burocracia u otras ocupaciones paralelas a la enseñanza, no resulta ser un tema prioritario para gran parte del profesorado. Al menos eso percibo. 


Tradicionalmente hemos vivido los cambios tecnológicos y la inclusión de dispositivos electrónicos como un reto a superar mientras seguimos perpetuando un modo de enseñanza heredado que no plantea demasiada problemática en nuestra cotidianeidad. Lo curioso, para aquellos que hemos vivido las diapositivas en un carro, es que hemos perpetuado el método de enseñanza directa magistral (con sus inherentes ventajas) con la ayuda actual de presentaciones luminosas, colaborativas e interactivas a través de aplicaciones en la nube que han mejorado mucho la forma pero no tanto el fondo. Muchos quedamos obnubilados con esas herramientas digitales que nos prometían el paraíso terrenal en las aulas. Ahora, después de un purgatorio que se alarga demasiado, unos cuantos también creemos que hay otra forma de trabajar en las aulas, disfrutando la enseñanza pero sin convertir nuestro paso en un festival de mandangas o modas insustanciales. Los escaparates están perdiendo ese humo que aún mantiene a algunos aturdidos.


En FP tenemos claro, o al menos debiéramos, que las competencias y los resultados de aprendizaje de cada módulo son el punto de partida de nuestra programación. Los contenidos y los libros de texto que complementan la enseñanza debieran ser un complemento más para una formación profesional donde las habilidades técnicas y transversales sean el principio y el fin de nuestra docencia. Pero volamos mucho por libre y cada cual se las apaña gracias o a pesar de las leyes y en función de su experiencia personal o esas modas antes mencionadas. 

 

En cualquier caso no queda más remedio que afrontar una digitalización, que no resolverá los desafíos o limitaciones del sistema y recursos actuales, que requiere un punto de vista cercano a la realidad económica lejos de las banalidades que prometen algunas redes o portales que nos halagan a cambio de nuestros datos. Difícil tarea tenemos por delante. Un profesorado con escaso tiempo para la actualización y los experimentos; múltiples empresas aún inmaduras en el proceso digitalizador; recursos limitadísimos o malas inversiones por parte de la Administración; y mucho desconomiento que nos hace ser atrevidos a la vez que perdemos tiempo buscando una solución a esa digitalización fantaseada pero precisa. 

 

Los docentes, afortunadamente, no seremos sustituidos por robots; aunque tal vez acabemos con protesis digitales cuando nos acerquemos a la setentena si queremos dar clase erguidos. Los pronósticos estiman una fuerte demanda de profesorado para hacer frente al deseado incremento de plazas de Formación Profesional que necesita una economía en consonancia con la rica Europa. Esperemos que la cantidad no devalúe la calidad actual y no pongamos parches en la actualización de los equipos docentes actuales o en los nuevos perfiles. De momento, las generaciones venideras saben mucho de redes sociales pero siguen, como los boomers actuales, sin ser excesivamente duchos en productividad digital. Nos queda mucho camino virtual y real por recorrer, sin tiempo para selfies presumidos.


Confío en una digitalización de los centros educativos, profesores y alumnos, realmente útil para su futuro profesional. Deseo a la vez que pongamos el acento, no solo en esta digitalización, sino también en distintos modos de enseñar y aprender con los estudiantes; buscando además modos de trabajo más efectivos e ilusionantes para una carrera docente que se antoja larga y que merecemos sea disfrutada al tiempo que transformamos las vidas de esas personas que de tanto en tanto nos prestán atención en las aulas con la mano ocupada en su smartphone.

 

LA FP PARALELA

martes, 28 de septiembre de 2021
Tras veinte años en el aula, mi capacidad de sorpresa ha ido en descenso. Los últimos cursos hemos sido bombardeados con una ralea de cambios que nos amenazaban: un entorno VUCA (horrible acrónimo) en el que supuestamente vivimos; una zona de confort en la que presuntamente estamos cómodamente apoltronados; o atrapados en una maraña insalvable de flexibilidad en aras de pasar a ser profesionales camaleónicos. Hemos pasado a ser los protagonistas secundarios de una serie distópica de Netflix donde los docentes de FP somos superhumanos capaces de acabar con el malvado desempleo y la tirana fracaso escolar. 

 

¿No estaremos viviendo en una realidad paralela? ¿Los que nos dirigen viven en ese entorno VUCA o atrapados en el tiempo del día de la marmota? ¿Podemos llamar comodidad a unas condiciones laborales que no se adaptan a las necesidades organizativas de los centros educativos con los mismos recursos que hace décadas? ¿O montamos una sucursal del conforama con tanto bienestar que parecemos gozar? ¿Y dónde anda esa flexibilidad en una administración educativa elefantiástica que funciona a cámara superlenta mientras la economía se transforma en supuestamente sostenible mientras lo único verde que nos queda es el colorido de los pupitres? De la digitalización ni hablamos, no sea que nos quedemos congelados de nuevo discutiendo entre software o cubalibre mientras otras comunidades y países se conjuran con flashesgordon tecnológicos. 

 

Mientras tanto andaremos engatusados con la metodología pensando algunos en que un mundo mejor es posible dentro de una maraña de egos desbocados, perfiles hastiados o aprovechados, personajes que se agotan y mucho bienintencionado que desea cumplir con sus obligaciones profesionales con la vista puesta en el futuro de sus alumnos. 

 

El nuevo maná vendrá de una nueva ley educativa para la Formación Profesional española que nos tendrá entretenidos unos cuantos años más. Tal vez hasta los 75 si Mick Jagger nos presta su gimnasio personal y el parné no se lo funden en dispendios dispensables con la venia del ministro sagaz. Que no nos conviertan en burocrátas certificadores, por favor. Que la titulitis no fustigue a los más profanos que no tienen la fortuna de convivir con la cultura y unos posibles familiares al tiempo que doctores e intelectuales dan lecciones de buena educación. 


Mi castigo es no perder el optimismo y la fe en un sistema educativo donde plagiemos lo que realmente funciona, se invierta en beneficio de todos los actores de este escenario efepero bendito y no se discrimine a nadie independientemente de credos, origen y afiliaciones. Luego, que hagan todas las campañas que quieran. Me apunto si hace falta. 

 


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LA EDUCACIÓN QUE NOS HACE MEJORES

miércoles, 18 de agosto de 2021

Los años pasan y las experiencias se acumulan. La educación que atesoramos no es solo el fruto unos años acadméicos más o menos exitosos; la familia, los amigos y los compañeros de trabajo también van haciendo mella en nuestra personalidad. La escuela tiene la obligación de hacerse cargo de ciertas carencias que muchos no pueden disfrutar en su entorno más próximo; no todos tienen la misma fortuna o posibilidades de crecer personal e intectualmente. 

 

Agradezco enormemente, con la justa distancia que dan los años, todos los recursos que me facilitaron mis padres así como las valiosas compañías que he tenido y tengo a mi lado para ser mejor persona y profesional. Sin duda, tengo mucho camino por recorrer y ganas sobradas para no caer en la indolencia y superficialidad que parece acecha ahora más que nunca. Tal vez todos anhelamos, como escribió Unamuno, ser género aparte; pero sin duda somos fruto de el escenario que nos acoge y de los actores que nos interpelan a lo largo de la vida. 

 

Hacemos bien valorando esas buenas compañías de viaje; e incluso las impertinentes nos muestran como no queremos ser. Cada curso es un peldaño más que no sabemos adonde nos lleva; donde cada cual toma (o padece) su propio ritmo. Recomiendo la novela de Héctor Abad Faciolince, "El olvido que seremos", donde además de mostrar su admiración y amor hacia su padre, comparte algunas líneas que escribió sobre su experiencia docente:

«Qué gran cantidad de equivocaciones —había escrito ahí— las que cometemos los que hemos pretendido enseñar sin haber alcanzado todavía la madurez del espíritu y la tranquilidad de juicio que las experiencias y los mayores conocimientos van dando al final de la vida. El mero conocimiento no es sabiduría. La sabiduría sola tampoco basta. Son necesarios el conocimiento, la sabiduría y la bondad para enseñar a otros hombres. Lo que deberíamos hacer los que fuimos alguna vez maestros sin antes ser sabios, es pedirles humildemente perdón a nuestros discípulos por el mal que les hicimos». Y ahora, precisamente cuando sentía que estaba llegando a esa etapa de su vida, cuando ya la vanidad no lo influía, ni las ambiciones tenían mucho peso, y lo guiaban menos la pasión y los sentimientos y más una madura racionalidad construida con muchas dificultades, lo echaban a la calle.

Ser cretino cuando eres joven es tarea fácil, pero imperdonable a cierta edad. La sabiduría que te dan los años y que tanto se desaprovecha en las escuelas debiera ser apreciada y aprovechada por cada hornada de nuevos docentes; evitaríamos la repetición de errores o el seguimiento de dudosos recorridos educativos. El ímpetu, el seguidismo y la soberbia se curan fácilmente junto a unos buenos compañeros de viaje que te ayudan a aterrizar y a desprenderte del lastre que arrastramos ya sea por el exceso o por la falta de autoestima. 

 

Los libros o esos títulos académicos tan valorados, de los que presumimos pareciendo ignorar que acabarán amarilleando, nunca aportarán lo suficiente sin ese acompañamiento desprendido que disfrutamos con la familia, los amigos y esos compañeros de turno; y que nos hacen mucho mejores. 

 

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CONSEJOS PARA DOCENTES NOVELES

viernes, 9 de julio de 2021

Tras veinte años de experiencia en las aulas, y echando la vista atrás, con toda seguridad modificaría o eliminaría muchas prácticas, herramientas o formas de trabajar con los alumnos. La inexperiencia siempre es motivo de error, y la soberbia propia de la juventud junto a una profesión que a menudo conlleva un trabajo solitario excesivo, son factores que solemos pasar por alto esos primeros años de docencia.

 

Unos pocos docentes tienen un aura natural o unas competencias innatas para ser enseñantes memorables; al resto no nos queda más remedio que buscar esa mejora continua que se transforme en un mejor aprendizaje de nuestros alumnos. Tal vez, uno de los problemas clave de nuestra profesión radica en la no necesidad que tienen algunos docentes en seguir aprendiendo y evolucionando en relación a su pedagogía. 

 

En cualquier caso, y si tuviera que dar algún consejo a esos incipientes profesores o jóvenes docentes que se encaminan a esta compleja pero agradecida profesión, me atrevería con este lista de sugerencias:

 

  • Arrímate, observa, escucha y pregunta a esos compañeros que tienen tablas en las aulas y que son queridos y admirados por los alumnos. Te aportarán conocimientos y experiencia que no encontrarás en libros o manuales, así como un modo de contemplar la enseñanza y la mirada que los alumnos necesitan. 
  • Actúa en el aula con naturalidad, sin soberbia, sin presumir de títulos o conocimientos. Acércate al alumnado sin prejuicios y sin estar a la defensiva (enseguida captan la inexperiencia o inseguridad). Pregúntales, solicita su opinión. No temas que te estén juzgando. Si te equivocas, reconocelo. Agradecerán tu honestidad sin necesidad de que coleguees con ellos. La cercanía es un valor siempre que sepas mantener ese equilibrio entre alumno-docente. 
  • Procura, si te lo permiten, entrar en otras aulas con profesorados más experimentados. Si has tenido la suerte de disfrutar unas buenas prácticas en el máster de formación del profesorado o durante el grado universitario, seguro que has podido tomar nota de qué competencias, habilidades o actitudes son más útiles durante la gestión del aula. 
  • Aprovecha tus aficiones, virtudes o experiencias vitales para conectar con los estudiantes y con la materia. Esa conexión personal te permite disfrutar más de las clases, a la vez que el alumno encuentra más interesantes los contenidos por su aplicación práctica y nexo con su entorno.
  • Lee mucho. Y no solo sobre docencia y pedagogía, que también. Pide recomendaciones para esas lecturas sobre educación o pásate por las redes (en esta lista de Twitter de @balhisay tienes muchos perfiles para comenzar) y otras webs o blogs personales; descubre distintos perfiles que pueden ayudarte a contemplar la docencia desde distintas perspectivas. En esta ponencia os dejo con algunas otras sugerencias.
  • Procura ser crítico con el ejercicio de tu docencia. Tampoco hace falta que caigas en todas las modas educativas del momento: ¡todas pasan de largo! Quédate con aquello que más te puede interesar o con aquellas que te infundan más confianza y buscando siempre que el alumno aprenda más y encaje con la materia y clase. 
  • Innova, pese a que (casi)todo está inventado, con la vista puesta en el futuro del alumno: ¿cómo despertar su interés? ¿cómo le gusta ser tratado? ¿qué conocimientos necesitara en el futuro? ¿qué le podemos aportar desde la escuela que no recibe desde su entorno?
  • No pares de formarte profesionalmente. Eso sí, sé cuidadoso a la hora de seleccionar la formación e infórmate bien sobre los docentes que la imparten y la experiencia que atesoran. Realiza aquellos cursos que sean realmente provechosos. El tiempo perdido no vuelve. 
  • Procura ser congruente con lo que dices en el aula. Si eres muy exigente con la puntualidad, sé puntual. Si les pides que lean: lleva tus propios libros. Si aleccionas sobre el (mal) uso personal que hacen del móvil: no lo tengas activado en clase o te dediques a deambular por las redes. 
  • Cuida mucho tu identidad digital y establece tus propios límites a la hora de interactuar con alumnos (sobre todo con los menores de edad) en las redes sociales. El exhibicionismo virtual aporta poco en su educación; sin embargo, es también una buena excusa para educar y acercarte a sus intereses.
  • Busca experiencias educativas valiosas de la mano de tus compañeros así como de aquellas que están basadas en la evidencia. Hay prácticas demostradas que funcionan, pese a que cada curso el panorama del aula y los alumnos pueden variar. No se trata de enfrentar la clase magistral con la enseñanza centrada en el alumno; descubrirás que distintas metodologías son combinables y necesarias desde cualquier materia. Muchos materiales al respecto en: www.investigaciondocente.com
  • Digitaliza aquello que aporte un valor añadido a tu práctica docente. No es necesario utilizar herramientas digitales como si se fuera a acabar el mundo. Combina lo analógico con lo digital. Busca también momentos de desconexión, lectura reflexiva, conversación, escucha. Sal de aula con ellos cuando tengas oportunidad. 
  • Involúcrate en el centro desde el primer día. Muestra disposición con tus compañeros y responsables de la escuela. Arrímate a quienes participan y huyen de la queja constante. Aporta, con sencillez y sin arrogancia, en los equipos de trabajo donde participes. Más vale pecar de discreto que de sabelotodo. La simpatía y el sentido del humor son siempre bienvenidos en los claustros. 

 

No pierdas la ilusión por el camino. La docencia tiene sus momentos. La suerte, pese a lo dificultad de gestionar una aula, la intensidad y la complicación creciente, es que cada año tenemos un grupo de jóvenes más o menos dispuestos a escucharnos; alumnos que nos rejuvenecen y que logran que cada curso e incluso, cada día en la escuela, pueda ser diferente del anterior. Nunca nos aburrimos.


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Las aulas del futuro (muy lejano)

miércoles, 16 de junio de 2021

¡Ay, si tuviéramos fondos disponibles para invertir en instalaciones y tecnología! Qué preciosa queda esa aula del futuro plasmada en prensa, en las webs educativas y en las redes, donde, como en los pisos piloto, aparecen perfectas y coloridas salas con mobiliario amablemente ondulado, paneles móviles transparentes, pizarras blancas y nacaradas juntoa a pantallas digitales imponentes donde nos gustaría quedarnos a veranear bajo su aire acondicionado e ionizado. 


Pero luego viene la realidad de las miles de aulas que pueblan el país de norte a sur; aulas donde jamás llegarán esos miles de euros que supone el montaje de cada una de ellas: porque hay otras necesidades, porque son de centros concertados y no hay ayudas, porque no hay espacio suficiente o las prioridades son otras, porque la burocracia es compleja o porque estamos ante una moda pasajera hasta la vuelta de los nostálgicos de la tarima. 




Yo me conformo con tener un espacio adecuado, una ratio decente y, como no queda otra, pedir a los alumnos eso del BYOD que queda muy cool y nos ahorra el mantenimiento de equipos. Ahora, gracias al auge del teletrabajo, la teleformación y las tarifas de datos infinitas podemos aligerar el gasto en los centros educativos. ¡Quién se acuerda ahora de los 128 kilobits de descarga por segundo que compartíamos entre todos los equipos del centro! En cualquier caso, si fuera por pedir, seguiría demandando aulas de informática con equipos portátiles, pantallas digitales LED de gran tamaño con conectividad inalámbrica a la red y a los distintos periféricos (teclados, altavoces...); pantallas que permitan proyectar fácilmente el dispoitivo del docente o los alumnos sin depender de cables u otros sistemas. 

 

 


 

Si hablamos de interiorismo, ahí soy de gustos un tanto escandinavos. Pediría un mobiliaro sencillo, cómodo y resistente; con lo justo y necesario para trabajar y poder moverse en el aula. Ahora, pese a las tendencias de los últimos años, parece que se demuestra que un exceso de decoración puede influir en la atención de los más pequeños. Supongo que todos seríamos más felices en aulas ventiladas con buenas vistas al exterior, con iluminación natural o artificial adecuada y a esa temperatura que eluda los sofocos estivales o la congelación invernal habitual de la península ibérica. Ideal este Learnometer para medir distintas variables necesarias para el confort adecuado del aula, junto a un purificador muy útil en los tiempos que corren (aunque sea como último recurso).


Puestos a pedir, también invertiría en una buena biblioteca de aula con ejemplares recomendados a los alumnos donde puedan tomar prestados libros actuales o clásicos en cualquier momento del curso. No sería muy costoso tener treinta o cuarenta libros en un par de baldas; pensando sobre todo en la escasa querencia actual de los estudiantes por las bibliotecas. Con el precio de un ordenador tenemos libros de sobra para una sola aula.

 

Para los de Formación Profesional, además de los necesarios enchufes y ladrones diseminados por la sala, sería genial disponer de material fungible para el diseño de prototipos, elaboración de esquemas o fichas, toma de apuntes, etc. Podríamos contar con un buen equipo de audio y video para la grabación y edición de material multimedia o la retransmisión digital de cualquier evento por las redes. Incluso con este Catchbox lograríamos que hasta el último estudiante participe en el aula:

 


En esta nueva aula también es interesante contemplar la disposición del docente. Muy interesante la experiencia de este profesor que modifica su situación para la instrucción directa: deja de estar frente al alumno y se ubica detras o en un lado del aula y limitando sus exposiciones a 27 minutos siguiendo el modelo de John Hattie en "Aprendizaje visible"


Ya sé que queda mucho para la llegada de SSMM los Reyes Magos, Papá Noel, Santa Claus o San Nicolás, pero que no quede por pedir y soñar algo más allá de nuestras sillas verde ministerio.

 

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EDUCACIÓN: ¿CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE PEOR O MEJOR?

lunes, 14 de junio de 2021

En la actualidad, para variar, seguimos criticando leyes educativas, el aprendizaje competencial o a través de proyectos, el bajo nivel del alumnado (y profesorado), la exagerada introducción de las emociones en el aula, la formación docente, la introducción de dispositivos, la ratio alumnos-docente, las modas pedagógicas, el gurusismo en las redes o cualquier otro asunto que pueda servir para vender titulares de prensa o incluso un libro propio. 


Algunos lo harán desde la autocrítica como un modo de mejorar las deficiencias de nuestro volátil y remolón sistema educativo. Otros, desde esa atalaya donde se divisa un pasado ideal donde el conocimiento y la cultura fluían acompasadamente entre una juventud esforzada. Unos cuantos se servirán de la crítica para defender su ideología y buscar la confrontación con el gobierno de turno (hasta que administren los suyos). 


Leemos entrevistas o escuchamos ponencias con aseveraciones concluyentes donde nos dejamos obnubilar por un pasado idealizado gracias al cual somos ahora ilustradas personas de bien frente a la barbarie que nos acecha. Parece que, al igual que olvidamos las noches en vela con nuestro primer hijo y seguimos deseando un segundo y un tercero, la mente tiende a arrinconar ciertos infelices recuerdos escolares. Yo no recité la lista de los reyes godos (me parece que ese recital es una leyenda); pero haciendo memoria, recuerdo clases con más de cuarenta y cinco niños (todo varones), algunos capones aleatorios, docentes más severos de lo admisible, desatención emocional y una ley de la selva donde los más débiles e inadaptados acababan rezagados o expulsados del sistema.


El problema lo tenemos en que tras más de cuarenta años parece que seguimos titubeando tanto en relación a los objetivos del sistema educativo como de los medios y métodos a utilizar en las aulas; los docentes tras distintas leyes educativas seguimos a nuestro aire con más o menos acierto y con una praxis influenciada más por el entorno próximo o las modas educativas que por cualquier directiva de la administración. Los equipos directivos tienen, para bien y para mal, un gran efecto en los métodos que el profesorado utiliza normalmente a través de la formación recomendada o de un proyecto educativo cohesionado. Las familias, por su lado, no entienden de didáctica más allá de lo que experimentaron como estudiantes o de lo que su sentido común les puede decir; a menudo son más fuente de conflicto que un agente colaborador de la escuela. 



Pero, ¿no estábamos mejor en el pasado? A nivel didáctico era todo mucho más sencillo: la cotidianidad del enseñante la definía un libro de texto y una instrucción directa donde el docente y el alumno tenían claro su papel. La formación pedagógica brillaba por su ausencia, y la innovación se limitaba a alguna visita extraescolar o al uso del VHS. Como alumno solo te quedaba esperar que te tocara un docente afectuoso y no demasiado intransigente. Ahora, la cosa ha cambiado, la relación no es tan distante; aunque el alumno sigue desconfiando de una figura docente a menudo desbordada o con la paciencia puesta al límite. La familia ofrecía, normalmente, un apoyo incondicional al profesorado; a cambio, el alumno, no tenía presunción de inocencia alguna. Hoy día el panorama es imprevisible. 


Para rematar, la orientación educativa era muy simple: a los catorce años muchos dejaban de estudiar para buscar un oficio o eran encaminados hacia una FP destinada para aquellos que no "valían" para seguir estudiando. Los elegidos seguían con un bachillerato dirigido casi exclusivamente a aquellos con intenciones universitarias. Pese a todo, tenemos mucho que agradecer a esos docentes de FP que lograron dar un futuro a miles de los jóvenes de entonces. Mucho ha cambiado, afortunadamente, el panorama al respecto: tenemos una Formación Profesional donde caben todo tipo de perfiles personales y vocaciones laborales; que permite una transición flexible a otras etapas educativas y donde ya no es motivo de deshonra afirmar que estás cursando un ciclo formativo. 


En el camino puede que nos hayamos dejado cierta exigencia o una amplia cultura general que los mejores estudiantes exprimían durante su escolarización. La importancia de la lectura y escritura, unos valores definidos y los modales eran puntales de un sistema educativo poco dado a pensar en la personalización del aprendizaje o en una inclusión como hoy día la entendemos. Los que más sufrieron esa escuela son los que ahora se rebelan frente a esa tendencia conservadora que entiendo está encabezada por aquellos que fueron brillantes y esforzados estudiantes. Casar exigencia con inclusión es la parte más difícil de este paisaje educativo actual. No dejarnos a nadie en el camino es una obligación que tenemos como sociedad sin obviar que debemos inspirar cuando convivimos en un mundo con un presente disruptivo y un futuro que se antoja precario. 


Ya tenemos suficiente experiencia para saber qué aporta la tecnología y cómo y cuándo debiéramos implantarla en las aulas. Ya debiéramos conocer la mejor forma de introducir las lenguas cooficiales y extranjeras. Ya podríamos tener claro que una buena biblioteca escolar y un equipo de docentes formados en el fomento a la lectura es mucho más importante que cualquier otra innovación. Ya debiera ser evidente que hay que contar con el profesorado y la investigación educativa para llevar a cabo reformas. Ya sabemos que la burocracia escolar es inútil y que necesitamos medios y pocos alumnos para atenderlos convenientemente. Para ello, precisamos líderes educativos que escuchen y actúen sin sesgos, desde la experiencia acumulada en las aulas, con capacidad de consenso y flexibilidad, con decisión y una visión optimista, a la vez que realista, de la educación que queremos. Y que pisen las aulas y lean mucho, si es posible. 


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¿ESTAMOS HECHOS LOS DOCENTES PARA EL TRABAJO EN EQUIPO?

jueves, 10 de junio de 2021
No pretendo hacer una lista exhaustiva de motivos por los que el profesorado no estamos duchos en el trabajo en equipo. Podríamos aducir razones históricas o culturales que nos han (mal)acostumbrado a ese trabajo de hormiga en el aula a la que le molesta a menudo, paradójicamente, lo que rodea al hormiguero; ya sea por comodidad o por una sensación de eficacia o autosuficiencia donde nos estorban las ideas o maneras ajenas. 

Tal y como comentaba en la anterior entrada, la falta de autocrítica nos impide en ocasiones detectar esas carencias o mejoras que podríamos resolver aprendiendo de los compañeros, con una necesaria formación específica o a través de lecturas técnicas o pedagógicas recomendadas (aprovecho para recomendaros el catálogo de libros digitales de la Editorial Aptus). ¡Cuánto nos perdemos por no entrar al inicio de nuestra profesión en las aulas de docentes experimentados! Tampoco favorece el trabajo en equipo una plantilla eventual del centro o donde los docentes del ciclo no tienen cierta estabilidad. 

trabajo en equipo docente


Luego vienen ciertos problemas estructurales y organizativos que impiden a los centros educativos una organización adecuada donde la "reunionitis" no sea algo temido por la mayoría del claustro; donde no falten dinamizadores, espacios y tiempos organizados para llevar a cabo proyectos y una comunicación sana entre el profesorado. O las dificultades con el profesorado que, aunque nos cueste admitirlo, también padecemos de muchas teclas y temperamentos distintos, que impiden esa armonía indispensable en un trabajo colaborativo. La generosidad, el talante, el optimismo, el sentido del humor y, sobre todo, no ver trabas en cualquier propuesta, también facilitan ese trabajo en equipo. Las herramientas digitales, sincrónicas o asincrónicas, son secundarias en comparación con esas apreciadas cualidades personales donde sobran egos y amor propio en favor de un proyecto común. 

Por descontado, es clave también una mirada positiva sobre el alumno. La conexión es vital con un equipo de docentes que se preocupa por sus estudiantes y que entiende esta profesión como un modo de ofrecerles un futuro mejor. Despotricar y ver a los chavales como gente sin arreglo tampoco ayuda demasiado a cohesionar equipos y funcionar con un mínimo de armonía. La empatía no lo soluciona todo, pero ayuda bastante a conformar una meta y un modo de trabajar donde el alumno y su aprendizaje sean la base de nuestro diseño curricular. 

La heterogeneidad de los equipos docentes suele darse sin buscarla. Lo verdaderamente provecho es saber utilizar esas diferencias y las cualidades que cada uno de nosotros podemos aportar al conjunto de docentes. Todos tenemos intereses, habilidades o aptitudes que suman a la hora de trabajar en equipo. Lograr la motivación necesaria para que todos lo miembros se impliquen y aporten es, tal vez, una de las claves del éxito de un equipo ejemplar. Pero qué difícil resulta. 

Lo que está claro es que si no trabajamos en equipo, con regularidad y acompañados de un buen liderazgo, será complicado aprender a trabajar en equipo.  



AUTOEVALUACIÓN EN FP DE LAS COMPETENCIAS DOCENTES

viernes, 4 de junio de 2021

En la Formación Profesional está muy de actualidad el trabajo y la evaluación por competencias de nuestros alumnos. La inmensa mayoría tenemos claro que hay ciertas competencias transversales que son vitales para el futuro laboral de los estudiantes: autonomía, creatividad, ser resolutivo, saber trabajar en equipo, iniciativa, actitud, perseverancia, implicación, flexibilidad, pensamiento crítico... Competencias blandas llamadas también "soft skills" (el inglés le da una pátina reluciente a todo) que cualquier empleador y compañeros valoramos porque facilitan el trabajo, la convivencia y el crecimiento de las organizaciones.  


El problema viene cuando tenemos que evaluar este tipo de competencias; crear indicadores y rúbricas objetivas que nos permitan valorar la evolución del estudiante de FP. Cada vez hay más experiencias al respecto, aunque no es fácil encontrar -como es habitual en nuestra etapa- recursos específicos para este tipo de evaluación. Recomiendo visionar estas experiencias de tres centros de Formación Profesional de las Islas Baleares: centre Jovent, el centre integrat de FP Son Llebre y la escuela El Liceu, que participan en el proyecto de investigación "Itinerarios de éxito y abandono en la formación profesional del sistema educativo (IEAFP)" dirigido por Francesca Salvà Mut. O indagando en esta caja de herramientas (en inglés) del Cedefop con un apartado específico para las competencias que mejoran la empleabilidad. 


autoevaluación competencias profesionales docentes

Otro problema, que da título a este artículo, es la autoevaluación de este tipo de competencias por parte del profesorado. Sabemos que los mejores predicadores no sermonean sino que ofrecen su ejemplo. Y aquí es donde observo en demasiadas ocasiones una falta de congruencia profesional entre los docentes. No es raro oír hablar de lo poco que trabajamos en equipo, la falta de implicación de algunos compañeros, la poca iniciativa o flexibilidad de aquellos que se limitan a su aula y sus formas de hacer, o esos otros que tienen ocupaciones más "importantes" que el bien común, que cumplen con lo "justo y necesario" y encima protestan si sugieres mejoras. Por suerte son minoría, aunque jamás reconocen su contraproducente papel. 


Lo que no es creíble (o al menos plausible), pese a la ingenuidad habitual de nuestros alumnos, es mostrarnos como paladines de las competencias transversales profesionales cuando nos interesamos no demasiado por ellas en nuestro ejercicio profesional como docentes. La incongruencia es un mal que nos acecha, que tiene cura y se previene cuando somos conscientes de ella. Las redes (y las aulas) están llenas de ella; más aún en un mundo donde los selfies y el comadreo se multiplican en grupos de whatsapp donde solo recibimos likes y la audiencia justifica nuestros aparentes motivos. Donde una foto corriendo te convierte en runner o un comentario en Instagram te transforma en cool teacher


La autocrítica o esa autoevaluación de competencias docentes me parece un ejercicio sano e imprescindible para mejorar y no perder esa coherencia precisa y preciosa con la que transmitir destrezas y capacidades a nuestros alumnos. Por fortuna, siempre tenemos compañeros donde mirarnos y que nos devuelven un nítido reflejo que emborrona un ego desmedido, que nos muestran cómo nos gustaría ser y qué embellecer como enseñantes. 


El que suscribe es consciente de que necesita mejorar. Todo sea por las competencias. 


Imagen: https://unsplash.com/@fodelwdc

AGRADECIMIENTOS EN UN CURSO CON PANDEMIA

miércoles, 2 de junio de 2021

Con un curso de nuevo extraordinario que llega a su fin, parece que ya podemos respirar con cierta tranquilidad; lo hemos superado en condiciones más que aceptables teniendo en cuenta el panorama que que afrontábamos el pasado mes de septiembre.


Tenemos mucho que agradecer a esa mayoría de alumnos, compañeros, equipos directivos y a una administración educativa que ha respondido más ágilmente de lo que nos suele tener acostumbrados. Es de agradecer el ejercicio de responsabilidad de muchos estudiantes, aguantando las bajas temperaturas del mes de enero y una organización académica deslavazada por la alternancia, los cambios horarios y unas mascarillas que han añadido todavía más confusión a la docencia. 


También, pese a la variedad que alumbra los claustros, los docentes hemos llevado con cierta armonía el cumplimento de normas anticovid. Me da la impresión de que nuestro sector profesional ha sido uno de los más escrupulosos en el seguimiento de protocolos y en una exigencia aún superior a lo que nos dictaban las autoridades sanitarias y educativas. 


Los equipos directivos se encontraron con una papeleta y una responsabilidad sobrevenida que afectaba a muchos jóvenes y menores. Por no hablar de tener que lidiar con las familias y el personal de los centros educativos, atendiendo protocolos y normas que no han dejado de bailar durante estos últimos meses. Debemos estarles también agradecidos por la escasa incidencia de los contagios y por su determinación con unos recursos siempre escasos o recibidos a deshora.


El pasado curso lo salvamos pobremente, por decir algo, pero este año podemos estar satisfechos por unos resultados que, con los medios y formación disponibles, permitirán al alumnado continuar el próximo curso en mejores condiciones que el que ahora finaliza. Confío en que las inevitables mermas que ha sufrido el aprendizaje de los alumnos, se acabará compensando informalmente o a través de nuestra exigencia extra con los estudiantes que recibiremos el septiembre venidero.


Soy de la opinión de que todo esto, en pocos años, acabará en el baúl de los recuerdos como un episodio más de nuestra historia personal. Tengo pocas esperanzas en que esta pandemia nos convierta en mejores personas o que nos cambie el juicio a la hora de priorizar necesidades y demandas; dudo que los más jóvenes entiendan el contexto actual como un acicate para ser más exigentes consigo mismos a nivel académico y profesional. La mocedad es lo que tiene, como norma general, aunque no queramos entenderlo desde una veteranía que no recuerda esos años de juventud. 


Aún así, sigo agradecido por la fortuna de no haber sido tocado por esta cruel pandemia que, a fecha de hoy, sigue haciendo sufrir a muchas familias y a un personal sanitario que tiene motivos de sobra para estar exhausto. Gracias también a todos ellos. Y gracias de nuevo a todos mis alumnos, compañeros y gestores que han actuado con responsabilidad y civismo. 


Confiemos en un próximo curso como los de antes; pidiendo mejoras en la ratio, una inversión educativa justa, recursos para todos los centros de Formación Profesional, formación actualizada para los docentes y motivos para seguir en las aulas educando a nuestros jóvenes del mejor modo posible. 



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