Reflexionando a propósito del artículo de Fernando Trujillo, "¿Evaluación del curso? Escenarios posibles para el futuro inminente de la educación", publicado en el El diario de la Educación, me planteo cuál escenario es el más plausible en el caso de los centros de Formación Profesional. En principio, siguiendo las directrices de mi comunidad autónoma (la valenciana), entiendo que nos podemos plantear el escenario 1 o 2 durante este estado de alerta sanitaria.
El primer escenario plantea la autonomía de los centros para llevar a cabo la evaluación que estos consideren más adecuada: ya sea promediando las calificaciones de las dos primeras evaluaciones y dejando la tercera sin calificar; o realizando una evaluación continua, durante estas semanas de confinamiento, de los contenidos de esas dos evaluaciones junto a una prueba final que pudiera ser presencial o a distancia usando medios telemáticos.
El segundo escenario persigue ajustar el currículo a unos contenidos mínimos planteados por la Administración educativa; lo que en nuestro caso, atendiendo a la numerosa oferta de títulos de Formación Profesional, se antoja prácticamente imposible. Incluso, si así fuera, debiéramos también evaluar de algún modo dichos mínimos, al igual que en el primer escenario.
Por ello, siguiendo las indicaciones que se trasladan desde nuestra Conselleria y secundando la argumentación de Fernando Trujillo, me planteo una evaluación de la FP dentro de un escenario 1, donde debemos adaptar nuestra programación a aquellos contenidos que consideremos más relevantes en cada uno de los diferentes módulos que componen los ciclos formativos. La dificultad de este escenario estriba en el tipo de evaluación que podemos plantear al alumnado. En estos momentos, no sabemos si volveremos o no a las aulas; desconocemos si será posible o no abrir los centros educativos para llevar a cabo las recuperaciones de los trimestres anteriores, las evaluaciones extraordinarias o las sesiones de evaluación. Desconocemos si podremos volver a atender a los alumnos presencialmente y realizar exámenes físicamente en las aulas de los centros educativos.
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El primer escenario plantea la autonomía de los centros para llevar a cabo la evaluación que estos consideren más adecuada: ya sea promediando las calificaciones de las dos primeras evaluaciones y dejando la tercera sin calificar; o realizando una evaluación continua, durante estas semanas de confinamiento, de los contenidos de esas dos evaluaciones junto a una prueba final que pudiera ser presencial o a distancia usando medios telemáticos.
El segundo escenario persigue ajustar el currículo a unos contenidos mínimos planteados por la Administración educativa; lo que en nuestro caso, atendiendo a la numerosa oferta de títulos de Formación Profesional, se antoja prácticamente imposible. Incluso, si así fuera, debiéramos también evaluar de algún modo dichos mínimos, al igual que en el primer escenario.
Por ello, siguiendo las indicaciones que se trasladan desde nuestra Conselleria y secundando la argumentación de Fernando Trujillo, me planteo una evaluación de la FP dentro de un escenario 1, donde debemos adaptar nuestra programación a aquellos contenidos que consideremos más relevantes en cada uno de los diferentes módulos que componen los ciclos formativos. La dificultad de este escenario estriba en el tipo de evaluación que podemos plantear al alumnado. En estos momentos, no sabemos si volveremos o no a las aulas; desconocemos si será posible o no abrir los centros educativos para llevar a cabo las recuperaciones de los trimestres anteriores, las evaluaciones extraordinarias o las sesiones de evaluación. Desconocemos si podremos volver a atender a los alumnos presencialmente y realizar exámenes físicamente en las aulas de los centros educativos.
Me parece por ello importante plantearnos otros posibles escenarios antes de continuar con el curso a distancia tal y como lo venimos haciendo en estos días. Las cuatro semanas de formación digital no nos las quita nadie. Ahora, queda plantearse si volveremos a las aulas después de la vacaciones de Semana Santa o si la vuelta a la "normalidad" será o no factible hasta el mes de mayo o junio.
Personalmente, considero más adecuado plantearnos un escenario conservador donde la vuelta a las aulas va a resultar improbable. Entiendo que será difícil volver a dar clases con una epidemia rondando entre nosotros durante los próximos meses. De hecho, en China, se están comenzando ahora reabrir algunos centros educativos de algunas zonas del país, tras más de dos meses de cuarentena y confinamiento.
¿Y qué podemos plantear a los alumnos? La inercia que detecto, al menos en mi contexto más próximo, pasa por seguir con el temario de mejor o peor modo, a través de las diferentes tareas que el alumnado puede llevar a cabo desde casa y que envía periódicamente al profesorado por medios digitales. Pero, ¿hasta qué punto nos hemos parado a pensar en cuáles son esos contenidos más relevantes que debemos trabajar a distancia y qué tipo de evaluación pensamos plantear al alumnado según las circunstancias a las que nos enfrentemos?
Las tareas o actividades que estos días estamos trabajando son evaluables, con el inconveniente que la retroalimentación que podemos dar ahora a los alumnos es algo más costosa por el tiempo que requiere la propia formación presencial. Muchos podemos haber cometido el error de mandar trabajo por encima de nuestras posibilidades de corrección, asumiendo una carga horaria del módulo que no se corresponde realmente al trabajo que se venía haciendo desde el aula (explicaciones, prácticas, atención al alumno...). También estamos a tiempo de echar el freno. No es raro oír las protestas de alumnos que reciben un exceso de tareas sin explicaciones previas o sin temporalizar adecuadamente.
Sin la explicación previa o sin los materiales y herramientas específicas del aula, necesarias en aquellos módulos más técnicos, no es posible desarrollar muchas de las competencias básicas programadas. En estos días, la flexibilidad y la creatividad de docentes y alumnos son cualidad es esenciales para seguir adelante con la frágil formación que ofrecemos. Sin obviar las circunstancias personales que pueden rodear a cada familia y que pueden dificultar aún más si cabe la adquisición de estas competencias.
Volviendo a la evaluación, la cual nos debemos (re)plantear antes de seguir con la dinámica actual. ¿Cómo vamos a evaluar este último trimestre? ¿Cómo van a recuperar los trimestres anteriores aquellos alumnos que no los han superado? ¿Cómo haremos el cálculo de la calificación final del curso que es decisiva para la promoción a etapas superiores?
Mi propuesta pasa por la evaluación y calificación de cada una de las tareas que ahora están realizando los alumnos desde casa, teniendo en cuenta el grado de participación e implicación en su propio aprendizaje, sin obviar en ningún momento las dificultades materiales que puedan tener algunos alumnos sin medios tecnológicos (es precisa una valoración previa al respecto). Estas tareas, dependiendo de cada familia profesional, deben contener esos contenidos más relevantes mencionados anteriormente. Los portafolios digitales (mediante webs, blogs u otros soportes) son aquí una herramienta muy útil que algunos acostumbramos a utilizar en ciertos módulos.
No nos queda otra que simular, en la medida de lo posible, esos contextos profesionales en los que trabajamos; la realidad virtual o aumentada podría ser muy útil en estos casos, aunque dudo que ahora seamos capaces de desarrollar estas posibilidades (si te animas, ahora hay abierto un MOOC del INTEF sobre "Realidad virtual en educación"). Aún así, debemos asumir que la formación va a quedar incompleta a pesar del esfuerzo ímprobo que muchos docentes están realizando a través de la producción de materiales audiovisuales o videollamadas con sus alumnos.
Luego viene el tema de los exámenes; ¿son imprescindibles en el contexto al que nos enfrentamos? ¿podemos valorar otras alternativas más allá del examen a desarrollar o tipo test? Cuesta romper esas dinámicas de las que antes hablábamos, pero ahora no tenemos más remedio que reflexionar sobre qué tipo evaluación vamos a llevar a cabo y de qué instrumentos nos vamos a servir.
Las herramientas digitales que favorecen una evaluación clásica, a través de exámenes a desarrollar o tipo test, son diversas: podemos realizar formularios online con un tiempo limitado y orden aleatorio y a una hora específica para evitar plagios; se pueden realizar exámenes escritos desde documentos en línea a través de cuestionarios donde el alumno pueda consultar libremente los materiales de los que disponga, así como también sería posible realizar exámenes orales a través de videollamadas individuales. ¿Tienes alguna otra alternativa?
La excepcionalidad de la situación junto al estrés provocado por numerosas tareas pendientes, mensajes por contestar o reedición de los materiales propios o ajenos, no favorecen ahora una reflexión sosegada sobre la evaluación del alumno. Aún así, la singularidad en la que ahora nos movemos (pese al confinamiento físico), nos exige tomar medidas extraordinarias que seguro en un futuro enriquecerán nuestro aprendizaje profesional docente. Vivimos en tiempos apresurados que, desafortunadamente, hemos debido de detener forzosamente; vayamos cambiando la marcha según sea el recorrido y los pasajeros, con la vista puesta en esos aprendizajes valiosos para nuestros alumnos.