¿Cuál es la estrategia de digitalización más adecuada para los centros educativos? ¿Es necesario el uso permanente de dispositivos móviles? ¿A qué edad es conveniente comenzar a utilizar ordenadores, para qué y durante cuanto tiempo? Entiendo que todas estas cuestiones tienen respuestas diferentes en función de la etapa educativa en la que estemos trabajando. Sin embargo, observo pocas diferencias a la hora de digitalizar la docencia que se ofrece a los alumnos de educación primaria de la de alumnos de secundaria, bachillerato o Formación Profesional.
No es demasiado sensato ofrecer el mismo tipo de tareas a un alumno que está comenzado a leer o aprendiendo a estudiar que a aquel que está preparándose para el ejercicio profesional en una empresa. Tampoco es razonable comenzar a digitalizar todos aquellos procesos o tareas que pueden realizarse por otros medios y que no suponen ganancia alguna para el aprendizaje o la productividad personal.
Ya sabemos, o debiéramos saber, que inundar de Chromebooks los colegios, de tabletas o aplicaciones que gestionan aulas virtuales, no es la panacea para el sistema educativo actual. En los EEUU, tal y como se muestra en este artículo del New York Times ("The Digital Gap Between Rich and Poor Kids Is Not What We Expected"), ya se está ofreciendo una educación, a las clases sociales más pudientes, basada en experiencias del mundo real y limitando el uso de las pantallas. Una oferta formativa que abre una brecha con las escuelas de alumnos con menos recursos y que han apostado por las pantallas como estrategia educativa. Actualmente en España, según datos del INE para el año 2017, el 83,4% de los hogares disponían de acceso a internet; no tiene tampoco mucho sentido seguir con la estrategia de introducir más pantallas en los centros educativos a edades tempranas y crear adeptos a Google o Apple antes de los diez años.
¿Están realmente aprendiendo más nuestros niños? Es realmente terrible la carta de estos psicólogos norteamericanos llamando la atención a la American Psychological Association (APA) sobre las prácticas de las empresas tecnológicas donde se manipula a los niños buscando que se enganchen a las redes sociales o videojuegos provocando alteraciones en su salud mental y un peor desempeño académico. ¿No sería más conveniente plantear una escuela donde hagan o aprendan todo aquello que su entorno no les facilita (lectura, reflexión, interacción, modales, experiencias ricas...)? En un mundo ideal sería magnífico que las familias postergaran el uso de móviles o redes sociales hasta bien entrada la adolescencia para así evitar la presión por la adquisición de estos dispositivos y aplicaciones.
Para más inri, la introducción de los móviles en los hogares sigue en aumento. En el mundo un usuario de móvil pasa 170 minutos al día usando este dispositivo y España lidera el porcentaje de penetración con un 88% de usuarios móviles (Informe Ditrenda 2017). Las adicciones a las redes o el uso compulsivo de estos dispositivos deben tener una respuesta desde la escuela; no solo prohibiendo su uso sino estimulando un manejo adecuado y diferente al empleo superficial que se realiza de los mismos (mensajería instantánea, selfies, juegos online, redes sociales...) y que no saben aprovechar su potencial real (buscador, diccionarios, aplicaciones técnicas y profesionales, búsqueda de empleo, etc.).
Las alabanzas a la multitarea de los más jóvenes o esa supuesta facilidad que tienen con la pantallas es más que discutible. Fundamental el artículo de Catherine L'Ecuyer, "Son nuestros alumnos nativos digitales", donde se remarca la necesidad de preparar bien al alumno en el entorno offline para poder manejar todo ese flujo de información y conocimiento al que podemos acceder de modo online. Con tanta herramienta y aplicación tecnológica es fácil caer en la superficialidad perdiendo la oportunidad de disfrutar de unos contenidos relevantes para los alumnos.
No creo que se trate de dar una vuelta atrás al trabajo que venimos haciendo o a ese replanteamiento que hacemos del modelo educativo renovado que anhelamos. Está claro que los alumnos actuales viven en una sociedad bien distinta a la que nosotros hemos vivido, pero ello no quita que nuestra experiencia les proteja de un consumismo tecnológico que poco les va a aportar en sus vidas actuales y futuras. Debemos seguir trabajando la motivación en el aula junto a la exigencia; tratar de mostrar los contenidos para que deseen seguir aprendiendo; alternar metodologías diferentes en función de los grupos y las materias; conectando las asignaturas con la vida real y nuestro entorno.
No dar prioridad a las pantallas no significa que dejemos de buscar nuevas formas de evaluación u otros instrumentos para que el alumno aprenda con medios actuales. La digitalización de la enseñanza tiene sentido para que el alumno aprenda a manejarse en diferentes entornos, pero no para que la pantalla sea el entorno principal de trabajo y repetir prácticas analógicas igualmente anodinas. Gracias a la informática también adquirimos otras muchas competencias (razonamiento, creatividad, comunicación...) que son solo una parte de las competencias personales y profesionales de cualquier persona.
Disponer de internet en casa o en las escuelas es algo realmente fascinante y una oportunidad que damos por sentada en nuestra afortunada sociedad occidental. Internet es un vehículo soberbio para visitar cualquier lugar, conocer personas con las que de otro modo no contactaríamos, investigar contenidos y compartirlos o mantenerse actualizado; no debiéramos hacer un uso raquítico de la red y de los dispositivos trasladando el modelo tradicional del libro de texto a una pantalla táctil más vistosa pero igual de poco estimulante, intelectualmente hablando, a ojos del alumno. Eso sí, la distracción y la diversión quedarán garantizadas.
photo credit: michelle-robinson.com Time is an Ephemeral Ghost Part 4 via photopin (license)
No es demasiado sensato ofrecer el mismo tipo de tareas a un alumno que está comenzado a leer o aprendiendo a estudiar que a aquel que está preparándose para el ejercicio profesional en una empresa. Tampoco es razonable comenzar a digitalizar todos aquellos procesos o tareas que pueden realizarse por otros medios y que no suponen ganancia alguna para el aprendizaje o la productividad personal.
Ya sabemos, o debiéramos saber, que inundar de Chromebooks los colegios, de tabletas o aplicaciones que gestionan aulas virtuales, no es la panacea para el sistema educativo actual. En los EEUU, tal y como se muestra en este artículo del New York Times ("The Digital Gap Between Rich and Poor Kids Is Not What We Expected"), ya se está ofreciendo una educación, a las clases sociales más pudientes, basada en experiencias del mundo real y limitando el uso de las pantallas. Una oferta formativa que abre una brecha con las escuelas de alumnos con menos recursos y que han apostado por las pantallas como estrategia educativa. Actualmente en España, según datos del INE para el año 2017, el 83,4% de los hogares disponían de acceso a internet; no tiene tampoco mucho sentido seguir con la estrategia de introducir más pantallas en los centros educativos a edades tempranas y crear adeptos a Google o Apple antes de los diez años.
¿Están realmente aprendiendo más nuestros niños? Es realmente terrible la carta de estos psicólogos norteamericanos llamando la atención a la American Psychological Association (APA) sobre las prácticas de las empresas tecnológicas donde se manipula a los niños buscando que se enganchen a las redes sociales o videojuegos provocando alteraciones en su salud mental y un peor desempeño académico. ¿No sería más conveniente plantear una escuela donde hagan o aprendan todo aquello que su entorno no les facilita (lectura, reflexión, interacción, modales, experiencias ricas...)? En un mundo ideal sería magnífico que las familias postergaran el uso de móviles o redes sociales hasta bien entrada la adolescencia para así evitar la presión por la adquisición de estos dispositivos y aplicaciones.
Para más inri, la introducción de los móviles en los hogares sigue en aumento. En el mundo un usuario de móvil pasa 170 minutos al día usando este dispositivo y España lidera el porcentaje de penetración con un 88% de usuarios móviles (Informe Ditrenda 2017). Las adicciones a las redes o el uso compulsivo de estos dispositivos deben tener una respuesta desde la escuela; no solo prohibiendo su uso sino estimulando un manejo adecuado y diferente al empleo superficial que se realiza de los mismos (mensajería instantánea, selfies, juegos online, redes sociales...) y que no saben aprovechar su potencial real (buscador, diccionarios, aplicaciones técnicas y profesionales, búsqueda de empleo, etc.).
Las alabanzas a la multitarea de los más jóvenes o esa supuesta facilidad que tienen con la pantallas es más que discutible. Fundamental el artículo de Catherine L'Ecuyer, "Son nuestros alumnos nativos digitales", donde se remarca la necesidad de preparar bien al alumno en el entorno offline para poder manejar todo ese flujo de información y conocimiento al que podemos acceder de modo online. Con tanta herramienta y aplicación tecnológica es fácil caer en la superficialidad perdiendo la oportunidad de disfrutar de unos contenidos relevantes para los alumnos.
No creo que se trate de dar una vuelta atrás al trabajo que venimos haciendo o a ese replanteamiento que hacemos del modelo educativo renovado que anhelamos. Está claro que los alumnos actuales viven en una sociedad bien distinta a la que nosotros hemos vivido, pero ello no quita que nuestra experiencia les proteja de un consumismo tecnológico que poco les va a aportar en sus vidas actuales y futuras. Debemos seguir trabajando la motivación en el aula junto a la exigencia; tratar de mostrar los contenidos para que deseen seguir aprendiendo; alternar metodologías diferentes en función de los grupos y las materias; conectando las asignaturas con la vida real y nuestro entorno.
No dar prioridad a las pantallas no significa que dejemos de buscar nuevas formas de evaluación u otros instrumentos para que el alumno aprenda con medios actuales. La digitalización de la enseñanza tiene sentido para que el alumno aprenda a manejarse en diferentes entornos, pero no para que la pantalla sea el entorno principal de trabajo y repetir prácticas analógicas igualmente anodinas. Gracias a la informática también adquirimos otras muchas competencias (razonamiento, creatividad, comunicación...) que son solo una parte de las competencias personales y profesionales de cualquier persona.
Disponer de internet en casa o en las escuelas es algo realmente fascinante y una oportunidad que damos por sentada en nuestra afortunada sociedad occidental. Internet es un vehículo soberbio para visitar cualquier lugar, conocer personas con las que de otro modo no contactaríamos, investigar contenidos y compartirlos o mantenerse actualizado; no debiéramos hacer un uso raquítico de la red y de los dispositivos trasladando el modelo tradicional del libro de texto a una pantalla táctil más vistosa pero igual de poco estimulante, intelectualmente hablando, a ojos del alumno. Eso sí, la distracción y la diversión quedarán garantizadas.
photo credit: michelle-robinson.com Time is an Ephemeral Ghost Part 4 via photopin (license)