RAZONES PARA UN NUEVO MODELO DIGITAL DE ESCUELA

miércoles, 31 de octubre de 2018
¿Cuál es la estrategia de digitalización más adecuada para los centros educativos? ¿Es necesario el uso permanente de dispositivos móviles? ¿A qué edad es conveniente comenzar a utilizar ordenadores, para qué y durante cuanto tiempo? Entiendo que todas estas cuestiones tienen respuestas diferentes en función de la etapa educativa en la que estemos trabajando. Sin embargo, observo pocas diferencias a la hora de digitalizar la docencia que se ofrece a los alumnos de educación primaria de la de alumnos de secundaria, bachillerato o Formación Profesional.

No es demasiado sensato ofrecer el mismo tipo de tareas a un alumno que está comenzado a leer o aprendiendo a estudiar que a aquel que está preparándose para el ejercicio profesional en una empresa. Tampoco es razonable comenzar a digitalizar todos aquellos procesos o tareas que pueden realizarse por otros medios y que no suponen ganancia alguna para el aprendizaje o la productividad personal.

Ya sabemos, o debiéramos saber, que inundar de Chromebooks los colegios, de tabletas o aplicaciones que gestionan aulas virtuales, no es la panacea para el sistema educativo actual. En los EEUU, tal y como se muestra en este artículo del New York Times ("The Digital Gap Between Rich and Poor Kids Is Not What We Expected"), ya se está ofreciendo una educación, a las clases sociales más pudientes, basada en experiencias del mundo real y limitando el uso de las pantallas. Una oferta formativa que abre una brecha con las escuelas de alumnos con menos recursos y que han apostado por las pantallas como estrategia educativa. Actualmente en España, según datos del INE para el año 2017, el 83,4% de los hogares disponían de acceso a internet; no tiene tampoco mucho sentido seguir con la estrategia de introducir más pantallas en los centros educativos a edades tempranas y crear adeptos a Google o Apple antes de los diez años.

razones para un nuevo modelo digital de escuela
¿Están realmente aprendiendo más nuestros niños? Es realmente terrible la carta de estos psicólogos norteamericanos llamando la atención a la American Psychological Association (APA) sobre las prácticas de las empresas tecnológicas donde se manipula a los niños buscando que se enganchen a las redes sociales o videojuegos provocando alteraciones en su salud mental y un peor desempeño académico. ¿No sería más conveniente plantear una escuela donde hagan o aprendan todo aquello que su entorno no les facilita (lectura, reflexión, interacción, modales, experiencias ricas...)? En un mundo ideal sería magnífico que las familias postergaran el uso de móviles o redes sociales hasta bien entrada la adolescencia para así evitar la presión por la adquisición de estos dispositivos y aplicaciones.

Para más inri, la introducción de los móviles en los hogares sigue en aumento. En el mundo un usuario de móvil pasa 170 minutos al día usando este dispositivo y España lidera el porcentaje de penetración con un 88% de usuarios móviles (Informe Ditrenda 2017). Las adicciones a las redes o el uso compulsivo de estos dispositivos deben tener una respuesta desde la escuela; no solo prohibiendo su uso sino estimulando un manejo adecuado y diferente al empleo superficial que se realiza de los mismos (mensajería instantánea, selfies, juegos online, redes sociales...) y que no saben aprovechar su potencial real (buscador, diccionarios, aplicaciones técnicas y profesionales, búsqueda de empleo, etc.).

Las alabanzas a la multitarea de los más jóvenes o esa supuesta facilidad que tienen con la pantallas es más que discutible. Fundamental el artículo de Catherine L'Ecuyer, "Son nuestros alumnos nativos digitales", donde se remarca la necesidad de preparar bien al alumno en el entorno offline  para poder manejar todo ese flujo de información y conocimiento al que podemos acceder de modo online.  Con tanta herramienta y aplicación tecnológica es fácil caer en la superficialidad perdiendo la oportunidad de disfrutar de unos contenidos relevantes para los alumnos.

No creo que se trate de dar una vuelta atrás al trabajo que venimos haciendo o a ese replanteamiento que hacemos del modelo educativo renovado que anhelamos. Está claro que los alumnos actuales viven en una sociedad bien distinta a la que nosotros hemos vivido, pero ello no quita que nuestra experiencia les proteja de un consumismo tecnológico que poco les va a aportar en sus vidas actuales y futuras. Debemos seguir trabajando la motivación en el aula junto a la exigencia; tratar de mostrar los contenidos para que deseen seguir aprendiendo; alternar metodologías diferentes en función de los grupos y las materias; conectando las asignaturas con la vida real y nuestro entorno.

No dar prioridad a las pantallas no significa que dejemos de buscar nuevas formas de evaluación u otros instrumentos para que el alumno aprenda con medios actuales. La digitalización de la enseñanza tiene sentido para que el alumno aprenda a manejarse en diferentes entornos, pero no para que la pantalla sea el entorno principal de trabajo y repetir prácticas analógicas igualmente anodinas. Gracias a la informática también adquirimos otras muchas competencias (razonamiento, creatividad, comunicación...) que son solo una parte de las competencias personales y profesionales de cualquier persona.

Disponer de internet en casa o en las escuelas es algo realmente fascinante y una oportunidad que damos por sentada en nuestra afortunada sociedad occidental. Internet es un vehículo soberbio para visitar cualquier lugar, conocer personas con las que de otro modo no contactaríamos, investigar contenidos y compartirlos o mantenerse actualizado; no debiéramos hacer un uso raquítico de la red y de los dispositivos trasladando el modelo tradicional del libro de texto a una pantalla táctil más vistosa pero igual de poco estimulante, intelectualmente hablando, a ojos del alumno. Eso sí, la distracción y la diversión quedarán garantizadas.

photo credit: michelle-robinson.com Time is an Ephemeral Ghost Part 4 via photopin (license)

SLOW EDUCATION

jueves, 25 de octubre de 2018
A veces quedan incluso bien estos anglicismos, y el término slow en educación parece un adjetivo proscrito en los tiempos que corren. Tiempos rápidos donde el consumo de educación parece destinado a obtener títulos que certifican competencias de diversa índole y en escalas multicolores.
Nos paramos poco a pensar para qué educamos y donde está lo importante, o más bien, lo que urge en esta época de cambio constante.

En este entretanto nos embarcamos en demasiadas cosas sin un trasfondo claro o con una superficialidad meridiana. Apuntamos hacia demasiados frentes y luego nos enerva la acumulación de tareas, proyectos, sinsabores, relaciones personales, comparativas, competitividad... a lo que añadimos unos alumnos siempre jóvenes en un contexto complejo.

slow education

Estamos tardando demasiado en llevar a cabo la trilla, y separar toda esa paja de un grano que puede acabar enterrado si no centramos nuestra tarea en lo que realmente importa: una educación memorable. Memorable en el sentido de que adquieran competencias para toda la vida; memorable en que los alumnos sean conscientes de su necesidad de conocimiento; memorable en que valoren la formación que están recibiendo y el coste que supone; memorable en que los jóvenes se sientan escuchados, atendidos y respeten al mismo tiempo a compañeros y docentes; memorable porque les ayudará a dar sentido a su vida personal y profesionalmente.

Todo ello es difícil de llevar a cabo si no se dan las condiciones para ello, si todos los docentes no se implican del mismo modo en los centros educativos, no dando valor a nuestra profesión o se deje que unos pocos sean los que se estresen laboralmente; o si no hay clara una línea pedagógica y unos principios que vertebren las escuelas. Luego quedarán en el olvido las modas educativas, los manequin challenge y el resto de naderías que inundan los centros cada cierto tiempo; sin embargo, nuestras acciones y actitudes como profesionales de la educación permanecerán y dejarán esas huellas invisibles que de tanto en tanto convergen en nuestro camino en forma de una persona adulta y agradecida por la educación recibida.

Es hora de pararnos un poco y dejar de echar la culpa a esta sociedad hipercompetitiva que alimenta egos, estimula la confrontación y nos incita a enrolarnos en esa espiral de multiactividades en la que vivimos. Ser creativos, reflexionar, leer, convivir... necesitan un fuego lento que no está reñido con la innovación que nos requieren.

photo credit: *Tom* Penzance Noir: Slow via photopin (license)

LOS ESTUDIANTES RINDEN PEOR SI....

lunes, 22 de octubre de 2018
Ahora que muchos nos (re)planteamos determinadas prácticas docentes, más o menos innovadoras o más o menos efectivas en relación al aprendizaje y/o atención de nuestros alumnos, me viene caído del cielo el siguiente tuit de Filip Raes, que traducido y resumido por Pablo Malo viene a decir lo siguiente:

El tuit original con las referencias consiguientes está en este enlace:
Pese a estas evidencias, "comprobadas" y "sufridas" con la experiencia, creo que vale la pena que se recuerden y difundan entre los colegas docentes. A algunos les pueden parecer verdades de Perogrullo, pero no son pocos los que aún seguimos escuchando a defensores del mito de los jóvenes multitarea o las ventajas de la digitalización total del aula (modelo 1:1), entre otras perlas.

Como cualquier otra afirmación, el hilo del señor Raes podría rebatirse o afinarse según también el perfil de los estudiantes con los que trabajamos, su etapa educativa o los recursos materiales con los que nos encontramos. En este caso, se refiere a estudiantes universitarios; en principio motivados, maduros y responsables de su propio aprendizaje. Aún así, este contexto no está muy lejos de lo que sucede en las aulas en ciclos formativos de grado superior o, seguramente, en clases de bachillerato.

En Formación Profesional, la mayoría de los docentes tenemos claro que es vital que nuestros alumnos aprendan haciendo y buscando siempre la autonomía en este proceso. Ello no implica que debamos apartar la clases magistrales y busquemos además que adquieran unas competencias digitales mínimas para el desempeño profesional en su rama. Sin embargo, nos encontramos con cada vez más dispositivos -portátiles, tabletas o móviles- que necesitan ser desconectados o revisados para lograr esa atención necesaria y que su uso no vaya en detrimento del rendimiento del alumno; como así apunta el tuit arriba mencionado.

Lograr la perfecta combinación entre lo digital y analógico, el aprovechamiento de las clases y el trabajo en casa, y los momentos de conexión y desconexión del mundo virtual; se ha convertido en la aspiración de muchos profesores que gastamos miles de kilocalorías en que los jóvenes atiendan y saquen provecho de las clases "pese" a la tecnología disponible y sin caer en la monotonía o autocomplacencia profesional. Porque el control de los dispositivos, la distracción que provocan o la falta de concentración son ya una necesidad o carencia constante en cualquier aula.

No me atrevo a dar lecciones ni fórmulas magistrales, pero, sí es necesario: prohibir los móviles u otros dispositivos electrónicos en ciertos momentos; apremiar al profesorado a que no utilice los recursos digitales para realizar el mismo tipo de tareas que se han venido haciendo con los libros de texto; enseñar a los alumnos a tomar notas manuscritas durante una exposición pública y, sobre todo, aprender a digitalizar sólo aquellos procesos que redunden en una mayor productividad personal de docentes y alumnos.

Para un próximo artículo dejo la necesidad o no de digitalizar los libros de texto o qué tipo de dispositivos me parecen más adecuados para el consumo de contenidos académicos y adquisición de competencias. Que también tiene tela el tema...

ESTRATEGIA Y COMUNICACIÓN PARA LA FP

martes, 9 de octubre de 2018
Como si el día de la marmota se tratara, cada curso arrancamos con ciertas -no muchas, desde luego- expectativas de avance de nuestro sistema de Formación Profesional. En cada comunidad autónoma se perciben o "sufren" en cierto modo estas esperanzas permanentemente incumplidas; a excepción de nuestros queridos vascos que arrasan con su sistema como la tribu gala de Asterix rodeada de romanos. No hace falta más que leer las últimas noticias: "Bruselas se inspira en el modelo vasco para impulsar la FP en Europa".

Aquí, en la Comunidad Valenciana, seguimos con más de lo mismo, esperando todavía ese deseado plan de Formación Profesional que reordene el sistema, apueste por otro modelo de formación del profesorado, invierta en todos los ciclos, escuche a los diferentes actores de los centros sostenidos con fondos públicos, implemente una FP Dual real y se comunique con todos, independientemente de ideologías u otras cuestiones alejadas de la educación.


Las metodologías, la pedagogía o la digitalización de los ciclos -por nombrar algunas- siguen siendo olvidadas en unos planes de formación que no se comunican bien y que alcanzan a pocos docentes. Falta un esfuerzo en comunicación, más allá de las redes sociales -también desaprovechadas-, que promueva una formación planificada para esta etapa específica. Considerar la FP como una etapa diferente supone algo más que crear un departamento o invertir en unos recursos para sólo unos pocos. ¿Para cuando una entidad pública que se dedique a pensar en la FP contando con todos sus actores?

También echo de menos una comunicación efectiva de sus responsables; una comunicación bidireccional y bien diferente a los anuncios o tuits efectistas sin derecho a réplica. Porque promocionar la FP es mucho más que una campaña de comunicación de imagen, un vídeo resultón o unas cifras de matriculación. Es hora de hablar de actualizar ciclos no sólo a costa del profesorado, sino contando con el mismo y mejorando su jornada lectiva independientemente de su centro de origen o situación contractual.

Porque las palabras, los tuits o los vídeos se los lleva el viento. Al final lo que queda es el día a día en las aulas; el estrés de un profesorado que se actualiza, que quiere llevar a cabo proyectos, que tiene que cumplir unos requisitos lingüísticos y que debe bregar con unos recursos limitados porque la Administración no se los facilita. Las legislaturas pasan y aquí estamos, con más pena que gloria, formando cada año a miles de alumnos, unos ochocientos mil, que formarán parte de los profesionales de nuestro país y contribuyendo al crecimiento del mismo.

Porque la verdadera innovación, de la que tanto gustamos hablar en el ámbito educativo, vendrá dada cuando los gobernantes se atrevan a invertir y planificar en un sistema flexible de FP que persista en el tiempo y se amolde a las circunstancias cambiantes que nos han tocado vivir.

photo credit: Semtrio Chess - Credit to https://www.semtrio.com/ via photopin (license)
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