INCONGRUENCIAS DE LA ESCUELA CON LAS REDES SOCIALES

martes, 26 de octubre de 2021

No es raro oír a padres y docentes despotricar acerca del abuso que hacen sus hijos y alumnos de las redes sociales. Parece que nuestros jovenes aborígenas digitales son culpables del salvajismo ilimitado que les lleva a marear por las redes más tiempo del que la civilización actual recomienda. Los adultos ilustrados somos expertos en dar recetas de buena educación mientras con el pulgar damos likes de reojo cual turistas digitales que somos mientras guardamos cola en las atracciones más visitadas.


Lo grave del asunto no es la actitud desdemedida de la chavalería con raíces digitales; tal vez el exceso venga sobrevenido o alimentado por unos adultos que, desde su propio domicilio o escuela, han caído también en las redes de unos algoritmos que nos idiotizan además de robarnos el tiempo. Sin embargo, pese a sancionar a los estudiantes y regañar a nuestros descendientes por esa adicción al móvil y sus embacuadoras aplicaciones, seguimos con rumbo firme en dar a conocer esas bondades ocultas que aportarán supuestamente motivación, felicidad y conocimiento a nuestros zagales. Pese a la nomofobia creciente y a ese más de un tercio de jóvenes que manifiestan signos de falta de control en el uso del móvil pocos son los que conocen cuánto tiempo pasan en su dispositivo y aplicaciones preferidas. Haz la prueba en el aula, tal vez te sorprendas.


Los responsables de marketing o los más innovadores nos descubren que si no estás en las redes sociales no comunicas; y que si no comunicas permaneces en el oscurantismo como asalvajados digitales. Eso sí, luego medita o mindfulnea con el móvil en la mano sin perder la fotogenia deseada. ¿Merece la pena seguir animando a los más jóvenes al uso de unas redes sociales donde permanecen sin límite alguno? ¿Tiene sentido no advertir a las familias de los más pequeños de los peligros y de la adicción que crean? ¿Es necesario que los menores estén expuestos desde casa y desde la escuela al escaparate de nuestra egolatría virtual? Imprescindible la información de profesionales como P. Duchement para prevenir los delitos cada vez más comunes que son perpetrados contra los menores en las redes sociales. Más recursos en su web: https://pduchement.org/

 


Puedo entender el uso de las redes sociales como medio de comunicación donde la escuela informe o busque trasladar los valores y la profesionalidad de sus participantes; pero discrepo del empleo superficial constante e idiotizador donde las formas o la figura sobreactuan para ganar asiduos. ¿Hace falta exhibirse en Tik-Tok ante los más pequeños? ¿Qué aprendemos con las stories o imágenes que reflejan un encanto natural impostado en el narcisita dominio de Instagram? Priorizar estos medios es la mejor excusa para los que añoran los idealizados años de la EGB donde vivíamos los extraditados digitales del pasado apilados en los mismos pupitres verdes del ahora.


En determinadas edades y a nivel profesional sí tiene sentido analizar y descubrir las oportunidades laborales que nos ofrecen las redes. En LinkedIn o Twitter, incluso desde Instagram, podemos establecer contactos interesantes para futuros empleos, así como trabajar esa llamada marca personal asociada a una identidad digital positiva y diferenciadora en procesos de selección. Ahora bien, esa enseñanza, como cualquier otra, debe ir acompañada de cierta congruencia con nuestros propios perfiles personales en las redes; no es raro encontrar diálogos virulentos o simplezas varias en adultos supuestamente domesticados a nivel digital. ¿Será necesaria una política de redes sociales a nivel profesional docente?


Hace falta una reflexión sosegada sobre lo que queremos trasladar desde las redes sociales de la escuela. Si damos importancia a la lectura, quizás debamos insistir y comunicar sobre ella en las redes; si queremos dar formación sobre medidas sanitarias de prevención pueden ser igualmente un buen medio para formar; y así con cualquier otro tema que consideremos educativamente valioso. Pero si lo que buscamos son seguidores, podemos seguir buscando el espectáculo y la inanidad permanente. Eso sí, no protestemos luego si culpan a la escuela de falta de congruencia.


Photo by Prateek Katyal on Unsplash

LA LECTURA Y LAS COMPETENCIAS PROFESIONALES

lunes, 18 de octubre de 2021

El fomento de la lectura en los centros educativos, más aún en los de Formación Profesional, no suele ser un punto en el que destaquen nuestras escuelas o que forme parte de su relato comercial. Las nuevas tecnologías, los idiomas, las instalaciones u otros valores añadidos a la oferta académica, son más fácilmente vendibles a los estudiantes y a unas familias que piensan de un modo pragmático.

Quizás, si hubiéramos invertido una décima parte de la formación del profesorado y del equipamiento tecnológico en unos buenos planes lectores dirigidos a los alumnos desde el inicio de su escolorazición obligatoria, otro gallo cantaría más dulcemente dentro y fuera de las aulas. Tal vez, multiplicaríamos así la demanda social de centros educativos con una biblioteca ejemplar y profesionales en este ámbito. Seguramente, la lectura tendría un valor funcional mucho más elevado en nuestro entorno social. 


Discutimos mucho sobre la conveniencia de los dispositivos móviles, el visionado de determinadas series televisivas, el uso de los videojuegos, la sostenibilidad, el bilingüismo, etc. Mientras, el debate sobre la necesidad de fomentar un hábito lector, destacando las bondades y disfrute que implica el verbo leer, permanece mudo; solo se despierta en esos días internacionales de... o semanas de... que tanto nos gusta celebrar. 

Para mi sorpresa, la semana pasada, en una charla organizada para nuestros alumnos de un ciclo de grado superior de FP, un directivo de una empresa multinacional valenciana aconsejaba vivamente la lectura a los estudiantes: "Leed todo lo que podáis". Afirmaba, para mi gozo, que gracias a la lectura su vocabulario aumentaría; serían capaces de expresarse mejor oralmente y por escrito; y tendrían más oportunidades de ser seleccionados en un proceso de reclutamiento si se muestran capaces de responder a la oferta de empleo de un modo adecuado y diferente al resto de candidatos. 

 

Muchos sabemos, aunque parece que no la mayoría de enseñantes, que el imperativo y la lectura casan mal a ciertas edades. El "hay que leer" soltado como precepto tiene poco recorrido entre los más jóvenes. Es preciso convencerles de que es posible encontrar lecturas adecuadas a sus gustos; que prueben y deshechen libros; que visiten librerías y bibliotecas (también con nuestra compañía); que la cultura y el placer que ofrece un buen libro está a su alcance y no tiene por qué rivalizar con otras formas de entretenimiento. 

Dejemos el discurso de lo importante que es leer y pongámonos manos a la obra. Llevemos libros a las aulas de Formación Profesional. Recomendemos títulos y acerquemos la lectura a través de las redes, de sus compañeros, de los módulos, de las series, del cine... Ahora que nos gusta tanto hablar de las "soft skills", mencionemos las habilidades que conlleva la lectura habitual. Sin duda, además de las competencias técnicas indispensables en cualquier puesto, en un entorno profesional se requieren técnicos con destrezas comunicativas más allá del simple lenguaje que empleamos en un whastsapp o en un comentario ingenioso en las redes.  

 

Por otro lado, el profesorado necesita formación didáctica y recursos para trabajar el fomento de la lectura. Precisamos conocer los mecanismos que motivan a coger un libro evitando ese aura de actividad forzosa que tanto rechazo ocasiona. En FP adolecemos de la visión y de las herramientas que ayudan a generar nuevos lectores, escasean los útiles para acrecentar ese hábito lector buscado. Pongamos empeño en ello y persigamos los medios para un fin que no debiera tener oponentes; aunque solo sea por el bien de sus competencias profesionales. 

Nos seguimos leyendo. 

 


 

Photo by Debby Hudson on Unsplash

¿CÓMO DIGITALIZAMOS LA FP?

jueves, 14 de octubre de 2021

Sorprendentemente para mi, debe ser un tema de deformación profesional, la mayor preocupación de muchos docentes de FP está en las nuevas tecnologías y la digitalización que compete a sus módulos y ciclos formativos. La didáctica o la mayor carga de trabajo docente que va in crescendo desde hace algún tiempo merced a la burocracia u otras ocupaciones paralelas a la enseñanza, no resulta ser un tema prioritario para gran parte del profesorado. Al menos eso percibo. 


Tradicionalmente hemos vivido los cambios tecnológicos y la inclusión de dispositivos electrónicos como un reto a superar mientras seguimos perpetuando un modo de enseñanza heredado que no plantea demasiada problemática en nuestra cotidianeidad. Lo curioso, para aquellos que hemos vivido las diapositivas en un carro, es que hemos perpetuado el método de enseñanza directa magistral (con sus inherentes ventajas) con la ayuda actual de presentaciones luminosas, colaborativas e interactivas a través de aplicaciones en la nube que han mejorado mucho la forma pero no tanto el fondo. Muchos quedamos obnubilados con esas herramientas digitales que nos prometían el paraíso terrenal en las aulas. Ahora, después de un purgatorio que se alarga demasiado, unos cuantos también creemos que hay otra forma de trabajar en las aulas, disfrutando la enseñanza pero sin convertir nuestro paso en un festival de mandangas o modas insustanciales. Los escaparates están perdiendo ese humo que aún mantiene a algunos aturdidos.


En FP tenemos claro, o al menos debiéramos, que las competencias y los resultados de aprendizaje de cada módulo son el punto de partida de nuestra programación. Los contenidos y los libros de texto que complementan la enseñanza debieran ser un complemento más para una formación profesional donde las habilidades técnicas y transversales sean el principio y el fin de nuestra docencia. Pero volamos mucho por libre y cada cual se las apaña gracias o a pesar de las leyes y en función de su experiencia personal o esas modas antes mencionadas. 

 

En cualquier caso no queda más remedio que afrontar una digitalización, que no resolverá los desafíos o limitaciones del sistema y recursos actuales, que requiere un punto de vista cercano a la realidad económica lejos de las banalidades que prometen algunas redes o portales que nos halagan a cambio de nuestros datos. Difícil tarea tenemos por delante. Un profesorado con escaso tiempo para la actualización y los experimentos; múltiples empresas aún inmaduras en el proceso digitalizador; recursos limitadísimos o malas inversiones por parte de la Administración; y mucho desconomiento que nos hace ser atrevidos a la vez que perdemos tiempo buscando una solución a esa digitalización fantaseada pero precisa. 

 

Los docentes, afortunadamente, no seremos sustituidos por robots; aunque tal vez acabemos con protesis digitales cuando nos acerquemos a la setentena si queremos dar clase erguidos. Los pronósticos estiman una fuerte demanda de profesorado para hacer frente al deseado incremento de plazas de Formación Profesional que necesita una economía en consonancia con la rica Europa. Esperemos que la cantidad no devalúe la calidad actual y no pongamos parches en la actualización de los equipos docentes actuales o en los nuevos perfiles. De momento, las generaciones venideras saben mucho de redes sociales pero siguen, como los boomers actuales, sin ser excesivamente duchos en productividad digital. Nos queda mucho camino virtual y real por recorrer, sin tiempo para selfies presumidos.


Confío en una digitalización de los centros educativos, profesores y alumnos, realmente útil para su futuro profesional. Deseo a la vez que pongamos el acento, no solo en esta digitalización, sino también en distintos modos de enseñar y aprender con los estudiantes; buscando además modos de trabajo más efectivos e ilusionantes para una carrera docente que se antoja larga y que merecemos sea disfrutada al tiempo que transformamos las vidas de esas personas que de tanto en tanto nos prestán atención en las aulas con la mano ocupada en su smartphone.

 

Con la tecnología de Blogger.

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