En los tiempos que corren, esos que denominan de constante y vertiginosos cambios, parece que ha quedado relegado a un segundo plano el término "fidelidad". Una fidelidad entendida como el sentido de pertenencia a la entidad para la que trabajas, o al menos, una fidelidad que signifique responsabilidad total con tu puesto de trabajo, cumplimiento e interés por los fines de la empresa donde te dedicas profesionalmente. Fidelidad como honestidad con ese taller, hospital, escuela, industria, administración pública o establecimiento donde, pese a los sinsabores o los sobresfuerzos, tenemos la obligación de dar lo mejor de nosotros mismos, debemos cumplir e implicarnos para lograr eso que suena algo demodé hoy día: el bien común.
No sé si a consecuencia de la precariedad laboral, motivada por los millenials o por los incluidos en la llamada generación X, esta fidelidad profesional no parece estar muy de actualidad en el mundo laboral. Las competencias más demandadas por los empleadores tienen ahora mucho más que ver con la actitud y responsabilidad que con los conocimientos técnicos. Los empresas comienzan a valorar más, en determinados puestos de trabajo, el compromiso que otras cualidades personales o profesionales. A los alumnos de Formación Profesional hay que insistirles permanentemente en la necesidad del esfuerzo a largo plazo, en el cuidado de los recursos comunes o en la imprescindible corresponsabilidad en los equipos de trabajo.
Entiendo que el elevado número de contratos temporales o las altas expectativas de algunos en sus primeros empleos, son también un buen motivo para cambiar de trabajo y preocuparse no mucho por el futuro de la empresa donde trabajan. Supongo también que los valores de la juventud actual están en constante cambio y, que la crisis, los medios de comunicación y la incertidumbre económica, no ayudan en nada a que que nuestros profesionales más nóveles piensen a muy largo plazo y con cierto sentido de pertenencia.
Tampoco ayuda el constante regateo a la baja de los salarios, la falta de incentivos a los que más se implican, la decadencia de los convenios laborales y los empresarios con mentalidad cortoplacista. Supongo que el contexto y la situación personal de muchos trabajadores tiene pocos visos de cambio; que las teorías motivacionales empiezan por uno mismo, pero que aún así todos necesitamos cierta regeneración y estímulos externos para seguir trabajando con al menos las mismas ganas que en los primeros días. Eso sí, hacer las cosas sólo por cumplir y quedar bien no lleva a ninguna parte, ni personal ni profesionalmente. Como mucho, trabajo extra para tus compañeros y una vida profesional anodina.
Seguiremos insistiendo a la generación venidera, ya sea la Z o cualquier otra, que vale la pena poner empeño en todo aquello que haces siendo leal a tus compañeros y empleadores.
photo credit: Markos Zouridakis Quickly for us via photopin (license)
No sé si a consecuencia de la precariedad laboral, motivada por los millenials o por los incluidos en la llamada generación X, esta fidelidad profesional no parece estar muy de actualidad en el mundo laboral. Las competencias más demandadas por los empleadores tienen ahora mucho más que ver con la actitud y responsabilidad que con los conocimientos técnicos. Los empresas comienzan a valorar más, en determinados puestos de trabajo, el compromiso que otras cualidades personales o profesionales. A los alumnos de Formación Profesional hay que insistirles permanentemente en la necesidad del esfuerzo a largo plazo, en el cuidado de los recursos comunes o en la imprescindible corresponsabilidad en los equipos de trabajo.
Entiendo que el elevado número de contratos temporales o las altas expectativas de algunos en sus primeros empleos, son también un buen motivo para cambiar de trabajo y preocuparse no mucho por el futuro de la empresa donde trabajan. Supongo también que los valores de la juventud actual están en constante cambio y, que la crisis, los medios de comunicación y la incertidumbre económica, no ayudan en nada a que que nuestros profesionales más nóveles piensen a muy largo plazo y con cierto sentido de pertenencia.
Tampoco ayuda el constante regateo a la baja de los salarios, la falta de incentivos a los que más se implican, la decadencia de los convenios laborales y los empresarios con mentalidad cortoplacista. Supongo que el contexto y la situación personal de muchos trabajadores tiene pocos visos de cambio; que las teorías motivacionales empiezan por uno mismo, pero que aún así todos necesitamos cierta regeneración y estímulos externos para seguir trabajando con al menos las mismas ganas que en los primeros días. Eso sí, hacer las cosas sólo por cumplir y quedar bien no lleva a ninguna parte, ni personal ni profesionalmente. Como mucho, trabajo extra para tus compañeros y una vida profesional anodina.
Seguiremos insistiendo a la generación venidera, ya sea la Z o cualquier otra, que vale la pena poner empeño en todo aquello que haces siendo leal a tus compañeros y empleadores.
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