¿SON IDIOTAS LOS ESTUDIANTES?

domingo, 29 de septiembre de 2024

 


 

Justo ahora hace casi un año reflexionaba sobre la imbecilidad del alumnado. De nuevo me ha venido a la cabeza, no sé si por la altura del curso en el que nos encontramos, una parecida percepción sobre la idiotez (ojo la amplitud del término) asociada a los jóvenes estudiantes. Quizás olvidamos algunos (no me atrevo a hablar en boca de nadie) la cantidad de gilipolleces y fantasmadas arrastradas desde nuestra juventud más temprana. Con los años, y con mucho camino andado, podemos ser capaces de mirar de reojo la cantidad de tiempo perdido en banalidades, las decisiones equivocadas, las estupideces dichas o la falta de aprovechamiento de ciertas oportunidades por ser un mentecato.

 

Tal vez la verdadera idiotez sobreviene cuando con los años no somos capaces de cambiar y transformar todo ese cretinismo o nos creemos inmunes al despropósito. Evidentemente, si con los años no sabes apreciar los sentimientos, las relaciones personales, el conocimiento, el tiempo disponible, la estabilidad laboral, la salud, la familia..., te debes haber perdido algo. Lo que no podemos pretender es que nuestros jóvenes alumnos tengan ahora esas mismas percepciones. No es difícil entender que una juventud que recibe tantos impactos distractores a través de las redes sociales, de la mano de unos dispositivos con datos casi infinitos, se pierda entre toda esa nadería que solo busca clics. Música, romance, humor, deportes, cotilleo, violencia o sexo están virtualmente en cualquier lugar con cobertura y hay gente forrándose con este invento. No pretendamos que se enganchen de igual modo a los clásicos de la literatura o al arte contemporáneo. Ahí no hay negocio.

 

Como docentes tenemos, ahora más que nunca, mucho trabajo por delante al respecto. No debiéramos seguir culpando al docente de la etapa precedente de la formación de estos supuestos ignorantes. No me atrevo a comparar el nivel educativo de cada nueva generación que pasa por las aulas, pero es evidente que la incultura y la falta de curiosidad campan excitadas por los algoritmos. Ofrecer conocimiento compitiendo con tanto pasatiempo digital es toda una odisea. No podemos competir ni abogar por esa destrucción ilusoria de las pantallas; sin embargo, es posible ofrecer cultura de modo que, como las estalactitas, vaya lentamente dejando poso en sus cabezas y corazones. 

 

El tema siete u ocho de la programación será importante; pero, quizás, la oportunidad de visitar museos, bibliotecas, ver otro cine o acudir al teatro, o incluso leer una novelo o un ensayo en el aula, no son materias menos relevantes para muchos jóvenes que no encuentran atractivas estas opciones o no han tenido la ocasión de disfrutarlas en casa. Incluso, sucede en ocasiones, que hay estudiantes más leídos o cultos que esconden sus intereses para no desentonar en el paisaje escolar. Sacar punta de estos alumnos y ayudar al resto a crecer intelectualmente mediante otro tipo de propuestas me parece fundamental para su educación. Salvarnos de la necedad no tiene precio, como diría el anuncio. Y todos tenemos una faceta que ayudaría, de un modo u otro, a aportar esa erudición que escasea. Educar con el ejemplo no debe ser muy innovador pero es altamente efectivo.


Hacer el idiota a cierta edad tiene disculpa. Asunto distinto es preguntarnos qué hacemos como docentes para que las simplezas a las que llevan la edad y la sociedad de consumo no se perpetúen con los años. Debemos perdonar ese desconocimiento o desinterés y no echar balones fuera buscando culpables en anteriores etapas educativas o en una educación basada en competencias. Y no es tarea fácil.

¿CUÁNTAS TAREAS DEBE TENER UN DOCENTE DE FP?

sábado, 28 de septiembre de 2024

 

 

TAREAS DE UN DOCENTE DE FP

Ahora que comienzan a abrirse las negociaciones para reducir la jornada laboral, me pregunto si realmente esa posible disminución a las 37,5 horas semanales que unos demandan o la condensación del actual horario durante solo cuatro días que otros prefieren, redundaría en una mejora de las condiciones laborales del profesorado. Un reciente estudio confirma que el sector educativo es el rey de las horas extras no pagadas por volumen. En mis más de veinte años de docencia no he visto progreso alguno en relación a la jornada lectiva, mientras que el IPC ha subido más de un 50% y los salarios (contando con los complementos por antigüedad) han subido casi a la par. Por no mencionar a los docentes de la Formación Profesional para el Empleo (FPE) que sufren habitualmente peores condiciones laborales. Y todo ello con la fortuna de adquirir una vivienda en aquella época ya mítica donde los precios y las hipotecas no eran estratosféricos.

 

Puede que nos hayamos vuelto más blandengues, de cristal o afinado la piel (perdón por caer en los discursos comunes). Incluso ahora, cuando lo políticamente incorrecto y el lenguaje crudo parecen no estar mal vistos, a pesar de las cancelaciones, códigos éticos e inclusividad reforzada, las protestas formales no son práctica habitual del personal docente y no docente. Andamos anestesiados. Las quejas, corrillos y yoísmos se ven consolidados con esos otros derechos conseguidos independientemente de esa cultura del esfuerzo cacareada para el otro u otra. Tenemos el pan asegurado, las vacaciones, las bajas, los permisos... independientemente de los resultados obtenidos. Y las motivaciones extrínsecas son escasas o inexistentes.

 

Y el patio se nos complica. Hemos sido solidarios con nosotros mismos a pesar de los abusos; pero, si queremos cumplir con nuestro trabajo (educar) como lo merece el alumnado, es imposible desarrollar con garantías ese listado interminable de tareas y ocupaciones secundarias que crecen cada curso. Si a ello le unes el pluriempleo, los cargos adicionales, los cambios de normativa, los procesos de calidad, etc.: apaga y vámonos. La solución, tal vez muy manida, pasaría por mucho más trabajo en equipo, apoyo a los compañeros y cierta fraternidad; junto a una exigencia solidaria sobre quienes desarrollan las directrices educativas y gestionan los recursos de los que dependemos. Y que se nos pase la anestesia. Slow education o a poc a poc como dicen por mi tierra. Productividad y competitividad son conceptos antipáticos para la razón educativa, pese a que ahora pregonan que la IA resolverá parte de nuestras tareas. ¿No queríamos desmontar las fake news?

 

Ser docente dejo hace tiempo de ser solo dedicarse a la enseñanza. En FP, además de tratar de educar a una juventud que requiere mucha atención, nos puede tocar bregar con un exceso de tareas variopintas que requieren muchas horas de trabajo adicional. A no ser que deseemos seguir disimulando inmersos en esa cultura del copio y pego que nos autoengaña. Y ahí seguimos tratando de enseñar, y además:


  • Tutorizando de forma personalizada
  • Prospectando empresas
  • Atendiendo a padres y madres
  • Gestionando becas e intercambios
  • Probando e implementando nuevas metodologías
  • Adaptándose a las necesidades especiales del alumnado
  • Certificando idiomas, competencias digitales, etc.
  • Innovando a través de proyectos e investigación
  • Diseñando planes de formación en empresa individualizados
  • Alternando en las redes sociales
  • Resolviendo la burocracia: actas, programaciones, convenios...
  • Facilitando el marketing educativo
  • Formando continuamente
  • Gestionando aplicaciones y dispositivos
  • Elaborando materiales propios
  • Etc.

 

Ya solo falta que nos exijamos tener buen tipo y estar a la moda con una camiseta rotulada tipo: "Persigue tus sueños". Los veteranos seguiremos mirando de reojo a los más jóvenes por protestones o insolentes; mientras los principiantes parecen no entender a unas generaciones anteriores que solían valorar el trabajo como un bien muy preciado donde se cultivaban apegos: la eterna lucha intergeneracional donde cada uno brega por lo que le interesa según su momento vital. Y así, mientras unos ven cerca el retiro (pese al panorama de las pensiones) otros observan la vida dando relativa importancia a su empleo. Sin caer en la cuenta de que todas nuestras prácticas acabarán formando parte de un museo etnológico. Pero al menos habremos facilitado la vida a algunas personas. Tiempos modernos que, pese a la monotonía exigente y manejable que sobrellevamos, podrían mutar en cualquier momento.


Foto de Simon Fitall en Unsplash

EL ÁNIMO DEL PROFESORADO DE FP

miércoles, 25 de septiembre de 2024

 

EL ÁNIMO DEL PROFESORADO DE FP

 

Todos los inicios de curso suelen ser cuesta arriba. Independientemente del ánimo que cada uno o una tengamos, no hay comienzo escolar donde el cúmulo de tareas pendientes no se tropiece con las consabidas horas de aula en las que se supone debiéramos enfocar nuestros esfuerzos para enseñar del mejor modo posible. Programaciones, proyectos incipientes, nuevos estudiantes, compañeros distintos, actualizaciones técnicas o cambio de módulos... y, ahora, para más inri, una nueva normativa que pretende transformar el sistema de Formación Profesional con muchas incertidumbres y pocas orientaciones prácticas hacia adonde debemos avanzar. Un septiembre bien intenso. 


Si ya andabas agotado, profesionalmente hablando, todo esta retahíla de modificaciones que se están sucediendo no son más que una nueva gota en ese vaso vital que rebosa en muchos docentes. El problema de las modificaciones que debemos afrontar no solo viene de la falta de comunicación que sufrimos, que añade más rechazo a los cambios impuestos; sino más bien es una consecuencia de tratar de digerir esta transformación de la FP para cumplir con la papeleta y dejar, si es posible, todo como estaba. Y, si te estabas ilusionando con una nueva etapa, puede que la realidad en la pizarra o el taller te desespere más de la cuenta. Los cambios parecen venir de la mano de nuevos obstáculos que acabamos salvando más por obligación que por convencimiento. 


Luego, la cotidianidad del aula nos absorbe. Parece que no hay tiempo ni para ánimos ni para desánimos. Unos estallan incapaces de digerir tanta intensidad, mientras que la mayoría se resguarda en un trabajo donde, además de un sueldo fijo, tenemos unas condiciones laborales dignas (a pesar de las nulas mejoras que arrastramos desde hace lustros). Plantillas envejecidas, empeoramiento en el acceso a la jubilación parcial o anticipada, alta rotación del profesorado, complejidad creciente del alumnado, exigencias técnicas crecientes (digitalización, metodologías, idiomas...); todo suma para dar la razón a aquellos que no son optimistas con el panorama que se divisa en la enseñanza profesional. 

 

Mientras, por otro lado, gustamos de escuchar mensajes grandilocuentes sobre el éxito de la Formación Profesional: alta empleabilidad, matriculación en crecimiento, nuevos títulos, aumento de plazas, etc. Y, sin embargo, ¿en qué nos afecta todo ello al profesorado?, ¿más trabajo y más estudiantes? ¿nuevas problemáticas y exigencias? Demasiados interrogantes con respuestas no demasiado ilusionantes cuando no van acompañadas de información práctica y medios para afrontar la conversión del sistema de FP.  

 

El motivo de este artículo viene de una anecdótica encuesta lanzada en las redes donde la mayoría del profesorado de FP dice afrontar con agobio y/o desmotivación este inicio de curso. Y no me extraña por lo que intuyo a mi alrededor. Hemos caído en la trampa de no cuidar ni valorar aquellas variables que más influyen en una buena educación: formación adecuada del profesorado, tiempo para un trabajo en equipo, recursos para introducir cambios de un modo paulatino, mucho más debate y  una reflexión individual y conjunta que nos concilie mínimamente.


Ahora, aparte de estresarnos lo justo y necesario para cumplir con la normativa, nos queda vivir el calendario académico pensando en aquello que puede realmente transformar el aula. Idear y proyectar clases donde lo más importante es esa alumna o alumno sentados enfrente nuestro. Son ellos los que, pese a la intensidad que destilan, los únicos que ofrecen motivos para entender la importancia de la educación. Todo lo demás tendrá su importancia, pero lo realmente esencial son ellos; más todavía en una sociedad donde muchos no encuentran su sitio o tienen a la escuela como su único resguardo. Y no. No es buenismo. La edad pesa, los estudiantes incordian, el papeleo te consume y la utopía se distancia como no estés en forma. Y los más jóvenes también se empapan del aliento que perciben.


Corremos el peligro, como siempre, de permanecer pasmados en nuestra parcela o buscar un hueco donde la misantropía nos acomode fuera de aula. O, por el contrario, podemos ver cada jornada como un día que podemos conducir a nuestro antojo junto a unos acompañantes que nos escuchan más de lo que creemos y al lado de unos colegas que sufren las mismas complicaciones y que pueden ser un buen punto de apoyo. Indudablemente, estamos sujetos a imperfecciones y a un sistema al que nos acoplamos con excesiva docilidad y escasas interferencias. Y no hablo solo de quejarse o no quejarse en público o en privado. Seamos valientes en nuestras propuestas y busquemos ese bien común que ayuda a hacer escuela. 


Foto de Umut Ozdemir en Unsplash

LA COMPETENCIA INFORMACIONAL DEL ALUMNADO DE FP

jueves, 19 de septiembre de 2024

 


 

 

Como comentaba en un anterior artículo, sobre la oportunidad que puede suponer el módulo del proyecto intermodular, me parece vital trabajar en el aula las competencias informacionales: con el fin, como señala Azahara Cuesta, de identificar, localizar, evaluar, organizar, comunicar y emplear la información de manera efectiva, tanto para la resolución de problemas como para el aprendizaje a lo largo de la vida; más allá de las habilidades para utilizar las TIC en el proceso de búsqueda y de comunicación de la información; teniendo en cuenta el desarrollo de actitudes éticas en la cadena informacional y la capacidad de examinar y comprender las fuentes documentales. No es poca cosa.

 

Incluso ahora, en un momento en que cualquier tipo de dato oficial y verídico se discute o rechaza, es importante que el alumnado base sus opiniones en información contrastada y proveniente de fuentes de información de calidad y confianza. Los famosos factos, o aquellos datos fundamentados en estudios o en la evidencia científica, deben formar parte de su cultura informacional tanto a la hora de emitir opiniones como para tomar decisiones de índole académica y profesional. Algo que no anda reñido con cuestionar la realidad y buscar certezas.


Ofrecer estos datos, trabajarlos con ellos y debatir al respecto de los mismos sin caer en la tertulia de bar, es de interés para ese alumnado que queremos que adquiera la capacidad crítica que tanto se demanda en multitud de foros pero que parece disolverse a la hora de cultivarla. ¿Qué actividades proponemos para elevar este pensamiento crítico? Evidentemente, no se trata de adoctrinar ni hacer comulgar a los estudiantes en nuestras propias suposiciones o ideologías, sino más bien que se pregunten el por qué de las cosas y que no hablen sin conocimiento de causa. Es habitual escuchar comentarios basados en falacias, datos anecdóticos o simples creencias arrastradas por lo que se difunde en las redes sociales o en las conversaciones domésticas. 

 

Para estos casos, además de seleccionar buenas fuentes de información que ayudan a sostener opiniones o teorías, más allá de nuestros gustos o tendencias, podemos también hacer uso de la inteligencia artificial como medio de contraste. Un estudio reciente parece indicar que la teorías conspirativas de las personas pueden ser contrarrestadas a través de chatbots de IA que refutan los argumentos con evidencias. Tal vez la IA generativa puede resultarnos útil para desmontar fakes, sesgos o la conspiranoia que tan fácilmente se contagia. Un ejemplo personal para un negacionista del cambio climático realizado con Gemini: https://g.co/gemini/share/3eeafc4e643e 

 

En cualquier caso, podemos acudir a las fuentes originales (que también puede suministrar la IA) que conocemos como docentes y debatir con lecturas, vídeos o podcasts con información relevante y de calidad contrastada. Todo sea por seguir formando a esos jóvenes que, como consecuencia de la edad, suelen ser escépticos con los medios oficiales o presa fácil de influencers que solo influyen en búsqueda de la monetización de clics. Los medios de comunicación tradicionales, con los informativos en televisión, la radio o la prensa escrita, no son tampoco compañía habitual de los más jóvenes. Parece que incluso la actualidad ha dejado de tener interés en favor del entretenimiento continuo de las redes sociales u otras ocupaciones menos informativas. En esta arena tenemos la oportunidad de dar la batalla contra el desconocimiento. Las actividades culturales, el acercamiento a cualquier tipo de expresión artística, son también posibilidades que podemos contemplar en las aulas de FP como un medio de acrecentar esas otras competencias que conforman nuestra personalidad.


Más lecturas, buenas fuentes seleccionadas, prensa, artículos; plantear con frecuencia debates y conversaciones con el alumnado, junto una gran dosis de paciencia para dialogar; son necesarios para provocar la reflexión y combatir todos esos prejuicios u opiniones sin fundamento que arrastra no solo la juventud actual.


Foto de Egor Vikhrev en Unsplash

TÉRMINOS DE LA NUEVA FP PARA ALUMNOS (Y EMPRESAS)

viernes, 13 de septiembre de 2024

La implantación de la nueva Formación Profesional en las aulas no supone, de cara al alumnado, demasiados cambios en el día a día de las clases. Sin embargo, una programación donde ahora centramos los famosos resultados de aprendizaje (RA) y sus respectivos criterios de evaluación (CE) en función de aquellas tareas que vayan a desempeñar en la empresa, debiera al menos dirigir nuestra docencia hacia aquellos aspectos que probablemente no trabajaran en estas empresas u organismo equiparados. 

 

La realidad siempre es tozuda, y así como es difícil (casi materialmente imposible) personalizar los itinerarios formativos de cada estudiante; no cabe duda que nuestros esfuerzos debieran dirigirse en trabajar las competencias del alumnado junto a la empresa de modo que pasemos a un modelo de mayor corresponsabilidad en la formación y no ser vistos sólo como una mera bolsa de empleo.

 

Por todo ello, vale la pena hacer un esfuerzo de comunicación tanto con los alumnos como con las empresas en relación a lo que supone la dualización de la FP. Recordar y refrescar términos que ya estaban con la anterior normativa; pero que con la nueva ley, ahora, se nos conmina a transitar hacia un sistema que hace hincapié en una formación más cercana a su entorno laboral, en busca de unas competencias básicas y transversales necesarias en cualquier sector productivo o de servicios, y con un tipo de evaluación donde prime el proceso frente a unas pruebas finales. 

 

Trasladar estos "nuevos" términos al alumnado, y el espíritu de la nueva ley de Formación Profesional, es un ejercicio necesario para entender hacia donde debemos dirigirnos. Sin dejar de demandar la ayuda y la visión de aquellos expertos que conocen la realidad del sistema educativo y las necesidades de las empresas; así como tienen la mirada y el pragmatismo necesario para articular los cambios que necesitamos en la FP en todos y cada uno de los centros educativos, su alumnado, el profesorado y sus equipos directivos. Hacer pedagogía de la normativa es imprescindible. 

 

 



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