PROFESORES VETERANOS

domingo, 30 de octubre de 2022

Cuando comienzas a enterarte de qué va esto de la educación ya han pasado más de dos décadas. Y en este sector, como en otros muchos, el edadismo también hace sus pinitos. Ser algo mayor, y no hablo de no tener derecho al carnet joven, parece que supone un hándicap en unas aulas repletas de jovencitos con los que debemos conectar y conducirnos a ese ritmo veloz que lleva la vida moderna. Más allá de los conocimientos y el bagaje cultural que estos viejos docentes atesoren, la dialéctica de este sinvivir digital tiende a buscar su jubilación virtual anticipada (lástima que no sea una real y voluntaria).

 

Es una pena, ahora que se lleva tanto el reciclaje y la reutilización, que no se aproveche todo ese capital humano que apartamos hasta que llegue el júbilo a sus vidas. Todas las escuelas disponen de esas personas que han sido ejemplo para los que venimos por detrás y que han aportando matices y visiones de lo que implica la labor educativa. Docentes magníficos que, también con sus errores, han hecho mella y luego han sido rápidamente sustituidos. Sí, ley de vida. Sin embargo, no deberíamos perder la ocasión de seguir escuchándolos o aprovechar sus últimos años como profesionales del aula. 

 

No tiene sentido seguir fascinados por gurús educativos aún novatos en el arte de educar o por aquellos que dejaron las aulas para llevar una vida mejor. No tiene sentido si aún tenemos cerca a ese colega que sabe llevar bien una clase, pese a su cansancio físico, o a pesar de su falta de pericia digitial. No es sensato seguir anhelando su jubilación para dar entrada a gente supuestamente mejor preparada o motivada. Más ahora, donde cierta desesperanza cunde también entre el profesorado más joven ante la falta de atención y de compostura creciente en las aulas. No todo es tener tablas, pero la veteranía siempre aporta.  


No sé si las viejas recetas sirven para estos nuevos tiempos donde nos estamos replanteando, afortunadamente, muchas inercias. Pero estoy seguro que muchas antiguas actitudes y esa madurez de un buen profesional, debidamente valorado, son profundamente valiosas para los que comienzan a dar clase. Los años no siempre confieren una experiencia rica para los demás; más aún si tu carrera docente ha estado marcada por un mirar el reloj a todas horas. Pero son muchos los que se han devanado los sesos para ofrecer lo mejor de sí mismos con el fin de llegar a todos sus alumnos. Y ellos deben ser nuestro espejo, pese a sus desaciertos y pese a esa imagen ideal de profesor eternamente joven o instagrameable. 

 

Vivimos en una época donde solo leemos titulares o seguimos solo el trending topic del momento. La calma y le lenta velocidad para hacer las cosas ya no sirve tampoco en educación. Falta profundidad en las conversaciones y en las lecturas. Ahora apostamos todo poner la mejor cara, esconder las miserias y desencuentros, y tratar de brillar para ser el docente o la escuela escogida. Lo viejo vende poco. Tampoco es nada nuevo en las últimas décadas. Algunos incluso confunden lo viejo con lo reaccionario. Estos olvidan que está casi todo inventado: el trabajo por proyectos, la FP dual o incluso el enfoque competencial. Inventado por personas generosas, idealistas y críticas. Personas que todavía tenemos cerca y de las que debiéramos echar mano.

 

Los viejos profesores y profesoras parece que solo estorban y, en lugar de darles su espacio merecido, ahora solo valen para que sigan cotizando unos años más en ese cementerio de elefantes al que se ven abocados. Valoremos sus testimonios, su experiencia vital y profesional, su agotamiento merecido, sus ganas de seguir cumpliendo y su justo ritmo más pausado. Ojalá todos acabemos con esa oportunidad de de marcar tanto a alumnos como a compañeros; de hacernos viejos sabiéndonos estimados y no como un engranaje más del sistema. Que lo sepan.

 

profesores veteranos

¿CÓMO VA EL NIVEL DE EXIGENCIA EDUCATIVA?

miércoles, 26 de octubre de 2022

El pequeño círculo por el que nos movemos marca nuestra visión en muchos aspectos de la vida. También a nivel educativo. Si te pasas por Twitter o te interesas por la actualidad política seguro que acabas lamentando la desidia que supuestamente abunda entre los jóvenes alumnos. Mientras que si frecuentas otros círculos resulta que hay una exagerada obsesión por muchos estudiantes y sus familias para alcanzar unas calificaciones que les permitan seguir formándose durante varios años más. Al final no entiendes de qué va la sociedad que nos hemos montado: ¿cultura del esfuerzo con alumnos blandengues?, ¿competetividad extrema y obsesión por las calificaciones?, ¿somos demasiado exigentes con los chavales o nos pasamos de permisivos?, ¿hay qué frustarles o bastante tienen algunos con su situación personal?

 

Los opinólogos (entre los que me encuentro ahora mismo) dan recetas según la experiencia que les ha tocado vivir, sufrir o disfrutar. En el coso educativo nos líamos a despotricar según la escuela que padecemos: entorno socioecónomico, edad, multiculturalidad, etapa educativa... No son pocos los que andan desilusionados ante unas aulas complejas donde dar clase es cada día una odisea. Mientras que otros gozan de la excelencia educativa en centros bilingües con acceso limitado y una notas de corte altas. Sin embargo, cada uno prescribe su propia fórmula para un deseo común: tener alumnos interesados por aprender. Tendemos a generalizar según nuestra propia experiencia independientemente de que hablemos de una FP Básica o un Bachillerato de excelencia; de si éramos buenos o malos estudiantes; o de qué nos tocó vivir cuando éramos aún inmaduros.

 

Hay entornos donde los críos van encaminados a hacer unas determinadas carreras universitarias (si hace falta se paga) mientras que otros sobreviven en una ESO donde, si tienen fortuna, les encaminará a una FP donde emplearse con unas condiciones decentes. Unos chavales seguirán aprovechándose de esa exigencia a través de múltiples clases extras, idiomas, experiencias educativas...; mientras que otros se mantendrán como parias perezosos que solo saben estar atontados frente a una pantalla. Y la historia se repite. Al igual que pasa con el profesorado: tropezarán con docentes muy exigentes pero que empatizan con su juventud, y otros que se dedicarán a cumplir con el expediente, caiga quien caiga. Y la autoexigencia de cada docente también es muy variable; disfrutarán de aquellos que recuerdan que un día fueron jóvenes e incautos, y renegarán de aquellos que solo ven el fin de los tiempos en la juventud actual. Pero cada uno contaremos una película distinta. 

 

Y con los padres y madres más de lo mismo. Seguiremos viendo familias superexigentes mientras que otras vivirán en la inopia educativa. Aunque ahora digamos que todo el mundo pasa de todo, sigue habiendo colegios con ampas participativas y otras donde la escuela es una simple guardería donde almacenar a la progenie. Padres que funcionan a golpe de talón exigiendo una buena nota para sus descendientes y otros que no tienen ni para pagar una excursión escolar. Y la mayoría protestando de un sistema que no solventa sus necesidades: por arriba o por abajo. 

 

Luego escuchamos a los perezrevertes y pensamos en una escuela que vive su propia caída del imperio romano. Volvemos a generalizar y suponemos que no hay exigencia entre el profesorado y las leyes educativas son la causa de todos los males. Y erre que erre con la exigencia, pese a que la inmensa mayoría de los adultos no aprobaríamos unos exámenes finales de 4º de la ESO. Mientras, algunos viven cómodos en un sistema que culpabiliza de (casi)todo al alumno o responsabiliza de sus exigencias desantentidas a sus superiores o a la administración. Unos exigen a terceros porque no tienen tiempo para exigirse (el dichoso ritmo laboral), mientras que otros estiran el tiempo de sus hijos pensando en el éxito profesional y económico. 

 

Sin embargo, en lo que muchos coinciden es en la falta de exigencia cultural. En ningún bando encuentras iniciativas exigentes con las lecturas de sus vástagos (excepto para censurar) o el amor por las humanidades. Unos se esconden porque las entienden mediocres o con un futuro poco prometedor, mientras que otros no han encontrado la oportunidad para cultivarlas. Y así unos solo exigen mucho inglés y asignaturas "relevantes" para el porvenir. 


En el centro están unos jóvenes que tienen inquietudes y cometen negligencias, como en cada generación. Unos saben y otros desconocen cómo aprovechar los recursos que les ofrecemos según lo que se les ha ido exigiendo o según lo que han digerido. Pero acabarán exigiéndose más o menos según les vaya en la vida, según con quien se junten o según marche el crecimiento económico y la estabilidad política. Y nos seguiremos cargando de razones que justificen nuestras opiniones según el viento que sople o la ideología que abracemos. ¡A ver quién inventa un compensador de exigencias!


exigencia educativa

EXPLICAR PARA ENSEÑAR Y APRENDER MEJOR

martes, 25 de octubre de 2022

Es curioso como muchos alumnos demandan cada vez más explicaciones (vaya, lo que llamamos dar clase) cuando se enfrentan a temas complejos. La mesa del profesor no puede ser nuestra madriguera. El aprendizaje por descubrimiento puede ser útil cuando nos enfrentamos a cuestiones relacionadas con la creatividad o en áreas donde ya tenemos cierto poso de información además de un interés previo. 

 

Erramos, a mi parecer, cuando demandamos tareas en las que lanzamos a la aventura al alumnado suponiendo que serán capaces de resolverlas con una simple búsqueda en internet y debatiendo al respecto con sus compañeros de equipo. Las herramientas que les prestamos deben ir acompañadas de unas buenas instrucciones; orientaciones sobre qué y cómo alcanzar esos resultados esperados; reglas para que aprendan a manejarse con autonomía sin ser dejados como buenos salvajes que no necesitan de nuestra influencia. Y un feedback útil y preciso. 


Y al profesorado nos pasa algo parecido. Pretendemos innovar sin haber leído, estudiado, escuchado o investigado profundamente sobre aquellas prácticas que deseamos poner en práctica. Nos movemos demasiado por oídas y por lo que nuestro supuesto sentido común nos dice. No es raro escuchar ocurrencias del momento cuando se debate en la escuela. Ideas caprichosas que atienden a modas, opiniones sin fundamento o comentarios de pasillo. Y también necesitamos explicaciones, con cierta base intelectual, para encontrar esos resultados que mejoran el aprendizaje y la motivación del alumnado. Muchas probaturas cuando está casi todo inventado pero necesitamos descubrir ciertas prácticas a través de nuestros pares y con ayuda de la investigación docente. No solo de Google debiera vivir el docente. 


Lo fácil es mandar hacer un podcast, pedir una presentación o grabar un TikTok. Más difícil es dar las pautas para que se realicen convenientemente e invertir bien el tiempo en dar las explicaciones para que puedan ser elaboradas con cierta destreza y cumpliendo los objetivos previamente planteados. Por eso, cuando llevamos a cabo un proyecto en el aula (llámese ABP, retos o problemas) nunca están de más unas buenas explicaciones antes y durante su ejecución; ya sean por parte del profesorado o expertos ajenos al aula. Exigir la construcción de artefactos digitales, cuando nosotros no controlamos su diseño y producción, es un tanto incongruente.

 

Por ello, también los profesores agradecemos un buen curso presencial donde se nos ayude a comprender una u otra metodología; donde se nos argumente y den recursos masticados con experiencias reales del aula; donde no todo sean vaguedades y un positivismo que poco nos aporta a nuestro día a día. Para escuchar frases fantásticas tenemos las redes sociales. Personalmente, pese a ciertas incomodidades de la presencialidad frente al aprendizaje a distancia, entiendo mucho más efectiva la formación en un aula donde el ponente explique con soltura y sin dejarnos a solas para investigar y practicar lo que podemos hacer en casa. Un buen acompañamiento tiene un valor inestimable en cualquier acción formativa. 

 

Porque si queremos pensamiento crítico y creatividad, además de aprendizaje continuo, debemos asegurar un sedimento de experiencias culturales y científicas donde un buen profesor o profesora es capaz de explicar su tema a la vez que conecta con los alumnos. Iniciar la enseñanza con ocurrencias o decenas de tareas en un aula virtual es coger el atajo hacia la intrascendencia. Conversar, leer, y, a la postre, sintonizar con los intereses del estudiante, nos supone un viaje más costoso pero más fiable si queremos que aprendan. Y eso también requiere emoción. 


EXPLICAR PARA ENSEÑAR Y APRENDER MEJOR

EL ESTADO DE LA COMPETENCIA DIGITAL DOCENTE

domingo, 23 de octubre de 2022

El pasado jueves, gracias a la iniciativa de Pablo Felip y Balbino Fernández, pudimos disfrutar de una conversación entre docentes sobre las famosas y manidas competencias digitales que acaparan titulares en en el mundo educativo. A este primer episodio del Comando GEG, capitaneado por los arriba mencionados, nos enrolamos docentes de distinta procedencia geográfica y variadas etapas educativas. Sin embargo, las opiniones sobre el estado actual de la competencia docente no fueron tan desiguales. 

 

La pandemia puede habernos dejado algunas mejoras a nivel del manejo de ciertas herramientas (aulas virtuales, trabajo en la nube, edición de vídeos, etc.), así como una mayor sensibilización sobre la necesidad de ser competente digitalmente. ¿Y eso qué significa? Sabemos que esas competencias se adquieren progresivamente, e incluso que lo ideal es diseñar una formación entre iguales donde los centros educativos puedan autogestionar sus recursos y demandar aquellos que realmente necesitan. 

 

La sensación de despilfarro por parte de las administraciones es más que evidente. Se anuncian inversiones millonarias sin contar con los centros y centralizando compras que a menudo resultan inadecuadas para el alumnado y el profesorado que debe hacer uso de ellas. Millones que no se gastan en lo que necesita un alumno de FP que no tiene por qué ser igual a lo que precisa un estudiante de primaria. Por no hablar de si este inmenso gasto debiera ser desviado, si no se puede ejecutar adecuadamente, en otras cuestiones igual o más relevantes para la educación de nuestros alumnos. 

 

Corremos el peligro de que los planes que se avecinan, relacionados con las competencias digitales docentes o el plan digital del centro, se conviertan en vulgares documentos donde acreditamos un nivel para cumplir con la papeleta de turno. Necesitamos ser muy escrupulosos a la hora de seleccionar y adecuar nuestras necesidades a aquello que realmente se necesita; no podemos perder más tiempo en cuestiones extrañas al aprendizaje del alumno. Sabemos que el uso de determinadas herramientas nos confiere unas capacidades digitales pero no simpre ayuda a mejorar nuestra enseñanza. Ya es hora de evaluar las distintas iniciativas que se llevan a cabo, escuchar al profesorado y aprender a hacer un uso adecuado de esas nuevas tecnologías, TIC o como lo queremos llamar, para no caer en la docencia de siempre pero con una pantalla de por medio. 

 

No hace falta ser un experto en educación para entender que unos apuntes en PDF aportan poco más de lo que ofrece una página de un libro de texto. Aprender a diseñar esas situaciones de aprendizaje, que el nuevo currículo incluye, será más factible si los docentes atesoramos un nivel de competencia digital elevado. Muchas competencias profesionales, la significatividad de los contenidos y los saberes básicos, son alcanzables si somos capaces de entender ese mundo digital donde los estudiantes y el mundo profesional (en el caso de la FP) se mueven habitualmente. Sin desdeñar en ningún momento el necesario poso cultural y científico que los alumnos deben ir adquiriendo para lograr ese pensamiento crítico tan alabado y manipulado al mismo tiempo. 

 

En cada etapa educativa se requieren unas competencias digitales distintas. En la Formación Profesional, con unos currículos caducos, no disponemos de acceso a software específico de cada sector, o manuales para programas informáticos que habitualmente utilizan las empresas relacionadas con las familias profesionales. Nos harían falta expertos, en contacto con el mundo empresarial, en este tipo de aplicaciones informáticas; y no un mero enfoque basado en herramientas de gestión y productividad personal (Google Workspace, Microsoft Teams..) cuyo uso es más sencillo y requiere menor formación. 

 

En otras etapas educativas no existe, a mi entender, una medición de los resultados que ofrece la introducción de dispositivos informáticos. En los últimos años hemos sufrido una fiebre por introducir aparatos sin ton ni son para acabar haciendo lo mismo de siempre, dejando de lado otros aprendizajes más valiosos a determinada edad. No es raro encontrar hoy en día centros educativos bien dotados tecnológicamente pero con una biblioteca arcaica sin novedades ni un plan de fomento a la lectura con recursos materiales y humanos suficientes. Centros con millones de euros gastados en tabletas digitales o PDI aparcadas que, sin la ocurrencia habitual, podrían haber sido destinados a otros menesteres más valiosos. La competencia en lo gastado, que no invertido, también debería medirse. Tan solo hace falta pasarse por los comentarios a este tuit: 

 


Tenemos una oportunidad, si se gasta adecuada y equitativamente, de planificar una formación del profesorado a medida de las necesidades del alumno y de cada docente (y no solo para acumular horas de formación); adquirir los equipos informáticos que precisan los estudiantes según la etapa educativa en la que se encuentran y con la vista puesta en el largo plazo y no en saturar a nuestros chavales con pantallas que reinciden en un modelo educativo desfasado o en un simple entretenimiento prorrogado. Porque aprender a usar los dispositivos digitales de un modo sensato, sin la multitarea habitual, sin caer en las redes que fomentan la dependencia y la falta de autoestima, es también una competencia digital clave.

 

Foto de Giu Vicente en Unsplash

NO HAY MATERIALES PARA FP

miércoles, 19 de octubre de 2022

Resulta paradójico que, pese a los cientos de millones de euros (2291,1 millones para 2022) invertidos en la FP este año, sigamos sufriendo todavía la escasez o inexistencia de recursos didácticos y materiales técnicos adecuados a las distintas titulaciones de cada familia profesional. La mayoría de los títulos, FP Básica, Técnico o Técnico Superior, se aprobaron hace más de diez años; por no hablar de algunos títulos (¡LOGSE!) que aún se ofertan. No tiene sentido que las administraciones educativas no hayan sido capaces de coordinar propuestas, a nivel ministerial y autonómico, para ofrecer unos materiales comunes y mínimos para cada uno de los títulos de Formación Profesional.

 

Cada curso hay cientos (por no decir miles) de docentes de FP que se las ven y se las desean para conseguir recursos con los que impartir sus clases. Los ciclos formativos más ofertados no suelen tener problemas a la hora de conseguir libros de texto; de hecho, hay una mayor presencia editorial en ciertas titulaciones y módulos que han crecido significativamente en su número de estudiantes. Sin embargo, el profesorado de ciertas familias profesionales y módulos necesita elaborar sus propios temarios ante la falta de un espacio o un repositorio oficial, público o privado, donde se puedan compartir esos recursos para el aula. En muchas ocasiones, son los propios docentes los que no desean publicar sus materiales por problemas de derechos de propiedad, modestia o una simple falta de altruismo. Cualquiera de los motivos es irreprochable. 

 

Y me pregunto: ¿sería tan difícil coordinar una iniciativa con profesorado y profesionales de cada sector donde se elaboren y actualicen periódicamente unos materiales de calidad y de dominio público para los distintos módulos? Contando, por supuesto, con la remuneración a unos autores debidamente seleccionados. Actualmente, solo podemos encontrar una iniciativa parecida con los Recusos Educativos Abiertos donde el INTEF, a través del CEDEC, ha publicado algunos materiales para los módulos de Formación y Orientación Laboral (FOL) y Empresa e Iniciativa Emprendedora (EIE). Una iniciativa valiosa pero claramente insuficiente para la enorme oferta modular que tiene nuestra FP. 

 

Ahora que disponemos de fondos para invertir en la Formación Profesional tenemos la oportunidad de crear unos materiales que además contemplen la digitalización de cada sector profesional teniendo como primer objetivo la calidad de los mismos, su actualización y su conexión con el mundo laboral. Dejemos de gastar tiempo navegando en Internet, copiando y pegando textos, o diseñando unos apuntes más que mejorables en una plantilla de powerpoint. Estamos hablando de ahorrar miles de horas del trabajo de docentes de FP, así como evitar apuntes caducos alejados de las competencias y saberes que demandan las empresas. 

 

El tiempo mejor invertido para ofrecer una buena docencia viene con una constante formación, compartiendo experiencias educativas de éxito y con el diseño de actividades o prácticas adecuadas a nuestros alumnos y entorno productivo. Ahora hace falta que las administraciones educativas, con sus consejeros y ministra a la cabeza, destinen presupuesto para estos menesteres antes que a otras partidas que pueden esperar. El aula del futuro en FP también requiere de materiales didácticos de alta calidad. 


NO HAY MATERIALES PARA FP

COMPETENCIAS SENSIBLES

miércoles, 12 de octubre de 2022

La relevancia que tienen las competencias técnicas y blandas en la formació profesional de los estudiantes está fuera de toda duda. Luego hay otras competencias, por llamarlas de alguna forma, que son igualmente perceptibles y que se manifiestan allí donde ejercemos nuestra labor profesional.  Unas destrezas que a menudo damos por sentadas y que son igualmente relevantes. Las he titulado competencias sensibles tanto su importancia como por el especial cuidado que debiéramos tener con ellas. 

 

En cualquier ámbito profesional tenemos siempre recorrido para la mejora; podemos seguir aprendiendo y necesitamos cambiar actitudes y aptitudes a lo largo de nuestra carrera, al igual que otros profesionales deben actualizar habilidades o redirigir su talento a otras áreas. Esa experiencia y aprendizaje permanente es trasladable a unos alumnos que, probablemente, cometerán nuestros mismos errores o no habrán sido formados en esas competencias sensibles antes mencionadas. Algunos preferirán atribuir su adquisición a la educación familiar, otros que son un tema de sentido común e incluso varios argumentarán que escasean como consecuencia de diferencias generacionales o culturales. En el fondo, no creemos necesario explicitar una serie de comportamientos o talantes que nos capacitan y ayudan a mejorar nuestras relaciones laborales. Tal vez, ese módulo en vías de extinción denominado "Relaciones en el entorno laboral", conocido como RET, ya nos ayudaba en la adquisición de las siguientes competencias sensibles que me aventuro a enumerar y que pueden ser expuestas desde cualquier módulo de FP:

 

  • Honestidad. Cumple escrupulosamente con las funciones que debes desempeñar, tanto por el sueldo que recibes a cambio como por responsabilidad personal. La vida no es solo trabajo, pero es una satisfacción personal hacer lo que está en tus manos para que tu empresa crezca.
  • Contribución. Saca provecho a tu tiempo de trabajo: el escaqueo o la inasistencia injustificada la pagan los compañeros que deben realizar un esfuerzo adicional o esos clientes que reciben un peor servicio. Aporta.
  • Transmisión. Sé de los que transmiten optimismo y buen rollo. Arrímate a los que proponen y quieren mejorar. Sé crítico pero no te instales ni te contagies de una queja continua que amarga el ambiente y el tiempo en el trabajo.
  • Constancia. Perservera en tus ocupaciones. No siempre obtendrás el resultado deseado, pero acabarás siendo valorado por tu buen hacer y profesionalidad; aunque no lo creas, ese trabajo constante se acaba notando.
  • Flexibilidad. Destaca por tu polivalencia y ofrecimiento. Mantén la mente abierta a los cambios desde la dedicación y no desde las ocurrencias. Da tu punto de vista y defiende tu postura objetivamente, sin acritud ni cerrazón.
  • Tolerancia. No te tomes cualquier contratiempo o decisión laboral como algo personal. Discúlpate si es necesario, rectifica si has metido la pata. Eso te honrará. Pregunta a menudo por la opinión de los demás antes de actuar o llevar a cabo alguna tarea que afecte a terceros. Cuenta con los demás.
  • Humildad. No lo sabemos todo, ni casi todo. Si empiezas en un empleo muéstrate receptivo, aprende de los que más saben y quieran enseñarte. No eres menos por demostrar desconocimiento ni es necesario alardear de títulos o experiencias. Y recuerda que opinar no significa siempre saber.
  • Semblante. Muestra tu mejor cara y haz un esfuerzo por sonreir, pese a que todos no podamos ser la alegría de la huerta. Aunque la procesión se lleva por dentro, la profesionalidad se demuestra aparcando los días malos y endulzando un carácter serio.
  • Compañerismo. Muestra predisposición para ayudar a tus compañeros; tanto con aquellos que se incorporan por primera vez y necesitan ser acogidos, como con los que en algún momento necesitarán que les eches una mano.
  • Congruencia. Si exiges, sé autoexigente. Si criticas, sé autocrítico. Si demandas, ofrécete. Predica con el ejemplo de la profesionalidad que te gusta contemplar como usuario o colega.
  • Agradecimiento. Muéstrate agradecido, no es algo que te rebaje, con aquellos que te ayudan o te han dado una oportunidad profesional. Mantén siempre una puerta abierta aunque cambies de empleo y despídete del mejor modo posible de tus compañeros y superiores.

 

Puede esto parecer un mundo del trabajo ideal o puedo pecar de buenismo. Sin duda, es un listado donde todos nos podemos ver reflejados, pero que busca la reflexión y la apreciación de unas competencias sensibles que, a mi entender, son valoradas y no siempre abundantes, en el entorno laboral. Apreciar estas competencias también es parte de una buena formación profesional. 

 

COMPETENCIAS SENSIBLES FP

Foto de George Pagan III en Unsplash

CICATRICES DIGITALES O CÓMO CUIDAR LA MARCA PERSONAL

sábado, 8 de octubre de 2022

Los expertos en marca personal abundan porque son millones las personas que no atienden a este aspecto por dejadez o, simplemente, por no saber cómo construirla. El personal branding (así queda más cool) no es más que un intento de reflejar una versión cuidada de nuestro perfil profesional, principalmente a través de plataformas digitales, donde potenciales empleadores o clientes van a conocer, supuestamente, nuestro mejor perfil. Podemos maquillar nuestro trabajo, ser excelentes virtualmente o incluso autodenominarnos expertos en mil y una facetas. Y seguro que si lo hacemos bien comprarán nuestro trabajo pese a que haya otras personas mejor preparadas pero que gestionan digitalmente peor sus virtudes profesionales. 

 

Desde el aula, con jóvenes que en un futuro próximo se van a emplear, no tenemos más remedio que trabajar esta marca tanto desde la gestión de las herramientas o portales digitales que nos ayudan a construirla, como desde la honestidad profesional donde la mera fachada se suele acabar descubriendo antes o después. No hay más que darse una vuelta por LinkedIn para sonrojarte ante tanta grandilocuencia, relatos personales con moraleja para que sean viralizados o los títulos y puestos de trabajo inventados que tan bien suenan en otras lenguas. Ahora mismo, de mis lozanos tiempos como kitchen porter en Escocia (el friegaplatos de toda la vida), podría contar una idílica película donde aprendí a trabajar bajo presión en el sector de los hoteles de lujo ascendiendo a barman en tan solo doce semanas. Y eso haría marca personal, aunque suene ridículo. 


Parece que tengamos todos la obligación de divulgar una imagen donde en algún momento hemos sido jefes, coachs, consultores, expertos, directivos o eso que ahora llaman CEO (bien feo, por cierto). Por no hablar de la casi obligación, como si del antiguo servicio militar se tratará, de haber emprendido con éxito en algún momento. Y nuestros jóvenes estudiantes, por inexperiencia, al igual que nosotros en su tiempo, caerán rendidos ante tanto fuego de artificio de unas plataformas, donde ellos, como no puede ser de otra manera, tienen todavía poco que reflejar con sus currículos. 

 

Enseñarles a difundir sus experiencias académicas e intereses profesionales, a la vez que cuidan su privacidad y son íntegros con los sustantivos y calificativos que utilizan (sin mentir ni edulcorar), puede ser decisivo en su futuro laboral. Nuestra influencia como docentes, a veces desafortunadamente, también es un ejemplo para ellos de cómo manejarnos por las redes sociales, nuestras publicaciones personales, imágenes, comentarios públicos, etc. No creo que sea un problema de autocensura, porque la estulticia y la cólera no tienen freno actualmente, ni que debamos aleccionar a los estudiantes. Sin embargo, pienso que debemos hacer pensar a los alumnos sobre qué queremos que los demás sepan de nuestras vidas; si es necesario abrirnos en canal y difundir nuestra intimidad (personal, familiar o con los amigos); o si nuestra privacidad (datos de carácter personal) está debidamente protegida. 

 

Todas estas cuestiones tienen una dificultad creciente en un mundo donde la vida digital no tiene límites y las nuevas redes sociales o sistemas de comunicación nos desbordan. No podemos ser expertos y conocedores de las últimas herramientas ni de las costumbres digitales de la juventud. Pero sí debemos ser capaces de hacerles reflexionar (parece que cada vez son más conscientes) de lo innecesario que resulta filmar y propagar nuestras vidas para el deleite de multinacionales o la burla de extraños. Cada dato o publicación personal puede marcar, sin duda, nuestra identidad digital. Aprender a manejarnos con naturalidad y conocimiento por las redes, desde el respeto, sin pedantería ni exhibicionismo, ofreciendo nuestra mejor versión profesional, es una tarea delicada y compleja. Es difícil ser constante y cuidar nuestra marca personal; pero es fácil dejar cicatrices digitales que marquen nuestra vida profesional.

 

marca personal


POR UNA FP A CONTRACORRIENTE

jueves, 6 de octubre de 2022

El dulce momento que pasa la Formación Profesional es fruto del trabajo de los miles de docentes de FP que han pasado con esfuerzo e ilusión por esta etapa cuando aún eramos esa hermana pobre del sistema educativo donde, hoy también, pese a tantas loas, iban abocados los estudiantes que fracasaban escolarmente o disponían de menos recursos familiares. 

 

Actualmente, gracias a un sistema educativo que aprecia el carácter práctico de los contenidos y esa relación con el mundo del trabajo, la FP se ha tornado en el paradigma de una educación para ser competente en un complejo y competitivo entorno económico. Seguimos siendo capaces de preparar, en un tiempo récord, a miles de estudiantes para que en menos de 18 meses puedan afrontar un empleo con ciertas garantías a través de la adquisición de unas competencias profesionales técnicas y personales. Un éxito de la FP que ha supuesto una oferta y demanda creciente, gracias, sin duda, a la excelente formación y al valor añadido que ofrecemos a un mercado laboral español necesitado de perfiles técnicos. 

 

Estamos ante un sistema educativo que tiene como uno de sus principios (ver preámbulo de la LOMLOE) el compromiso con los objetivos de la Unión Europea: La pretensión de convertirse en la próxima década en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica, capaz de lograr un crecimiento económico sostenido, acompañado de una mejora cuantitativa y cualitativa del empleo y de una mayor cohesión social, se ha plasmado en la formulación de unos objetivos educativos comunes. Unos principios que casan con esa destacada importancia de la digitalización, en todas las etapas educativas, frente a otros conocimientos considerados como humanísticos: la palabra "digital" y sus derivadas aparece en 41 ocasiones, mientras que el término "humanidades" tan solo en 4. Competitividad ante todo.  


Esa demandada competitividad del alumnado no debiera, a mi parecer, ser parte de los objetivos educativos que se presumen en la educación obligatoria de nuestros niños y adolescentes. Incluso, si me apuran, no tiene mucho sentido en un bachillerato que prepara hoy en día únicamente con la vista puesta en el acceso a la universidad. ¿Dónde queda el gusto por el conocimiento?, ¿el descubrimiento de los saberes e intereses personales de cada alumno?, ¿la opción por las ciencias o las humanidades más allá de los criterios economicistas? La vorágine curricular actual solo perpetúa un modelo que basa la valía personal en las calificaciones para el acceso a determinados estudios y en la fortuna (en todos los sentidos) para adquirir un título demandado por el mercado. 

 

En la FP ya nos sabemos la lección. Siempre hemos tenido clara nuestra vocación para la inserción profesional y la orientación personal de nuestros estudiantes. Seguimos siendo el pasaporte de los desterrados de unos estudios poco interesantes donde se premia el aguantoformo en unas aulas difíciles de gestionar donde todos miramos de reojo el reloj que marca el final de la jornada. La FP engancha a muchos porque pueden demostrar su valía en otras áreas, viéndose capaces de idear y practicar los conocimientos que van adquiriendo. Pero, tal vez, eso no sea suficiente. Quizás todo no sea digitalizar procedimientos, producir vídeos o prepararnos para ese metaverso donde la realidad virtual o aumentada no hace más que ampliar una realidad áspera sin tener en cuenta esos saberes humanísticos que acrecentan el espíritu y el respeto mutuo. Todo cabe. La utopía también. 


Siguiendo la metáfora que nos ofreció Nuccio Ordine (imprescindible la lectura de sus libros) en una conferencia reciente: debemos ser como el salmón que va contracorriente remontando un río lleno de obstáculos ocultos por un utilitarismo que nos roba el tiempo para ser más rentables. Podemos aprovechar nuestra FP, así como nuestra educación primaria, nuestra ESO y bachillerato, para nadar en contra de una educación simplemente pragmática; podemos abrazar con fuerza el arte, la literatura, el cine o la música para avanzar por ese denso y superficial caudal que nos entorpece. Despertar ese deseo por crecer personalmente, a través de las humanidades, resultará seguro una tarea fructífera en una sociedad superficial donde el éxito está mal medido. Leamos más. Nademos en contra. 

 

FP A CONTRACORRIENTE

Foto de Drew Farwell en Unsplash

¿MERECEMOS EL DÍA DEL DOCENTE?

miércoles, 5 de octubre de 2022
Si eres docente, lo del "Día mundial de las y los docentes"  parece una manera más de autofelicitarse, obtener consuelo o recibir el reconocimiento público que no suele producirse a lo largo de la carrera profesional (más allá de algunos premios simbólicos o esa fiesta de jubilación merecida). Solo los años te garantizan un incremento de salario; y la implicación profesional ni se mide ni tiene modo de ser recompensada, por lo que la exigencia personal queda en las manos de cada docente.
 

Desde mi percepción, tal vez haría falta un estudio sociológico al respecto, el profesional de la docencia ha evolucionado a la par que lo hacía mercado laboral. Afortunadamente, las condiciones laborales han mejorado en los últimos treinta años, gracias a unas plantillas que exigieron una mejora de sus derechos a través de huelgas (con su pérdida de salario correspondiente) y manifestaciones consensuadas por una mayoría del profesorado. El salario y las horas lectivas de entonces distaban mucho de las condiciones actuales. Generaciones anteriores a las que debemos mucho de lo que ahora disfrutamos. Muchas gracias.


Las anteriores crisis económicas (años 90 del siglo pasado) provocaron unas tasas muy altas de desempleo, con la consiguiente inseguridad económica y estrecheces de muchas familias. Obtener un trabajo fijo era casi un privilegio para un joven profesional así como los despidos eran cosa habitual por entonces. Cualquier trabajo era bien recibido ante un futuro poco halagüeño. Fue a partir del 2000 cuando el crecimiento económico se disparó en España, pese a la abundancia de los mileuristas de entonces que ya protestaban por unos sueldos escasos para vivir decentemente. La juventud se había acostumbrado a apreciar un buen empleo y los novatos docentes de entonces no teníamos complejos para cambiar de residencia fuera del domicilio habitual o firmar un contrato de pocas horas para alimentar el currículum. 

 

La crisis del 2008 también ayudo a valorar la estabilidad laboral y a temer por la amortización de ciertos  puestos de trabajo. Los interinos o docentes de centros educativos privados no tenían el futuro asegurado. Los centros educativos competían por atraer alumnos y el marketing educativo acampó sin remedio. La avalancha de titulitis para mantener el puesto y seguir las directrices de las autoridades educativas nos hacía perder, de nuevo, el foco en lo que realmente siempre ha importado: la atención a los alumnos. Pero superamos también esta nueva crisis y, como si nada, al igual que ahora tras una pandemia y en medio de una escalada bélica mundial, nos acostumbramos a la abundancia de empleo (mejor o peor remunerado) y nos pusimos a exigir prerrogativas para contrarrestar ese sueldo de maestro algo escaso en nuestra sociedad de consumo y que, comparándolo con los países europeos de nuestro entorno, es ciertamente menor a medida que aumenta la antigüedad laboral. Pero ahí seguimos adormecidos: con desproporcionadas desigualdades según el cuerpos docente, según la titularidad de los centros y según las regulaciones de cada comunidades autónomas. El guirigay habitual. 


Ahora, tras una pandemia que no nos ha hecho mejores, un horizonte político convulso y polarizado, y un desacuerdo educativo eterno entre las fuerzas políticas, al que se suma un profesorado aturdido con distintos frentes que no sabe si apostar por el conservadurismo educativo, la llamada nueva pedagogía o el sálvese quien pueda tan habitual en nuestro sector. Además, parecemos rozar esa especie de "gran renuncia" donde poco importa el proyecto educativo si es a costa de alguna que otra incomodidad relacionada con la falta de flexibilidad laboral o ciertas condiciones del trabajo. Hay, de momento, una escasez de docentes en ciertas materias que parece provocar esa mayor movilidad laboral que antiguamente no ocurría. 

 

El futuro está en el aire, lo que no parece que influya mucho en el optimismo (o indolencia) reinante al que se suma la escasa iniciativa por defender los derechos conseguidos, mejorar las condiciones, luchar contra las injusticias existentes y hacer honor y merecer de algún modo este día de los docentes. Ya va siendo hora. 


DIA DEL DOCENTE

Foto de Brad West en Unsplash

PELÍCULAS CON VALORES PARA ALUMNOS DE FP

domingo, 2 de octubre de 2022
En los años 80-90 del siglo pasado, incluso a principios de este siglo XXI, el cine era aún un pasatiempo un tanto extraordinario; tanto por una oferta mucho más reducida que la actual como por un acceso relativamente caro. Con la llegada de las plataformas digitales de cine se universalizó, afortunadamente, podemos acceder a un catálogo inmenso de películas y series por el mismo precio de una entrada de cine o o un menú de comida rápida. Tanta oferta ha llevado, quizás, a un consumo masivo de producción audiovisual donde no se valora en su justa medida la disponiblidad fácil y económica del llamado séptimo arte. A nivel escolar ha pasado un poco lo mismo. Hemos pasado de coleccionar cintas en VHS, guardadas como oro en paño para ser proyectadas en la otrora monumental televisión de tubo de rayos catódicos, a disponer hoy de proyectores o pantallas digitales desde las que podemos exhibir en streaming miles de producciones cinematográficas. Otra tema es la legalidad del asunto: "Derecho de autor en las aulas". 


Personalmente, con el paso del tiempo, ante la abundancia de oferta y la saturación de medios audiovisuales a disposición de los alumnos, dejé de utilizar el cine como un recurso educativo. Prefería dedicar el tiempo a otras actividades menos al alcance de nuestro público y algo más novedosas. Poner una película o un documental parecía la excusa perfecta para dormitar y dejar de recibir clase. Y si los alumnos podían verlas en casa: ¿para qué perder el escaso tiempo que disponemos en el aula, más aún en ciertos módulos de Formación Profesional de carácter técnico?

 

Pero los tiempo cambian. Y como la moda (y los pantalones campana), todo vuelve. La producción y consumo de series sigue en aumento. Las versiones originales subtituladas están disponibles aunque, sin embargo, solo una minoría de estudiantes utiliza esta opción. Las películas más vistas siguen siendo los típicos blockbusters de acción con el actor o actriz famosos del momento. Nada nuevo bajo el sol. Las películas europeas o ciertas producciones de cine independiente son para cinéfilos y su público también es minoritario. 

¿Nno estamos ante un buen momento de mostrar ciertas obras en las aulas que seguramente no visionarán al estar ocultas entre esa enorme oferta de metraje?, ¿no tenemos mayores oportunidades para proyectar largometrajes en versión original subtitulada y conocer otro tipo de cine con los contenidos o valores que deseamos tratar? Las plataformas tipo Netflix, HBO, Prime Video, Disney+ o, mi preferida, Filmin (muy extensa su colección sobre cine educativo), son buenas filmotecas para acceder a cine con valor educativo o formativo. Un cine diferente, que también entretiene y emociona, pero que los algoritmos difícilmente les recomendarán.


A continuación dejo algunos títulos relativamente actuales, con el enlace a su plataforma de emisión, que pueden ser de interés para la labor tutorial o la profundización de ciertos valores y contenidos:

 

 

Espero vuestras recomendaciones en los comentarios de este artículo para ampliar esta reducida lista con nuevos títulos de películas, documentales o series que puedan ser de interés para ver y comentar en clase. Nos vemos. 

 

PELÍCULAS PARA VER EN EL AULA
Con la tecnología de Blogger.

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