VAREMOS LOS CENTROS DE FP

jueves, 28 de noviembre de 2019
Cada cierto tiempo toda embarcación necesita ser varada, incluso algunos barcos cada invierno se varan para evitar el deterioro que produce el agua salada, el sol o los roces con embarcaciones vecinas. Una varada que suele ser voluntaria para realizar esas tareas de mantenimiento o prevención de daños de cualquier nave; aunque también se producen varadas involuntarias como consecuencia de errores de cálculo en la navegación, mareas muy bajas o averías técnicas que provocan que el casco toque fondo y la embarcación sufra daños.

Algo parecido podría ocurrir con la Formación Profesional. ¿Por qué no paramos cada cierto tiempo para evaluar la enseñanza, analizar la docencia, prevenir los errores que pudiéramos estar cometiendo y tomar medidas destinadas a mantener actualizados nuestros centros y profesorado? La constante urgencia con la que vivimos, curso tras curso, nos impide tomar muchas de esas medidas que, probablemente, repararían muchas de esas cadencias y carencias que arrastramos cada curso.

fp varada

Vivimos demasiado sujetos a acciones puntuales que no llegan a transformar esa FP prestigiosa que luego se quiere vender en los medios de comunicación de cara a los alumnos, sus familias y las empresas empleadoras. Los parches son buenos cuando no hay otro remedio y navegamos en alta mar, donde suceden contrariedades y debemos solventarlas con ayuda de la experiencia y los medios de los que disponemos en cada momento. Incluso con esos apaños seguimos timoneando con incierto rumbo franco, capeando temporales y arribando a buen puerto.

El temporal se agrava cuando debemos formar a los alumnos y además, con el mismo barco, mantenido a duras penas, y una tripulación similar, experimentada pero agotada, es necesario atender nuevas obligaciones distintas de la navegación. Se nos exige dar respuesta a la inclusión, la digitalización, la FP dual, el bilingüismo, retos, metodologías, innovación, el emprendimiento, los erasmus, etc. Todo ello sin perder de vista la actualización técnica de unos módulos que, en muchos casos, acaban abandonados a la suerte de un libro de texto o a unas fotocopias enmohecidas. ¿Y por qué no paramos? ¿Por qué no se dan los cauces, herramientas y medios para parar, varar el barco; mantener, revisar y reparar todo aquello que sea necesario?

Esta varada resultará baldía si no es reposada pero intensa, contando con todo el profesorado,  liderada por la dirección, auspiciada por la Administración, y teniendo como meta una transformación que no suponga un coste en la docencia sino un motivo para aprender y una razón para seguir trabajando con (aún) más ánimo. Parar dos o tres semanas completas, cada cierto tiempo o cada equis cursos, debiera ser una rutina obligatoria para realizar todas estas tareas de formación continua, digitalización, planeamiento de proyectos, trabajo en equipo, o puesta a punto de aquellas innumerables tareas que dejamos pendientes por falta de tiempo y perspectiva. Creo que es bastante evidente que no habrá mejora alguna si no hay formación del profesorado, además de los recursos materiales, ratios y un límite de horas lectivas proporcionado e igual en todos los centros educativos y comunidades autónomas.

Mientras tanto seguiremos surcando por el sistema educativo tratando de no irnos a pique, ni de que llegue ese momento donde se diga de la FP: "a ese no le salva ni la caridad"1.  Nos vemos en la mar.


 1. Aquí, la caridad a la que nos referimos no es precisamente la virtud que consiste en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. Se alude a la quinta ancla, llamada caridad, que antiguamente llevaban los navíos de gran porte estibada en la bodega, aunque en disposición de usarla si llegaba un caso apurado. Estos buques llevaban a proa, trincadas por la parte de fuera del costado, cuatro anclas; y si llegado un caso extremo no resultaban suficientes para sujetar la nave y librarla del peligro de irse al garete o encallar, era preciso recurrir a la caridad, que era la mayor de todas y de más peso. Fuente.

Photo by Petrit Pema from FreeImages

VOCACIÓN PROFESIONAL INMADURA

jueves, 21 de noviembre de 2019
Es difícil tener una vocación clara cuando eres joven. Aún más complicado saber qué estudiar o qué tipo de profesión te gustaría desempeñar cuando estás rondando la mayoría de edad. No son muchos los que toman una decisión con la seguridad de saber hacia donde encaminaran su vida laboral o tienen la certeza de que encontrarán una ocupación acorde a sus intereses personales.

Las pruebas de acceso, las calificaciones del expediente académico o la situación familiar y económica pueden pesar mucho en este tipo de decisiones. Lo que no debiera de faltar, independientemente de todos estos factores, es una buena orientación académica y profesional que permita a los alumnos analizar todas las posibles opciones o dar marcha atrás en un momento dado en busca de esa profesión que colme sus expectativas.

Desde páginas como la del Colectivo Orienta u desde otras muchas webs oficiales de las administraciones educativas, se nos ofrecen multitud de recursos para ayudar en ese proceso de orientación del alumno. En cualquier caso, siempre será necesaria una intervención personalizada, tanto durante la educación secundaria obligatoria como en etapas posteriores. Una intervención que suele brillar por su ausencia, sobre todo en etapas postobligatorias donde el alumno cursa unos estudios dirigidos a otra etapa educativa o una profesión más o menos determinada.

En Formación Profesional tampoco se trabaja en exceso esa autoevaluación por parte del alumno donde se pueda reflexionar acerca de las capacidades, intereses y posibilidades de empleo ante la finalización de los estudios. Tan solo desde el módulo de Formación y Orientación Laboral se puede, a duras penas, asesorar al alumno con la escasa carga lectiva que dispone esta materia; desde la que además deben trabajar la prevención de riesgos, derechos laborales, inserción para el empleo, etc.


Creo por ello conveniente que, además de dotar de mayor importancia a este módulo de FOL, se debería trabajar coordinadamente con los respectivos tutores/as del ciclo formativo para dar esa necesaria orientación profesional. Asimismo, durante la ESO y el Bachillerato, pocos son los esfuerzos destinados a trabajar la orientación vocacional. Sabemos que los años conceden al alumno esa madurez necesaria para tomar decisiones; no por ello debemos dejar pasar la oportunidad de ofrecerles un asesoramiento y acompañamiento sosegado.

Luego ya vendrán los estudios de esas profesiones más demandadas o aquellas competencias profesionales y personales que buscan las empresas. Antes que nada debemos informar, ofrecer experiencias y alternativas para que la inercia no desenfoque el futuro de ningún joven. Y, por supuesto, no dejarse llevar por modas ni odiosas comparaciones entre unas y otras titulaciones; enterrar estigmas con las Letras y Humanidades, la Formación Profesional o muchas otras ocupaciones consideradas de segunda.

Toda esta reflexión viene dada tras la visualización, y posterior debate con los alumnos, de la película "El indomable Will Hunting".  Película de los noventa que muestra una realidad no demasiado diferente de la que podemos encontrar hoy en día en muchas aulas. ¡Qué difícil conocerse a uno mismo y saber hacia donde enfocar la vida profesional!

photo credit: pni Sunken Shadow via photopin (license)

LA MAYOR Y MEJOR INNOVACIÓN EDUCATIVA

martes, 12 de noviembre de 2019
Si navegas y buscas por Internet qué tendencias sigue la innovación educativa actual, seguro que acabas tropezando con términos relacionados con la flexiblidad, la adaptación a los vertiginosos cambios, el aprender a aprender, la inteligencia emocional y las soft skills, el emprendimiento o ese estar preparado para unos empleos que aún no existen.

Por no hablar de la digitalización, la robótica, la inteligencia artificial y toda esa revolución tecnológica que nos acecha desde hace años y parece que vaya a devorarnos de un momento a otro. Aunque lo dudo. En el sector educativo hemos demostrado, para bien y para mal, ser duros de pelar. Los que nos dedicamos a la Formación Profesional sabemos algo al respecto, pero también somos conscientes que no podemos ser todo lo veloces que deseamos por factores ajenos a nuestra voluntad: formación a medida y en un entorno real, horas disponibles, disparidad de niveles y necesidades entre el profesorado o una planificación estratégica que alcance a todo el claustro.

En cualquier caso, seguimos sin dar la debida importancia, excepto en puntuales casos, a la lectura y a las competencias comunicativas (escuchar, hablar y conversar, leer y escribir) que esta ayuda a desarrollar, así como a las habilidades relacionadas con el pensamiento crítico y la autonomía que dicha competencia lectora facilita al alumno. Porque, ¿cuántos alumnos dominan la lengua oral y escrita a la finalización de la Educación Secundaria Obligatoria?


Algo debemos estar haciendo mal cuando lo más vendible, cara a las familias, son las competencias digitales y el uso intensivo de dispositivos como una herramienta diferencial de los centros en su oferta formativa; mucho más vendible que la competencia más básica y fundamental de todas: la competencia lectora. Por no hablar de la falta que hace que los chavales se enamoren de la lectura; que la tengan siempre a mano como un recurso frente al tedio, la monotonía diaria, la incultura o el sinfín de vanas ocupaciones que atiborran nuestras hiperconectadas vidas. Que lean no solo para saber más sino para entender su mundo, para evadirse, soñar o afrontar los problemas, para relacionarse de un modo distinto con conocidos y extraños. Para lo que sea.

La mayor innovación educativa tal vez sea hoy día en conseguir que se respiren libros, lecturas, obras, personajes, recitales... donde el negro sobre blanco, la literatura, sea el cimiento de esa escuela innovadora y transformadora que precisamos. Tal vez debamos comenzar esta innovación desde el profesorado, de abajo hacia arriba y horizontalmente, demandando planes, presupuestos y tiempo para llevar a cabo acciones en esta dirección. Y mucha, mucha formación del profesorado encaminada a innovar con la lectura.

Y si tu jefa, colega, gobernante o cualquier otro te rebate la vital importancia de la lectura en el entorno escolar, aquí te dejo con estos seis (científicos) motivos por los que es bueno leer. El sexto puede ser incluso decisivo en el rumbo que tome tu(su) vida...

Gracias por leerme.

photo credit: janwillemsen kinderbibliotheek a 1935 via photopin (license)
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