LA DOCENCIA: UNA CARRERA DE FONDO

jueves, 14 de diciembre de 2023

 

LA DOCENCIA: UNA CARRERA DE FONDO

Cuando inicias la docencia no eres consciente de la sucesión de cursos que están por venir. Lo habitual, si comienzas a una edad temprana y aún eres un veinteañero, es arrancar con energía y replicando ese modelo que has vivido recientemente como estudiante y trasladando las pocos o muchos conocimientos que hayas podido adquirir en el controvertido Máster en formación del profesorado. Y la carrera docente es larga, además de tener sus altibajos.

 

El ímpetu inicial suele ir menguando con los años, no así siempre la vocación, si es que fue una variable fundamental para elegir como profesión la enseñanza. La entereza, por fuerza de la edad, también decrece y tras varios lustros es normal sentir cierta fatiga frente a unos alumnos que nunca envejecen. Durante esos primeros años, a pesar de la determinación, la juventud es atrevida y motivo de muchas meteduras de pata, impertinencias o excesiva suficiencia. Rodearse de buenos compañeros y profesionales suele ser una buena cura para las imperfecciones que vienen de serie. Sin embargo, hay quienes prefieren mantenerse en sus trece y mantener una misma marcha seguros de su competencia; no dejan espacio al avituallamiento, pretenden llegar a la meta con las mismas facultades y no tienen necesidad de mejora. 

 

Los fuegos de artificio también nos espolean profesionalmente. Ahí están los premios, méritos, trienios o sexenios, cargos, o esas redes sociales que nos pueden confundir y no tomar la ruta adecuada. Todo dependerá de la necesidad de autobombo, la ambición o la esplendidez personal. Incluso hay quien toma el atajo para seguir ejerciendo sin apenas horas de aula, alejado de los alumnos o buscando negocios alternativos donde ejercer como alquimista: obtengamos más ingresos a cambio de menos horas lectivas. Todo legal, desde luego. 

 

El grupo que marcha en cabeza es mayoritario. Pese al sinfín de vueltas dadas, siguen a pie de pista; con sus bajones y alguna que otra pájara física o mental, sin despotricar y atentos a las necesidades de sus estudiantes. No todo van a ser mejoras personales. También se preocupan por la situación de sus estudiantes, colaboran con sus colegas y sienten la escuela como un lugar propio. No están de visita con la mirada puesta en su cronómetro, sino que atienden al reloj oficial también cuando no les conviene. Saben lo que cuesta emprender cualquier proyecto o iniciativa en favor del aprendizaje. Se forman y entrenan pese a las limitaciones o los coaches de turno que alimentan mitos educativos. 


Lamentablemente, hay quienes no dejan la carrera y buscan atajos con tal de llegar a la línea de meta sin los esfuerzos correspondientes. No parecen entender que falta una larga distancia para alcanzar el final. No son conscientes de la agonía que supone, para los demás y para uno mismo, tratar de acortar una carrera con medidas ajustadas. Cuestión aparte es la falta de salud u otras circunstancias personales forzosas que nos sobrevienen a lo largo de la vida y nos impiden mantener un ritmo. 

 

El prodigio sucede con aquellos con más de treinta años de carrera, traspasados los sesenta, y a pie de pista. Ofreciendo aliento. Dando ejemplo de entereza, compartiendo y animando a los que por detrás venimos con la lengua fuera; conscientes de las malas épocas personales o profesionales y con la misma mirada sobre esos siempre jóvenes alumnos. Estos, ni ahora ni antes, son mejores o peores; tal vez distintos. Vamos perdiendo fuelle o motivos para llegar hasta el final. El empuje que nos queda es hacer mejores a aquellos que nos acabarán relevando.

 

IGNORANCIA PROFESIONAL Y EJEMPLARIDAD DOCENTE

lunes, 11 de diciembre de 2023

 

IGNORANCIA PROFESIONAL Y EJEMPLARIDAD DOCENTE

 

Damos por sentadas muchas normas de cortesía o de elegancia en el trato profesional. Queremos creer que cualquiera tiene ese sentido común a la hora de relacionarse o comunicarse con los demás en un entorno laboral. El casi extinto módulo de RET (Relaciones en el Entorno del Trabajo) así como el de FOL, incluidos transversalmente en todos los ciclos formativos de Formación Profesional, tienen entre sus objetivos facilitar la comunicación en un entorno profesional o tener una actitud positiva hacia la búsqueda o desempeño de un empleo. Esperemos que no se pierdan estos propósitos en los nuevos módulos de la FP que viene. 


Es difícil abordar ciertos asuntos que nos pueden parecer de sentido común o que debieran haberse tratado desde la familia o en cursos anteriores. Sin embargo, a menudo resulta inevitable tratar de abordar cuestiones relativas a esa corrección antes mencionada para guiar el comportamiento y no meter la pata en ciertas situaciones (entrevistas laborales, comunicación digital personal, reuniones profesionales, etc.). Aunque suene anecdótico, no es raro conocer casos de personas que se enfrentan a un primer trabajo o prácticas con una vestimenta inadecuada o con falta de aseo, gente que no atiende o devuelve llamadas o correos electrónicos laborales, empleados que no saludan o se despiden adecuadamente, que toman o dejan un trabajo sin la debida cordialidad o incluso exhalan suficiencia desde que acceden a su puesto.


Como mencionaba en un artículo anterior, el ejemplo y la filosofía de vida de aquellos que nos acompañan a lo largo de nuestra vida profesional, trasciende mucho más de lo que nos pensamos. A pesar de toda la empatía que podamos atesorar, no hay quien no se vea influenciado negativa o positivamente, por esa falta de actitud de los que nos rodean y que a menudo recriminamos al alumnado. Disfrutar de un ambiente constructivo y estimulante es toda una fortuna en cualquier entorno laboral. Porque algunos han confundido esa popular resiliencia, y el saber decir que no, con un "porque yo lo valgo", caiga quien caiga. Conversar, aportar, crear, añadir, debatir, y enseñar, se pueden hacer desde el afecto y la profesionalidad. Sin miedo a tomarse los conflictos de un modo personal y sabedores de nuestras torpezas.


Afortunadamente, es mayoría el profesorado que se responsabiliza y preocupa por ser coherente con esa huella educativa que dejamos. Los que nos dedicamos a la docencia, bien sabemos que no solo transmitimos conocimientos sino que también aportamos referencias morales. Por eso, la figura del docente, es insustituible en cualquier sistema educativo que se precie. Ni la formación online ni cierto tipo de academias ofrecen esa valor añadido que un profesor o profesora ejemplar trasladan. No somos infalibles ni omnipotentes, ni podemos (ni debemos) pretender ser todos como la profesora de Diarios de la calle, pero es posible aspirar a trascender no solo a través de nuestra materia. 

 

La ignorancia, a cierta edad, es totalmente disculpable; y adelantarnos a la inexperiencia de los estudiantes es una de nuestras misiones. Otro asunto, más peliagudo, se nos presenta cuando abordamos esas otras relaciones del entorno profesional donde la mirada vital, la disposición, las creencias o la energía personal son harto complicadas en este maremágnum terrenal donde la vulgaridad y la excelencia habitan. 


El hombre selecto o excelente está constituido por una íntima necesidad de apelar de sí mismo a una norma más allá de él, superior a él, a cuyo servicio libremente se pone. Recuérdese que al comienzo distinguíamos al hombre excelente del hombre vulgar diciendo que aquél es el que se exige mucho a sí mismo, y éste, el que no se exige nada, sino que se contenta con lo que es y está encantado consigo. Contra lo que suele creerse es la criatura de selección, y no la masa, quien vive en esencial servidumbre. No le sabe su vida si no la hace consistir en servicio a algo trascendente. Por eso no estima la necesidad de servir como una opresión. Cuando ésta, por azar, le falta, siente desasosiego e inventa nuevas normas más difíciles, más exigentes, que le opriman. Esto es la vida como disciplina –la vida noble-. La nobleza se define por la exigencia, por las obligaciones, no por los derechos. Noblesse oblige.

La rebelión de las masas
Ortega y Gasset

CINCO FACTORES QUE AYUDAN AL DESARROLLO DOCENTE

domingo, 3 de diciembre de 2023

5 FACTORES QUE AYUDAN AL DESARROLLO DOCENTE

 

Damos por sentado demasiadas cosas a lo largo de cada curso. La mirada que tenemos sobre los alumnos, nuestros compañeros o las circunstancias que nos acompañan en el centro educativo acaban mediatizando nuestro comportamiento y gran parte de las enseñanzas que pretendemos transmitir. Y no solo es una cuestión generacional o de si somos más o menos jóvenes. Son multitud los factores que nos influyen a la hora de tomar decisiones que afectan a nuestro desarrollo profesional. Reflexionar sobre nuestra docencia o pararnos en algún momento a pensar sobre cómo ejercemos, cómo aprenden nuestros estudiantes o qué huellas vamos dejando, nunca es una mala idea. 


Aquellos que nos rodean nos transmiten no solo conocimientos sino también una disposición a la hora de enfrentarse al día a día en la escuela; si nos arrimamos al cenizo de turno, casi seguro que acabaremos igual de quemados; mientras que si disfrutamos de la compañía de personas constructivas tenemos mayores probabilidades de afrontar una intensa jornada laboral. Pese a que todos, en algún momento, destilamos frustraciones y desilusión. Aún así, encontrar esa sombra que nos temple, suele depender de la casualidad.


La gratitud es otro factor que condiciona nuestro desempeño. No se trata de cerrar los ojos ante la inoperancia del sistema educativo, los medios facilitados o ese margen de mejora que solemos ver más a las decisiones de los otros antes que en las nuestras. Ser conscientes de las posibilidades que nos ofrece la profesión, más allá de un sueldo digno y unas condiciones laborales decentes, también ayuda a soportar el estrés de llegar a todo(s) y a no desesperarse por nimiedades que en otras latitudes considerarían ridículas. No es necesario renegar del confort, pero conviene relativizar problemáticas propias de la afortunada sociedad en la que nos desenvolvemos profesionalmente. 

 

La tecnología y esa acelerada digitalización que nos abruma no siempre ayuda cuando lo que buscamos son títulos y certificados para cumplir el trámite. Contemplar las herramientas digitales como una oportunidad de crecimiento para desarrollar nuestra docencia es algo básico. Ayudarnos de unos medios digitales e informáticos para ser más eficientes es una tarea que no debiera ser considerada ímproba sino provechosa. Pero para ello hacen falta ciertas bases pedagógicas donde la investigación educativa nos facilite esos mimbres necesarios para aplicar con eficacia esas aplicaciones o esa Inteligencia Artificial que ahora nos pretende.

 

Los afectos. El discurso educativo donde prima la instrucción sobre todo lo demás corre el riesgo de reinstaurarse. Bien sabemos que no todo el alumnado viene bien educado, atendido y querido desde casa. Luego podemos discutir sobre la excelencia, la cultura del esfuerzo y la falta de nivel; pero es innegable que una de las prioridades de la escuela es ser capaz de ofrecer un espacio apropiado y una acogida a todos aquellos que pasan por sus aulas. El aprecio y el interés real por lo que pasa cada alumno o alumna nos diferencia como profesionales. Aunque luego nos indignemos por las elevadas ratios, nos toca priorizar esa atención sobre otras cuestiones que nos despistan: formaciones estériles, trámites preceptivos, procedimientos inservibles, etc. 

 

Una formación continua adecuada también supone un factor diferenciador en nuestra compleja labor. A lo largo de esta larga y enrevesada carrera padecemos demasiadas probaturas que poco o nada aportan a nuestra ocupación. Solemos recibir la oferta formativa con recelo, habituados a demasiadas horas de contenidos de relleno, con poca aplicación práctica o escaso rigor científico. No guiarse solo por las modas del momento es un buen consejo, aunque no queramos perder el compás de los tiempos; pero somos tozudos y los fuegos de artificio nos embelesan fácilmente pese al poco provecho que entrañan. En este otro artículo enumero algunas recetas para la formación del profesorado. La clave: ser consciente de la necesidad de aprender pese a los muchos o pocos años en la enseñanza.


Con todos estos ingredientes cocinamos de un modo u otro nuestras recetas educativas. Saber combinarlos o ponderarlos es un arte complejo que no admite una fórmula asombrosa. La educación no se soluciona con el pensamiento positivo, así como requiere de dosis de realismo a la hora de implementar medidas; pero es innegable que la utopía nos moviliza para dar sentido a nuestra larga carrera docente. El recorrido sabemos que es imprevisible y que tendremos que desandar trayectos; que hay decisiones que debemos replantearnos o rendirnos ante la evidencia de su improcedencia; que todo no se arregla con actitud sino también con medios, pero que la voluntad y los motivos personales nos ayudan a movernos. Ser inconformistas, pero no quejosos, también ayuda lo suyo.

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