COMPETENCIAS DIGITALES DOCENTES Y SU CERTIFICACIÓN

martes, 26 de julio de 2022

Las competencias digitales que precisamos los docentes hace ya algún tiempo (2017) que están establecidas en ese famoso marco común europeo de la competencia digital de los educadores (DigCompEdu). Pero es ahora cuando arranca la esperada (y temida) certificación oficial de dichas competencias. Unas competencias donde las tecnologías digitales se contemplan como un medio, y no como un fin, superando un modelo anterior basado más en determinadas herramientas o productos de ciertas empresas tecnológicas. 

 

La última actualización de este DigCompEdu, aprobado el pasado mes de mayo, contempla las mismas seis áreas que se centran en distintos aspectos de las actividades profesionales de los docentes. Tan solo se han actualizado este nuevo Marco de Referencia de la Competencia Digital Docente (MRCDD) con ciertas particularidades del sistema educativo español incorporando además algunos ítems que aparecen en la versión de 2021 del SELFIE for TEACHERS y quedan finalmente plasmados en esas 23 competencias incluídas en el actual MRCDD publicado en un BOE del pasado mes de mayo. 

 

Una revisión de este marco que viene impulsada, a nivel europeo, por el Plan de Acción de Educación Digital que tiene como objetivos principales tanto el desarrollo de las organizaciones como la adquisición de las competencias personales necesarias adaptadas a este mundo digital al que nos enfrentamos tanto a nivel educativo como laboral. Por ello, como docentes, deberemos ahora certificar la progresión del nivel de nuestros conocimientos tecnológicos, pedagógicos y de contenido, que se interrelacionan necesariamente en el desarrollo profesional docente. Un desarrollo que contempla tres etapas, al igual que el Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas: acceso (A), experiencia (B) e innovación (C). 

 

En teoría, estos niveles de competencia digital, se certificaran atendiendo a los siguientes criterios. De modo que cada una de las 23 competencias puede tener un nivel de desarrollo distinto:

 

Nivel A1: Desarrollo inicial de la competencia digital docente.

  • Certificación de la formación: una o varias actividades formativas con una duración total mínima de 40 horas.
  • Superación de prueba específica de acreditación.
  • Títulos oficiales que habiliten para la profesión docente.

 

Nivel A2: Aplicación inicial contextualizada.

  • Certificación de la formación: una o varias actividades formativas con una duración total mínima de 50 horas.
  • Superación de prueba específica de acreditación.
  • Títulos oficiales que habiliten para la profesión docente.

 

Nivel B1: Desempeño autónomo convencional.

  • Certificación de la formación: una o varias actividades formativas con una duración total mínima de 60 horas.
  • Superación de prueba específica de acreditación.
  • Evaluación a través de la observación del desempeño.

 

Nivel B2: Transferencia a nuevos contextos.

  • Certificación de la formación: una o varias actividades formativas con una duración total mínima de 70 horas.
  • Superación de prueba específica de acreditación.
  • Evaluación a través de la observación del desempeño.

 

Nivel C1: Innovación e impacto en el centro y en otros docentes.

  • Evaluación a través de la observación del desempeño.
  • Acreditación por un proceso de análisis y validación de las evidencias: coordinación TIC, premios, publicaciones, coordinación y participación en proyectos, etc.

 

Nivel C2: Investigación, innovación e impacto en la profesión.

  • Evaluación a través de la observación del desempeño.
  • Acreditación por un proceso de análisis y validación de las evidencias: premios, publicaciones, ponencias, coordinación y autoría de proyectos, etc.

 

Ahora nos queda ver cómo las administraciones educativas de cada comunidad autónoma certifica y aprueba los distintos cursos, pruebas y modos de acreditar esa experiencia digital acumulada con los años trabajando como docente; normativa que deberán aprobar antes de septiembre de 2023 para certificar al 80% del profesorado teniendo como plazo junio de 2024. 

 

Atendiendo al espíritu de este marco de competencia, estas competencias digitales deberían ir ligadas al desarrollo profesional docente. No debiéramos caer en el error de buscar una formación digital basada en el uso de herramientas TIC sin atender a los principios del MRCDD y a las seis áreas y a los tres bloques que estructuran este marco y que integran los conocimientos tecnológicos, pedagógicos y los contenidos disciplinares. Es una buena oportunidad para dejar de centrase únicamente en la parte tecnológica (uso de herramientas) y apostar por una pedagogía (junto a la investigación educativa) que redunde en una mejora de los aprendizajes que marcan los currículos. 

 

El próximo sistema de acreditación de competencias digitales docentes puede ser una oportunidad si se establece un proceso reflexivo desde los centros educativos acerca de las competencias necesarias para cada etapa educativa. La transformación digital de los procesos de enseñanza aprendizaje no debieran ser planteados como bloques homogéneos sin tener en cuenta el nivel y las edades de los estudiantes. Tanto los docentes, equipos directivos como las entidades formativas precisan, además de llevar a cabo una previa autoevaluación, plantear las necesidades digitales que mejoren el aprendizaje y la adquisición de competencias digitales adecuadas a cada etapa. 

 

Por ejemplo, a nivel de Formación Profesional, existe la opción de realizar una autoevaluación digital mediante la herramienta online del SELFIE para valorar el estado del centro educativo así como de las empresas colaboradoras en la formación de los estudiantes. Se puede llevar a cabo con el SELFIE for work-based learning que emite un informe donde sabemos el nivel de competencias digitales de las organizaciones implicadas en la FP y las acciones necesarias para llevar a cabo un plan de digitalización integral. Una tarea ingente que requirirá de horas de formación, la motivación del profesorado y, sobre todo, una percepción positiva de la utilidad que conlleva la adquisición de estas competencias digitales docentes, más allá del certificado de turno.

 

Es necesario, además de este tipo de cuestionarios donde podemos evaluar las competencias digitales del profesorado y los alumnos, un nivel más específico de valoración, selección y formación en aquellas herramientas digitales específicas en cada familia profesional. Las herramientas digitales que utilizamos para la gestión del aula, así como la ofimática o el uso avanzado de Internet, pueden tener un carácter transversal para todos los ciclos; pero no podemos dejar de lado todos los procesos en los que la transformación digital ha dejado su impronta. Sectores como la salud, la alimentación, los procesos de fabricación industrial, el comercio, la estética, etc. requieren una serie de competencias digitales que no podemos obviar en las programaciones de los distintos módulos. 

 

Es necesario hacer un esfuerzo, a nivel estatal, para estar a la vanguardia en estas competencias necesarias a través de un catálogo exhaustivo de herramientas y procedimientos con medios digitales que añaden ese valor añadido tanto a la docencia como al ejercicio profesional de los futuros técnicos de FP. Quizás sea un buen momento para formar equipos de trabajo con gente puntera en transformación digital y especializada en determinados sectores profesionales, en contacto con la Formación Profesional, que lideren y marquen las necesidades formativas específicas, a nivel digital, del profesorado de cada familia. 

 

COMPETENCIAS DIGITALES DOCENTES

NO DIGITALIZAR SIN ANTES LEER...

jueves, 7 de julio de 2022

Perdonad mi lata habitual sobre la lectura y el fácil juego de palabras con el que titulo este artículo. Pero no hay día que no deje de asombrarme por los miles de millones de euros que se están repartiendo para digitalizar empresas así como formar futuros empleados con las competencias digitales que ya se precisan en el mundo laboral. Sin olvidarnos de la fiebre certificadora que caerá como una losa en muchos centros educativos que ya se están poniendo en remojo; tan solo hace falta echar un vistazo a las competencias digitales educativas que los alumnos, los docentes y los centros tendrán que adquirir en los próximos años.

 

No voy a ser yo, mindundi responsable de las TIC en un centro de FP, quien cuestione la necesidad de formar a profesores y alumnos al respecto. Ser un analfabeto digital tiene demasiados inconvenientes hoy en día; tanto a nivel personal como profesional. Estamos abocados a gestionar digitalmente cualquier trámite con la administración pública, con las entidades financieras e incluso para compartir por bizum la cuenta de unas cañas o felicitar a tu hermano por wasap. Estamos enredados; en el peor sentido de la palabra. 

 

Porque el analfabeto clásico, ese que no sabe leer ni escribir, hace tiempo que pasó a mejor vida gracias a la educación obligatoria a la que todos tenemos derecho. Debí haberme encontrado al último joven iletrado en el año 1998 durante mi servicio militar. No obstante, estamos en tiempos de "infocracia",  donde nos creeemos más libres que nunca gracias al derroche informativo que sufrimos, las noticias cada vez más insustanciales, los titulares sesgados, la necesidad de estar al tanto de lo último de lo último y la manipulación de los bots, las cookies y esa perversa inteligencia artificial manoseada por los humanos; es ahora cuando más falta hace saber leer, pero no solo entre líneas, sino también de un modo reflexivo y como un modo de parar ese reloj vital que parece estar en una cuenta atrás acelerada y permanente. Leer para disfutar, desconectar, aprender, vivir, soñar, pensar, criticar o simplemente para ir al baño. Al menos en este último caso la mayoría es aplastante: 9 de cada 10

 

no digitalizar sin leer antes...

 

Porque pese a que los compradores de libros crezcan, así como los lectores frecuentes por ocio, en España más de un tercio de la población no lee nunca o casi nunca (Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2021). Las iniciativas públicas y privadas con planes para el fomento de la lectura y fantásticos premios parecen oasis en la realidad educativa y entre los debates más o menos acalorados sobre cuestiones pedagógicas. Planes lectores que parecen el capricho de unos pocos que venden cuando se publican pero que no se sostienen sin la implicación de toda la comunidad educativa y mediante una comunicación intensa y una inversión generosa. Al igual que hemos puesto a la FP de moda, tras décadas de menosprecio, y al igual que nos digitalizaremos por narices y por la cuenta que nos trae, ya es hora de animar con fervor a la lectura, incitar a comprar o tomar prestados los libros, incentivar el crecimiento de las bibliotecas y sus usuarios o estimular a la lectura como una forma de ocio compatible con los entretenimientos digitales que tan fácilmente nos abducen. Ojalá las metodologías activas, tan de moda en la formación docente, tengan siempre algún libro como eje o soporte de las mismas.

 

Por eso, digitalizad todo lo que creáis conveniente, pero dad la vara e insitid a quien corresponda en vuestros claustros, las ampas, los atrevidos grupos de wasap de padres y madres, corrillos de colegas, comidas familiares, reuniones en las consejerías y departamentos, y donde sea; sobre la necesidad de crear proyectos, invertir dinero y respirar la lectura en los centros educativos como algo natural, sin imposiciones, y como un modo de ser más rico (al menos de espíritu). Hagamos algo para enderezar esa curva de jóvenes lectores que, a partir de los 14 años, desciende significativamente. Seguro que por el camino arrastramos a otros tantos adultos, compañeros, amigos y familiares, que dejaron de lado la lectura por otra compañía más facilona. De momento, siempre nos queda idear y buscar recursos para lograr que esa atracción por los libros deseada de boquilla por todos pero que requiere un compromiso duradero de cada uno de nosotros.

Foto de Mariana Vusiatytska en Unsplash

CÓMO MEJORAR EL APRENDIZAJE BASADO EN PROYECTOS EN FP

miércoles, 6 de julio de 2022

El debate sobre las virtudes de la instrucción directa (bien entendida) frente a un aprendizaje basado en la indagación o el descubrimiento no debiera caer en una confrontación de dos formas distintas de ver la enseñanza que realmente se complementan. Asimismo, a nivel de Formación Profesional, a pesar del carácter eminentemente práctico de los distintos módulos de cada ciclo formativo, no debiéramos caer en el error de plantear un modelo único con base en las llamadas "metologías activas" sin tener en cuenta las bondades de la también llamada instrucción explícita. 

 

No debiéramos creer esa falsa sentencia de que el saber está en Google y tan solo necesitamos ser capaces de encontrar la respuesta correcta para resolver un problema cualquiera. Como si la capacidad de pensamiento crítico, tan demandada actualmente, se desarrollara tan solo siendo un genio de los buscadores de Internet. La misma traba tenemos con el aprendizaje basado en proyectos o en retos donde el estudiante debe buscar soluciones o plantear un producto final a través de una indagación y una serie de tareas que debiera ser capaz de realizar de forma autónoma y en un equipo de trabajo. Porque, ¿es suficiente con esa labor de acompañamiento del profesorado?, ¿dónde quedan las explicaciones, los modelos, los ejemplos, las demostraciones?, ¿no sería útil considerar este tipo de instrucción antes de diseñar un proyecto de aprendizaje?

 

mejora del ABP en FP

No podemos olvidar que "los estudiantes aprenden más cuando les enseñan profesores muy metódicos que se enfocan en los contenidos y actividades académicas. Los profesores más efectivos también maximizan el involucramiento de los estudiantes con estas actividades, haciendo uso de reglas y procedimientos; y siendo «omnipresentes», lo que significa monitorear regularmente y examinar la sala de clases para abordar los problemas de raíz antes de que escalen en complejidad." (Good y Brophy, 2008). Vale la pena recalcar esa "omnipresencia" del profesorado como una variable fundamental en cualquier proceso de enseñanza y aprendizaje. Algo de sobra conocido, de sentido común y valorado por la inmensa mayoría del alumnado.


A menudo nos ponemos a diseñar proyectos (en formato ABP o retos) de un modo más o menos cerrado, los objetivos bien fundamentados, con sus tareas definidas y con todas las herramientas necesarias para que los estudiantes resuelvan el problema o reto planteado; sin embargo, no consideramos si los conocimientos y competencias previas del alumno son suficientes o si el equipo docente es también capaz de solventar el desafío lanzado y posee esas habilidades demandadas (digitales, técnicas, blandas...). 


Por todo ello es fundamental que el profesorado transmita personalmente los contenidos y que se incluyan los ejemplos necesarios para que el alumno sea luego capaz de dominar por sí mismo la materia. Ejemplos y demostraciones que luego, a través de los retos planteados, pueda poner en práctica para demostrar las competencias adquiridas. Por ello, entiendo el diseño de los proyectos de aprendizaje como una oportunidad para poner en valor los conocimientos adquiridos, así como un modo de "práctica de recuperación" que ayuda a consolidar el aprendizaje a lo largo del tiempo. Interesante guía práctica al respecto en este artículo del blog de la editorial Aptus. Hacer el esfuerzo de recuperar conocimientos y habilidades adquiridas a través de los proyectos es un método eficaz para esa mejora deseada del aprendizaje. Saber poner en valor esos conocimientos adquiridos es un factor motivacional para unos estudiantes que se sentiran más competentes y confiados. 


Además de la necesidad de esa instrucción directa previa, durante el desarrollo de los proyectos debemos ofrecer una retroalimentación (feedback). El modelo "yo, nosotros, ustedes", que formula Sarah Barker en el libro sobre "Instrucción directa" de Adam Boxer, deja clara la importancia de que el docente (yo) presente unos modelos que luego sean trabajados juntos a los estudiantes (nosotros) ejerciendo el profesorado como guía, y luego ellos (ustedes) sean capaces de resolver autónomamente. Por ello, la calidad de la retroalimentación ofrecida, no a través de calificaciones númericas sino a mediante comentarios y la posibilidad de hacer y rehacer hasta mejorar las tareas demandadas, es esencial durante la ejecución de cada proyecto. 

 

Por otro lado, cuando evaluamos al alumno y a los equipos de trabajo, estas valoraciones deben ser fundamentalmente individuales. Es posible que algunos aspectos deban ser valorados según las entregas de cada equipo de trabajo; pero es imprescindible ofrecer unas valoraciones cualitativas a cada estudiante más allá de una mera calificación numérica con décimas y centésimas donde el alumno solo busca una nota final. El diseño de una rúbrica, dirigida y expuesta al alumno previamente, debe medir el logro de los objetivos planteados y la reflexión del estudiante sobre su propio aprendizaje.

 

Tal vez es hora, también en la Formación Profesional, de replantearnos el constructivismo imperante para dar paso a una enseñanza basada en unos conocimientos técnicos profundos y seleccionados según su utilidad, que luego puedan ser utilizados en simuladores o en la práctica real de las empresas. Sin dejar de lado toda esa creatividad, trabajo en equipo y valores que tenemos la oportunidad de incluir en el diseño de un buen proyecto de aprendizaje. Pero con conocimiento, por favor. 


Foto de Minator Yang en Unsplash

LOS SUBESTIMADOS EQUIPOS DIRECTIVOS DE LOS CENTROS EDUCATIVOS

martes, 5 de julio de 2022

Ser miembro del equipo directivo de un centro educativo, como habitualmente se proclama, no está pagado (como toca). Las siguientes líneas pueden ser tomadas como un halago gratuito de algo que todos ya sabemos pero que no se agradece lo suficiente. No necesito dar coba a unos superiores que, en cualquier otro sector, serían mejor valorados y más respetados de lo que son actualmente. Directores, vicedirectores o jefes de estudio que, además de dedicar más horas de trabajo que el resto del profesorado, deben lidiar con las rarezas que unos y otros arrastramos. 

 

Las titulaciones y máster para la dirección de centros educativos abundan en la densa oferta formativa actual. Aún así, al igual que pasa con el criticado máster en formación del profesorado, hay ciertas cualidades que son innatas o se adquieren de manera informal con los años; aptitudes que solo se aprecian cuando escasean y que en el mundo educativo profesional estamos acostumbrados a dar por sentadas. Atributos que facilitan la labor de los docentes gracias a la autonomía que se nos concede, la confianza recibida y las casi infinitas posibilidades de seguir aprendiendo a enseñar a través de las iniciativas personales o el impulso de los equipos de trabajo.

 

subestimados equipos directivos de centros educativos

 

Luego vendrán esas otras capacidades que, en los tiempos actuales, pasan por conocer y cribar entre las nuevas metodologías y modas educativas que nos atosigan, o por seleccionar y manejar aquellas competencias digitales necesarias para los alumnos y profesores de cada etapa educativa. Funciones que se añaden a esa elevada carga burocrática habitual que sufren permanentemente desde antes del comienzo de cada nuevo curso y una vez terminado el mismo. Burocracia que se come un tiempo precioso para fomentar ese trabajo en equipo de unos docentes acostumbrados a la inercia individualista del día a día. 

 

También siempre se agradece a esos directivos que no dejan de dar clase por voluntad propia y pese a las eternas desigualdades que marca cada comunidad autónoma o según la titularidad del centro sea pública o privada. Personas que no dejan las aulas y no pierden así ese contacto necesario con los niños, adolescentes o jóvenes que cada curso nos desafían profesionalmente. 

 

Porque el sector educativo es muy especial. Aquí no entendemos de los tiempos que se contemplan en el mundo de la empresa privada y en otros sectores acostumbrados a medir resultados y ejecutar acciones según una serie de variables fácilmente medibles. Los tiempos educativos son más pausados, pese a aquellos que gustamos de ritmos más elevados, y requieren de una organización académica que ponga el acento en el aprendizaje y desarrollo integral del alumnos pese a las cortapisas que en forma de leyes y normas nos importunan cada año. 

 

En tiempos donde la innovación es parte imprescindible de la desiderata educativa, estos equipos directivos deben capear con distintas formas de entender la educación y con diferentes niveles de motivación personal. Porque los docentes podemos ser, además de memorables y apreciados, muy raritos con nuestras demandas e inquisitivos con nuestras formas de entender la profesión. Por ello, no me cabe más que agradecer, a todos esos miembros de los equipos directivos de los centros educativos, toda la compleja labor que llevan a cabo con la mejor de las intenciones. 


Foto de 青 晨 en Unsplash

¿LA GRAN RENUNCIA DEL PROFESORADO?

lunes, 4 de julio de 2022

Como mucho de lo que viene del otro lado del Atlántico aquí tarda en llegar aunque sea a su modo. La suigéneris española en relación a esa "gran renuncia" o "gran dimisión" viene marcada por unas cifras menos abultadas de empleados que dimiten voluntariamente de su puesto de trabajo; debido tal vez por ese mercado de trabajo donde el alto desempleo es una constante histórica que no suele bajar de los dos dígitos. Este fenónemo de la "gran renuncia" comenzó a detectarse en 2021 en los EEUU, donde millones de trabajadores siguen desde entonces renunciando voluntariamente a su empleo cada mes pese a unas ofertas de trabajo que han comenzado a caer en este país en las últimas semanas.

 

El sector educativo ha sido uno de los que más han sufrido las consecuencias de estas dimisiones o renuncias masivas. En EEUU desde enero de 2020, tras la aparición del COVID, se ha producido la baja de más de 1 350 000 maestros en el sector público y privado. Y las causas parece que pasan por el agotamiento, la sobrecarga laboral o los bajos salarios; una falta de reconocimiento a los docentes; así como una exigencia, en términos tecnológicos, que la pandemia agudizó desencandenando el traspaso a otros sectores profesionales.

 

la gran renuncia del profesorado

 

Aquí en España, algunos también apuntan a un cierto hartazgo de los docentes que sufren una complejidad creciente de la profesión a causa de un alumnado más disperso y diverso; unas competencias digitales e idiomáticas más exigentes; así como un cierto desprestigio social donde las familias no coinciden con un profesorado hastiado de nuevas leyes que solo añaden nuevas burocracias. Además, actualmente no es raro escuchar múltiples quejas sobre la enseñanza que se recibe o conocer casos de personas que entienden su paso por la docencia como una etapa más en sus vidas y donde los motivos últimos de la educación parecen haber pasado a mejor vida. 

 

¿Tenemos peores alumnos que antes? ¿Trabajamos ahora más que hace veinte años? ¿Disponemos de menos recursos materiales? ¿O estamos hablando de una renuncia ocasionada por ciertos cambios sociales donde las prioridades han ido cambiando y nos hemos acostumbrado a un determinado ritmo laboral y una calidad de vida sin demasiados sobresaltos? El problema con la falta de docentes quizás hubiera podido agravarse si la situación económica actual no hubiera derivado a una incertidumbre donde ya no podemos dar por sentado ciertos derechos ni un futuro donde la mejora continua parecía ser algo obligado.

 

Pese a las exigencias razonadas de demasiados pocos que no llegan a hacer el ruido necesario; pese a las quejas insensatas de otros, pocos también, que fundamentan su vida en el lamento y la protesta vacía de razones; o pese al desasosiego de aquellos que empezamos a ver cimbrear nuestro estado de bienestar; entiendo que esa gran renuncia acabará pasada por agua y apreciaremos una profesión, si la inflación lo permite, con un saldo siempre positivo en cuanto a provecho social y alicientes personales. Porque, ¿valoramos objetivamente nuestra ocupación? Como seres humanos gustamos de compararnos solo con aquellos que disfrutan de mayores beneficios y no con esa mayoría que padece una vida más ardua.

 

Aún así, seguro que habrá quien crea que en otros sectores profesionales, o en distintas organizaciones, su calidad de vida será mucho mejor. Faltaría más. Mis mejores deseos para todos aquellos que deciden tomar un nuevo rumbo alejados de este complejo mundo educativo que quita y da energías a los que nos ocupamos de su mantenimiento diario. Entretanto, toca seguir cumpliendo sin excusas pero reclamando lo que creemos justo. 


Foto de Kevin Wang en Unsplash
Con la tecnología de Blogger.

.

Back to Top