REGALOS NAVIDEÑOS PARA DOCENTES

sábado, 25 de diciembre de 2021

Unas nuevas Navidades y el periodo vacacional que conllevan, demasiado largo para algunas almas ajenas a la profesión, significan nuevos deseos que no siempre son materiales. Muchos anhelamos una educación diferente pero con los motivos de siempre: dar oportunidades a nuestros alumnos. Mientras tanto, pese a las estériles batallas lingüísticas, las quejas con costra de unos pocos, los enfrentados derroteros de los dirigentes y el desaliento que provoca una pandemia que parece eterna; solo nos queda imaginar tiempos mejores y disfrutar de esas personas que nos acompañan en la vida (aulas inclusive). 


Todo ello no quita que suspiremos por algún que otro capricho que podemos solicitar formalmente a SS. MM. Aquí os dejo con algunas ideas con las que poder agasajar o camelar a tu docente favorito o favorita, ya seas alumna, pariente lejano o amigo íntimo. Dejemos ya de lado la típica caja roja de bombones o el bono regalo para masajear pies. Tomad nota, por favor. 


1. Un jamón de bellota. Atemporal y siempre acertado obsequio, con la condición de que no sea marca blanca de supermercado. Aciertas seguro (aceptado hasta por ciertos veganos) con un jamón ibérico de la localidad extremeña de Zahínos. Estírate, aunque siempre te quedará elegir uno de cebo en lugar del de bellota. 


2. Hartos de mascarillas parece que la película no llega a su fin. No llegaremos al exterminio pero, ya que nos toca costeárnoslas, al menos que los estudiantes nos vean dos tercios del careto. Las nuevas mascarillas higiénicas M.L. Inclusiva PROVEIL además de permitir la lectura de labios nos dejarán transmitir risas y disgustos por partes iguales. 


3. Bono almuerzo. Un ticket regalo con diez almuerzos en el bar más cercano al centro educativo es la mejor manera de seguir apoyando la hostelería a la par que empeoras la analítica del colesterol con un bocata diario de panceta, blanco y negro con habas o calamares a la romana. No te fíes de las reseñas de Google y pregunta a su colega más cercano. 


4. Deportes. Olvídate del Decathlon. Si queremos docentes innovadores no caigamos en las típicas mancuernas, batidos proteínicos o matrículas al gimnasio. La gimnasia cerebral (nada que ver con la neuroeducation and coaching) es el futuro para una profesión que promete alargarse hasta los setenta y tantos. Con un económico cubo antiestrés tal vez aguantes mejor tus clases, sudores menos e incluso recuerdes dónde te has dejado las gafas de lectura. 


5. Lecturas. Los lectores jóvenes hacen crecer las ventas de libros de este último año. Ahora nos toca a los más viejos dar ejemplo y llevar bajo el brazo alguno de esos títulos recomendables a nuestro público habitual. Regala una edición singular de Lavandera Blanca Editores para presumir entre los pupitres de un precioso ejemplar impreso. 


6. No puede faltar un buen álbum de música. En los tiempos donde las plataforma de streaming copan el mercado, no vuelvas al CD ni al vinilo, ahora toca el sonido cálido de una cinta de cassette a la que puedes incorporar un bolígrafo Bic para su posterior rebobinado. Puedes buscarlas por Wallapop, pero te recomiendo la tienda La Cassettería donde ofrecen cassettes originales de todo tipo. Eso sí, a lo mejor te toca regalar también un Walkman


7. La tecnología no puede faltar para ese hiperprofesor en su hiperaula ecológica y digitalizada. Mientras nos conformamos con la pizarra y el pupitre verde, vale la pena gastar unos cientos de euros en formación para afrontar con garantías el próximo Metaverso. Luego nos digas que no te habían avisado. Con suerte, te encontrarás a tus futuros alumnos más disruptivos en la virtualidad del aula...


8. Si no puedes con tu enemigo, únete a él. Mi batalla perdida contra el chándal en el aula solo tiene una solución: busca uno que se acople a tu estilo. Para rememorar los setenta siempre tienes un chándal Beckenbauer con el que contar batallitas de cuando hacías gimnasia en clase, con el plinto y el potro, antes de que C. Tangana popularizara una prenda que se ha vuelto omnipresente. 


9. Para docentes con hijos menores, hartos de bregar todo el día con el móvil en el aula y en casa, siempre nos quedara alguna de esas aplicaciones que obligan a la desconexión para hacer frente a la hartura de unas redes sociales diseñadas para su uso infinito. Inmejorable opción la de FamiSafe. Mejor que el antiguo candado con el que bloqueaban aquellos teléfonos antiguos con la rueda de números donde se introducía el dedo índice. 


10. Para el final, el mejor regalo: un kit de educación de Unicef. Pese a lo mucho que protestamos, no conviene olvidar la escasez y miseria que en muchas partes del mundo sufren los escolares y sus docentes. Sigamos protestando cuando toca, pero agradecidos también cuando corresponde, sin perder de vista aquellos que no tienen nada. 


Disfruten lo regalado.


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SUGERENCIAS PARA JÓVENES DOCENTES

martes, 21 de diciembre de 2021

Los años, profesionalmente hablando, pueden darte atrevimiento por un lado (en teoría la experiencia supone sensatez) pero, por otro, te conminan a morderte los labios ante algunas inercias que la ocupación docente parece asumir. En las siguientes líneas, me aventuro a ofrecer algunas sugerencias a los profesores recién llegados a las aulas; comentarios que me hubiera gustado recibir cuando, hace ya veinte años, comenzaba con ilusión a ejercer esta profesión. En cualquier caso, disculpad mi temeridad.

 

Las nuevas hornadas de profesores cambian, al igual que lo hace el contexto social y económico del país, las prioridades son otras y los valores mutan también ante unas supuestas, pero inciertas, mayores posiblidades de empleo que ahora disfrutamos en el sector. La desmemoria también afecta a los mayores del lugar; algunos parecen haber envejecido anticipadamente y esperan con ansia una jubilación a veinte años vista. Nos permitimos incluso criticar la desidia de los jóvenes estudiantes cuando algunos parecen estar en combustión permanente exigiendo sin medida hastiados del verde pizarra. 

 

Todos miramos con ansia la llegada de cada nueva nómina o un periodo vacacional; ello no quita que tengamos motivos igual de ilusionantes para hacer un buen trabajo y tratar de disfrutarlo del mejor modo posible a pesar de los limitados recursos o la inercia de una administración educativa que funciona a cámara lenta o en modo super slow motion (como dirían ahora). Buscar esos motivos y recordarlos continuamente es una buena receta para terminar esta larga carrera docente sufriendo algún que otro tirón, sudando la camiseta, pero con aire suficiente en los pulmones. 

 

La carrera docente, para aquellos más ambiciosos, no tiene grandes perspectivas. Alguna jefatura o dirección te puede caer (¿en suerte?) pero poco compensa si estás dispuesto a hacer un buen trabajo en jornadas interminables y en un periodo vacacional más reducido. Te queda la satisfacción de una labor bien hecha, pese a no llegar a todo, pensando en el bien de tu centro educativo y sus alumnos, a cambio de un exiguo complemento y un cartel en la puerta.


Lo que si vas a necesitar es mucha perseverancia. Con los años puedes caer en la tentación del desengaño; en esos momentos es donde es necesario que encuentres el sentido de una profesión que cambia vidas, donde cada año tienes en tus manos a personas que buscan una oportunidad y en las que puedes influir positivamente en mayor o menor medida. No son tus hijos, pero trátalos como te gustaría que trataran a los tuyos. Pese a sus impertinencias, salidas de tono e inmadurez natural.

 

El afecto es también indispensable en el aula. Además de la seriedad o la búsqueda de un ambiente de trabajo y estudio en el aula, es preciso mostrar una cercanía y una puerta siempre abierta a aquellos con más dificultades. No sabemos que hay detrás de la vida de cada chaval. No juzges con ligereza la actitud o el comportamiento de un estudiante problemático. Pregunta, escucha, investiga y luego toma las medidas que creas más adecuadas después de escuchar a tus compañeros. Nunca sabemos de todo. Fuimos estudiantes, no profesores.

 

Tampoco es necesario presumir de títulos, estudios o de supuestos éxitos profesionales. La humildad y la ausencia de postureo son valores escasos en una sociedad donde la imagen prima. Tal vez deslumbres a los más ingenuos y jóvenes, pero poco aportas en un entorno presidido por ególatras. Los mejores docentes se acercan desde el sosiego, sin estruendo, sin imponer, sin miedo a ser juzgados ni temerosos de perder el poder en el aula. Mantente firme pero accesible. La mayoría de alumnos no han madurado todavía y necesitan esa formación y consejo que no siempre encuentran en sus familias. No hace falta pontificar ni criticar a una juventud que tiene los problemas de su época al igual que cada uno de nosotros tuvo los suyos. 

 

Recuerda cuando eras estudiante. No todos han nacido para ser buenos escolares o tienen interés por aprender. Provocar la ilusión o dar motivos para que se formen, lean y se acerquen a la cultura, puede ser una labor muy valiosa en sus vidas. Inténtalo, aunque no sepas cómo. Acércales tus inquietudes, aficiones, lecturas, películas, música, experiencias vitales... Todo suma y puede suponer un enriquecimiento más allá de unos apuntes o de un libro de texto.

 

Observa y acércate a aquellos colegas que conectan con sus alumnos. Conversa sobre ello y empápate de sus prácticas. Hay quien tiene un trato innato magnífico que ayuda en esa conexión incluso con aquellos alumnos más complejos. Lo sencillo es disponer de un aula y alumnos con buen comportamiento, que no alteran la convivencia, siempre dispuestos a trabajar... pero lo normal es encontrarse con todo tipo de situaciones y personalidades, que varían cada curso, y que también forman parte de nuestras responsabilidades como docentes. Cualquier tiempo no fue mejor, ni mucho menos.

 

Tus ausencias o faltas pueden repercutir en los compañeros, pero sobre todo en tus alumnos. No te escaquees, ofrécete. La disposición y la iniciativa se valoran mucho. Aunque el trabajo en equipo no es un fuerte de este empleo, organiza tus clases (siempre que puedas) teniendo en cuenta la coordinación con otros profesores y el desajuste que se ocasiona. Evita las camarillas, no tienes por qué situarte en ningún bando. Aproxímate a todos y ten personalidad propia. Los desmotivados siempre buscan refuerzos o excusas para compensar la falta de autocrítica.

 

Lee. Sobre educación y sobre lo que te apetezca. Comparte esas lecturas con tus alumnos. Si lees sobre educación filtra muchos los títulos y no caigas en las modas del momento. Asesórate bien sobre qué leer. Hay libros magníficos para jóvenes docentes o sin experiencia, para aquellos que buscan mejorar sus métodos de enseñanza y aprendizaje, o, simplemente, para acercarse a la pedagogía. No te dejes cegar por cantos de sirenas, tecnologías vanguardistas o experimentos deslumbrantes que prometen solventar todas los dificultades del aula. Replantéate continuamente tu foma de enseñar y considera tu aptitud pedagógica como en mejora permamente. 

 

Y, sobre todo, sé consecuente. No prediques ni exijas si luego no cumples. Dedica tus esfuerzos en aquello que supone una mejora para el alumno; evita el artificio y busca lo sencillo. Embárcate en todo aquello que te ilusiona aunque luego no llegues siempre a buen puerto. No pierdas el ánimo del principiante aunque pasen los años. Recuerda que cada curso puedes volver a empezar de nuevo. Ser docente vale la pena. Suerte.

 

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EDUCADOS PERO DESINFORMADOS

martes, 7 de diciembre de 2021

La batalla contra la desinformación parece que va resultar más larga y compleja de lo que podríamos pensar. A nivel educativo existen ya numerosas propuestas para que los jóvenes tengan ese pensamiento crítico que ahora exigimos como si fuera un menú de comida rápida que podemos servir a precio bajo a nuestros aprendices de consumidores. Sin embargo, no es raro que en nuestro entorno, personas con niveles de formación superior, se sumen también a campañas o mensajes donde la desconfianza es el elemento común.

 

Los miles de datos oficiales que tenemos a nuestra disposición son constantemente puestos en duda; dando mayor valor a foros en la redes o anécdotas del entorno. Las vacunas, la inmigración, la violencia de género, la homosexualidad, el cambio climático... parecen los nuevos pasatiempos o cebos envenenados para una población descreída (pese a estar más formada que en ninguna otra época). Los aprovechados de turno, por los humanos motivos de siempre, disfrutan de un perfecto caldo de cultivo para que esta adoración a la desinformación no tenga fin. 

 

"No hagas caso a todo lo que te dicen las autoridades", "Infórmate por tu cuenta", "Quieren ganar dinero a tu costa", "Eso no está demostrado, nos ocultan información." Son afirmaciones a las que es fácil sumarse si ves peligrar tu salud o estatus. Parece que parte de la sociedad actual, sin otras preocupaciones más urgentes, ha optado por opinar y sumarse a cualquier corriente que avale unas tesis adulteradas. Igual que nunca imaginamos que sufriríamos una pandemia, tampoco somos capaces de visionar una guerra civil o mundial en nuestras fronteras; o vivir sin libertad con temor a ser apresado por unas ideas, una orientación sexual o un origen étnico. Algunos parecen más cómodos con las conspiraciones de turno o ejerciciendo de illuminati como forma de vida. Es más fácil ver fantasmas ireales que amenazas ciertas a nuestro privilegiado modo de vida e integridad física. 


Al igual que pasa en el mundo educativo, que funciona a golpe de modas, los bandos se multiplican entre los educadores "de toda la vida", los supuestos idealistas, los pragmáticos forzosos o los advenedizos que pregonan teorías no exportables a todos los contextos. Medimos poco lo que se aprende o seguimos por comodidad con una cantinela docente que no altere el agotamiento de un profesorado cada día más desmotivado. Preocupa ver tanta nadería y escaparatismo en las redes al igual que inquieta el culto a la imagen o la búsqueda de soluciones exprés porque nos aburre leer textos de más de dos mil palabras. 


Desde el aula no disponemos de fórmulas mágicas que esquiven el sectarismo de jóvenes y futuros adultos. La fórmula de hay que leer no garantiza evitar ser pasto de las redes y sus mentiras; tampoco la cultura ni un título académico avalan un buen juicio. Para más inri, los docentes debemos ir con pies de plomo para no ser acusados de adoctrinar a los menores. Solo nos queda dar datos para justificar los hechos y exigirlos a aquellos que afirman memeces. 


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