VENTAJAS E INCOVENIENTES DE LA EDUCACIÓN SEMIPRESENCIAL Y EN ALTERNANCIA

jueves, 29 de octubre de 2020

 Llevamos varias semanas en este experimento forzoso que llamamos educación semipresencial, híbrida o en alternancia a través de dos subgrupos en cada clase que rotan entre la formación presencial en la escuela y la formación a distancia; con el fin de disminuir el número de alumnos en que asisten físicamente en cada clase. Una organización académica que nos ha venido impuesta por cuestiones sanitarias y que implica que los alumnos tengan educación presencial en días alternos: la mitad de la clase acude una semana los lunes, miércoles y viernes, mientras que el resto de alumnos asiste los martes y jueves; la semana siguiente justo al contrario. Los días que no asisten físicamente al centro educativo deben seguir su formación desde casa a través de las distintas tareas que el profesorado programa para ser realizadas a distancia.


En nuestro caso, la formación en casa es fundamentalmente asíncrona, de modo que el alumno no se conecta virtualmente a la clase durante los días que debe permanecer en su domicilio. Por cuestiones técnicas, así como por el perfil del alumnado, decidimos que los estudiantes mantuvieran el ritmo de trabajo de un modo autónomo y se aprovechara mejor el tiempo en el aula física, tratando de evitar además las pérdidas de tiempo que conllevan la conectividad en tiempo real así como la saturación y poca eficiencia de las videollamadas en el público más joven y fácilmente distraible. 


Tras estas primeras semanas podemos apuntar algunas ventajas que más o menos podíamos prever: 


  • Grupos menos numerosos (tenemos la mitad de alumnos cada día) que permiten dar una atención más personalizada y mejorar el clima de trabajo en el aula con menos interrupciones y un mayor aprovechamiento del tiempo. Un aspecto que refuerza la importancia de la ratio en el aula; más aún en ciclos formativos de grado medio o en FP básica que requieren mayor escucha y cuidado del alumnado.

  • Digitalización forzosa de muchos procesos a través del uso de webs docentes o el Entorno Virtual de Aprendizaje (EVA) que usamos opcionalmente con Google Classroom. Todo ello obliga a una organización personal del profesorado y de los alumnos a través de herramientas digitales que pueden (y debieran) ayudar a incrementar la productividad personal. Se ha revelado aún más importante la agenda personal con un calendario de tareas y entregas bien organizado. 

  • Flexibilidad para los alumnos: pueden aprender a su ritmo e incluso dedicar más tiempo a aquellas materias o módulos que sean de su interés o que lo requieran por cualquier otro motivo. Esta autonomía exige una mayor responsabilidad al alumno en aquellos momentos que se encuentra en casa. Los alumnos se han acostumbrado a una comunicación digital semanal que exige unas competencias personales muy útiles para su futuro desempeño profesional. También ha forzado a muchos docentes a reflexionar sobre su materia y optar por formas de enseñar alternativas.


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Las desventajas y dificultades que, por el contrario, estamos padeciendo son numerosas. En algunos casos por las propias medidas de seguridad que nos obligan a llevar mascarilla con el consecuente agotamiento de las cuerdas vocales y el no reconocimiento físico de los alumnos, así como ese distanciamiento físico que impide una cercanía no solo en su lado tangible. Independientemente de estos hándicaps, esta formación en alternancia pone en relieve otros inconvenientes de peso:

  • Los alumnos no aprovechan convenientemente los días de formación en casa al igual que lo harían en el centro educativo. Raros son los casos de alumnos que dedican al trabajo las mismas horas en casa en comparación con el tiempo que se ocupa en las aulas. La falta de madurez y de responsabilidad es una traba importante para seguir el curso y aprender en las mismas condiciones que en la formación presencial habitual. 

  • Falta de recursos del profesorado: los docentes necesitamos más tiempo para diseñar tareas digitales y evaluarlas. Más allá de mandar ejercicios del libro de texto, se requieren materiales que fomenten el autoaprendizaje y un conocimiento alto del EVA utilizado para no caer en una sobrecarga de trabajo. Todo ello exige formación y un tiempo extra del que actualmente aún disponemos en menor medida al tener que repetir clases magistrales a los distintos subgrupos sin un minuto libre para otras actividades relacionadas con la docencia. Ello se traduce, si quieres llevar un buen seguimiento del alumnado, en un estrés constante, agotamiento o desistimiento (en los peores casos).

  • La imposibilidad de adquirir ciertas competencias desde casa: los módulos más prácticos que precisan de talleres o herramientas técnicas (maquinaria, software, dispositivos electrónicos, etc.) tienen una importante pérdida al no poder replicar las condiciones idóneas que la formación profesional precisa.

  • Calendario y seguimiento de las clases: la coexistencia de dos subgrupos obliga a llevar un doble calendario con cada uno de ellos y cierto lío con el cambio semanal de días de asistencia. Los exámenes y tareas duplicados exigen calendarios diferentes para cada subgrupo que conlleva un esfuerzo extra en la organización del profesorado. 

  • Falta de acompañamiento diario por parte del profesorado y socialización con el resto de compañeros. Las horas en el centro educativo son un activo muy valioso para unos alumnos, muy jóvenes en su mayoría, que reciben una educación tanto formal como informal en su paso por la escuela. Esta educación es insustituible, no importa la calidad o cantidad de herramientas digitales de las que dispongamos. Por no mencionar a aquellos alumnos que, por motivos económicos, no poseen equipos informáticos o conexión suficiente para seguir las clases a distancia. 

El profesorado, como viene siendo habitual, ha hecho un esfuerzo adicional para adaptarse a estos cambios. Unos cambios que, según la motivación, formación y recursos profesionales, se están llevando a cabo con mejores o peores resultados. Los efectos de este mal sueño, sin contar con los peores meses en los que estuvimos confinados, los podremos comprobar a final de curso. Espero y deseo que podamos, pese a tantos inconvenientes, seguir al menos con la educación semipresencial; un nuevo confinamiento y una formación online (FCT incluida) sería un mazazo irreparable en la formación de los alumnos. 

Con suerte, el próximo curso 2021-2022 volveremos a la normalidad y a quejarnos solo de la falta de recursos habitual que sufrimos como consecuencia de las políticas educativas o el escaso valor que la sociedad da a nuestro trabajo. 


photo credit: Teseum Birds on the wires via photopin (license)

MEDIDAS QUE DISCRIMINAN A LOS CENTROS CONCERTADOS EN LA COMUNITAT VALENCIANA

jueves, 22 de octubre de 2020

Llueve hoy por esta tierra, la Comunitat Valenciana, y toca mojarse. Nunca he entendido esas ganas de enfrentamiento o discriminación que, desde algunos sectores o partidos políticos, se fomenta entre la educación pública y la privada (concertada o sostenida con fondos públicos); ya sea para denostar o relegar a los centros públicos o a los privados. 


Comprendo, como docente de Formación Profesional de un centro de educación concertada, que la mayoría de funcionarios y amplios sectores de la población exijan una mejora de los recursos y una dignificación de la educación pública como garante de un derecho universal de nuestros niños y jóvenes. Entiendo que se mire de reojo a muchos centros concertados que parecen disponer de más recursos con el esfuerzo de las asociaciones de madres y padres o las infraestructuras heredadas de anteriores épocas. 

Sin embargo, sin entrar a debatir sobre el derecho a la libertad de enseñanza, ni en los artículos de la Constitución Española o en las sentencias del Tribunal Constitucional al respecto, me parecen totalmente injustas y discriminatorias ciertas medidas que la actual administración educativa valenciana llevan a cabo cuando se proponen ayudas y proyectos que solo contemplan su ejecución en centros públicos. Estamos hablando de ayudas que debieran llegar por igual a todo el alumnado, independientemente de la titularidad del centro educativo donde estudian; alumnos que no tienen culpa alguna de las discrepancias ideológicas de los gobiernos de turno y que merecen ser atendidos con los mismos recursos y oportunidades. 


Pongo como ejemplos el programa para dinamización de las bibliotecas escolares y el fomento de la lectura del actual curso o la futura Red 'Novigi' de centros educativos innovadores en FP que solo contemplan la participación de centros públicos. ¿No es posible la colaboración entre centros educativos de distinta titularidad? ¿No se pueden aprovechar sinergias que redunden en la mejora de las prácticas docentes, metodologías o actualización del profesorado? ¿No debieran tener los alumnos de todos los centros educativos las mismas herramientas y recursos para la mejora de su aprendizaje?


Se gobierna para todos y no hay derecho a que no se respeten los principios de igualdad, así como el trabajo que se hace desde los centros educativos pensando siempre en el beneficio del alumnado a través de la obtención de mayores recursos con los que ofrecer una formación actualizada sin que ello suponga un desembolso para las familias, un quebranto para los centros o una mayor presión laboral para el profesorado de estos centros. 


Tras casi dos décadas en la Formación Profesional, puedo afirmar que muchas de las sinergias que se activan y provocan cambios, vienen dadas por parte de personas que por su carácter, motivación, bagaje o aptitudes personales, saben conectar y compartir sus conocimientos; todo ello sin importar el centro donde ejercen y sin estar preocupados por la condición laboral o afiliación ideológica de otros colegas. Ya es hora de aparcar esas diferencias por parte de nuestros dirigentes políticos; contar con todos los actores y acordar medidas que redunden en el beneficio de todos los estudiantes, y, sobre todo, de aquellos que más lo necesitan. 



photo credit: pablocba Mirada de Evita en el billete de 100 pesos argentinos. via photopin (license)

EDUCAR PARA NO CONSPIRAR

sábado, 3 de octubre de 2020

Damos por supuestos demasiados conceptos vitales. Luego, nos chocamos con esa fea realidad que descubrimos en ciertas actitudes insensatas a nuestros ojos o esa indolencia que una minoría bulliciosa se empeña en plantarnos en los morros. Es comprensible que algunos jóvenes bailen en la incertidumbre de un pensamiento al compás de vídeos de YouTube o de las habladurías con propios y extraños. No es tan entendible que otros tantos adultos no reparen en la importancia de sus actos para con el bien común; ya sea en un centro de trabajo, en la calle o cualquier otro establecimiento público.

 

Educar para desdeñar teorías conspiratorias, bulos o esas estúpidas fake news que pululan por las redes, es más necesario que nunca cuando la salud es lo que está en juego. Que nadie tenga la tentación de crear una asignatura para ello; sin embargo si es necesario leer más, dar ejemplo con la actitud y acción personal y crear espacios y momentos para reflexionar al respecto. En una sociedad donde la mayoría va a la suya (o como máximo se preocupa de sus allegados), hay que poner el acento en la necedad que supone tragarse conjeturas o creencias sin base científica alguna o sin datos que las respalden. No nos vale solo con colgar carteles informativos o utilizar pasajeras campañas audiovisuales.


Leer periódicos no está de moda. Algo habrán hecho también los medios de comunicación para el desapego que provocan entre la juventud. Desde la escuela tampoco se siente ese interés en la actualidad informativa a través de los medios de información escrita y mediante lecturas sosegadas de los mismo. Somos carne de vídeos de un minuto emitidos en Internet o presa de tertulianos televisivos que vociferan para un público talludito en su canal favorito. La receta, en mi opinión, siempre está en dar qué pensar; salir de la rutina de ese pensamiento que nos lleva a no salir del redil mundano e invita poco más que a pensar en nuestro bienestar personal, alcanzar cierto nivel de consumo y aparentar un felicidad perpetua en esa malla virtual que tejemos en las redes para atraparnos a nosotros mismos.


Leer y leer. Discriminar lecturas y fuentes de información. Tareas engorrosas en los tempos que corren. Mucha tableta, mucha app y poca conexión con esa realidad donde los jóvenes alumnos tienen mucho que decir cuando hablamos desde el conocimiento y no desde la mera opinión o la superficialidad. A todo ello contribuimos con eslóganes breves, frases hechas y una apariencia engañosa (y a menudo ridícula) a través de simples instantáneas que siguen el formato un instagrammer cualquiera. 


Y lo peor puede estar por llegar. Padres y madres que han claudicado a la dictadura de la pantalla; ellos mismos solo creen lo que ven (ya que leen poco). Niños acostumbrados a vivir bajo el clic sin ningún filtro y con la notificación de un me gusta como banda sonora de su existencia. Seguramente, tendremos que esperar a que la generación de aquellos que ahora rondan los dieciocho años sean padres y deshagan el entuerto de una mala educación basada en la barra libre tecnológica que se administra desde la cuna. Ellos son ya conocedores de la idiotez que provocan las redes, de los contenidos intolerables que consumen muchos niños o del postureo que atrapa las vidas de unos chavales que debieran estar jugando con una pelota o deambulando con sus amigos. 


No se trata de sermonear, como frecuentemente hacemos. Dotemos las aulas de recursos e insistamos al profesorado en la necesidad de un conocimiento que sobrepase el libro de texto y ese copio y pego que inunda los trabajos escolares. Leamos, hablemos y perdamos el tiempo en desgranar la información veraz en aquellas cuestiones donde no cabe la opinión. Encendamos el móvil para recibir y cribar los datos contrastados y no solo imágenes intrascendentes para seguidores provisionales. Estamos a tiempo. 


educar para no conspirar

photo credit: DrQ_Emilian Hot Newspaper via photopin (license)

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