El fomento de la lectura en los centros educativos, más aún en los de Formación Profesional, no suele ser un punto en el que destaquen nuestras escuelas o que forme parte de su relato comercial. Las nuevas tecnologías, los idiomas, las instalaciones u otros valores añadidos a la oferta académica, son más fácilmente vendibles a los estudiantes y a unas familias que piensan de un modo pragmático.
Quizás, si hubiéramos invertido una décima parte de la formación del profesorado y del equipamiento tecnológico en unos buenos planes lectores dirigidos a los alumnos desde el inicio de su escolorazición obligatoria, otro gallo cantaría más dulcemente dentro y fuera de las aulas. Tal vez, multiplicaríamos así la demanda social de centros educativos con una biblioteca ejemplar y profesionales en este ámbito. Seguramente, la lectura tendría un valor funcional mucho más elevado en nuestro entorno social.
Discutimos mucho sobre la conveniencia de los dispositivos móviles, el visionado de determinadas series televisivas, el uso de los videojuegos, la sostenibilidad, el bilingüismo, etc. Mientras, el debate sobre la necesidad de fomentar un hábito lector, destacando las bondades y disfrute que implica el verbo leer, permanece mudo; solo se despierta en esos días internacionales de... o semanas de... que tanto nos gusta celebrar.
Para mi sorpresa, la semana pasada, en una charla organizada para nuestros alumnos de un ciclo de grado superior de FP, un directivo de una empresa multinacional valenciana aconsejaba vivamente la lectura a los estudiantes: "Leed todo lo que podáis". Afirmaba, para mi gozo, que gracias a la lectura su vocabulario aumentaría; serían capaces de expresarse mejor oralmente y por escrito; y tendrían más oportunidades de ser seleccionados en un proceso de reclutamiento si se muestran capaces de responder a la oferta de empleo de un modo adecuado y diferente al resto de candidatos.
Muchos sabemos, aunque parece que no la mayoría de enseñantes, que el imperativo y la lectura casan mal a ciertas edades. El "hay que leer" soltado como precepto tiene poco recorrido entre los más jóvenes. Es preciso convencerles de que es posible encontrar lecturas adecuadas a sus gustos; que prueben y deshechen libros; que visiten librerías y bibliotecas (también con nuestra compañía); que la cultura y el placer que ofrece un buen libro está a su alcance y no tiene por qué rivalizar con otras formas de entretenimiento.
Dejemos el discurso de lo importante que es leer y pongámonos manos a la obra. Llevemos libros a las aulas de Formación Profesional. Recomendemos títulos y acerquemos la lectura a través de las redes, de sus compañeros, de los módulos, de las series, del cine... Ahora que nos gusta tanto hablar de las "soft skills", mencionemos las habilidades que conlleva la lectura habitual. Sin duda, además de las competencias técnicas indispensables en cualquier puesto, en un entorno profesional se requieren técnicos con destrezas comunicativas más allá del simple lenguaje que empleamos en un whastsapp o en un comentario ingenioso en las redes.
Por otro lado, el profesorado necesita formación didáctica y recursos para trabajar el fomento de la lectura. Precisamos conocer los mecanismos que motivan a coger un libro evitando ese aura de actividad forzosa que tanto rechazo ocasiona. En FP adolecemos de la visión y de las herramientas que ayudan a generar nuevos lectores, escasean los útiles para acrecentar ese hábito lector buscado. Pongamos empeño en ello y persigamos los medios para un fin que no debiera tener oponentes; aunque solo sea por el bien de sus competencias profesionales.
Nos seguimos leyendo.
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