CONSEJOS PARA LA GESTIÓN PROFESIONAL DEL E-MAIL

miércoles, 22 de enero de 2025

 


 

A nivel profesional el buzón de entrada del correo electrónico requiere una gestión óptima. Por mucha inteligencia artificial generativa que dispongamos al final es la voluntad de querer hacer bien las cosas lo que marca la diferencia. La IA facilita la respuesta a los correos, sugiriendo respuestas o resumiendo un correo recibido o buscando información en correos anteriores (Google ofrece estas opciones en Gmail con los planes de pago). Sin embargo, profesionalmente, en cuanto te diriges a un posible proveedor o cliente, es fácil encontrar correos sin respuesta ante una solicitud de información o una dejadez en la contestación requerida. 

 

Me parece importante, de cara al futuro laboral de nuestros estudiantes de FP, que consideren la conveniencia tanto de responder correctamente a un e-mail como hacerlo en el momento oportuno. En un artículo anterior enumeraba en una infografía algunos consejos sobre cómo enviar un correo electrónico a un profesor o alumno. Ahora, me interesa también que los estudiantes tengan en cuenta que este tipo de comunicaciones pueden ser muy relevantes para la imagen de una empresa y, en consecuencia, para ganar o mantener clientes. Personalmente, desestimo aquellas empresas que no se dignan a dar una respuesta o que lo hacen pasados varios días. 


Nosotros, como docentes, cada vez hacemos más uso del correo como una herramienta de comunicación con el resto del claustro o con las familias. La implantación de plataformas educativas o LMS (Learning Management System) ha reducido el número de comunicaciones directas a través del e-mail. Aunque, si los estudios son presenciales, también conviene educar en el no abuso de las correspondencia electrónica cuando sea posible el trato personal directo. Afortunadamente, la gestión del buzón de entrada es más sencilla y podemos enviar avisos personales o generales a través de estas plataformas (Moodle, Classroom, Teams, etc.). Sin embargo, a nivel profesional nuestro alumnado precisa tener en cuenta tanto la netiqueta en la redacción de correos electrónicos como la gestión eficiente y eficaz a la que antes me refería. 

 

Es fácil cometer errores con la gestión de correos electrónicos, más aún cuando el spam es una práctica habitual que todos sufrimos. Perder algún mensaje u olvidar dar respuesta a alguno recibido no quita que ofrezcamos disculpas o tratemos de solventar el malentendido. La IA seguro que nos ofrece fórmulas para responder cortésmente, pero no está de más personalizar y dar un carácter propio a las comunicaciones. Un exceso de asepsia digital puede ser contraproducente. En los tiempos que corren, la correspondencia suele ceñirse a unas pocas líneas donde nos piden ir al grano; a pesar de que se agradecen los mensajes personales redactados con atención y afecto, sin importar la extensión. ¡Qué tesoro recibir hoy día una carta por correo postal!

 

Espero resulte útil la siguiente infografía al respecto:

 

CONSEJOS EMAIL PROFESIONAL

 

SI NO FUERA DOCENTE

sábado, 18 de enero de 2025

 


 

Ahora que llevo casi media vida trabajando, con mis hijos orientándose profesionalmente, me pregunto si volvería a decidirme por la docencia y por los mismos estudios universitarios que cursé en aquel entonces. Ha llovido demasiado desde aquellos años noventa del siglo pasado y, sin embargo, no encuentro tantas diferencias con aquel panorama: muchas dudas y pocas certezas junto a una falta de orientación profesional que, a menudo, se reducía al consejo familiar. 

 

Los títulos de Formación Profesional no se contemplaban al igual que ahora, pese a que esta opción sigue sin ser reconocida socialmente en su justa medida frente a un título universitario que supuestamente te ofrece un prestigio aunque no te garantice siempre un sueldo mucho mayor. En mi caso, supongo que como otros muchos estudiantes, me decidí por la entonces denominada licenciatura en Ciencias Económicas y Empresariales, ahora ADE, que solía ser el refugio de aquellos sin una clara vocación (creo que no ha cambiado tampoco mucho la situación al respecto...).

 

El nivel educativo y la ocupación de los progenitores continúa siendo una variable fundamental en la elección de determinados estudios. Según señala el informe "El perfil socioeconómico del estudiantado universitario en España", el perfil familiar sí influye en la elección de ámbitos de estudio universitarios, pero sólo en algunos de ellos y de forma desigual. Asimismo, el último informe ministerial sobre Datos y cifras del Sistema Universitario Español 2023-2024, muestra un incremento en el número de titulaciones universitarias y un incremento de casi 100 000 alumnos (+55,9%) en las universidades privadas; fundamentalmente en las áreas de Negocios, administración y derecho, Ciencias sociales, periodismo y documentación. Tenemos más titulaciones universitarias que antaño, un mayor número de universidades privadas y un menor número de graduados que coincide con las menores matriculaciones en la universidad de los últimos años. Sin embargo, la oferta y la demanda de estudios, según sea la rama de enseñanza es muy dispar (más de cinco alumnos por cada plaza en Ciencias de la Salud en una universidad pública presencial), pese a que se adivina una tendencia a la baja de las notas de corte en las universidades públicas. Complejo panorama.

 

Cuestión aparte es revisar la empleabilidad de cada título universitario. Ser pragmático de cara a tu vida profesional futura no es tarea fácil. Si ya entonces la popular generación JASP (ahora con medio siglo a sus espaldas) aspirábamos a salarios poco menos que mileuristas, actualmente las perspectivas no parecen mucho mejores con una generación donde la vivienda se come esa mayor tasa de empleo que disfrutamos hoy en día. Preguntarse dónde se cobra más, si es esa tu principal motivación, no es difícil de saber según las estudios que ofrecen las universidades; o si el empleo se ajusta al nivel o área de estudios (muy recomendable para ello la herramienta U-Ranking) deseada. A eso hay que añadirle la incertidumbre que aporta el desarrollo de tecnologías disruptivas tanto al mundo educativo como el profesional.


Con los años, la cada vez más larga carrera laboral suele comenzar mediatizada por un sinfín de casualidades; gracias al conocido de turno o según sea la coyuntura del mercado de trabajo del momento. Los caprichos del destino nos marcan y la falta de paciencia imperante no ayuda tampoco a mejorar el porvenir. Sin embargo, volviendo al meollo de este artículo: ¿los jóvenes, a pesar de la ingente información disponible, están ahora mejor orientados? Si nos fijamos en los resultados del marco de calidad Xcelence, desarrollado por la Fundación Berteslmann, en su último informe "El estado de la orientación académico-profesional" señala que el alumnado de secundaria y bachillerato recibe poca información sobre el mercado laboral y tendencias profesionales; la mayoría de los centros no contemplan como responsabilidad de los docentes la interpretación de fuentes de información sobre el mercado laboral; y existe una dificultad real para acceder a fuentes de información actualizadas y entendibles tanto para los docentes como para el alumnado.

 

Con total seguridad habremos avanzado en muchos ámbitos de la orientación académica y profesional, pero, indudablemente los jóvenes siguen teniendo muchas dificultades para tomar decisiones propias que no se basen fundamentalmente en las opiniones de la familia o en las tendencias del momento. Volviendo al título que da nombre a esta publicación, seguramente nunca hubiera sido docente si no me hubieran dado la oportunidad de dar clase en un momento dado y experimentar la enseñanza; a pesar de mi temprana mala experiencia dando clases durante el servicio militar obligatorio. Si no fuera docente, quién sabe dónde andaría enfrascado ahora. De momento, mi saldo es bien positivo: esta profesión me permite, además de subsistir, encontrar un sentido al largo tiempo de vida que pasamos en un puesto de trabajo. A pesar de todos los inconvenientes, conflictos diarios, o el agotamiento mental que supone trabajar con jóvenes y adolescentes, hay muchas singularidades de la docencia que compensan. Y no solo las anheladas vacaciones escolares.

 

Supongo que la mayoría de los jóvenes, al igual que los más talluditos, buscamos combinar la vocación con las posibilidades de un empleo bien remunerado. El idealismo, con los años, suele pasar a una fase de pragmatismo y necesidad de seguridad económica. Conocer, valorar e interpretar las opciones académicas y profesionales de la oferta educativa sigue siendo una tarea abrumadora; mediatizada además por las cortapisas del sistema educativo (matrículas, notas de corte, presión social...). En mi opinión, no dedicamos el tiempo suficiente a conocer de primera mano las posibilidades académicas y profesionales existentes. Hemos avanzado mucho promoviendo los estudios de Formación Profesional, el emprendimiento o las carreras STEM; y, sin embargo, son todavía demasiados los jóvenes que toman decisiones desconcertados, sin referencias y con la falta de certidumbres propia de la edad y de un futuro por explorar. Seguimos apresurándonos demasiado para una carrera donde importa menos el tiempo cronometrado que el destino alcanzado.

EL (SIN)SENTIDO DE LAS COMPETENCIAS DIGITALES DOCENTES

lunes, 13 de enero de 2025

 

COMPETENCIAS DIGITALES DOCENTES

 

Ser competente digitalmente puede tener distintos significados según a quién preguntemos o según quién sea el sujeto al que deseamos medir. Sin embargo, podríamos coincidir en la definición propuesta hace casi veinte años por el Parlamento Europeo y el Consejo (2006)

 La competencia digital entraña el uso seguro y crítico de las tecnologías de la sociedad de la información (TSI) para el trabajo, el ocio y la comunicación. Se sustenta en las competencias básicas en materia de TIC: el uso de ordenadores para obtener, evaluar, almacenar, producir, presentar e intercambiar información, y comunicarse y participar en redes de colaboración a través de Internet.

En aquellos momento no teníamos a la Inteligencia Artificial mareando, pero ya estaba clara la importancia de la digitalización tanto para el mundo del trabajo como a nivel personal y social. Aunque en 2018 se planteó una nueva definición más compleja:

La competencia digital implica el uso seguro, crítico y responsable de las tecnologías digitales para el aprendizaje, en el trabajo y para la participación en la sociedad, así como la interacción con estas. Incluye la alfabetización en información y datos, la comunicación y la colaboración, la alfabetización mediática, la creación de contenidos digitales (incluida la programación), la seguridad (incluido el bienestar digital y las competencias relacionadas con la ciberseguridad), asuntos relacionados con la propiedad intelectual, la resolución de problemas y el pensamiento crítico.

Aquí ya aparecía el manido "pensamiento crítico" y esa seguridad que ahora tanto nos preocupa en las sociedades democráticas tanto por razones políticas, sociales como económicas. Asimismo, con la puesta en marcha del Marco Europeo de Competencia Digital para la Ciudadanía (DigComp) que publica una primera versión en 2013, arranca una carrera cualificadora que dispone de un último marco publicado en 2022. Todo un trabajo que ha tenido como objetivo principal ayudar a los ciudadanos a involucrarse con confianza, capacidad crítica y seguridad con las tecnologías digitales, ya sean nuevas o emergentes. 

 

El DigComp nos ha ayudado a resaltar la importancia que tiene esa competencia, sea como ciudadanos, trabajadores, docentes o estudiantes. En estos momentos, la crítica (siempre necesaria) hacia las tecnologías digitales parece se extiende en forma de prohibiciones y a través de un conflicto que ya no es solo intergeneracional sino que parece solo cosa de tecnófobos y tecnófilos. Sin duda, parecemos haber perdido el oremus y las competencias digitales han pasado a ser un nuevo requisito que certifica un dudoso nivel que va desde un A1 a un C2 según quien sea la entidad certificadora. Todo sea por no perder unos fondos públicos que no siempre se emplean con juicio.

 

Resumiendo, y perdonad la extensa introducción, el popular DigComp nos ha permitido poner nombre a las necesidades que como profesionales y ciudadanos tenemos a nivel digital. Sin embargo, a nivel educativo, seguimos empeñados en aprender a manejar la última herramienta digital del momento en lugar de adaptar nuestra enseñanza en colaboración con la tecnología. Nos ofuscamos con los fuegos de artificio que la digitalización ofrece o nos contentamos con ese nuevo título que pretende medir con un simple test lo competente que soy.  ¿Dónde queda la mejora de mi docencia?, ¿o el deseo por aprender y adquirir conocimientos valiosos?

 

Como ocurre con todo aquello que la normativa exige, y que es visto como un requisito o impulso profesional, acabamos aburridos y desengañados de un sistema de certificaciones para la galería que nos ocupan demasiado tiempo. No sé si las certificaciones de la competencia digital docente terminarán siendo una oportunidad perdida, pero no resulta probable que hayamos escarmentado con esas fiebres certificadoras que no nos hacen mejores docentes cuando solo buscamos el dichoso título de turno. Al igual que con los estudiantes, si no ofrecemos motivos para el aprendizaje y esa formación continua, o si no alimentamos la curiosidad de los futuros digitalmente autentificados, la tarea certificadora se convierte en un fiasco. 

 

No perdamos el juicio en estos asuntos y centremos de nuevo la capacitación de los profesionales en aquellos aspectos que ofrecen un valor añadido a su sector laboral o a su desarrollo personal. Dejemos de hacernos trampas al solitario y apostemos por una digitalización enfocada en los intereses de cada sector, de cada etapa educativa o de cada entorno. La solución no pasa por prohibir dispositivos cuando no sabemos cómo aprovecharlos para el aprendizaje y la adquisición de unas competencias que pueden marcar el futuro laboral de las personas. Orientemos nuestra formación y la enseñanza hacia ese maremágnum de conocimiento y oportunidades que nos ofrece la tecnología; con destino a una digitalización que requiere mucha lectura e interés previos. 


Foto de Colby Winfield en Unsplash

INFLACIÓN EDUCATIVA Y PROFESIONAL

miércoles, 8 de enero de 2025

 


 Nos hemos acostumbrado a que nos suban el precio del pan, del recibo del gas o de ese desayuno que no perdonamos en la cafetería de turno. No protestamos tampoco cuando los precios de un apartamento vacacional roza los mil euros semanales o si las entradas de un concierto para 2026 superan los cientos de euros. Pero la inflación no solo la sufrimos los consumidores transigentes. La inflación educativa hace tiempo que campa a sus anchas en un mundo educativo acostumbrado a inflar calificaciones y a no querer enfrentarse ante unos mal vistos suspensos consecuencia de múltiples factores.  


Pero vayamos a los números. En el caso de los estudiantes de bachillerato, según los datos analizados en el artículo editado por Funcas "Desafíos y oportunidades para el futuro de la educación superior", el porcentaje de estudiantes con notable o sobresaliente pasó del 50 por 100 en 2015, al 59,2 por cien en 2018, hasta el 69,9 en 2022. Y no solo es un caso español; en este mismo estudio se señala que tanto en las universidades del Reino Unido como en EEUU hay un aumento en las calificaciones que no refleja una mejor preparación de los estudiantes ni a un aumento en el nivel educativo de los padres de los universitarios, sino que es una mera inflación de las notas. Tampoco se queda atrás el gran aumento en las tasas de graduación en las universidades. 

 

No todo son noticias preocupantes al respecto. España ha logrado una notable reducción en la tasa de abandono educativo temprano (jóvenes que no completan la ESO), pasando del 30,9% en 2002 al 13,2% en los tres primeros trimestres de 2024. A pesar de que está lejos del 9% que tiene la UE como objetivo para 2030.  Como se explica en el documental "EXIT, abandono escolar", entre los factores principales del abandono se identifican circunstancias familiares complicadas, dificultades económicas y la percepción de falta de utilidad en la educación. Varones y jóvenes de origen inmigrante presentan mayores tasas de abandono escolar y somos los segundos con las cifras más altas de abandono temprano de la UE tras Rumanía (16,6%). Y somos líderes en repetición de curso en la primera etapa de la educación secundaria (7,8%). ¿Será todo ello un problema de desigualdad creciente? Evidentemente, un acceso gratuito a una buena educación y orientación personal paliaría parte de estos problemas.

 

Volviendo a las líneas iniciales de este artículo, las percepciones (a veces engañosas) nos señalan que todo vale con tal de obtener un certificado o titulación. La mayoría conocemos demasiados casos donde el suspenso no cabe, no sea que el cliente o su parentela se enoje. Incluso parece un derecho el llegar a un sobresaliente. Todo ello a pesar del contrasentido de unas calificaciones que sirven de vía de acceso a otras etapas educativas pero que tienen escasa influencia en el acceso al mercado laboral. ¿Qué empresa revisa los boletines de notas en un proceso de selección? En la FP superior estas calificaciones tienen escasa relevancia en el itinerario profesional (no en el acceso a la universidad) de los estudiantes y aún así seguimos perdiendo el tiempo con el cálculo de décimas. La Formación Profesional es una etapa ideal para fomentar la importancia de las competencias técnicas y personales por encima de las debidas notas. La obsesión calificadora es difícil de atemperar cuando se arrastra desde la educación primaria.


Tal vez la solución pase por dar la relevancia debida a estas calificaciones en los procesos de reclutamiento; dejar de acumular títulos solo para complacer a los empleadores y centrarse en el aprendizaje como la meta principal del sistema educativo. Hay escalas para todo. Las rebajas y los sistemas exprés en educación nunca han sido buenas consejeras. La obsesión calificadora y la titulitis galopante no parecen redundar en una mayor cualificación de las personas. Nos hemos habituado a formarnos y pagar si es preciso (y posible) por ese papel que evidencia requisitos inaplazables en lugar de crecer en aquello que nos mejora realmente.


Foto de Drew Dizzy Graham en Unsplash

DESEOS PARA UN NUEVO AÑO Y UNA NUEVA FP

sábado, 4 de enero de 2025

 

deseos para un nuevo año y una nueva fp

 

Continuando con los deseos para un nuevo año, y esperando haber colaborado en alguna medida a la compra de regalos en los negocios de las localidades afectadas por la DANA (NO nos olvidemos de ellos, podemos seguir contribuyendo a su recuperación), es ahora tiempo de buenos propósitos. También en la FP, este agitado curso, nos lleva a centrar nuestros ruegos en poco más que cubrir las plazas de formación en empresas para nuestro alumnado de primer curso, a la vez que cumplimos con la próximamente extinta FCT. 

 

Siendo realistas, el sálvese quien pueda parece que será la tónica general en muchos centros educativos. Ya andamos buscando solventar ese nuevo módulo que dualiza toda la FP y que incorpora una formación práctica y real en una empresa con la que alcanzar teóricamente unos Resultados de Aprendizaje (RA) a determinar de una serie de módulos también a determinar; y que en la práctica se está planteando como buenamente se puede según cada titulación, la zona geográfica, y las intenciones y realidad que se respira en cada empresa, organismo equiparado o centro educativo. Sin duda, las prisas no han sido unas buenas acompañantes. La falta de comunicación e incentivos para las empresas u organizaciones colaboradoras son un aspecto a mejorar para impulsar el acercamiento de la FP al mundo del trabajo. Ese sería otro de mis primeros deseos. 

 

También aspiro a que este 2025 nos permita contemplar la evaluación de un modo diferente, y no de nuevo como unas simples líneas de un apartado que ayuda a cumplimentar las a menudo poco socorridas programaciones. El papel y la auxiliadora inteligencia artificial hacen maravillas, pero lo ideal es plantearse una verdadera evaluación formativa. Ojalá. Estoy convencido de que podemos avanzar significativamente el aprendizaje desde este ámbito.

 

Luego vendrían esos nuevos proyectos intermodulares que, parece ser, cada departamento o centro educativo está planteando de muy distinta forma. Aquellos ya acostumbrados a trabajar por retos o proyectos, tienen ahora un modo de recurrir a ese nuevo módulo desde el que se calificará (y evaluará conjuntamente) el trabajo y aprendizajes llevados a cabo. Sin embargo, es preciso incorporar cambios organizativos, así como una formación al respecto, para una implementación más eficaz de este propósito intermodular. Esa cacareada flexibilidad que nos ofrece la nueva FP debiera poder materializarse e implementarse con medios adecuados y desde unas líneas de trabajo bien definidas para evitar el habitual maremagnum y las sucesivas reinterpretaciones de la normativa.

 

Algo similar puede estar pasando con los nuevos módulos de sostenibilidad y digitalización. Podemos convertirlos en las marías de turno, o aprovechar su implantación para ser trabajadas de un modo transversal y con una aplicación real al entorno productivo de cada ciclo formativo. Aquí también las propuestas son diversas, pese a que la carga lectiva no da para lo que exige el currículo básico. No estaría nada mal que se crearan y compartieran materiales específicos para las distintas familias profesionales; y no andar, como es habitual, buscándose la vida para aterrizar un módulo que puede ser más o menos interesante según lo planteemos en el aula.

 

Pese a que la jubilación a muchos nos esperará a los sesenta y siete años, solo pido no perder la motivación para continuar a pie de aula; ni sufrir más pérdidas de poder adquisitivo, ya sea por la inflación o por el incremento de tareas burocráticas que nada o poco aportan a la enseñanza. Tengo claro que los estudiantes van cambiando con los años, no son ni mejores ni peores, pero son siempre un desafío que, según nos lo planteemos te amargan o te inspiran. Mi demanda pasa por mantener esos motivos originales que permiten que nuestra docencia trascienda de algún modo. Espero no necesitar ningún coach ni gurú para ello. Aunque nunca vienen mal los consejos de Alfonso Alcántara:

 

Te sientas como te sientas y pienses lo que pienses, haz lo que debes, cumple con tus tareas y sigue tus planes. Y para conseguirlo tenemos que organizar bien nuestra empresa y nuestra vida profesional para propiciar la iniciativa para mejorar las cosas frente a la pasividad que supone esperar que mejoren.

Todo lo anterior puede condensarse en una petición de tiempo: tiempo para actualizarme técnicamente, tiempo para una formación didáctica de calidad, y tiempo para programar y cumplir esas programaciones con el sentido que la nueva FP nos propone. Un tiempo para dedicarlo a mis alumnos de un modo más personalizado, sin urgencias, para enseñar adecuadamente. Creo que debemos decir basta a esas malditas prisas donde solo importa titularse o certificarse, pasando el aprendizaje a un segundo plano. Dar importancia al conocimiento y alimentar la curiosidad debiera ser una prioridad sobre el resto de asuntos educativos. Aunque, como con casi todo, se comienza con la autoexigencia. En este caso, como nuevo propósito (quitando el repelente gimnasio), toca dejar de perder tiempo en esas redes sociales en las que, por afición y/o profesión, nos enredamos en exceso. 

 

Por último, deseo que mi nuevo libro, "Aprender en la nueva FP", publicado el pasado año, pueda ayudar en alguna medida a otros profesores y profesoras de Formación Profesional. Ojalá resulte de interés. En cualquier caso: mis mejores deseos para todos vosotros en este nuevo año.


Foto de Priscilla Du Preez 🇨🇦 en Unsplash
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