Mostrando entradas con la etiqueta programación. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta programación. Mostrar todas las entradas

SIMPLIFICAR LA EVALUACIÓN EN FP

lunes, 21 de julio de 2025

 


 

Según la RAE,  SimplificarHacer más sencillo, más fácil o menos complicado algo.

 

A menudo nos complicamos nosotros mismos las obligaciones docentes. Una de las responsabilidades del profesorado, habitualmente la menos grata, nos obliga a evaluar a cada uno de nuestros estudiantes. Ahora, con el nuevo sistema de Formación Profesional, y con esa evaluación formativa que no siempre tenemos clara, nos hemos enzarzado con esos múltiples resultados de aprendizaje (RA) y criterios de evaluación (CE) que en teoría deben ir ligados a una serie de unidades didácticas y que podemos ponderar y calificar según nuestro criterio profesional. Hasta aquí todo bien. 

 

El problema aparece cuando en lugar de centrarnos en el aprendizaje y en qué nos aportan los RA, cómo alcanzarlos y de qué forma podemos actualizarlos para que nuestros alumnos sean más competentes en su sector, centramos nuestros esfuerzos en diseñar una programación y una evaluación que justifique cada paso de una forma exhaustiva y mediante un sinfín de porcentajes. ¿Son necesarias esas hojas de cálculo donde se cruzan multitud de datos que el alumnado comprenderá con dificultad y que a muchos docentes les ocasionan inseguridad? Dudo que de este modo vayamos a mejorar la enseñanza. 

 

Volvamos al concepto de evaluación formativa. Su introducción en la FP tiene sentido cuando convierte la información sobre el aprendizaje en acciones de mejora aquí y ahora, fomentando la autorregulación del alumnado y haciendo que la enseñanza responda a las necesidades reales que van surgiendo en el aula. Sin embargo, como es habitual, nos focalizamos en esa otra evaluación, la sumativa, donde interesa una calificación final que se obtienen a través de una serie de fórmulas más o menos complejas. La nota de toda la vida y por la que más preguntan nuestros queridos alumnos.

 

Así que ahora, y para no variar, andamos enfrascados en cómo se obtiene esa calificación final de cada módulo teniendo en cuentas los distintos RA que lo componen; en lugar de ese modelo "clásico" donde se califica normalmente a partir de las notas obtenidas en cada evaluación y en función de una serie de unidades didácticas o temas clasificados por contenidos. Ahora, un error de conceptual o simplemente por comodidad, nos lleva a camuflar esas unidades didácticas para luego simplemente renombrarlas o esconderlas tras esos RA que nos exige el currículo oficial. Cuando, en teoría, debiéramos transitar hacia un modelo donde la calificación del módulo se obtenga a través de la valoración ponderada de cada uno de los RA que lo forman y que a su vez contienen esas unidades didácticas mencionadas. De este modo normalizaríamos los currículos oficiales de esta FP que transita desde los grados A hasta los grados E

 

La normativa y el lenguaje educativo poco ayuda al docente. Consultando esta guía para elaborar el proyecto curricular de un ciclo formativo en la Comunitat Valenciana, y a pesar de la buena intención, puede resultar desesperante como ayuda para configurar la evaluación del ciclo o módulo correspondiente. Si nos metemos a programar la evaluación de un ciclo, trabajando de un modo intermodular, la complejidad es aún mayor. Por todo ello, es imprescindible simplificar porcentajes y fórmulas, centrando nuestro tiempo en el diseño de tareas, pruebas, prácticas o instrumentos que faciliten tanto la evaluación formativa como la sumativa. Podemos para ello plantear una auténtica evaluación formativa y continua que facilite información al estudiante para su progreso personal. No es conveniente mantener esa parcelación de los módulos donde incluso se suspendía a un estudiante por no superar un tema. Las evidencias (pruebas, ejercicios, portafolios, tareas...) acumuladas a lo largo del curso certifican el logro de los aprendizajes necesarios de cada módulo y ciclo formativo. 

 

En mi opinión, debemos pasar a un modelo donde de una forma clara, tanto los docentes como el alumnado, puedan ver cómo se obtiene su nota poniendo en valor los aprendizajes obtenidos. Debemos ser capaces de seleccionar los contenidos más valiosos relacionados con cada RA para no convertir la programación en una carrera simulada donde sabemos que nadie va a ser capaz de llegar a la meta. Ahora, con la disminución de la carga horaria de muchos módulos profesionales, es todavía más improbable alcanzar esos RA que solíamos delegar en unos libros de texto imposibles de terminar. Las normas están para ser cumplidas, pero considerando su espíritu para que no acaben siendo un mero trámite de cara a la galería.

 

La nueva FP nos incita a ser capaces de coordinar módulos e introducir esas otras competencias que se añaden o transforman con el tiempo: digitalización, la sostenibilidad, el emprendimiento, la comunicación o ese pensamiento crítico que no siempre sabemos cómo trabajar en el aula pese a la importancia que le concedemos públicamente. Aunque también indica que es necesaria una dotación de recursos. No nos liemos con esas décimas y porcentajes que bien sabemos no son relevantes para alcanzar aprendizajes. Deberíamos perder el tiempo, aún más escaso el próximo curso, replanteándonos el trabajo en equipo de los docentes junto a la actualización y/o estudio de los módulos asignados. Si bien para ello hacen falta pautas claras y comunes para evitar incongruencias y quebraderos de cabeza del profesorado. Simplifiquemos.

 

Foto de Maxwell Dugan en Unsplash

DESPROGRAMAR LA FP

lunes, 14 de abril de 2025

 

DESPROGRAMAR LA FP

 

Probablemente, este año, la programación de cualquier módulo de primer curso de aquellos ciclos formativos que han sufrido las modificaciones de la nueva ley de FP, debe haber padecido también alguna que otra merma. Ya sea por la dualización de los ciclos, que suele afectar a la mayoría de módulos, o por la variación de la carga horaria. La diferencia radica, como suelen argumentar los críticos al sistema, en la imposibilidad temporal de abarcar los contenidos y las unidades formativas donde aquellos se engloban. Quizás, la costumbre nos marca unos currículos donde lo que figura en el papel nos parece imprescindible o que, con el paso de los cursos, ya hemos interiorizado esa programación como algo no negociable y vital para el alumnado. 

 

También, posiblemente, los estudiantes de FP, durante su formación en las empresas (FE) u organismos equiparados, no alcanzarán todos esos resultados de aprendizaje que, de forma optimista hemos reflejado en su itinerario formativo personalizado y que ahora no trabajarán en las aulas. Y algunos de nosotros, como docentes, tendremos esa mala conciencia de no haber trabajado suficientemente esos RA que ahora, en mayor o menor medida, o de ningún modo, serán adquiridos con ayuda del tutor/a de la empresa colaboradora. El papel y los boletines oficiales todo lo aguantan. Este año, con colocar a todo el alumnado de primer curso, ya nos habremos dado por satisfechos. ¿Quién dirá si falta una parte u otra de ese u otro RA? Tal vez sea el momento de depurar currículos y quedarnos con lo que realmente importa. Así como evitar prácticas insustanciales que no aportan gran valor. 


Pero el sistema, afortunadamente, y a pesar de nuestras rutinas, nos deja hacer y deshacer. Los inspectores educativos suponemos que dejarán pasar estas u otras omisiones. ¿No había que ser flexible? Si queremos adaptarnos a un sistema que aboga por la innovación y un mayor acercamiento al mundo real de la empresa, deberíamos cambiar el chip. Ese chip que ahora es un procesador de última generación con el que deseamos trabajar pero haciendo más de lo mismo y a pesar la engañosa aceleración y dependencia de la IA. Corremos el peligro de perder el tiempo haciendo papeles y ocupándonos de los trámites, mientras no valoramos en su justa medida los aprendizajes que obtendrán los estudiantes gracias a la dualización. Evidentemente, como en cada cambio de modelo, nos toca superar la prueba y el error; ahora tratamos de salvar la papeleta y cumplir ese mínimo que la normativa marca y que tantos desvelos ocasiona. 

 

Me gusta ser optimista. Sin embargo, seguimos con prisas y visión de futuro cuando planteamos unos cambios que deben transformar la FP a corto plazo. Como al principio comentaba, continuamos entendiendo la enseñanza como algo estanco donde lo más importante es cumplir con la programación, un horario establecido  y donde la coordinación a menudo queda como algo impostado y molesto en el quehacer diario. Es difícil transformar una titulación si mantenemos todo constante menos esos RA que repartimos a nuestro aire. La organización académica, junto a unas normativas poco generosas o valientes, no hacen más que demorar ese cambio por el que apuesta la nueva FP. Es momento de trabajo real en equipo y esa coordinación que demandamos al alumnado. Y eso requiere tiempo, estimados docentes. 


Las nuevas formas de trabajo, la digitalización y las tecnologías emergentes, o esas otras competencias que interesan a los empleadores o emprendedores actuales, no son nuestro punto fuerte en la práctica profesional. Disculpad la generalización. Bastante tenemos con resistir los envites del alumnado más desafiante, las nuevas responsabilidades o la incertidumbre que cada curso afrontamos. Y las metodologías, a pesar de másteres y la vacilante formación docente, siguen teniendo mucho recorrido. Al igual que esas evidencias educativas sobre las que ya tenemos un manifiesto de numerosos investigadores. Demasiado bien salen las cosas teniendo en cuenta todos estos obstáculos. Y ahí seguimos enfrascados en esas inercias donde el mejor horizonte se baña en el período vacacional. Nada nuevo bajo el sol...

 

El verdadero hándicap lo vamos a tener con aquellos que se desmotivarán ante tanto vaivén. Si una temida crisis económica no lo esconde (ojalá no la veamos), van a ser unos cuantos los que renuncien a este guirigay que tensiona el ambiente laboral, con sus crecientes bajas, a cambio de ninguna mejora profesional. Van a ser necesarios muchos alicientes y políticas que pongan en valor a los ya motivados para que el sistema no solo se transforme sino que además se mantenga en ese crecimiento sostenido al que nos hemos acostumbrado. Los gestores de personal, y no los burócratas administradores; los innovadores con conocimiento, y no los de las ocurrencias; los previsores atrevidos, y no los complacientes continuistas; son quienes pueden mover este sistema con mucha mano izquierda y los recursos necesarios. 

 

Foto de Andrey Matveev en Unsplash
Con la tecnología de Blogger.

.

Back to Top