FP HORRIBILIS

jueves, 9 de octubre de 2025

 


 

Este comienzo de curso, para el profesorado de FP, puede que esté siendo el más exigente y complejo (por no utilizar otros términos) de los últimos años. Ahora no recuerdo, pese las habituales incertidumbres que siempre arrastramos, un año con tantas novedades a implementar, tantas dudas, descontento y poco convencimiento con el rumbo que hemos tomado de la mano de un nuevo sistema de FP que comenzó su andadura el pasado curso académico. 

 

Quizás sea todo una percepción personal, pero las conversaciones con profesorado de otros centros educativos, procedentes de distintas regiones y sin importar la titularidad de los centros, me lleva a esta conclusión: agobio, estrés e incomprensión de las medidas adoptadas. Y no es de extrañar. En mi opinión, nos hemos enfrascado en unos cambios necesarios que buscan transformar una FP que requiere mejoras; cambios que no pueden venir solo de la mano de un mera aplicación legislativa y una malentendida autonomía de los centros educativos. Vivimos en un last minute permanente sin una guía de viaje que nos facilite ese plausible y deseable destino. Todo son prisas y cunde cierta desorientación. 

 

El sector educativo no es un sector profesional cualquiera. En estos momentos, más allá de entender la filosofía de la nueva ley de FP y ofrecer recursos adicionales para su cumplimiento, nos hemos enfrascado en reorganizar los currículos y adoptar y adaptar los nuevos y viejos módulos como si no hubiera un mañana. Nos estamos dedicando a encajar a la fuerza este puzzle normativo sin entender el sentido de los cambios y sin caer en la cuenta de que desandar el camino resultará luego más costoso o que, en el mejor de los supuestos, todo seguirá igual pero con daños colaterales.

 

A pesar de ser docentes, es evidente la falta de pedagogía existente a la hora de enfocar todos los cambios implantados con el objetivo de una necesaria transformación de la Formación Profesional. En ocasiones parece que no hay nadie al mando o que estemos pilotados por demasiados conductores con distintas guías. Nos hemos centrado en diseccionar los currículos en ciento y una rúbricas con otros tantos criterios de evaluación, instrumentos y resultados de aprendizaje. Estamos cayendo en una excelitis donde importan más lo porcentajes, las filas y las columnas, que buscar un sentido a la evolución que necesitamos. Además, nos faltan referencias claras y relevantes que nos sirvan para encauzar las modificaciones por el mejor camino y desde ese denostado confort que nos ayudaría en esta exigente escalada. Trabajamos en un ay permanente que no facilita nuestra principal misión: preparar y dar la mejor clase posible.

 

No se trata de contraponer la FP de antaño con unos módulos profesionales a menudo inconexos y con un exceso de teoría frente a una FP donde parece que solo caben indicadores de calidad o unas metodologías que parecen desactivar al docente en lugar de activar al estudiante. La educación requiere tiempos de reflexión, debate, lecturas sosegadas y menos inteligencia artificial para cuadrar esas programaciones que tan bien relucen en nuestro escritorio virtual. Hemos redescubierto los currículos oficiales para darnos cuentas de que acaso nos habíamos dejado asuntos pendientes durante estos últimos años; sin embargo, nos atosigan ahora con un cumplimiento preciso de esos mismos currículos (a menudo desfasados) junto a nuevas competencias y resultados de aprendizaje. Todo por el mismo precio, menos horas disponibles y recursos materiales similares. 

 

Para más inri, nos enfrentamos con cierta desazón e ignorancia a una propagación ilimitada de la IA generativa en todas las áreas de la educación. Estamos acelerando ciertos procesos del aprendizaje en una FP que también es valiosa por su cariz artesano donde el método es igual o más importante que el resultado y donde nuestra materia prima son las personas. De nuevo, sin querer caer en el pesimismo tecnológico, somos unos crédulos si pensamos que la IA va a transformar la educación y esa FP que queremos. El cacareado pensamiento crítico y analítico acabará siendo otra impostura si no ponemos remedio. Corremos también el peligro de rendirnos ante una IA, que de momento nos sirve para camuflar un exceso de tareas, donde la exigencia pasa a mejor vida en aras de no complicar la existencia del profesorado o en busca de la satisfacción del mal llamado cliente. 

 

Veo difícil que nos libremos de esta galopante burocratización de la enseñanza donde todo se debe medir sin importar lo importante. Estamos cayendo en un autosabotaje continuo en una escuela que precisa pensar hacia adónde vamos y donde todo no es estandarizable ni medible. Dejemos de tirarnos piedras contra nuestro propio tejado. Simplifiquemos, por favor. Medir cada minuto en el aula, cada comportamiento, cada rúbrica o cada iniciativa, acelera el desencanto por una educación donde lo fundamental es disponer de docentes complacidos con su profesión. La docencia es relevante por esa mucha o poca capacidad que tenemos de transformar y ofrecer un mejor porvenir a alguna de esas personas que cada día se sientan junto a nosotros. 

 

Y para avanzar es necesario echar la vista atrás. Sin ilusión no hay mejora, por muchos planes novedosos que nos despachen. Entendamos la FP, y este curso que mal comienza, como una ocasión para aplicar aquellos cambios que consideramos realmente importantes y sin desmerecer el trabajo ya realizado. Además de la autoexigencia y un necesario optimismo, también es momento de demandar recursos y tiempos para que todos y cada uno de nosotros podamos aportar ese singular talento que cada docente es capaz de ofrecer en sus aulas y talleres.  

 

Foto de Matthew Henry en Unsplash

CÓMO MOTIVAR AL ALUMNADO DE FP

domingo, 21 de septiembre de 2025

 


 

Tratar de motivar a nuestro alumnado es un asunto recurrente para el profesorado de cualquier etapa educativa. Ahora, parece que volvemos a enfrentar la disciplina frente a las emociones, retornando al mismo punto de partida donde solo nos queda mantener un ambiente monacal u optar por un sucedáneo de parque de bolas. Sin embargo, en educación todo es mucho más complejo; la mano izquierda, el sentido común, aderezado de los recursos que nos debiera dar una buena formación docente, son siempre buenos aliados que nos garantizan un ambiente ideal para enseñar a esos jóvenes que pueblan nuestras aulas. 

 

En las aulas de Formación Profesional tenemos una diversidad creciente: desde los más jóvenes alumnos en la FP básica hasta adultos de cierta edad que buscan actualizarse a través de una formación reglada que les ofrece un título oficial. Estos últimos, habitualmente más maduros, no tienen problemas con la motivación; poseen motivos de sobra para estar atentos en clase y aprender lo máximo posible con el fin de encontrar un buen empleo. Cuestión diferente son los estudiantes de ciclos formativos de grado medio o superior que todavía no han definido sus intereses o que están creciendo aún a nivel personal. 

 

Los problemas se acentúan con estos otros perfiles con un alto grado de inmadurez o con ciertas dificultades personales o sociales que influyen en su comportamiento y seguimiento del curso. Tenemos multitud de chicos y chicas disruptivos, con ansiedad, distraídos, con poca autoestima, o, simplemente con una mala experiencia educativa en sus años de escolarización obligatoria. La experiencia o las percepciones nos podrían indicar que estamos peor que nunca, y que además, el nivel educativo tiende a empeorar año tras año. Pero nos faltan datos además de percepciones. 

 

Podemos analizar los últimos informes PISA publicados en 2023 que nos indican un empeoramiento en comparación con los resultados de 2015: España ha caído 15 puntos en matemáticas, 22 puntos en lectura y ocho puntos en ciencias. En comparación con los resultados de 2012, España ha caído 11 puntos en matemáticas, 14 puntos en lectura y 11 puntos en ciencias. Aunque, por otro lado, este mismo informe señala: "En España, los adultos de más edad (entre 55 y 65 años) mostraron un nivel de competencia inferior al de los jóvenes de 25 a 34 años en lectura, matemáticas y resolución adaptativa de problemas. En lectura, los adultos de 55 a 65 años obtuvieron 18 puntos menos que los de 25 a 34 años (media de la OCDE: 30 puntos menos). Las brechas competenciales entre los adultos de más edad y los más jóvenes podrían reflejar efectos del envejecimiento, pero también diferencias en la calidad y la cantidad de la educación y la formación entre generaciones."

 

Por tanto, no todo es blanco y negro, a pesar de las deficiencias que arrastra el sistema y que no son motivo de análisis en este artículo. Lo que sí es seguro es que cada generación es fruto de sus circunstancias. En la actualidad, si analizamos el Informe de juventud en España (Injuve, 2024), podemos conocer algo mejor las distintas preocupaciones o problemáticas que tienen nuestros jóvenes y que se resumen en los siguientes puntos en la actual coyuntura:

 

  • Minoría demográfica Vs envejecimiento del país.
  • Diversidad creciente.
  • Cualificación al alza y menor abandono escolar
  • Precariedad vital multidimensional.
  • Salud mental en crisis.
  • Valores (igualdad, sostenibilidad, familia y amistad)
  • Brecha y tensiones de género.
  • Identidad digital y alfabetización desigual.
  • Sentimiento de incertidumbre y reivindicativa.
  • Individualismo pragmático con solidaridad.
  • Trayectorias “zig‑zag” hacia la adultez tardía.

 

Bien sabemos que los problemas de salud mental son crecientes (la soledad no deseada y ansiedad autopercibida alcanza cuotas preocupantes) o que ahora hay más población extranjera en las aulas, así como que el ocio pasa por estar conectado a Internet en cualquier lugar y momento. Pero, ¿qué hacer en el aula ante este panorama? Como profesionales no nos queda otra que adaptarnos sin perder de vista los motivos de siempre que deben dar sentido a la educación: que todos nuestros alumnos y alumnas aprendan para poder labrarse un futuro digno. Ahora bien, para afrontar del mejor modo nuestra enseñanza en el aula y en un contexto complejo, nos podemos ayudar de la psicología del comportamiento y de las estrategias que algunos investigadores nos confirman que son útiles y no requieren demasiados cambios profundos. 

 

Os recomiendo la lectura del libro "Hábitos para una escuela exitosa", de Harry Fletcher-Wood, que nos señala la importancia de las rutinas escolares, la importancia de descomponer las tareas en pasos simples, dividir la clase en tiempos diferenciados y utilizar modelos o ejemplos en aquellas actividades que deben llevar a cabo los alumnos. Simplificando, demasiado quizás, debemos buscar captar la atención a través de pequeños sprints de dificultad creciente, donde el profesorado sea capaz de evaluar y retroalimentar a sus alumnos a través de distintos instrumentos. Este libro va en consonancia de una evaluación formativa que, en Formación Profesional, es uno de los ejes del nuevo sistema a la hora de programar los módulos profesionales o plantear proyectos intermodulares. Es necesario utilizar distintos instrumentos de evaluación (checklists, coevaluación por pares, cuestionarios, rúbricas, evocación, etc.) donde el alumnado además de demostrar su aprendizaje y competencias, sea cada vez más autónomo contando con nuestro apoyo y diseño de unas rutinas en el aula. 

 

En definitiva, como docentes, podemos motivar al alumnado desde distintas acciones que encajan muy bien con esa evalución formativa y la necesidad de establecer rutinas con objetivos específicos, estimulantes y alcanzables:

 

  • Demostrar la importancia y dar valor inmediato de lo que van a aprender.
  • Presentar referentes de quien quieren ser: docentes, compañeros, personalidades, ídolos…
  • No destacar las malas conductas del grupo, enfatizar los cambios y progresos de los alumnos.
  • Establecer prácticas gradualmente más exigentes.
  • Establecer plazos de entrega cercanos, automatizar recordatorios desde las plataformas, checklists. 
  • Miniretos por clase: entregable / evidencia y feedback inmediato
  • Cambiar el contexto en el aula: evitar distractores, parejas de trabajo
  • Normas y consecuencias claras, feedback privado
  • Retos colaborativos y con éxito compartido
  • Retos con responsabilidad económica real

 

Seleccionar y profundizar en alguna de estas acciones, según sean nuestros objetivos como docente, puede ayudarnos a mejorar el clima del aula y, más que dar motivos al alumnado, facilitar su atención a pesar de sus inquietudes o de una edad que no acompaña a la hora de ponerse a trabajar durante varias horas seguidas cada día. El tiempo nos pone a todos en el sitio, pero, con nuestra ayuda, el tránsito de los estudiantes hacia la vida profesional puede ser más llevadero. 


Cito a Meirieu, como así me gusta hacer al final de algunas presentaciones dirigidas al profesorado, porque además de técnicas es fundamental inspirar cierta esperanza hacia esas personas que comienzan a buscar motivos para crecer:

 

 "...nuestro trabajo consiste en convencer a nuestros alumnos, contra toda fatalidad, de que un futuro diferente es posible. Un futuro en el cual, gracias a que habrá conseguido aprender, podrá comprender mejor y comprender el mundo, y así asumir, prolongar y subvertir su propia historia". 

Foto de Masood Aslami en Unsplash

NUEVO CURSO DE FP: ¿SEGUIMOS CON LOS MISMOS OBJETIVOS?

domingo, 31 de agosto de 2025

 

FP 2025 2026

 

Nuevo curso 2025-2026. Supongo que con distintos ánimos, como no puede ser de otro modo, encaramos cada docente el año académico con dosis de trabajo extra y no demasiado convencidos de las modificaciones iniciadas el pasado curso. Además de los nuevos módulos y la dualización que ahora se completará, andamos sumergidos con nuevas programaciones que debieran suponer ciertos cambios en el enfoque de nuestros módulos profesionales, teniendo en cuenta la intermodularidad demandada y la optatividad al igual que la introducción de la digitalización y sostenibilidad de un modo práctico y no anecdótico. 

 

Además de todo ello, y aunque de momento no parezca una prioridad, la nueva ley de FP también impulsa ciertos aspectos fundamentales para su mejora. Me refiero tanto a la investigación e innovación aplicada, tanto técnica como pedagógica, así como a continuar progresando en el emprendimiento y la internacionalización a través de programas que faciliten su desarrollo sin que sea necesario un sacrificio personal demasiado costoso. Esperaremos a que se hagan realidad y cobren sentido todos esos términos que las normas nos arrojan y que tomamos con mayor o menor acierto desde la intuición o el voluntarismo: evaluación formativa, proyectos o retos, orientación profesional, inclusión, etc. 

 

Personalmente, solamente con reprogramar módulos con las nuevas cargas horarias, añadir nuevas competencias así como tratando de dar sentido y coordinar los proyectos intermodulares, ya tengo suficiente faena. En esas estamos gran parte del profesorado, sin obviar los desafíos diarios a los que nos enfrentamos cada año: mejorar la enseñanza y el aprendizaje, motivar al alumnado, lidiar con la burocracia, actualizar recursos limitados, bregar con las tecnologías, etc. Queda poco tiempo para debates o abundar en la queja como terapia. 

 

Gracias a la profesionalidad docente estas primeras semanas podemos lidiar con todos estos frentes abiertos que dejamos aparcados antes de las vacaciones estivales. Ahora, según me dice la experiencia, es momento de focalizarnos en aquello que consideramos más relevante para nuestro alumnado. A pesar de la normativa o de la organización académica, de esas programaciones oficiales que a muchos atormentan, o de todo el trabajo extra que seguirá suponiendo la dualización de la FP en primer y segundo curso, creo que es necesario centrar los esfuerzos en lo estrictamente necesario para preparar unas clases exigentes y sugestivas. La educación y la transformación del sistema de Formación Profesional no vendrá de las prisas y de los cumplimientos estéticos. Y todos, desde los docentes noveles hasta lo más experimentados, aportamos desde nuestras particularidades y la implicación en esta valiosa profesión. 

 

Este curso deberá suponer un nuevo paso a ese modelo de FP donde el objetivo es mejorar el trabajo que veníamos haciendo a través de competencias actualizadas y en consonancia a los cambios sociales y tecnológicos que se suceden en el mundo del trabajo. La inquietante entrada de la inteligencia artificial, así como los distintos perfiles de alumnado en nuestras aulas, o el exigido contacto con las empresas, son retos enormes que se suman a la tarea básica del todo profesor o profesora: dar clase cada día. Comenzar este nuevo curso con buena cara, a pesar de las distintas circunstancias personales y profesionales que cada uno vive, puede ser más fácil si centramos la mirada en cada uno de los alumnos que retornarán o acudirán por primera vez a nuestras clases. Somos la única tabla de salvación para algunos. No sé si cada vez vienen peores o mejores, pero nuestra obligación es atenderles y ofrecerles oportunidades donde el éxito educativo les sirva de acicate para seguir progresando de forma autónoma. Luego ya despotricaremos.

 

Podría enumerar las múltiples demandas o sugerencias que, desde este espacio personal, llevo anhelando hace demasiados años y que han dado lugar a otros tantos artículos. Desde la necesidad de compartir recursos a través de espacios impulsados y compartidos por las distintas comunidades autónomas y centros educativos, a mejorar e igualar las condiciones laborales del profesorado (carga horaria, salarios, etc.) de las distintas redes públicas y privadas, a diseñar planes de formación del profesorado de FP desde el conocimiento y la investigación educativa, o que la normativa educativa y sus presupuestos se diseñen con la mirada puesta en facilitar al profesorado sus responsabilidades y promover una FP excelente a todo el alumnado interesado. Para todo ello es necesario invertir y que nos lideren equipos con visión de futuro y actitud de servicio.

 

La desesperanza es un tren que se toma muy fácilmente. Transitar a lo largo de cada curso implica un largo recorrido a pie, con algunas cuestas, que es más llevadero si lo hacemos junto al apoyo de los compañeros, el aliento y ejemplo de los equipos directivos y una administración educativa que comunique y planifique con los medios y tiempos que necesita una buena educación. Os deseo un muy buen curso. 


Foto de Nic Low en Unsplash
Con la tecnología de Blogger.

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