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Hacer un uso adecuado de la inteligencia artificial generativa es una de las principales preocupaciones de cualquier docente. Tenemos claro que el alumnado (y el resto de mortales entre los que se encuentra el profesorado) tiene la tentación de utilizar las herramientas actuales y futuras de la IA generativa para cumplir con el expediente, ahorrar esfuerzos y ser así lo más eficiente posible a la hora de cumplir con las tareas encomendadas desde cualquier módulo profesional. ¿Quién no aprovecharía tamaño filón?
Podemos rompernos la cabeza en cómo evitar el abuso o esos plagios que nos cuelan desde la inocencia y habitualmente con nuestro beneplácito. Sin embargo, las herramientas digitales que comprueban y dan su veredicto en un probable porcentaje de plagio son cada vez más inútiles. Engañar al engañador es placentero, como diría Maquiavelo, pero las pruebas no son irrefutables. Luego nos queda la alternativa de intensificar las pruebas orales y escritas (el examen de toda la vida) y así dejar claro que no hay escapatoria al poder supremo del profesorado (léase con ironía). O, incluso, podríamos dar la batalla por perdida y esperar que esa Generación Alfa (o IAborígenes) que más pronto que tarde poblarán nuestras aulas, nos utilicen como un recurso humano que facilite la conversación, el aprendizaje y la curiosidad del alumnado con un enfoque integral.
Mientra tanto, podemos seguir experimentando y tratando de conocer cómo funcionan esas herramientas de IA generativa que aparecen, se actualizan y se desvanecen dentro de esa burbuja digital de la que ya no podemos escapar. Podemos buscar modos para que nuestro alumnado aprenda y profundice de un modo crítico sin volverse totalmente dependiente de una IA que no facilita la reflexión ni la digestión lenta de lecturas o problemas planteados. La IA puede ser la nueva olla exprés frente a la olla de hierro fundido; las dos herramientas pueden subsistir en función del guiso preferido. En la dieta puede estar el secreto de toda este desasosiego digital que podría terminar empachándonos y con el peligro de pretender volver a una dieta paleo(lítica) donde el papel y la tiza sean los únicos ingredientes para evitar los complejos artificiales.
En mi opinión, entiendo que la IA generativa ya produce mejores resultados que casi cualquier estudiante de FP. Deduzco que el diseño de actividades y materiales técnicas y específicas es ahora mucho más sencillo y probable para el profesorado. Antes del advenimiento (preciosa palabra) de la IA no era demasiado popular la creación de materiales propios; ya sea por la falta de tiempo o la dificultad que conlleva esta tarea. La dependencia del libro de texto o de esos manuales técnicos ha sido, y sigue siendo, la norma reinante en muchas aulas de Formación Profesional. Sin embargo, ahora mismo es extremadamente fácil programar, crear contenidos y diseñar actividades según la complejidad requerida. Historia aparte es el cuidado que pongamos en la revisión de los materiales generados y en cómo queramos aderezar esos contenidos con nuestra esencia personal.
El presente mercado de tecnología educativa, del que no ando todo lo actualizado que debiera, nos ofrece multitud de herramientas que, como lo fueron otras en el pasado, acabarán pasando a mejor vida. Ahora, las multinacionales del sector parecen haber tomado de nuevo la delantera; las aplicaciones de Google o Microsoft nos ofrecen un entorno conocido y ligado a otros servicios que ya venimos usando. Su gratuidad parcial (de momento) nos volverá a cautivar para bien y para mal a nivel educativo. Volveremos al redil del oligopolio probablemente.
Como docente con las miras abiertas, aunque receloso con ciertos aspectos de la digitalización, encuentro multitud de oportunidades con herramientas como NotebookLM o los Gems de Google. Diseñar materiales de estudio o ayudantes para tareas rutinarias con fuentes de información controladas y de calidad es ahora más sencillo que nunca. Luego, con Gemini o ChatGPT también podemos mejorar contenidos propios y personalizarlos en función de nuestros objetivos (empleo, publicaciones, investigación, etc.) pero sin perder de vista esa personalidad propia necesaria para evitar ese empacho actual de datos generados sin ton ni son que no respetan las fuentes originales ni la creatividad humana. Algo similar ocurre con herramientas como Canva donde cualquier persona con una formación mínima puede producir diseños aparentes con la IA como asistente. Aún así, como comentaba anteriormente, la cultura y la sabiduría que otorgan las experiencias vitales y el estudio, son diferenciales para una producción si no óptima al menos adecuada.
Aún así, y siguiendo las recomendaciones de expertos en estos asuntos (ver estudio "La inteligencia artificial en la formación profesional"), la evaluación sigue siendo la clave en nuestros procesos de enseñanza y aprendizaje; debemos pasar a un modelo de evaluación formativa donde se haga un uso a la medida y gradual de la IA en función de los resultados de aprendizaje y criterios de evaluación que precisamos en cada momento. Tenemos un amplio abanico de posibilidades: desde limitar totalmente la IA para ciertas actividades, pasando por hacer uso de la IA solo para evaluar los resultados, hasta promover su utilización de un modo responsable y crítico. Todo ello requiere una reflexión en nuestros claustros, donde, por una vez, no caigamos en la adopción de tecnologías sin haber leído, discutido, experimentado con la contribución de personas doctas y fuentes confiables tanto a nivel tecnológico como educativo.
Foto de Crawford Jolly en Unsplash


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