Al hilo de unos materiales que estoy creando con destino al nuevo módulo de FP del "Proyecto Intermodular", van surgiendo retos y oportunidades a la hora de programarlo y ponerlo en marcha. Entiendo que el espíritu de la nueva ley quiere encauzarnos hacia un trabajo en equipo y colaborativo tanto entre docentes como entre el alumnado. Sobre el papel todo siempre parece más sencillo hasta que nos topamos con la realidad: escasez de cultura colaborativa entre el profesorado, perfiles académicos similares pero acostumbrados a hacer y deshacer a nuestro antojo, y falta de recursos personales (actitud, talante, humildad, flexibilidad, etc.) o técnicos que nos faciliten un trabajo en equipo más allá de buscar imponer nuestras ideas y ocurrencias del momento.
Los que venimos de esa educación magistral donde las dinámicas de trabajo en equipo no abundaban o la competitividad era incluso un valor deseable entre colegas, hemos sobrevivido entre algodones en este modelo educativo donde los apuntes propios, un libro de texto y unos exámenes puestos a discreción del docente, evitaban conflictos más allá de las encuestas de valoración del alumnado o el criterio de la jefatura del departamento. Por suerte, también recibimos otros valores o cualidades que a muchos nos han servido para capear la incertidumbre y esas inercias que ralentizan el progreso del sistema educativo. Ahora lo llaman resiliencia. Hay incluso quienes se tatúan esta palabra como recordatorio de su necesidad de aguante. Sin embargo, no creo que solo se trate de aguantar el chaparrón sino, más bien, aprender a trabajar en equipo y disfrutar de las ventajas de una colaboración donde más que sabelotodos o pedantes hacen faltan otras cualidades para instalarse en el confort que necesitamos para trabajar a gusto.
Evidentemente, al igual que ocurre con los estudiantes, en los equipos de trabajo sufrimos y disfrutamos de distintos perfiles. Podemos pasar desapercibidos, para así sortear los conflictos; destacar para llevar la iniciativa de algún modo; o bloquear acuerdos con el fin de que todo siga igual y nadie mejore o sobresalga en su centro o departamento. No hace falta ser psicólogo para conocer cómo funcionan las dinámicas en ciertos grupos de trabajo. Quizás, además del teambuilding, coaching y demás anglicismos de moda, nos falta tiempo para ese trabajo codo con codo donde no solo compartamos archivos sino también conversaciones fructíferas y estériles donde además de arreglar la formación profesional tratemos de buscar soluciones y aportar ideas innovadoras pero sensatas para los recursos que disponemos. Y, sin duda alguna, escuchar sin monopolizar discursos y pareceres.
La teoría que afirma que la suma de los trabajos individuales no es la forma adecuada para trabajar en equipo, es de sobra conocida. Escuchar, ceder y argumentar, siempre que haya un planteamiento previo que desee mejorar los aprendizajes del alumnado, es necesario en cualquier equipo de trabajo. Tal vez es hora de priorizar otra forma de funcionar. Si buscamos fomentar y hacer crecer otra cultura organizacional, podemos poner en marcha las siguientes acciones:
1. Cambiar la mentalidad individualista: aceptar que la mejora del aprendizaje del alumnado es un objetivo común y dejar de ver el aula como una “isla”; comprender que el aula es parte de un ecosistema educativo más amplio.
2. Crear espacios reales de colaboración: reuniones pedagógicas con sentido y bien planificadas, con objetivos concretos, centradas en la mejora; grupos de trabajo y comunidades de práctica donde se compartan experiencias, materiales y reflexiones; codocencia y observación entre iguales: prácticas como entrar a clases de compañeros o coimpulsar proyectos con la participación activa de los líderes formales e informales de los centros educativos.
3. Compartir herramientas y recursos:
- Uso compartido de materiales didácticos, rúbricas, proyectos ABP/ApS, retos, etc.
- Documentación común (por ejemplo, mediante plataformas digitales tipo Drive, Moodle o Teams).
4. Establecer objetivos y proyectos comunes:
- Diseñar "proyectos intermodulares" o transversales que impliquen la cooperación de varios docentes.
- Trabajar juntos en proyectos de innovación, planes de mejora, inclusión o digitalización.
5. Desarrollar habilidades socioemocionales: escucha activa, empatía, asertividad y resolución de conflictos: formación específica en "comunicación interpersonal", especialmente en contextos con tensión o diversidad de opiniones.
6. Contar con liderazgo que lo promueva: equipos directivos que creen cultura de colaboración, distribuyan responsabilidades y fomenten la confianza. Coordinadores que articulen y acompañen los procesos colaborativos.
7. Formarse en metodologías colaborativas:
- Formación docente sobre "trabajo en red", equipos docentes colaborativos, comunidades profesionales de aprendizaje. etc.
- Conocer experiencias de otros centros que han logrado buenas prácticas en trabajo colaborativo.
8. Empezar por lo pequeño y crecer: compartir una clase, una actividad, una rúbrica, una duda... y poco a poco consolidar el hábito de "aprender juntos".
Sabemos que esto no se arregla con un taller puntual para resolver un acertijo con otros compañeros; y que la intermodularidad ha venido a instalarse entre nosotros con el fin de aportar nuevas formas de trabajo y aprendizaje donde las competencias personales y las habilidades sociales son una parte destacada y deseada de una nueva FP que nos abruma con exigencias a pesar del estrés que sufren los que desean hacer bien su trabajo.
Vivimos tiempos con muy distintos planteamientos personales e intergeneracionales, así como con prioridades vitales diferentes, junto a una aceleración tecnológica agotadora y una juventud que precisa de nuestro acompañamiento más allá de las redes sociales o los espacios virtuales donde habitan la mayor parte del tiempo. El trabajo en equipo, sin desdeñar los esfuerzos y la reflexión individuales, nos conviene favorecerlo en un mundo que parece abocado a la compañía permanente de asistentes artificiales que nos harán creer autosuficientes. Es fácil decirlo.
Foto de Donald Giannatti en Unsplash