¿LA GRAN RENUNCIA DEL PROFESORADO?

lunes, 4 de julio de 2022

Como mucho de lo que viene del otro lado del Atlántico aquí tarda en llegar aunque sea a su modo. La suigéneris española en relación a esa "gran renuncia" o "gran dimisión" viene marcada por unas cifras menos abultadas de empleados que dimiten voluntariamente de su puesto de trabajo; debido tal vez por ese mercado de trabajo donde el alto desempleo es una constante histórica que no suele bajar de los dos dígitos. Este fenónemo de la "gran renuncia" comenzó a detectarse en 2021 en los EEUU, donde millones de trabajadores siguen desde entonces renunciando voluntariamente a su empleo cada mes pese a unas ofertas de trabajo que han comenzado a caer en este país en las últimas semanas.

 

El sector educativo ha sido uno de los que más han sufrido las consecuencias de estas dimisiones o renuncias masivas. En EEUU desde enero de 2020, tras la aparición del COVID, se ha producido la baja de más de 1 350 000 maestros en el sector público y privado. Y las causas parece que pasan por el agotamiento, la sobrecarga laboral o los bajos salarios; una falta de reconocimiento a los docentes; así como una exigencia, en términos tecnológicos, que la pandemia agudizó desencandenando el traspaso a otros sectores profesionales.

 

la gran renuncia del profesorado

 

Aquí en España, algunos también apuntan a un cierto hartazgo de los docentes que sufren una complejidad creciente de la profesión a causa de un alumnado más disperso y diverso; unas competencias digitales e idiomáticas más exigentes; así como un cierto desprestigio social donde las familias no coinciden con un profesorado hastiado de nuevas leyes que solo añaden nuevas burocracias. Además, actualmente no es raro escuchar múltiples quejas sobre la enseñanza que se recibe o conocer casos de personas que entienden su paso por la docencia como una etapa más en sus vidas y donde los motivos últimos de la educación parecen haber pasado a mejor vida. 

 

¿Tenemos peores alumnos que antes? ¿Trabajamos ahora más que hace veinte años? ¿Disponemos de menos recursos materiales? ¿O estamos hablando de una renuncia ocasionada por ciertos cambios sociales donde las prioridades han ido cambiando y nos hemos acostumbrado a un determinado ritmo laboral y una calidad de vida sin demasiados sobresaltos? El problema con la falta de docentes quizás hubiera podido agravarse si la situación económica actual no hubiera derivado a una incertidumbre donde ya no podemos dar por sentado ciertos derechos ni un futuro donde la mejora continua parecía ser algo obligado.

 

Pese a las exigencias razonadas de demasiados pocos que no llegan a hacer el ruido necesario; pese a las quejas insensatas de otros, pocos también, que fundamentan su vida en el lamento y la protesta vacía de razones; o pese al desasosiego de aquellos que empezamos a ver cimbrear nuestro estado de bienestar; entiendo que esa gran renuncia acabará pasada por agua y apreciaremos una profesión, si la inflación lo permite, con un saldo siempre positivo en cuanto a provecho social y alicientes personales. Porque, ¿valoramos objetivamente nuestra ocupación? Como seres humanos gustamos de compararnos solo con aquellos que disfrutan de mayores beneficios y no con esa mayoría que padece una vida más ardua.

 

Aún así, seguro que habrá quien crea que en otros sectores profesionales, o en distintas organizaciones, su calidad de vida será mucho mejor. Faltaría más. Mis mejores deseos para todos aquellos que deciden tomar un nuevo rumbo alejados de este complejo mundo educativo que quita y da energías a los que nos ocupamos de su mantenimiento diario. Entretanto, toca seguir cumpliendo sin excusas pero reclamando lo que creemos justo. 


Foto de Kevin Wang en Unsplash

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