Maticemos el título de este artículo. Ya sé que si no haces uso de la Inteligencia Artificial no eres persona de este tiempo y estarás perdiendo un sinfín de oportunidades que tu alumnado merece conocer y que, pese a la galopante contaminación que provoca, es inevitable; a pesar de esas múltiples consideraciones éticas que citamos pero desdeñamos desde el momento en que nos damos de alta en cualquiera de las herramientas del momento que buscan nuestra atención y datos con ánimo de lucro. Perdón por la longitud de esta proposición: cojo aire de nuevo.
No hacer uso de la IA en el aula o fuera de ella es equivalente a luchar contra molinos generadores de texto e imágenes escurridizas que sabemos tienen la batalla ganada. El problema acontece cuando consumimos IA generativa al estilo fast food educativo donde ni el proveedor del aprendizaje (el docente) ni el consumidor habitual (el estudiante) contemplan su proceso de elaboración. Todo vale si está rico. Nos hemos rendido a una IA en forma de vending (interesante artículo al respecto de Owen Matson) sin acordarnos de esa motivación que nos llevó a diseñar actividades de enseñanza y aprendizaje poniendo el foco en unas metodologías activas que ahora pueden acabar desactivadas. Como sostiene Matson, hemos pasado de poner el centro de la educación en un o una docente que transmitía información de un modo unidireccional, a basar el aprendizaje (o lo que ahora sea) en unas herramientas que generan contenidos y ofrecen retroalimentación gracias a unos algoritmos avanzados. Del chef supremo a la thermomix.
La educación es poco amiga de la celeridad. Sin embargo, bien sabemos que ahora cualquier tarea académica puede ser resuelta con cierto crédito en tan solo unos segundos. Optimizar nuestro tiempo y esfuerzos es algo connatural a la mayoría de seres humanos que ahora, con esta IA en progresión constante, nos lleva a tomar atajos para avanzar en nuestra formación, y no siempre en nuestro aprendizaje. Diseñar tareas que no puedan ser resueltas con ayuda de la IA se ha vuelto literalmente imposible. Más allá de retomar exámenes escritos u orales sin la ayuda de dispositivos digitales, procede reflexionar cómo podemos favorecer los procesos cognitivos del alumnado. No es sensato demandar contenidos que bien sabemos se generan sin ese esfuerzo mental que las lecturas o los diálogos enriquecen personalmente. ¿Por qué tenemos tanta prisa en conseguir unos resultados que no permanecen?
No usemos siempre la IA. Es necesario limitar su uso, conocer su funcionamiento y educar sobre sus posibilidades y riesgos. Cuando diseñamos tareas o programamos sesión de clase, debemos contemplar momentos iniciales donde no se permita el uso de la IA. Es necesario sentar ciertas bases antes de comenzar a generar resultados haciendo uso únicamente de unos materiales que hay que comprender o de unos conocimientos previos que hay que ordenar para seguir avanzando. Luego, teniendo en cuenta ciertas pautas, puede ser deseable contrastar o añadir aquellos contenidos que la IA genera. Los estudiantes deben ser conscientes del sentido de esta forma de trabajo y de las bondades que conlleva un esfuerzo de comprensión y razonamiento sin necesidad de alimentarse de datos procesados. Difícil tarea la nuestra.
Como docentes, tenemos ahora la ocupación de ser más selectivos que nunca con los contenidos trabajados en el aula, además de ser capaces de generar situaciones de aprendizaje verdadero donde no importe demasiado el producto final sino que cultivar y cocer a fuego lento unos ingredientes (a pesar de los aditivos) sea la mejor forma de adquirir conocimientos con sentido educativo. Podemos perpetuar la farsa a la hora de programar, seguir cocinando porcentajes, copiando y pegando de la IA o plagiando sin rubor contenidos para cumplir con los procedimientos escolares obligados; sin embargo, no cometamos el error de facilitar una educación anodina donde importen más los prompts que el pensamiento. En caso contrario, no nos echemos las manos a la cabeza cuando los alumnos tengan dificultades para comprender textos, no sepan distinguir la desinformación o sean carne de cañón de los desalmados de siempre.
Foto de Zhouxing Lu en Unsplash
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