HACERSE VIEJO COMO PROFESOR

domingo, 25 de septiembre de 2022
Haciendo cálculos a ojo, y si ninguna calamidad lo impide, sobre el año 2040 debiera poder acceder a la jubilación. Aunque con los tiempos que corren, la baja natalidad, las nuevas generaciones hastiadas con el sistema laboral, el cambio climático y una polarización política que esperemos no sea causa de conflictos más graves, veremos si alcanzo la sesentena hecho una birria o nos obligan a morir con las botas puestas en la tarima del metaverso educativo. 

 

Lo que no ofrece duda alguna es que los años desgastan mental y físicamente. La juventud se consume como el gas de un mechero que matiene la piedra intacta pero que con el tiempo cada vez cuesta más enceder. Esa llama fogosa que te ayuda a conectar con los jóvenes, entender su lenguaje y hacer el esfuerzo por no quedarte desactualizado, va adquiriendo con el tiempo una tonalidad azulona y fría por el desgaste que cada curso te vuelve más viejo a los ojos de los alumnos mientras ellos siguen en una eterna juventud. 

 

Antes o después notas ese agotamiento. Pasan los cursos, un lustro, una década, otra década... Fue ayer cuando estabas ahí nervioso ante unas caras expectantes; inseguro y repitiendo un modelo heredado pero buscando esa sintonía personal que no era lo normal en otra época. Buscando un trabajo estable y unas condiciones laborales decentes. Había tiempo para todo, sin obligaciones familiares, con ganas de aprender y enseñar pese a la poca conexión de la carrera con lo que luego encontrabas en el aula. La arrogancia y la inmadurez profesional también te llevaban a meter la pata. No saber lo realmente importante. No recordar que hacía poco estabas ahí sentado. Aguantando. Con ganas de que sonara el timbre. 

 

La paciencia se te acaba o la cultivas. Depende de ti. Al igual que entiendes que hay que ser congruente con lo que exiges. Te comparas con otros compañeros y aprendes cómo quieres o no ser: ¿cumplidor, feriante, vanidoso, correcto, farsante, original, afectuoso, odioso, estirado, sensato, malhumorado, honesto, ilusionante, natural, interesante...? Los mejores te ayudan a ello, pero los eternos protestones y egoístas ensimismados también te ayudan a no equivocar el camino. Y cada curso tomas una nueva lección. Aquello del aprendizaje continuo debe ser cierto. 

 

Cada septiembre se repite la misma escena. Nuevos nombres por aprender, pero tú algo más mayor; con menos vista y audición, y con alguna analítica bordeando los límites óptimos. Y los alumnos ya se acercan a la edad de tus hijos. Adolescentes y jóvenes con mucha vida, sus preocupaciones, disparates y afectos sin las dobleces que luego arrastramos. Y hace falta mucha predisposición para atenderlos y quererlos. Las clases son intensas y quieres enseñar pese a los que no quieren ni saben que lo necesitan. Y cada año cuesta más mantener ese ánimo adicional que necesitas para dar una buena clase y atender a unos y a otros. Pero lo sobrellevas. ¡Qué bien nos vendría profesionalmente una excedencia para renovar el aliento!

 

Finalmente todos resistimos por necesidad, mirando ese reloj vital donde la jubilación es una meta que tiene su trampa. Pasamos la vida personal y profesional comparándonos: habitualmente con los que parece mejor están y poco con los indefensos. Siempre acabamos encontrando motivos para estar descontentos, con o sin razón. Sin embargo, no hablamos de las bondades que tiene nuestra profesión: de la suerte de envejecer siempre con jóvenes a nuestro lado y no convertirnos en viejos aislados y criticones de las generaciones que vienen; de la fortuna de poder cambiar de rumbo cada día en una nueva clase; de seguir aprendiendo y haciendo mella en los demás. 

 

 Sin sueño y sin utopía, sin denuncia y sin anuncio, lo único que queda es el entrenamiento técnico al que la educación es reducida” Paulo Freire

Pero mañana es un nuevo día. Una nueva clase que al final das según como te levantas y la mirada que ofreces. No importa la ley del momento. El optimismo es un buen bálsamo para seguir cada día sin amargarte por las fuerzas que te faltan, las impertinencias habituales o esa nimiedad que crees mejoraría tu confort vital. Trabajar con jóvenes es lo que tiene. Pero el saldo es siempre acreedor.   

 

 

3 comentarios:

  1. Excelente artículo que refleja una gran realidad..... Enhorabuena

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  2. Una de las profesiones más importantes en este mundo. Existían maestros hace 1000 años y seguirán existiendo dentro de otros 1000 años.
    Gracias, no desfallezcais soys el espejo del futuro

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  3. Me ha gustado mucho este artículo!! Bonita prosa.

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