RECETAS PARA LA FORMACIÓN DEL PROFESORADO

lunes, 5 de junio de 2023

 


 

La formación del profesorado es a menudo entendida como una píldora analgésica que deseamos que tenga un efecto inmediato para sobrellevar el trastorno momentáneo. Hay quien incluso no cree en sus propiedades calmantes, los negacionistas de siempre, o aquellos que prefieren el remedio natural de la inacción. Hasta hay quienes consideran que, gracias a sus excepcionales condiciones personales, no requieren de tratamiento alguno. 

 

Los docentes, adalides del estudio diario y de los exámenes finales, podemos pretender incluso que, con unas horas de formación presencial, online o a distancia, vamos a progresar de un modo relevante. Podemos pecar de ingenuidad o tal vez de hastío. Quizás nos hemos acostumbrados a pasar una jornada mal escuchando a un ponente al que fácilmente olvidamos cuando se despide. Las lecturas previas o posteriores suelen quedar para esos pocos frikis que se flagelan con la actualización que requiere su profesión. Eso de estudiar y debatir quedó para el pasado. Los factos, como dirían nuestros estudiantes, tienen poca relevancia frente a las creencias que arrastramos. 


Solo nos faltaba adicionar mitos educativos y ocurrencias para que algunos acabaran de aborrecer la formación. Con no poca razón. Hemos sufrido píldoras formativas de dudoso origen y con los efectos secundarios que ocasiona la pérdida de tiempo. La homeopatía educativa es otra de las razones de ese cuestionamiento permanente de la formación continua. Advenedizos, distractores de lo importante, que han hecho buenos a otros chamanes de la pseudoeducación. Títulos, certificados, badges o insignias, gomets... todo ha valido para captar nuestra atención y obtener un resguardo en entredicho. Y los remedios milagrosos no existen. Lo que cuenta es ese mismo interés y curiosidad que demandamos a los discentes.


Ahora, incluso, surgen voces contra la pedagogía en favor de una enseñanza tradicional como si los pedagogos fueran una invención de hace cuatro días. Y docentes, pedagogos y formadores, hay mejores y peores, como en cualquier ramo. Más elementos para digerir con aprensión cualquier oferta formativa destinada al profesorado. Solo cabe la zanahoria del sexenio o la imposición directiva. Paradójicamente, hace falta mucha pedagogía para inculcar una necesidad de formación de calidad que mejore nuestras competencias técnicas y aptitudes pedagógicas. No hay alcance sin cierta profundidad. 


La botica de la oferta formativa abunda en competencias digitales y emocionales; pero el poso de la prescripción suele resultar escaso si no hay un seguimiento o una profundización personal. No está mal ser un contestario educativo; pero sin horas de dedicación, estudio o reflexión, los argumentos te invalidan. La autocrítica del qué poco sé es la mejor receta para afrontar cualquier jornada formativa diseñada desde el conocimiento. Y mira que hacen falta buenos farmacólogos que acierten en la composición de la oferta formativa docente que nos formulan cada curso.


Foto de lilartsy en Unsplash

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