No hay manera. Puede haber avanzado mucho la Inteligencia Artificial, las comunicaciones digitales o tener redes sociales hasta para aburrir o presumir de ellas; pero seguimos viéndonoslas cada vez que aparecen contenidos y competencias nuevas en los módulos actuales o futuros que están por venir. Al final, parece que debemos confiar en la labor editorial donde otros docentes y profesionales reflejan lo que ese currículo inabarcable nos demanda para nuestras programaciones. Porque montar materiales nuevos o actualizar los presentes, junto a formarse en habilidades que tengan sentido para el estudiante, requiere de un tiempo que el curso académico no suele dispensar.
Podemos despotricar de esas resultados de aprendizaje que la ley nos exige, pero, a fin de cuentas, ahí seguimos tratando de aterrizar unos criterios que son difíciles de plasmar en un aula repleta de jóvenes bulliciosos con intereses diversos. Lo que no me explico es la falta de colaboración entre centros educativos y profesores de las mismas especialidades a la hora de diseñar esos materiales que también podrían ser elaborados y retribuidos a sus autores desde la propia administración educativa. Estoy convencido de la valía que muchos docentes de FP experimentados atesoran para llevar a cabo esta labor. Lamentablemente, parece que el nuevo sistema de Formación Profesional no contempla este asunto y seguiremos buscándonos la vida como hasta ahora.
Cuestión aparte es la oferta formativa para el profesorado. El número de cursos ofertados es ingente, pero los filtros son escasos. Acostumbramos a recibir multitud de comunicaciones sobre formación docente de todo tipo. Y la moda educativa manda. Igual unos años toca coaching que ahora estamos con la IA. Disparamos a todo lo que se mueve con poca reflexión sobre formadores u objetivos del curso. Y así es difícil acertar. Evidentemente cada profesor tiene sus carencias y necesidades formativas, pero son necesarias unas líneas estratégicas, criterios y selección rigurosa para no perder tiempo en recursos intrascendentes o incluso contraproducentes para el aprendizaje.
En mi opinión, y a nivel transversal para el profesorado de FP, deberíamos incidir en aquellos recursos que faciliten el aprendizaje del alumnado contando con la investigación educativa; también son necesarios más espacios y tiempos para un trabajo en equipo sistematizado de los docentes de cada ciclo formativo, contando con las bondades que nos ofrecen las distintas metodologías y herramientas a nivel organizativo; las competencias digitales también son valiosas si realmente sirven para mejorar nuestra productividad o facilitar competencias útiles para nuestros alumnos (el currículo del futuro módulo de digitalización me parece poco práctico y realista para FP); así como son necesarios más debates o encuentros educativos que nos inspiren en un momento donde la complejidad de los estudiantes y del entorno no facilitan esa motivación que requiere cualquier trabajo. Y el nuestro no es uno cualquiera.
Ahora llega un junio más apretado que nunca para la FP. Seguramente comenzaremos un nuevo curso con todo cogido con pinzas y despotricando de los cambios que nos han venido de sopetón. Quizás sea un momento perfecto para compartir esos materiales que nos toca diseñar y que luego se apolillan en nuestras taquillas digitales. A pesar de los aprovechados o faltos de atención a la hora de mencionar su autoría. Tal vez, con las facilidades tecnológicas que ahora disponemos, podamos publicar esos portafolios digitales, páginas web, repositorios o incluso blogs personales donde mezclar reflexiones, malas o buenas experiencias educativas. Sin pudor ni sin ese síndrome del impostor que suele extenderse entre los más preparados. Ojalá.
0 COMENTARIOS:
Publicar un comentario
Disculpa las molestias si se demora la publicación de tu comentario. Se revisan para evitar el spam habitual. Muchas gracias.