Como comentaba en un anterior artículo, sobre la oportunidad que puede suponer el módulo del proyecto intermodular, me parece vital trabajar en el aula las competencias informacionales: con el fin, como señala Azahara Cuesta, de identificar, localizar, evaluar, organizar, comunicar y emplear la información de manera efectiva, tanto para la resolución de problemas como para el aprendizaje a lo largo de la vida; más allá de las habilidades para utilizar las TIC en el proceso de búsqueda y de comunicación de la información; teniendo en cuenta el desarrollo de actitudes éticas en la cadena informacional y la capacidad de examinar y comprender las fuentes documentales. No es poca cosa.
Incluso ahora, en un momento en que cualquier tipo de dato oficial y verídico se discute o rechaza, es importante que el alumnado base sus opiniones en información contrastada y proveniente de fuentes de información de calidad y confianza. Los famosos factos, o aquellos datos fundamentados en estudios o en la evidencia científica, deben formar parte de su cultura informacional tanto a la hora de emitir opiniones como para tomar decisiones de índole académica y profesional. Algo que no anda reñido con cuestionar la realidad y buscar certezas.
Ofrecer estos datos, trabajarlos con ellos y debatir al respecto de los mismos sin caer en la tertulia de bar, es de interés para ese alumnado que queremos que adquiera la capacidad crítica que tanto se demanda en multitud de foros pero que parece disolverse a la hora de cultivarla. ¿Qué actividades proponemos para elevar este pensamiento crítico? Evidentemente, no se trata de adoctrinar ni hacer comulgar a los estudiantes en nuestras propias suposiciones o ideologías, sino más bien que se pregunten el por qué de las cosas y que no hablen sin conocimiento de causa. Es habitual escuchar comentarios basados en falacias, datos anecdóticos o simples creencias arrastradas por lo que se difunde en las redes sociales o en las conversaciones domésticas.
Para estos casos, además de seleccionar buenas fuentes de información que ayudan a sostener opiniones o teorías, más allá de nuestros gustos o tendencias, podemos también hacer uso de la inteligencia artificial como medio de contraste. Un estudio reciente parece indicar que la teorías conspirativas de las personas pueden ser contrarrestadas a través de chatbots de IA que refutan los argumentos con evidencias. Tal vez la IA generativa puede resultarnos útil para desmontar fakes, sesgos o la conspiranoia que tan fácilmente se contagia. Un ejemplo personal para un negacionista del cambio climático realizado con Gemini: https://g.co/gemini/share/3eeafc4e643e
En cualquier caso, podemos acudir a las fuentes originales (que también puede suministrar la IA) que conocemos como docentes y debatir con lecturas, vídeos o podcasts con información relevante y de calidad contrastada. Todo sea por seguir formando a esos jóvenes que, como consecuencia de la edad, suelen ser escépticos con los medios oficiales o presa fácil de influencers que solo influyen en búsqueda de la monetización de clics. Los medios de comunicación tradicionales, con los informativos en televisión, la radio o la prensa escrita, no son tampoco compañía habitual de los más jóvenes. Parece que incluso la actualidad ha dejado de tener interés en favor del entretenimiento continuo de las redes sociales u otras ocupaciones menos informativas. En esta arena tenemos la oportunidad de dar la batalla contra el desconocimiento. Las actividades culturales, el acercamiento a cualquier tipo de expresión artística, son también posibilidades que podemos contemplar en las aulas de FP como un medio de acrecentar esas otras competencias que conforman nuestra personalidad.
Más lecturas, buenas fuentes seleccionadas, prensa, artículos; plantear con frecuencia debates y conversaciones con el alumnado, junto una gran dosis de paciencia para dialogar; son necesarios para provocar la reflexión y combatir todos esos prejuicios u opiniones sin fundamento que arrastra no solo la juventud actual.
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