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UN CURSO AGOTADOR DE FP

lunes, 16 de diciembre de 2024

 


Se acaba el año, que no el curso, y parece que han transcurrido muchos meses desde que aterrizamos de nuevo en septiembre. La necesidad de un parón, tras un curso que ha comenzado con cambios acelerados (como es costumbre) y la desoladora situación de la dana, se ha vuelto urgente. Cada situación personal y profesional nos debería hacer relativizar nuestra disposición; sin embargo, no estamos hechos para compararnos con aquellos que peor se encuentran. Comprensiblemente, siempre deseamos estar más cómodos. Lo de la salir de la zona de confort era una muletilla. 

 

Mucho me temo que nos hemos enfrascado en cambios que de momento solo buscan que cumplir con la nueva legislación vigente. La nueva formación profesional es muy ambiciosa y acabará transformado una etapa educativa irremediablemente. Esperemos que para mejorarla. De momento solo nos queda tiempo para organizar la sustitución de la FCT por la actual formación en la empresa y tratar de diseñar esos nuevos proyectos intermodulares sin conocer demasiado bien el sentido de los nuevos módulos que se nos han colado en el currículo. 

 

Además, la confianza en la política está bajo mínimos. Y las autoridades educativas no iban a ser menos. Andamos escasos de referentes, y encima, para los amantes de la FP, se ha jubilado merecidamente Jorge Arévalo: el mejor exponente de la excelencia en la formación profesional. Por no hablar de la injusta y prematura pérdida de nuestra estimada Elena Rodríguez Jiménez, profesora de Formación y Orientación Laboral. Todo son prisas y los recursos nunca son suficientes o resultan mal gestionados. Como en cualquier empresa la escuela no iba a ser menos: dependemos demasiado de los voluntariosos. Algunos no se dan cuenta de que su inacción supone un coste para los demás y, finalmente, para sí mismos. La mayoría trabaja en silencio a pesar del coraje que nos causan los negligentes. 


Sin embargo, la confianza por ver crecer personal y profesionalmente a tus alumnos comienza a chirriar cuando ponemos el acento en esa maldita titulitis que se ha tornado pandémica. Podemos haber confundido acercarnos a los intereses del alumnado con buscar la comodidad de los estudiantes. Otra zona de confort mal entendida. Y la culpa no es de ellos. ¿Será nuestra? Contenidos demasiado masticables, uso creciente y vertiginoso de la Inteligencia Artificial, atención dispersa in crescendo, obsesión por la calificación, un futuro profesional incierto tirando a precario, etc. Pleno siglo veintiuno que aún no sabemos que nos vaticina. Lo poco que todavía permanece, en comparación con épocas pasadas, es que aquellos con ansia de aprender, los leídos, los diestros en matemáticas, los resolutivos, los amables y comunicativos, siguen atesorando mayores probabilidades de prosperar profesionalmente. Eso sí, en España seguimos dando más importancia a los títulos que a las habilidades y a la relevancia de lo que se aprende (PIACC 2023). 


En conclusión, como diría nuestro venerado ChatGPT, pensar cada día en lo que van a necesitar nuestros alumnos es una de las principales tareas de cualquier docente de FP. Cumplir este propósito con honestidad es tremendamente laborioso y exige una perseverancia agotadora; además de un conocimiento realista del mercado laboral y de las posibilidades que tenemos para mejorar nuestra enseñanza. No creo que sea necesario participar de la engañifa dispensadora de facilidades y certificados. Se puede ser exigente a la vez que comprensivo. Todos estamos de paso, pero al menos, sigamos sembrando algo en el camino que no sean nuevas voces iletradas, recelosas e interesadas. No desfallezcamos. 


Foto de Yasin Arıbuğa en Unsplash

EL ÁNIMO DEL PROFESORADO DE FP

miércoles, 25 de septiembre de 2024

 

EL ÁNIMO DEL PROFESORADO DE FP

 

Todos los inicios de curso suelen ser cuesta arriba. Independientemente del ánimo que cada uno o una tengamos, no hay comienzo escolar donde el cúmulo de tareas pendientes no se tropiece con las consabidas horas de aula en las que se supone debiéramos enfocar nuestros esfuerzos para enseñar del mejor modo posible. Programaciones, proyectos incipientes, nuevos estudiantes, compañeros distintos, actualizaciones técnicas o cambio de módulos... y, ahora, para más inri, una nueva normativa que pretende transformar el sistema de Formación Profesional con muchas incertidumbres y pocas orientaciones prácticas hacia adonde debemos avanzar. Un septiembre bien intenso. 


Si ya andabas agotado, profesionalmente hablando, todo esta retahíla de modificaciones que se están sucediendo no son más que una nueva gota en ese vaso vital que rebosa en muchos docentes. El problema de las modificaciones que debemos afrontar no solo viene de la falta de comunicación que sufrimos, que añade más rechazo a los cambios impuestos; sino más bien es una consecuencia de tratar de digerir esta transformación de la FP para cumplir con la papeleta y dejar, si es posible, todo como estaba. Y, si te estabas ilusionando con una nueva etapa, puede que la realidad en la pizarra o el taller te desespere más de la cuenta. Los cambios parecen venir de la mano de nuevos obstáculos que acabamos salvando más por obligación que por convencimiento. 


Luego, la cotidianidad del aula nos absorbe. Parece que no hay tiempo ni para ánimos ni para desánimos. Unos estallan incapaces de digerir tanta intensidad, mientras que la mayoría se resguarda en un trabajo donde, además de un sueldo fijo, tenemos unas condiciones laborales dignas (a pesar de las nulas mejoras que arrastramos desde hace lustros). Plantillas envejecidas, empeoramiento en el acceso a la jubilación parcial o anticipada, alta rotación del profesorado, complejidad creciente del alumnado, exigencias técnicas crecientes (digitalización, metodologías, idiomas...); todo suma para dar la razón a aquellos que no son optimistas con el panorama que se divisa en la enseñanza profesional. 

 

Mientras, por otro lado, gustamos de escuchar mensajes grandilocuentes sobre el éxito de la Formación Profesional: alta empleabilidad, matriculación en crecimiento, nuevos títulos, aumento de plazas, etc. Y, sin embargo, ¿en qué nos afecta todo ello al profesorado?, ¿más trabajo y más estudiantes? ¿nuevas problemáticas y exigencias? Demasiados interrogantes con respuestas no demasiado ilusionantes cuando no van acompañadas de información práctica y medios para afrontar la conversión del sistema de FP.  

 

El motivo de este artículo viene de una anecdótica encuesta lanzada en las redes donde la mayoría del profesorado de FP dice afrontar con agobio y/o desmotivación este inicio de curso. Y no me extraña por lo que intuyo a mi alrededor. Hemos caído en la trampa de no cuidar ni valorar aquellas variables que más influyen en una buena educación: formación adecuada del profesorado, tiempo para un trabajo en equipo, recursos para introducir cambios de un modo paulatino, mucho más debate y  una reflexión individual y conjunta que nos concilie mínimamente.


Ahora, aparte de estresarnos lo justo y necesario para cumplir con la normativa, nos queda vivir el calendario académico pensando en aquello que puede realmente transformar el aula. Idear y proyectar clases donde lo más importante es esa alumna o alumno sentados enfrente nuestro. Son ellos los que, pese a la intensidad que destilan, los únicos que ofrecen motivos para entender la importancia de la educación. Todo lo demás tendrá su importancia, pero lo realmente esencial son ellos; más todavía en una sociedad donde muchos no encuentran su sitio o tienen a la escuela como su único resguardo. Y no. No es buenismo. La edad pesa, los estudiantes incordian, el papeleo te consume y la utopía se distancia como no estés en forma. Y los más jóvenes también se empapan del aliento que perciben.


Corremos el peligro, como siempre, de permanecer pasmados en nuestra parcela o buscar un hueco donde la misantropía nos acomode fuera de aula. O, por el contrario, podemos ver cada jornada como un día que podemos conducir a nuestro antojo junto a unos acompañantes que nos escuchan más de lo que creemos y al lado de unos colegas que sufren las mismas complicaciones y que pueden ser un buen punto de apoyo. Indudablemente, estamos sujetos a imperfecciones y a un sistema al que nos acoplamos con excesiva docilidad y escasas interferencias. Y no hablo solo de quejarse o no quejarse en público o en privado. Seamos valientes en nuestras propuestas y busquemos ese bien común que ayuda a hacer escuela. 


Foto de Umut Ozdemir en Unsplash

NUEVO CURSO, LOS MISMOS MOTIVOS

miércoles, 30 de agosto de 2023

 

NUEVO CURSO LOS MISMOS MOTIVOS

La tasa de inflación del entusiasmo docente se asemeja poco a la de la cesta de alimentos. No se intuyen ni detectan gestos de ilusión ante la nueva entrada del curso. Los memes o viñetas de inicio de curso en esta próxima nochevieja escolar no abundan como antaño. No faltan motivos para esta deflación acelerada dentro de nuestro negociado. Además de la pérdida de poder adquisitivo (aún no de vacaciones), las nuevas normas educativas auguran un trabajo extra en un colectivo que suele andar de sobra ocupado con los quehaceres diarios de enseñar y gestionar un aula. Los próximos cursos arrostraremos una nueva ordenación de la FP sin la garantía de nuevos mimbres para todos. 


La tierra prometida de la transformación educativa sufre también una crisis ecológica. Los cambios profundos en la enseñanza no son cosa de pocas semanas o meses. Los docentes necesitamos tiempo y cambios paulatinos para tratar de mejorar esas muchas inercias de nuestra docencia. No podemos pasar a un nuevo modelo sin una formación sosegada o sin un mínimo de reflexión junto a los compañeros del claustro. El margen de mejora es grande, y es ineficaz la confrontación entre los que aspiran a conservar sus mantras y los que animan a una revolución que lo ponga todo boca abajo. El pragmatismo debiera imponerse entre nuestras filas. Los impetuosos tienen poca paciencia ante esa prometida transformación educativa; mientras que los tradicionales parecen disfrutar de las ocurrencias apresuradas y superficiales (pese a que la estética importa). Y el tiempo corre en contra de cada generación escolar que pasa sin pena ni gloria su educación preceptiva.  


Necesitamos un nuevo curso donde el confort docente se afiance a costa de un mayor aprendizaje del alumno. No precisamos lemas de ánimo, sino una organización escolar que nos dote de recursos para atender mejor a los alumnos y alumnas que más lo necesitan, a la vez que tenemos claro cómo abordar ese aprendizaje basado en competencias que, bien planteado, no debiera suponer merma alguna en su educación. Las normas pueden constreñir, pero bien sabemos que, una vez dentro del aula, tenemos espacio suficiente para plantear (poco a poco) otras posibilidades. Pero necesitamos ayuda y esa formación pedagógica que invite a la renovación. Comenzar con una evaluación formativa real y un trabajo en equipo de los docentes parece una buena idea para comenzar a avanzar. Y plantearse más a menudo: ¿qué es lo que realmente importa? Y la respuesta no está en las modas educativas. 


Las claves de la docencia para con los estudiantes, como tan bien expresa Aniceto Masferrer en este artículo, pasan por no perder la pasión por enseñar al alumno; buscar la conexión de la materia con su realidad; enseñar desde la cercanía y el diálogo; conjugar la exigencia junto a la confianza; y diseñar clases que supongan un reto asequible a la vez que estimulante. Buenos consejos para cualquier docente novel o veterano. 


Estamos ante un nuevo curso que se adivina complejo y desafiante gracias a esa Inteligencia Artificial (IA) que nos acabará acorralando pese a las cercas de nuestro campo. Podemos aliarnos o esperar a una rendición por agotamiento propio. También nos queda aguantar como en El Álamo y seguir solos junto a exámenes y actividades del libro de texto pese a la consabidas necesidades y requerimientos de un alumnado que conecta ocasionalmente con la escuela. Esperemos que esta IA se plantee con más rigor y sensatez que otras nuevas tecnologías que han prorrogado esa inconexión o la futilidad académica. Aprovechemos un nuevo curso para digitalizar lo que importa, con el poso suficiente, para que aprendan más sin caer solo en la apariencia. 


Siempre nos queda, ante una depreciación de la motivación, pensar en esos rostros jóvenes que todavía tienen la ilusión de un cambio en sus vidas. Tenemos los mejores motivos para seguir enseñando. El día a día durante el curso acaba nublando el resto de imponderables; y esa rutina variable que nos ofrece la cotidianidad del aula es también un modo de vivir un trabajo que es todo menos soporífero. Porque siempre podemos trascender. Sin duda. 

 

Feliz nuevo curso.

CARTA CON MOTIVOS PARA ALUMNOS (Y PROFESORES)

martes, 22 de febrero de 2022

Pese al cierto desánimo que se palpa entre los profesionales de la docencia, al menos esa mi impresión, nuestra ocupación tiene más satisfacciones que sinsabores. Nos gusta mucho compararnos con otros empleos donde existe una carrera profesional, con otros compañeros con mejores condiciones, con trabajadores con mejores sueldos o con esos emprendedores supuestamente acaudalados. Sin embargo, en pocas profesiones tenemos la suerte de conocer cada año a nuevos alumnos; jóvenes distintos que en mayor o menor medida están dispuestos a escucharte; personas en las que tal vez puedas influir para bien a través del conocimiento y enseñanzas diarias. 

 

Trabajar como docente sin motivos, al igual que en cualquier otra profesión, es una agonía; que en nuestro caso tristemente sufren otros: los alumnos. Y motivos para intentar hacer un buen trabajo tenemos de sobra; pese a la inacción habitual de la administración, la deriva de las leyes educativas o esos negocios paralelos que contaminan la enseñanza. Los días con alumnos complicados, conflictos con los colegas, acumulación de tareas, agotamiento mental... están asegurados. Pero, ¿estarías mejor en una oficina bancaria, una tienda de ropa, un hospital, un taller, un restaurante...? Mi respuesta la tengo clara. Y no es por menospreciar esas u otras ocupaciones. Ni tampoco por idealizar las vocaciones ni sumarme al carro de un mundo de fantasía donde solo vale el salario emocional.

 

Hoy es uno de esos días en los que me acuesto feliz. Despido a una promoción de estudiantes de FP que están a punto de comenzar su Formación en Centros de Trabajo (FCT) y que seguro demostrarán su valía personal y conocimientos adquiridos en estos largos meses con pandemia incluida. Un grupo de jóvenes que espero mejoren a nuestra generación tanto a nivel de competencias como de cualidades personales. Chicos y chicas que seguirán estudiando o se emplearán buscándose la vida en un mundo laboral con demasiadas incertidumbres y no pocos escollos. 

 

Os dejo con las líneas que les he dedicado y que quiero compartir con vosotros (además de la foto con el magnífico y antiestético chandal con el que me han obsequiado):

Estimados alumnos:

 

Cada cierto tiempo aparece uno de esos grupos que, por distintas razones, dejan su impronta. Todos vosotros formáis parte de uno de ellos, habiendo tenido además la fortuna de tutorizaros. Vuestra clase tiene además el dudoso honor de haber padecido una pandemia durante los dos cursos que abarca el ciclo formativo. Comenzasteis el primer año con clases semipresenciales y todo el barullo que eso significaba; con una clase partida en dos y trabajando desde casa la mitad de los días lectivos. Días de clase presencial que os perdisteis y luego habéis sabido valorar este último curso.  

 

Pese a cada uno de vosotros sois completamente distintos: por edades, aficiones, estudios o carácter; habéis sabido llevaros bien. ¡Qué importante es esto en cualquier trabajo! Algún desencuentro ha sido inevitable, pero en líneas generales habéis demostrado ser de muy buena pasta; cada uno con sus inquietudes, dificultades o problemas personales. Sin embargo, la alegría no ha faltado ningún día; a pesar de los contagios, los confinamientos, las ausencias o el agotamiento mental que en algún momento todos padecemos. Más todavía en estos tiempos extraños.

 

Todas esas vicisitudes quedarán seguramente en el olvido. Pero llegará ese día (lejano, espero) que contéis a vuestra descendencia las mil y una películas que tuvimos que sufrir en el aula y en las calles. Y con buen talante, la verdad. Hemos tenido casi dos años de pausa vital, pero sois muy jóvenes todavía y está (casi)todo por hacer. Tenéis tiempo para seguir buscando ese camino que apenas podéis ahora vislumbrar con tantas incertidumbres o cortapisas. Pero no soy quién para daros consejos. Tan solo animaros a viajar, leer, ver cine (no solo de Netflix) y salir de casa con amigos y gente que valga la pena. Bastante os habéis encerrado ya. Disfrutad de todo ello y además trabajad con buena cara allí donde vayáis. No os apalanquéis a la queja, tened iniciativa y cumplid; que no os puedan decir lo contrario. Preguntad siempre que haga falta y haced el esfuerzo de comunicaros, ser expresivos; en cualquier entorno. Sois jóvenes, pero no insensatos ni de segunda categoría. Demostrad todo lo que valéis y aquello en lo que brilláis. Cada uno sois diferentes y las comparaciones suelen ser malas compañeras. Pese a que os encasillen en alguna generación.
 

Trabajaréis muchas horas en sitios buenos y menos buenos. Y no todo estará en vuestra mano. Sin embargo, destacad por la ilusión y buscad motivos para seguir aprendiendo y estimulando vuestras inquietudes: idiomas, música, arte, moda, literatura, deportes… Todo ello también se traspasa luego al ámbito profesional. Dejad de lado la pantallita esa que nos roba el tiempo mientras nos idiotiza con la vida aparente de los demás. El afecto y el contacto físico es lo que más vale. Aunque a algunos nos cueste más o menos exteriorizar sentimientos o disimular disgustos.


Andrea: tu constancia y esfuerzo superan a esa timidez forzada por las circunstancias. Aún podrás demostrar mucho más tu valía con la amabilidad y constancia que te caracteriza.

Jesús M.: encontrarás tu sitio, seguro. Tienes muchos años por delante para encaminarte a tus inquietudes personales mientras te formas y ganas la vida. Lo conseguirás.

Sergio: tus experiencias vitales junto a tu formación, además de tu autonomía, te ayudarán mucho a encontrar ese lugar que a lo mejor aún no sueñas. Llegará, seguro.

Paula: continúa estudiando mucho y aprovecha las posibilidades que la vida te da. Ya sabes que tienes mucho recorrido y cosas por hacer. Está en tus manos demostrarlo. 

Alejandro R.: eres un tipo despierto e inquieto. Continúa así, no pierdas esas ganas de hacer, aprender e investigar.

Jesús C.: poco tengo que decirte que no sepas ya. Tienes muchas virtudes (y no solo por ser andaluz…). Has llegado tarde, pero a tiempo, para aportar esa positividad, experiencia y conocimientos allí donde trabajes como técnico superior. 

Lucía S.: la primera impresión (y a veces la segunda) resaltan una personalidad exigente que se observa luego en un trabajo diario bien hecho. Exhibe más esa maravillosa sonrisa que esconde la mascarilla y que se escapa por tus ojos. 

Enrique: ya son muchos años viéndote progresar y sigues sorprendiéndome por tu inteligencia. Eres un tipo estupendo y bondadoso. Eso sí, no te dejes llevar por las fake news… y lee más todavía para tener respuesta a tus inquietudes.

Carla B.: tu genio está a la par de tu buen gusto. Siempre me han gustado tus formas, estética y la dedicación que has puesto en cada trabajo. Ya sabrás que dejé de tenerte manía hace mucho tiempo… para pasar a ser una alumna ideal. 

María: ¡cuánto me alegro que hayas superado todos los baches de estos dos años! Sigue segura de ti misma, que has logrado mucho pese a todo y gracias a tu esfuerzo. 

Adrián: además de fenómeno del baloncesto (tendrás ahora que ver las repeticiones de la NBA por la noche) eres un tipo genial y divertido. Sabes lo que es trabajar y con tu buen carácter te harás un hueco donde vayas. No pierdas ese buen carácter. 

Ethan: ya sabes que eres un hombre desaprovechado. Algún día seguro sabrás exprimir tus capacidades y cambiarás de marcha. Tu fina ironía demuestra esa inteligencia. Espero que te sirvan estos dos últimos cursos para enfocar tu vida y seguir siendo ese chaval majo y “despierto”. Gracias por tu buen talante con todo.

Sara: me has dado una alegría con tu vuelta a la lectura a cambio de menos smartphone… Eres despierta y lista, además de siempre bien peinada. Seguro que encajarás donde vayas porque eres resuelta y risueña a partes iguales. Estaré bien informado de tus progresos… 

Carla G.: eres una chica super válida, aunque no siempre lo veas. Tan solo te falta creértelo más. Los idiomas u otros conocimientos los vamos adquiriendo durante toda la carrera profesional, pero tu simpatía y buen trato es algo innato que seguro te hará la vida laboral y personal más fácil a ti y a los que tengan la suerte de estar a tu vera.

Emely: la reina de LinkedIn. Con tu formación y recursos personales no te van a faltar oportunidades. No tengas miedo a equivocarte y toma decisiones. Casi siempre se pueden enmendar. Encontrarás tu hueco, aunque los plazos, a nivel profesional, sean más largos de lo que deseamos.

Alejandro C.: eres de pocas palabras, pero eres un tipo reflexivo, al que tal vez no haya sabido yo llegar. No pierdas la ilusión y sigue creciendo académicamente. Tú puedes.

Carlos: además de yerno ideal, eres un trabajador que cumple y desbordas creatividad. Poco tienes que pulir, más allá de seguir estudiando todo lo que puedas. Lograrás lo que te propongas. Eres un chico encantador. 

Yolanda: además de “charraora” eres super trabajadora. Tu constancia y carácter seguro que te ayudan mucho donde vayas. No seas conformista y sigue creciendo a nivel de estudios y profesionalmente. No te pongas límites.

Victoria: manchega y pese a esa timidez que se asoma en tu mirada, aprovecha ese carácter que sacas puntualmente para demostrar tus capacidades. Tienes muchas cualidades, pero no las escondas tanto. Demuéstralas, no te cortes. 

 

Perdonad por mi brevedad para con cada uno de vosotros. Mi intención es daros algo de aliento para esas prácticas que ahora comienzan y ese futuro incierto que algunos teméis. No obstante, aquí sigo en la escuela para todo aquello que podáis necesitar; al igual que el resto de profesores que han tenido el gusto de trabajar con vosotros durante estos últimos meses. Espero que recordéis durante mucho tiempo esta etapa de vuestras vidas; que conservéis el contacto entre vosotros y que os acordéis de esa melodía que sonaba en los descansos, las corrientes de aire helado en el aula, los memes de ese malagueño, las manías de cada profesor, las “entretenidas” tareas del classroom, las películas francesas y las conversaciones tenidas con y sin mascarilla.  

 

Suerte con todo. Un fuerte abrazo.  

 

Óscar B.

 

¿CÓMO INTERESAR AL ALUMNO?

miércoles, 12 de enero de 2022

Tal vez, uno de los objetivos más complicados como docentes, a menudo subestimado, es tratar de buscar el interés del alumno por nuestra materia. A pesar de la introducción masiva de internet en las aulas, incluso ante esa supuesta invasión de nuevas metolodogías a lo largo y ancho del país (y la ojeriza de algunos), no creo que predominen los estudiantes motivados y con elevado interés por el aprendizaje. Aún con el desigual esfuerzo realizado por profesorado, entiendo que la situación no ha variado mucho respecto a las últimas décadas. 

 

Si nos comparamos con los tiempos de la E.G.B., ciertamente idealizados, disponemos de más medios materiales y unos ratios algo mejores. Aún así, pese a los agoreros: los libros de texto, los deberes, la repetición de contenidos y la poca conexión con el mundo cercano al alumno, parecen perpetuarse hoy en los centros educativos (salvando las excepciones). La escuela se ha convertido en una peonza que, por inercia, gira perpetuamente dibujando una trayectoria errática. 


Al igual que con los servicios bancarios, las citas médicas o las compras online, el profesorado ha caído en la trampa del "sírvase usted mismo". Nos hemos atrapado en multitud de experiencias educativas presumiblemente transformadoras y bienintencionadas que han hecho poco más que ocuparnos a trompicones del alumno; a cambio de más trabajo, algo de frustración y una vuelta a lo de siempre por agotamiento. Además, surgen voces críticas que demandan esa vuelta al conocimiento, como si al resto nos gustara vivir en la ignorancia o deslumbrados por los fuegos de artificio. Y la moral parece que sigue bajando. 


Para más inri, añadimos debates sobre la conveniencia del uso de dispositivos sin medir la mejora o disminución del aprendizaje, cúando son necesarios o cuándo son ineficaces. Seguimos dudando a golpe de titulares de prensa o de simples opiniones que trasladan experiencias particulares. ¿No deberían haber ya estudios suficientes para saber a qué edad o en qué actividades son provechosas las nuevas tecnologías? ¿No quereremos alimentar el espíritu crítico? ¿Dónde queda el amor a la lectura, las artes o las ciencias? Tanto marketing que fagocita nuestro salario y luego no sabemos vender nuestra materia en una sociedad cada vez más distraída, que funciona más por imposición que por convencimiento. Muchos likes pero poco les gustan nuestros contenidos. 


Mientras tanto, los adolescentes y los más jóvenes viven perpetuamente mirando la hora para que termine la clase de turno. Seguimos sin saber dar respuesta a la típica pregunta: ¿esto para qué me sirve? O nos falta saber explicarlo o necesitamos cambiar el proceso de enseñanza-aprendizaje. Todo no pueden ser proyectos ni ludificación, pero tampoco debiera ser todo un libro de texto junto a unos ejercicios y un examen que te califica.

 

Los más sabios, estudiosos o cultos seguirán demonizando la escuela actual ante tanto experimento vaporoso que es carne de las redes pero que sigue sin transformar la educación. Muchas iniciativas puntuales y valiosas siguen perpetrándose en las aulas. Pero al final, como siempre, el alumno y la alumna aprenderán y encontrarán su espacion en la escuela según el docente que les haya caído en suerte. Seguiremos dando tiros al aire, marchando hacia delante o mirando hacia detrás, a ver dónde está o dónde se encontraba la solución a nuestros problemas de siempre. 

 

¿Cómo motivar al alumno? Unos pocos vendrán motivados desde casa. Razones extrínsecas e intrínsecas facilitaran esa motivación deseada: entorno familiar, temor al fracaso, expectativas, intereses personales, madurez... (recomiendo leer "Descubriendo cómo funciona la motivación: las metas") Nosotros, los profesores, disponemos en teoría de más recursos que antaño. Aún así, damos bandazos, desconfiamos de los pedagogos o no queremos perder más tiempo del que nos roba la burocracia y el día a día. La autocrítica no abunda y hacemos pocas paradas para analizar si el alumno respira convenientemente desde su pupitre. Tememos la disrupción y magnificamos la anécdota soñando en aquel pasado que nunca existió donde solo habitaban atentos y diligentes jóvenes.

 

Y tú, ¿cómo les interesas?

 


Photo by Artem Maltsev on Unsplash

CONSEJOS PARA DOCENTES NOVELES

viernes, 9 de julio de 2021

Tras veinte años de experiencia en las aulas, y echando la vista atrás, con toda seguridad modificaría o eliminaría muchas prácticas, herramientas o formas de trabajar con los alumnos. La inexperiencia siempre es motivo de error, y la soberbia propia de la juventud junto a una profesión que a menudo conlleva un trabajo solitario excesivo, son factores que solemos pasar por alto esos primeros años de docencia.

 

Unos pocos docentes tienen un aura natural o unas competencias innatas para ser enseñantes memorables; al resto no nos queda más remedio que buscar esa mejora continua que se transforme en un mejor aprendizaje de nuestros alumnos. Tal vez, uno de los problemas clave de nuestra profesión radica en la no necesidad que tienen algunos docentes en seguir aprendiendo y evolucionando en relación a su pedagogía. 

 

En cualquier caso, y si tuviera que dar algún consejo a esos incipientes profesores o jóvenes docentes que se encaminan a esta compleja pero agradecida profesión, me atrevería con este lista de sugerencias:

 

  • Arrímate, observa, escucha y pregunta a esos compañeros que tienen tablas en las aulas y que son queridos y admirados por los alumnos. Te aportarán conocimientos y experiencia que no encontrarás en libros o manuales, así como un modo de contemplar la enseñanza y la mirada que los alumnos necesitan. 
  • Actúa en el aula con naturalidad, sin soberbia, sin presumir de títulos o conocimientos. Acércate al alumnado sin prejuicios y sin estar a la defensiva (enseguida captan la inexperiencia o inseguridad). Pregúntales, solicita su opinión. No temas que te estén juzgando. Si te equivocas, reconocelo. Agradecerán tu honestidad sin necesidad de que coleguees con ellos. La cercanía es un valor siempre que sepas mantener ese equilibrio entre alumno-docente. 
  • Procura, si te lo permiten, entrar en otras aulas con profesorados más experimentados. Si has tenido la suerte de disfrutar unas buenas prácticas en el máster de formación del profesorado o durante el grado universitario, seguro que has podido tomar nota de qué competencias, habilidades o actitudes son más útiles durante la gestión del aula. 
  • Aprovecha tus aficiones, virtudes o experiencias vitales para conectar con los estudiantes y con la materia. Esa conexión personal te permite disfrutar más de las clases, a la vez que el alumno encuentra más interesantes los contenidos por su aplicación práctica y nexo con su entorno.
  • Lee mucho. Y no solo sobre docencia y pedagogía, que también. Pide recomendaciones para esas lecturas sobre educación o pásate por las redes (en esta lista de Twitter de @balhisay tienes muchos perfiles para comenzar) y otras webs o blogs personales; descubre distintos perfiles que pueden ayudarte a contemplar la docencia desde distintas perspectivas. En esta ponencia os dejo con algunas otras sugerencias.
  • Procura ser crítico con el ejercicio de tu docencia. Tampoco hace falta que caigas en todas las modas educativas del momento: ¡todas pasan de largo! Quédate con aquello que más te puede interesar o con aquellas que te infundan más confianza y buscando siempre que el alumno aprenda más y encaje con la materia y clase. 
  • Innova, pese a que (casi)todo está inventado, con la vista puesta en el futuro del alumno: ¿cómo despertar su interés? ¿cómo le gusta ser tratado? ¿qué conocimientos necesitara en el futuro? ¿qué le podemos aportar desde la escuela que no recibe desde su entorno?
  • No pares de formarte profesionalmente. Eso sí, sé cuidadoso a la hora de seleccionar la formación e infórmate bien sobre los docentes que la imparten y la experiencia que atesoran. Realiza aquellos cursos que sean realmente provechosos. El tiempo perdido no vuelve. 
  • Procura ser congruente con lo que dices en el aula. Si eres muy exigente con la puntualidad, sé puntual. Si les pides que lean: lleva tus propios libros. Si aleccionas sobre el (mal) uso personal que hacen del móvil: no lo tengas activado en clase o te dediques a deambular por las redes. 
  • Cuida mucho tu identidad digital y establece tus propios límites a la hora de interactuar con alumnos (sobre todo con los menores de edad) en las redes sociales. El exhibicionismo virtual aporta poco en su educación; sin embargo, es también una buena excusa para educar y acercarte a sus intereses.
  • Busca experiencias educativas valiosas de la mano de tus compañeros así como de aquellas que están basadas en la evidencia. Hay prácticas demostradas que funcionan, pese a que cada curso el panorama del aula y los alumnos pueden variar. No se trata de enfrentar la clase magistral con la enseñanza centrada en el alumno; descubrirás que distintas metodologías son combinables y necesarias desde cualquier materia. Muchos materiales al respecto en: www.investigaciondocente.com
  • Digitaliza aquello que aporte un valor añadido a tu práctica docente. No es necesario utilizar herramientas digitales como si se fuera a acabar el mundo. Combina lo analógico con lo digital. Busca también momentos de desconexión, lectura reflexiva, conversación, escucha. Sal de aula con ellos cuando tengas oportunidad. 
  • Involúcrate en el centro desde el primer día. Muestra disposición con tus compañeros y responsables de la escuela. Arrímate a quienes participan y huyen de la queja constante. Aporta, con sencillez y sin arrogancia, en los equipos de trabajo donde participes. Más vale pecar de discreto que de sabelotodo. La simpatía y el sentido del humor son siempre bienvenidos en los claustros. 

 

No pierdas la ilusión por el camino. La docencia tiene sus momentos. La suerte, pese a lo dificultad de gestionar una aula, la intensidad y la complicación creciente, es que cada año tenemos un grupo de jóvenes más o menos dispuestos a escucharnos; alumnos que nos rejuvenecen y que logran que cada curso e incluso, cada día en la escuela, pueda ser diferente del anterior. Nunca nos aburrimos.


consejos docentes noveles jóvenes
 

Photo by Kevin Gent on Unsplash


MOTIVOS PARA SER DOCENTE DE FP

domingo, 23 de mayo de 2021

Nos sobran los motivos, como dice la canción de Sabina. O tal vez, como dice Alfonso Alcántara, lo importante de la motivación no es tener ánimo sino tener motivos; y cada cual tiene los suyos. Tal vez ahí está la clave de muchos docentes hastiados pero que cumplen cada día pese a la falta de ganas o sus circunstancias; gente que no falla porque tiene motivos para estar en el aula cada día. 


Quizás los más motivados, por lo que observo, son aquellos que tienen siempre proyectos en mente; que tienen una agenda llena de actividades con sus alumnos, que idean y no tienen tiempo para el desánimo. Algunos están motivados por naturaleza, por la pasión que ponen a lo que hacen; otros por simple responsabilidad y honestidad con su desempeño; la mayoría, porque necesitamos un empleo retribuido. 


Somos únicos. A mí, personalmente, me gusta poner el acento de mis motivos en los alumnos. Alumnos que tienen la posibilidad de un futuro mejor gracias a la formación que podemos darles. Alumnos que tienen la oportunidad de crecer con nosotros y que agradecen que confíes en ellos; pese a que a muchos también les falten los motivos para ir diariamente a clase y tengamos que recordárselos porque a su edad las certezas no abundan. Y ahí el habitual desacierto de ese docente que no recuerda sus años escolares ni su fugaz juventud. 


A mí me sobran los motivos porque el aula tiene su aquel inexplicable, que no cambio por oficinas o despachos con la cara pegada a la pantalla o a un mostrador. No la cambio porque cada año veo nuevas caras, nuevas ilusiones y desplantes; estudiantes igual de jóvenes año tras año y yo con un ceño fruncido cada curso más hondo. Convivir con una juventud que aporta vida, que nos regala reconocernos en ellos, recordar cómo fuimos, qué buscábamos. 


Aún así, entiendo quien padezca esa falta de motivos, o más bien, de ganas, para compensar la energía que absorben las preocupaciones, los desplantes, la burocracia, los conflictos. Motivos que van y vienen. Motivos que, si no lo remedias, fallan porque te come la rutina, los agravios comparativos, el cansancio.


Esta reflexión personal viene a cuento de mi participación como ponente en el pasado encuentro de educadores de Formacón Profesional que usan tecnología en la nube y Google Workspace: "La FP que viene". Encuentros donde se respiran los motivos en todos aquellos que participan, liados, de una u otra forma, en plantear la docencia de modos distintos, con la tecnología como excusa y, sobre todo, conscientes de los cambios constantes que afrontamos y que debemos trasladar a las aulas de Formación Profesional. 


Os dejo con mi presentación del encuentro, donde recomiendo algunas lecturas y recursos valiosos para mejorar como docentes y, sobre todo, para seguir teniendo motivos. 


RETÓRICA POCO EDUCATIVA

viernes, 21 de junio de 2019
El discurso educativo cae demasiado a menudo en la retórica; tanto en su acepción de "dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover" como en la de retórica como "sofisterías o razones que no son del caso". Un discurso cada vez más numeroso que peca de poco pragmático a la vez que de insustancial y que atiende más a opiniones personales, modas o intereses con poco que ver con la idea de educación que algunos tenemos.

Las ocurrencias son una de las amenazas que tenemos en este ambiente seudoinnovador en el que constantemente creemos vivir. Luego, con los pies ya en la tierra, nos encontramos con los mismos males de siempre: falta de trabajo en equipo, personalismos, incongruencias y escaso tiempo y ganas para leer, reunirse, formarse y vertebrar proyectos educativos que trasciendan al aula y a todos nuestros alumnos. Esa facilidad de palabras hueras que ahoga debates o acciones trascendentes.

Luego están las prioridades. Somos especialistas, en la comunidad educativa, en perder tiempo en debates estériles o que aportan más bien poco al estado de la educación. Que si una hora más de esta asignatura, que si más lengua propia o extranjera, que si el bilingüismo, que si el uniforme, que si me han cambiado el módulo, que si el otro libra más que yo, etc. Todo antes que abordar el qué y el cómo para mejorar la enseñanza y aprendizaje o atender mejor a mis alumnos.

RETÓRICA POCO EDUCATIVAY la política. Cómo no. Votar azul, rojo, naranja o morado parece que te inhabilita para tener un criterio propio y distinto al del partido. La utilización de la educación para ganar votos es un desprecio al futuro del país. El tema del pacto educativo debe haber pasado a mejor vida; renta más polemizar sobre cualquier medida actual o pasada que enfrente a padres, madres, docentes o con la dirección de los centros. Y además sale barato.

Superficialidad a mansalva. Frases hechas, lemas manidos, happyflower... con buena intención pero sin sustancia. Los cambios decisivos, aunque nos pese, vienen dados de las aportaciones de todos y no de unos pocos que tiren del carro. La ilusión y motivación son vitales, pero para ello todos debemos buscar motivos para esforzarnos aún algo más en aras del bien común. En el caso contrario acabamos mirando constantemente el reloj y el calendario esperando ese timbrazo extintor que nos devuelva a casa (y no estoy hablando de empeorar las condiciones laborales).

Crítica compulsiva y protestas por defecto: sin reflexionar en qué más aportar al trabajo o en qué puedo estar patinando. Luego vienen las diferencias personales, profesores o padres quemados que no se han parado a pensar o agradecer la ingente tarea de compañeros, directivos o padres preocupados por la educación de todos. El talante se contagia, así como las ganas de trabajar. Al menos eso me contaban de niño...

En nuestras manos está tomar decisiones basadas en la reflexión; sin mezclar ocurrencias, superficialidad y política. Buscar momentos cada curso para evaluar y proponer; a ser posible desde las evidencias y la experiencia, aun sin miedo a equivocarse. Nos sentamos y pensamos poco tanto a nivel individual como grupalmente. La ficción educativa nos engatusa y acabamos deslumbrados por esos efectos artificiales en forma de gurúes o titulares de periódico que edulcoran o tiran piedras, en partes iguales, a los docentes. Sin duda, la mala enseñanza se cura leyendo pedagogía y compartiendo experiencias con otros colegas de aula.

Yo, de momento, me conformo con esa semanita al año donde poder trabajar, sin prisas y codo con codo, con mis compañeros. Sin otro objetivo que mejorar la enseñanza. Aquí el tuit culpable de este artículo:

photo credit: Julien Lagarde Correfoc de la Mercè via photopin (license)

MOTIVAR AL PROFESORADO

lunes, 14 de enero de 2019
Motivar a los alumnos no es tarea fácil, pero motivar al profesorado tampoco parece una fácil misión. Percibo, en los últimos tiempos, una mayor desmotivación, o tal vez cierta dejadez profesional, provocada por ese goteo constante de cambios coyunturales que se reflejan de diferente modo en las acciones o actitudes de algunos docentes. No son falta de ánimos, es falta de tener motivos y encontrarlos, como diría @Yoriento.

Nuestra profesión es a menudo ingrata, más aún si no la observamos desde cierta perspectiva o relativizando los sinsabores consustanciales al ejercicio de la docencia. El cúmulo de horas, la ausencia de expectativas en la carrera profesional, las comparativas con las condiciones laborales de otros compañeros, el mínimo prestigio social, la percepción de enfrentarse a alumnos más complicados cada curso que pasa, la desunión del sector educativo (administración, colegas, centros educativos...) o el creciente pragmatismo profesional que considera este empleo como otro cualquiera; parece que nos aboca a esa falta de energía suplementaria que necesitamos para cumplir con cierto éxito nuestro trabajo.

motivar docentesLa enseñanza, como se acostumbraba antes a denominar nuestro sector, precisa una implicación -a mi parecer- muy superior a la que se precisa en otras profesiones. Gusta comparar la labor de los profesionales de la medicina con la de los docentes, y, en cierto modo, es así en el sentido que trabajamos con una misma materia prima: las personas. No se entiende un buen profesor/a al que no le importen sus alumnos o que anteponga su comodidad al beneficio o aprendizaje de sus estudiantes; no se trata de sacrificios personales, es una cuestión de coherencia, profesionalidad y de ver más allá de las circunstancia personales que cada uno tenemos. Y, sobre todo, esa dignidad profesional que hace que hagamos lo que debemos, o, al menos, lo intentemos sin tomar la salida fácil.

Las escuelas están llenas, afortunadamente, de profesores que trabajan y cumplen exquisitamente su función docente; profesionales en los que algunos intentamos reflejarnos y que han compartido muchas horas de trabajo con nosotros. No se trata de no reivindicar derechos o no buscar cambios que redunden en la mejora de la escuela y, por ende, del alumno; es una cuestión personal donde cada uno pone en juego su profesionalidad pese a las circunstancias que le tocan sufrir o disfrutar. Todos tenemos ejemplos de compañeros implicados buscando mejorar en su trabajo, cumpliendo a rajatabla su horario y lo que puedan necesitar sus alumnos, creadores de un buen ambiente, congruentes con lo que demandan al alumnado y lo que transmiten con sus acciones, sin despotricar permanentemente de todo lo que ocurre en su órbita.

Las escuelas solo progresan adecuadamente -como así se calificaba hace unos años a los niños- cuando esta forma de hacer y de enseñar se transmite de una generación a otra. Ni los más innovadores ni aquellos que poseen más títulos acaban transformando la escuela; la escuela cambia a mejor, paso a paso, gracias a todos esos implicados que, pese a las circunstancia siguen al pie del cañón persiguiendo que sus alumnos estén preparados para afrontar su presente y futuro, listos para no perder las pocas o muchas oportunidades que les brinde la sociedad.

Dejemos la queja estéril y permanente, persigamos esa escuela ideal que tenemos en mente, pese a las adversidades y el sobresfuerzo, porque cada alumno lo merece -aunque haya días que mandarías a freír espárragos a más de uno- independientemente de las posibilidades que nos ofrece el sistema educativo.

Como dice la canción de Sabina, "nos sobran los motivos". Y siguiendo las palabras de Daniel Pennac, en su libro "Mal de escuela": Es verdad, entre nosotros está mal visto hablar de amor en materia de enseñanza. Intentadlo y veréis, es como mencionar la soga en casa del ahorcado; tal vez, el motivo principal para dar lo mejor de nosotros mismos es ese: el amor; por mal que suene decirlo en público y más aún por escrito.

photo credit: rocor Wayne Thiebaud via photopin (license)

LOS ALUMNOS MILLENNIALS NO EXISTEN, Y LOS CENTENNIALS TAMPOCO

lunes, 1 de mayo de 2017
Categorizar generaciones y distinguir entre millennials o centennials me parece de lo más inútil. Los profesores, que igualmente podríamos distinguir entre los de la generación X o los baby boomers, solemos caer en la trampa y pensar en que cada vez están menos preparados nuestros alumnos o que son menos responsables, inquietos o irrespetuosos, entre otras lindezas.

Generalizar suele ser una magnífica trampa a nuestra conveniencia. Creemos, conforme pasan los años como docentes, que la juventud no tiene remedio y que el ansia de saber finalizó con nuestra "excepcional" generación. Tendemos a olvidar nuestros años como adolescentes, donde raramente se hablaba de novelas o autores contemporáneos, donde las amistades eran el centro de nuestras vidas y la escuela un lugar y pasatiempo obligatorio que aceptábamos de mejor o peor grado. Eso sí, los chavales de ahora tienen la "desgracia" de multiplicar por mil sus distracciones o sus lozanos mensajes a través de sus (¿malvados?) dispositivos móviles.

alumnos millenials centennials no existen educación

Más que identificar generaciones o tratar de adaptarnos a las mismas, según ciertos criterios más relacionados con el consumo o con el mundo laboral, entiendo que cada curso tenemos unos alumnos nuevos con un nivel de madurez variable y que crecen con nosotros; ya que, como dice la célebre frase atribuida a George Bernard Shaw, "la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo". Como se dice vulgarmente: sólo hace falta que caigan del árbol.

Sabemos que cada alumno es único, y un año, durante la adolescencia, es un mundo para ellos; se puede comprobar fácilmente cuando te encuentras con alguno en cursos posteriores o una vez han finalizado su etapa escolar y están inmersos en la vorágine laboral. Aquí no importa si son centennials o nativos digitales o cualquier otra etiqueta que vende artículos y rellena tertulias; afortunadamente, la inmensa mayoría sigue madurando y revolviéndose -como nosotros- con las generaciones anteriores. Y vuelta a empezar.

Por eso no tiene sentido tratar de adaptar nuestros contenidos o procedimientos a estas generaciones como si existiera una receta insólita que nos permitiera dar con la clave de la motivación permanente; donde el alumno busque denodadamente el saber en nuestras clases. Más bien, se trata, como siempre ha sido, de conectar con el alumno a través del buen trato y del respeto; buscando enseñar y conseguir lo más difícil -que el alumno desee saber por saber-. Luego ya añadiremos las TIC, el aprendizaje móvil o las metodologías activas e innovadoras.

photo credit: Rusty Russ Sea of Tears via photopin (license)
Con la tecnología de Blogger.

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