La tasa de inflación del entusiasmo docente se asemeja poco a la de la cesta de alimentos. No se intuyen ni detectan gestos de ilusión ante la nueva entrada del curso. Los memes o viñetas de inicio de curso en esta próxima nochevieja escolar no abundan como antaño. No faltan motivos para esta deflación acelerada dentro de nuestro negociado. Además de la pérdida de poder adquisitivo (aún no de vacaciones), las nuevas normas educativas auguran un trabajo extra en un colectivo que suele andar de sobra ocupado con los quehaceres diarios de enseñar y gestionar un aula. Los próximos cursos arrostraremos una nueva ordenación de la FP sin la garantía de nuevos mimbres para todos.
La tierra prometida de la transformación educativa sufre también una crisis ecológica. Los cambios profundos en la enseñanza no son cosa de pocas semanas o meses. Los docentes necesitamos tiempo y cambios paulatinos para tratar de mejorar esas muchas inercias de nuestra docencia. No podemos pasar a un nuevo modelo sin una formación sosegada o sin un mínimo de reflexión junto a los compañeros del claustro. El margen de mejora es grande, y es ineficaz la confrontación entre los que aspiran a conservar sus mantras y los que animan a una revolución que lo ponga todo boca abajo. El pragmatismo debiera imponerse entre nuestras filas. Los impetuosos tienen poca paciencia ante esa prometida transformación educativa; mientras que los tradicionales parecen disfrutar de las ocurrencias apresuradas y superficiales (pese a que la estética importa). Y el tiempo corre en contra de cada generación escolar que pasa sin pena ni gloria su educación preceptiva.
Necesitamos un nuevo curso donde el confort docente se afiance a costa de un mayor aprendizaje del alumno. No precisamos lemas de ánimo, sino una organización escolar que nos dote de recursos para atender mejor a los alumnos y alumnas que más lo necesitan, a la vez que tenemos claro cómo abordar ese aprendizaje basado en competencias que, bien planteado, no debiera suponer merma alguna en su educación. Las normas pueden constreñir, pero bien sabemos que, una vez dentro del aula, tenemos espacio suficiente para plantear (poco a poco) otras posibilidades. Pero necesitamos ayuda y esa formación pedagógica que invite a la renovación. Comenzar con una evaluación formativa real y un trabajo en equipo de los docentes parece una buena idea para comenzar a avanzar. Y plantearse más a menudo: ¿qué es lo que realmente importa? Y la respuesta no está en las modas educativas.
Las claves de la docencia para con los estudiantes, como tan bien expresa Aniceto Masferrer en este artículo, pasan por no perder la pasión por enseñar al alumno; buscar la conexión de la materia con su realidad; enseñar desde la cercanía y el diálogo; conjugar la exigencia junto a la confianza; y diseñar clases que supongan un reto asequible a la vez que estimulante. Buenos consejos para cualquier docente novel o veterano.
Estamos ante un nuevo curso que se adivina complejo y desafiante gracias a esa Inteligencia Artificial (IA) que nos acabará acorralando pese a las cercas de nuestro campo. Podemos aliarnos o esperar a una rendición por agotamiento propio. También nos queda aguantar como en El Álamo y seguir solos junto a exámenes y actividades del libro de texto pese a la consabidas necesidades y requerimientos de un alumnado que conecta ocasionalmente con la escuela. Esperemos que esta IA se plantee con más rigor y sensatez que otras nuevas tecnologías que han prorrogado esa inconexión o la futilidad académica. Aprovechemos un nuevo curso para digitalizar lo que importa, con el poso suficiente, para que aprendan más sin caer solo en la apariencia.
Siempre nos queda, ante una depreciación de la motivación, pensar en esos rostros jóvenes que todavía tienen la ilusión de un cambio en sus vidas. Tenemos los mejores motivos para seguir enseñando. El día a día durante el curso acaba nublando el resto de imponderables; y esa rutina variable que nos ofrece la cotidianidad del aula es también un modo de vivir un trabajo que es todo menos soporífero. Porque siempre podemos trascender. Sin duda.
Feliz nuevo curso.
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