Los libros y artículos de Xavier Marcet son siempre una oportunidad para reflexionar sobre la gestión de las personas y la innovación a nivel profesional. Su experiencia en el mundo empresarial se puede trasladar perfectamente al complejo ecosistema educativo donde nos movemos perfiles de todo tipo, y donde sus gestores deben bregar con particularidades que a menudo hacen difícil lo más fácil o donde se entiende a veces mal la autonomía docente.
En esta ocasión me atrevo a subrayar algunos pasajes de su último libro: "Crecer haciendo crecer". Un título en el que su autor destaca, en una selección de artículos, aquellos aspectos clave en las organizaciones y esa difícil tarea de gestionar a las personas sin perder de vista su propio crecimiento. Una mirada que, sin quitar importancia a la dichosa -en todos los sentidos- digitalización que nos acecha, recalca la importancia de los trabajadores que forma parte de toda empresa.
Marcet nos habla de la necesidad de formar empresas consistentes. Una consistencia que conlleva aplicar cambios y no solo predicarlos, no dormirse en los laureles, no caer en la burocracia interna, alimentar la meritocracia y alejarse de líderes pusilánimes. Nada que no pueda ser aplicado en un centro educativo, desde luego; a excepción de esa meritocracia que se lleva mal con la ausencia de carrera profesional de los docentes.
En relación a la innovación, el autor no pone el acento en la tecnología, resalta la necesaria empatía de los profesionales con los clientes. Tal vez, buscando la analogía con el mundo educativo, la innovación no cabe si no redunda en el aprendizaje del alumno; al igual que si no tenemos en cuenta, en cierto modo, los intereses y particularidades de su etapa vital.
Las empresas auténticas, al igual que los centros educativos, no podemos caer en discursos superficiales. La autenticidad es una parte fundamental de las organizaciones; el relato que trasladamos y los principios éticos, a todos los niveles, son la mejor forma de seguir conectando con los estudiantes y sus familias. En tiempos de frivolidad en las redes, debemos de trasladar mensajes y acciones congruentes con esos valores que nos representan.
Buscando el símil educativo, Xavier Marcet discute el valor de las metodologías, dando mayor importancia al trabajo en equipo de las organizaciones y sus sincronías, así como a los estilos de liderazgo. Destaca de nuevo la trascendencia de las personas que formamos parte de toda empresa. En un entorno complejo el principal recurso son las personas que, con su talento, van a ser capaces de poner en marcha esa visión estratégica necesaria para afrontar el futuro. Porque, como así afirma: "en las organizaciones no sobra talento; en muchas de ellas lo que sobra es no talento". Un talento que debe combinar actitud y aptitud, mientras que el no talento está servido con aquellos que no quieren adaptarse.
También hace referencia a la necesidad de entrenar el pensamiento crítico; disponer de un criterio propio, pensar y escribir para saber qué pensamos. Algo tremendamente útil en un sector educativo asediado por modas e intereses comerciales, donde debemos aprender a separar la paja del grano sin caer en la trampa de la tecnologización imprudente. Insiste en la necesidad de desaprender y reaprender como un ejercicio personal e individual continuo. Copiar lo que hacen otros puede estar bien, pero, buscar la singularidad también nos facilita la innovación y evolución profesional.
Es interesante la visión que tiene sobre la motivación de los profesionales. Nos habla de la necesidad de dar sentido al trabajo que realizamos y a las agendas que tenemos, dejando autonomía para su concreción. Si queremos innovar, ¿a qué dedicamos el tiempo? Una pregunta fundamental en las organizaciones donde nos enfrascamos a menudo en las reuniones de siempre y los procedimientos habituales, pese a que dispongamos de márgenes y confianza más que suficiente. La motivación viene de esa confianza dada pero, sin duda, si nuestras condiciones laborales son razonables, debemos venir motivados de casa; tal y como reza ese acuerdo laboral que nos compromete a cambio de un sueldo. Flexibilidad y agilidad ante el cambio son retos y oportunidades de los líderes educativos para al menos no desmotivar al personal. Magnífica la frase: "Las empresas van bien cuando la gente no tiene tiempo y sabe mantener los hábitos que les han hecho crecer".
En relación a los líderes de las organizaciones, Marcet subraya la necesidad de jefes equilibrados que exijan y reprendan ayudando a crecer a los comprometidos frente a los indolentes. Delegar, empoderar y buscar gente que incomode en los equipos para ampliar la perspectiva habitual que nos inmoviliza, pero sin caer en las ocurrencias. Congujar la ambición corporativa con la humildad personal. Dedica un artículo, imprescindible, a la gestión del talento y no talento. Porque las empresas ideales están llenas de gente con talento y compromiso, autoexigente, que nos hace competitivos frente a los tóxicos a los que no hay que ceder ese tiempo que reclaman y que se muestran insolidarios instalados en sus quejas perpetuas. De ahí la importancia de dar a conocer a todos las razones de ese cambio necesario que implica compromiso y esfuerzo si queremos lidiar con la incertidumbre.
Insiste el autor en la necesidad de organizaciones flexibles, adaptables a los cambios que surgen, y que, en el mundo de la Formación Profesional, es imprescindible tener en cuenta para trabajar esas competencias requeridas en los centros de trabajo. Porque hay cosas que seguro no cambiarán, y hay que pensar también en ellas, como afirma Marcet. En educación no todo es variable; con la pandemia se han reafirmado aspectos que son vitales para los alumnos más jóvenes: la presencialidad, los hábitos y rutinas de trabajo, la conversación, socializar... Seguimos teniendo mucho por hacer.
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