LA EDUCACIÓN, LOS ESTUDIANTES Y LOS DOCENTES DE ANTES ERAN MEJORES

jueves, 5 de enero de 2023

La nostalgia lo invade todo. Los recuerdos gratos de los tiempos de la EGB se multiplican en las redes. Ya no hay nostalgias como las de antes, reza la web de "Yo fui a EGB". Y la nostalgia vende. Y mucho. Lo retro y lo de segunda mano es ahora más dabuti que cualquier producto o servicio actual. La autenticidad está en el ayer y el futuro solo ofrece copias baratas carentes de originalidad. Y en educación más de lo mismo. Se ha viralizado un artículo en un tono ochentero sobre la calamidad de estudiantes que pasan hoy en día por los aularios de la universidad; engañados a causa de una confabulación del sistema educativo.

 

Podemos poner muchos peros a la educación actual. Sin embaro, no estoy seguro si esos emperos son más numerosos o críticos que los que pondríamos a la educación de antaño. Podríamos listar numeros ejemplos de falta de educación en aquellos tiempos añorados. Lo cual quizás no justifique el nivel (más o menos limitado) de la oferta educativa existente. Algunos tal vez recuerden la educación básica con simpatía: los castigos humillantes y estériles, los reglazos ocasionales, las gamberradas violentas, la falta de educación sexual y afectiva, el fácil acceso al alcohol y las drogas (duras también), la masificación en las aulas, la ley del más fuerte, el estigma de los repetidores... O añoren sus años universitarios donde la sapiencia era omnipresente: la cafetería era el aula más poblada, las fiestas universitarias dentro de las facultades eran foros de distinción, el dictado de apuntes maravilloso y el debate o la relación directa con el profesorado se obviaba por motivos superiores. Y nadie copiaba, por supuesto. 

 

Supongo que todos esos estudiantes, ahora viejunos y entre los que me encuentro, habrán sido capaces de dejar un mejor legado que sus antecesores. Si tan buena educación recibimos, los ahora docentes de secundaria o universitarios, debiéramos estar sembrando valores, exigencia y erudición a raudales. ¿No somos parte todos de ese sistema educativo tan criticado? ¿Hacemos lo indispensable para elevar ese nivel deseado y esa atención educativa donde los alumnos mantengan o acrecienten la curiosidad por el aprendizaje? ¿Quiénes son los responsables de esa supuesta bajada de nivel: las familias, los educadores de la etapa infantil, primaria, secundaria o universidad...? ¿O a partir de que década comenzamos a culpar a los enseñantes y progenitores? ¿Los nacidos en los años sesenta, setenta u ochenta... del siglo pasado?

 

Los sesgos de nuestras percepciones personales son el caldo de cultivo perfecto para opinólogos y detractores nostálgicos. Solemos recordar, más aún si fuimos buenos estudiantes, los tiempos pasados como parte de esos tiempos dichosos donde todo eran parabienes para unos jóvenes preparadísimos pero sin empleo a la vista. Seguramente ahora nos enfrentamos a problemas distintos. La falta de atención provocada por los dispositivos móviles, la escasa autonomía fomentada por padres y madres ausentes pero sobreprotectores o un panorama educativo y económico con mayores oportunidades, acaba cambiando las aulas. Y no solo para mal. Poder conversar con los alumnos, sin barreras, es un oportunidad para quien la quiere aprovechar; tener menos alumnos en el aula es un logro a menudo olvidado (pese al margen de mejora de la ratio); o disponer de recursos digitales practicamente infinitos es posible desde hace cuatro días. Sin contar con las posibilidades personales que tenemos para la autoformación o el debate educativo con otros profesionales de la misma o distinta cuerda. 

 

Tal vez, para variar y empezar el año, cada uno podríamos revisar nuestras prácticas: cómo enseñamos, qué nos parece realmente importante para nuestros alumnos y alumnas, en qué podemos estar fallando, cómo lo hacen los mejores docentes, qué cuentan otros profesionales de mi etapa educativa, qué piensan los estudiantes de mi enseñanza, dónde tenemos margen de mejora o reflexionar si realmente todo la responsabilidad la tiene una sociedad de la que también formamos parte.  

 

La educación, los estudiantes y los docentes de antes eran mejores.

1 comentario:

  1. Quizás no aporte mucho, y esta entrada me haga entrar en falacias de "experiencia personal", pero:
    Yo no soy culpable de ser nostálgico de la EGB. No la viví. Fui alumno LOGSE/LOE, siempre en centro público y casi por un pelo me afecta la LOMCE. Y, aunque lo diga con la boca pequeña, sí: Los niveles de exigencia ya empezaron a cambiar, se daba más facilidades, hasta incluso en la Universidad que tuvimos dos tandas de recuperaciones por asignatura.
    Además, la Selectividad fue reducida en contenido al poco de entrar nosotros, hasta los términos se redujeron a la mitad, la calidad de cierto profesorado fue en una decadencia tal que en la Universidad había profesorado que copiaban en PowerPoint retahilas de texto que nadie podía llegar a leer en la pantalla, las proyectaban y allá películas, con sus 3000 faltas de ortografía y partes traducidas con Google Translator.
    Aquí diferencio al profesorado que dio la cara y tenía calidad, muchas de las cuales eran grandísimas catedráticas con un nivel intelectual y profesional que te empapaba, a la vez que te animaba a hacer cosas, ilusionarte con la Universidad y trabajar; con el profesorado que te hacía desear volarte la tapa de los sesos con una pistola antes que aguantar mendicidades, redundancias intelectuales y cero investigación, cero trabajo, cero aplicación, cero esfuerzo.
    Hoy en día veo: Unos comportamientos salvajes por parte de cierto alumnado. Que quizás yo no viví, o que si lo viviera era un caso entre miles, pero que ahora se han multiplicado por 4 o por 5. Más casos, más disrupción, más problemas gordísimos en casa, más atención en Servicios Sociales, mayor ratio alumno/profesor, mayor dolor de muelas burocrático para no decir nada de nada, mayor incorporación tardía al sistema (sin dotar de recursos a los centros), etc, etc, etc. Esto no es inocuo. Son muchas piedras en esa mochila que tiene el alumnado antes de escalar ese Everest Educativo. Y aunque podamos ayudar a que el cmaino sea mejor, no siempre funciona, no siempre el caminante puede o quiere caminar, o no siempre podemos quitar todas esas piedras con las que nos han llegado.
    Pero quizás me quejo de vicio. Quizás heredo el que recuerdo tiempos pasados mejores. Quizás yo fue un niño de obreros que le inculcaban que el saber le haría estar preparado para esa jungla que es el mundo real. Y el mundo real se nos comió. No lo sé.

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