¿SE MORIRÁ DE ÉXITO LA FP?

miércoles, 1 de junio de 2022

se morirá de éxito la fp
 

El número de estudiantes que cursa Formación Profesional crece a un ritmo vertiginoso. ¡Quién nos lo iba a decir hace una década! El alumnado matriculado en enseñanzas de FP ha subido un 28,7% en cinco años. La moda efepera, por fortuna para los que trabajamos en esta etapa educativa, no parece tener fin; más aún con los más de 1200 millones que el Ministerio de Educación y FP invertirá en la FP para, entre otras cosas, ampliar plazas. Pero ojo con la letra pequeña y con las partidas que realmente cada comunidad autónoma dedicará a las aulas de FP y a la preparación del profesorado. Para la modernización de la FP nos tocarán, de esos 1200 millones, solo 393 millones de euros: de los cuales se nos van 179 millones a la acreditación de competencias, 103 millones a nuevas plazas de FP, 89 millones a plazas bilingües, 13 millones a espacios de tecnología aplicada y alrededor de 6 millones a aulas de emprendimiento. 

 

Observamos que de los 1200 millones seguramente algunos no disfrutaremos mejora real alguna, a no ser que nos toque la pedrea que permita convertir algún aula en espacio de tecnología avanzada o en un lugar de emprendimiento empresarial. Es evidente que el afan por el bilingüismo y los nuevos títulos adaptados a las demandas actuales y futuras del sistema productivo abarcarán gran parte de estas inversiones; presupuestos que no parecen poner el acento en el eje de la FP: el profesorado. Sin embargo, como es habitual, la política educativa de cada comunidad autónoma marcará las diferencias y pondrá sobre la mesa otras prioridades.


La FP puede morir de éxito si al final logramos persuadir a la inmensa mayoría de los cientos de miles de estudiantes que cada año abandonan sus estudios de educación secundaria obligatoria (ya rondamos el 40% en las tasas brutas de escolarización: relación entre el total de alumnado de cualquier edad de la enseñanza considerada y la población del grupo de edad teórica que cursar dicha enseñanza) pero no rediseñamos la estructura formativa actual, favorecemos una nueva organización de los centros educativos e impulsamos la actualización y contratación del profesorado. 

 

Los retos que afronta este profesorado son crecientes y complejos, tal y como se afirma desde el Observatorio de la Formación Profesional en España en su "Informe 2021: La FP como clave de desarrollo y sostenibilidad", que pone el acento en: "formación en competencias, nuevas metodologías e innovación digital, itinerarios multidisciplinares, prevalencia de la práctica sobre la teoría, interconexión con la empresa, fomento de la competitividad, la formación para un desarrollo sostenible a favor de la viabilidad de la economía y una sociedad justa, la formación de personas con bajo nivel educativo, formación para apoyar a las transiciones digital y verde, el upskilling y reskilling que tengan en cuenta las transformaciones de los sectores productivos, etc." Mucho por hacer además de dar clase y renovar unos módulos que debieran ser actualizados con mayor periodicidad. 


Si el número de plazas aumenta sin tener en cuenta las necesidades de las plazas actuales corremos el riesgo de devaluar la FP que ahora ofrecemos. También es necesario ahondar en la diversificación de las titulaciones pero ofreciendo plazas suficientes en aquellos ciclos con más demanda tanto por parte de los estudiantes como de las empresas. Pero todo ello solo se conseguirá si disponemos de una fuerza docente preparada, actualizada y con los recursos necesarios para ofrecer una formación exigente y adecuada a los perfiles que demanda el mercado de trabajo. Inundar el mercado formativo de títulos de dudosa valía, certificados semiregalados bajo pago, oferta formativa de centros sin control alguno (laboral y/o académico) o una formación a distancia con una regulación laxa, puede ser otro motivo más para esa expiración fatal. 

 

No podemos perder de vista el modelo de la FP de las últimas décadas. Los profesionales docentes que nos han precedido han sido un ejemplo de dedicación y adaptación a tiempos con una mayor precariedad laboral junto al desafío que supuso pasar a ofertar ciclos formativos a partir de la LOGSE de 1990. En el siguiente artículo lo cuenta a la perfección Manuel Llaca, autor de ParcelaDigital, un blog dedicado a la historia de la informática donde relata su paso por la FP I y FP II. Una época con menores recursos que se compensaba con esos atributos ahora tan estimados: compañerismo e implicación y mucho más hacer que decir. 


Por el lado de los centros educativo será necesaria una reordenación académica que permita al profesorado dedicar horas de trabajo a proyectos en contacto con el mundo profesional, la digitalización de su sector laboral o la internacionalización, además de la adquisición de competencias didácticas y el desarrollo de la investigación educativa. Pretender cambiar el sistema de FP y modernizarlo sin tener en cuenta esas necesidades, a nivel de horarios, actualización y formación de equipos de trabajo, solo puede terminar siendo visto como una losa por los docentes. Es imprescindible que la autonomía de los centros redunde en una flexiblidad con respecto a los módulos y el equipo de profesores, donde todos seamos copartícipes de esta modernización que debe afrontarse desde las organizaciones tanto a nivel vertical como horizontal.

 

La motivación intrínseca siempre ha sido un factor imprescindible para ofrecer calidad; pero reorganizar, adaptar, evaluar, corregir, impulsar, dotar de recursos y planificar a las personas y los equipos de trabajo, es una responsabilidad aún mayor y estratégica para la evolución de la FP. 

 

Foto de Phil S en Unsplash

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